Las mujeres que mueren todos los días: A nueve años del feminicidio de Mariana Lima

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Tras una relación de golpes y violencia, Mariana Lima Buendía, originaria de Chimalhuacán, Estado de México, fue asesinada en junio de 2010 por su entonces esposo Julio César Hernández Ballinas, un policía judicial mexiquense. Sin embargo, las autoridades concluyeron que la muerte de Mariana —quien este lunes cumpliría 38 años– había sido un suicidio.

Irinea Buendía, madre de la víctima, vivió los primeros cinco años negando esta versión, intentando convencer a los funcionarios de Ministerios Públicos de que la delgada cuerda que colgaba de un clavo no era suficiente para lograr el suicidio, que los golpes en el cuerpo de su hija cuando la encontraron sin vida tenían un significado, que la carta de suicidio que había entregado Julio César cuando le avisó que “se ahorcó” era mentira.

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Fue hasta el 24 de marzo de 2015 —un día antes del cumpleaños de Mariana— que la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) otorgó un amparo para reabrir el caso, una sentencia que ha sido reconocida a nivel Latinoamérica como referente para exigir que las muertes violentas de mujeres se investiguen como feminicidio bajo una perspectiva de género.

De acuerdo con datos del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública, durante 2018 se registraron 98 feminicidios en el Estado de México. Por otro lado, de acuerdo con la periodista Fridaguerrera Villalvazo, quien documenta feminicidios a través de medios y testimonios, el número de feminicidios en la entidad para ese año fue de 198.

El pasado domingo, Irinea convocó una manifestación en el memorial de las cruces, frente al Palacio Municipal de Nezahualcóyotl, para conmemorar cuatro años de esta sentencia. Llegó de vestido de flores, blusa blanca bordada, sandalias y sombrero para el sol, saludando con tranquilidad a todas las personas que se acercaban, platicando unos momentos y organizando en otros.

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También colocó decenas de cruces rosas en las jardineras del memorial con frases como “No más feminicidios”, “Justicia para Mariana”, “Alerta de género”, “Ni una más”. Irinea ha realizado este tipo de manifestaciones durante casi nueve años.

“Este memorial es a nombre de nuestras hijas víctimas de feminicidio”, dijo a través del megáfono cuando inició el mitin ante más de 70 presentes —en su mayoría mujeres—, “y también es un recordatorio a la autoridad omisa y negligente. El año pasado tiraron una de nuestras cruces. Han venido hostigándonos porque tienen mucha molestia. Estas cruces las pusimos porque a nosotras no se nos olvida. Nosotras tenemos muy presentes a nuestras hijas, siempre las vamos a amar y no olvidaremos que no debieron ser asesinadas porque les quitaron su proyecto de vida. Nuestras hijas tenían un proyecto de vida. Y los misóginos, los perversos, los violentos y los cobardes asesinos los truncaron”.

Mientras Irinea hablaba un grupo de mujeres con tambores se colocó a sus costados. El golpeteo ligero de los instrumentos se escuchaba de fondo. Al terminar de hablar, la batucada hizo un breve silencio. Golpeó en alto sus baquetas. “Alerta, Alerta…” cantaron con voz baja antes de que los golpes regresaran contra los tambores y sus voces fuertes empezaran la consigna: “Alerta que camina, la lucha feminista por América Latina. Y tiemblen, y tiemblen, y tiemblen los machistas que América Latina será toda feminista”.

La madre de Mariana permaneció la hora que duró la manifestación de pie, con el sol golpeándole el rostro. Acompañada de las madres de otras mujeres asesinadas como Lesvy Berlín Osorio, María Fernanda Rico Vargas, Victoria Pamela Salas Martínez. Señoras con el rostro firme, hablando en nombre de sus hijas, una de ellas continúa buscándola desde hace un par de meses.

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La demás coinciden en que sus respectivos casos de feminicidios recibieron dictámenes como suicidio, a pesar de que algunos ya tienen presuntos responsables, e incluyen acusaciones contra policías y demás servidores públicos relacionados.

La sentencia Mariana Lima Buendía resume tres efectos: el primero es la investigación de feminicidios con la debida diligencia, aplicando una perspectiva de género durante la investigación; el segundo es sancionar a los servidores públicos que recurrieron a omisiones y negligencias, y el tercero es la reparación integral del daño, que Irinea resume en el memorial de las cruces colocado frente al palacio municipal para honrar a las mujeres víctimas de feminicidio y considera un recordatorio latente a la fallida labor que realizan las autoridades en estos casos, en los que se indaga a medias, acusando a las agredidas y justificando a los agresores.

“Llevo cinco años en la lucha para alcanzar la justicia. Lo único que reclamo es mi derecho para alcanzar la verdad y la justicia. Es un derecho que merezco como madre de víctima”, dice Silvia Vargas Velasco, madre de María Fernanda.

Cada una de ellas es llamada para dar un mensaje. Tras su palabra vienen más tambores de fondo que se vuelven una fuerte consigna. Todas pasan y algunas abrazan a Irinea, las lágrimas llegan a algunas de ellas, pero su semblante siempre es serio y firme.

La última en hablar es Ximena Ugarte del Observatorio Ciudadano Nacional de Feminicidio (OCNF): “La perspectiva de género tiene elementos fundamentales para la investigación. Las muertes violentas de mujeres no son solamente las que ocurren en casa, el 70 por ciento de los feminicidios también están ocurriendo en los espacios públicos porque a los hombres, al gobierno, al Estado y a las corporaciones les molesta que las mujeres ocupemos estos espacios públicos y por eso allí también nos están matando”.

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Cuando todos se movilizan al terminar la manifestación, Irinea permanece de pie en el mismo lugar. A ella se acercan algunos medios y otras personas que quieren saludarla, brindarle palabras de apoyo o hacerles preguntas. Ella responde a todos. Hace unos momentos ha dicho que está allí porque sabe que en este momento en cualquier parte del país una mujer está siendo asesinada. Agradece a las feministas por siempre estar allí, por ayudarla a siempre mantener el nombre de Mariana Lima en la memoria de todos, allí, entre las cruces rosas de las jardineras.