Alberto O., un madrileño de 29 años, que vive en pareja y no tiene hijos, me espera a las afueras de Madrid. Le conocí en un bar de Latina hace tiempo. Es muy aficionado al fútbol. Cuando escuchó mi acento argentino con la lengua trabada pidiendo otro whisky, rápidamente congenió conmigo.
Pero el motivo por el que me espera hoy es otro. Él, un tipo de risa contagiosa, las está pasando putas. Trabaja desde hace más de un año en el servicio de tierra de recolección de equipajes del aeropuerto internacional de Barajas (sí, Adolfo Suárez). Carga y descarga una media de 65 maletas a la hora por 700 euros al mes. Además de maletero, pronto se convertirá probablemente en un eslabón más de un negocio colosal y turbio: las ‘mulas’ españolas que pasan cocaína desde o hacia España.
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Hoy los jóvenes de clase media y trabajadora, con el agua al cuello, se la juegan cada vez más para intentar sobrevivir en submundos a los que antes ni se arrimaban. El tráfico de drogas es uno de los pilares de esta tendencia. Casi 300 españoles duermen hoy en calabozos inmundos de cárceles peruanas por intentar traficar con farlopa (solo por detrás de ciudadanos colombianos en porcentaje). Nuestros conciudadanos lideraron en 2013 el ranking de detenciones en aeropuertos del mundo tratando de traer estupefacientes a nuestro país. En Colombia se produjo una media de 20 detenciones al mes (casi una al día) de compatriotas nuestros a los que pillaron con los dedos en la masa (o con zarpa entre sus pertenencias, mejor dicho).
En la actualidad hay más de 1.800 españoles cumpliendo condena en cárceles extranjeras por tráfico de drogas. Alberto, sin embargo, no parece intimidado por las cifras. Él piensa en otros números: los 50.000 euros que le han ofrecido por pasar 20 kilos de coca, o los 5.000 por cada kilo que vaya camuflando en los vuelos.
VICE: Alberto, ¿cómo has llegado a esta situación?
Alberto: Porque no puedo sostener la estructura de mi casa. Mi mujer está en el paro y con 700 al mes de sueldo no nos da ni para comprar comida, después de pagar el alquiler. Ellos se aprovechan de situaciones como la mía. Te huelen, te olfatean… y te proponen.
¿Ellos?
Los cazamariposas. Los captadores. El negocio de la droga en Barajas es muy fuerte. Hablamos de uno de los aeropuertos más grandes de Europa, y los narcos se mueven con gente que opera dentro. El negocio de ellos, y de todos, es antes que nada captar a la gente que trabaja en las empresas externalizadas que hacemos el servicio de carga y descarga de las maletas. Hay tres grandes compañías que prestan este servicio en T-1, T-2 y T-3. Ahí empieza todo.
¿Y cómo empieza?
Los narcos son de fuera. Peces gordos que tienen sus bases en países latinoamericanos. Perú, Bolivia, México, Colombia, obviamente. Allí tienen carta libre, son muy fuertes. El problema es traer la droga acá, o moverla para afuera. Entonces, lo que hacen es reclutar gente del servicio de maletas. Eso es lo primero. En la estructura de mi empresa, hay cuatro rangos de trabajadores. Los responsables, los jefes de área, los supervisores, a los que le llamamos “capataces”, y los operarios. La clave de todo está en los capataces del servicio de rampas, la tercera línea de la estructura. Los del servicio de muelles están fuera de esto.
Los primeros en llegar hasta el avión cuando aterriza, digamos.
Eso es. Barajas tiene 45 “fingers”, como le llamamos, entre las T-1, T-2 y T.3. Son las mangas habilitadas para el ascenso/ descenso de pasajeros tras el aterrizaje de aviones. Pero el volumen y tráfico aéreo es tan grande, que tres de cada cuatro vuelos aterrizan en pista y nosotros tenemos que ir directamente a las bodegas de las aeronaves a descargar. Recibimos un parte de trabajo previo: número de vuelo, pista, horario, posición. Allí siempre va un capataz y uno o dos curritos más, como yo, que soy operario.
¿Van con tipos de la Guardia Civil hasta el avión, para que supervisen la descarga de maletas?
No, casi nunca. No puedes tener 2.000 guardias civiles en Barajas. Es imposible. Algunas veces sí. Ellos aparecen y antes de que descarguemos te dicen que no toques nada, e inspeccionan primero que nadie las bodegas. Pero eso pasa cuando tienen aviones “marcados”. Van directo al número de una maleta determinada, color, etcétera. Eso sucede en uno de cada veinte vuelos.
Y entonces llegan vosotros hasta el avión y…
Los aviones calientes son los que vienen de países que te contaba. De Bolivia, de Perú, de México, de Colombia… Argentina ahora también, desde hace un tiempo. El capataz sobornado sabe perfectamente qué maleta tiene que sacar… todo… las características, en qué sector está… Las cargamos en las rampas de nuestros camiones. Y la cosa pasa por sacar la maleta por una cinta que no es la misma que la del vuelo establecida. Es decir, si tenemos que meter el equipaje para la cinta 2… una maleta va a salir por equivocación en la cinta 8. Alguien la está esperando allí
¿Cuánto pagan por hacer esto?
Depende de muchísimas cosas, pero ahora se está pagando 50.000 euros, aproximadamente, por un envío medio de 20 kilos.
¿Eso para el capataz?
El capataz se lleva la mayor parte de esa torta… Pero de ahí reparten al operario o a los operarios. También hay empleados de limpieza metidos, a veces… Que te van contando cómo está el clima “afuera”. Ellos son los que te tantean, y después te proponen este negocio: 5.000 euros el kilo. Así ocurrió conmigo. Vivía quejándome de no poder llegar a final de mes. Me vieron atrevido y desfachatado, rápido de reflejos y muy quemado con la vida.
¿Te vas a animar?
Mira, España hoy es se ha convertido en el país número uno en el transporte de drogas en aviones a nivel planetario. Cada vez cae más gente por hacer esto. Somos las nuevas ‘mulas’ mundiales. Dos españolas se suicidaron el año pasado en una cárcel peruana porque no aguantaban las condiciones en ese lugar de mala muerte. Habían salido de aquí esas chicas. Tenían que traer coca, pero alguien habló de más. ¿Lo habías escuchado? Es un tema muy delicado, pero…
¿Pero?
No quiero morir de esto, cargando maletas a las cuatro de la mañana con 19 grados bajo cero en febrero, y con 44 al sol en agosto. No quiero que mi mujer me termine mandando a tomar por culo y se vuelva a vivir con sus padres, como me amenaza tantas veces. Ella quiere tener un hijo… y ¿cómo vamos a hacer con 700 euros al mes para soñar con formar una familia?
¿Vuestro trabajo como mulas solo consiste en introducir droga en España, o también en sacarla?
Las dos cosas… Los narcos te dan un plazo prudencial de dos meses para que también saques la droga. Vamos a un ejemplo cercano. Un compañero mío que ya está metido en esto. Tenía que enviar diez kilos a República Dominicana. Le dieron una fecha límite de plazo. Nosotros, cuando llegamos cada día a trabajar, pasamos por controles, obviamente. Pero yo no tengo que hacer lo de todo el mundo cuando se embarca para un avión. Los arcos detectores de metales no detectan droga, detectan metales, como su nombre indica. Yo no paso por controles donde hay perros que olfatean. Este chico maletero se dedicó durante dos meses a pasar de a diez y cincuenta gramos en los huevos, diariamente. Los iba dejando en su casillero, hasta llegar al volumen acordado. ¡Yo ni loco hago eso! Tienes que tener la sangre muy fría para irte a dormir todas las noches pensando que te la juegas al otro día. Yo prefiero a cara o seca, todo de una y de una vez. Una vez que el vuelo despegó… ya te olvidas del asunto. Misión cumplida y a otra cosa.
Me quedo callado. Pienso de pronto en los “peces gordos”, como él llama a narcos a los que nunca les verá las caras ni les escuchará las voces, que operan desde las sombras, y tengo aún más la certeza que de este flagelo será una historia sin fin, imposible de erradicar. Casualmente. él interrumpe mi silencio.
“No te olvides de poner en el reportaje lo de las maletas diplomáticas. Otro punto negro inmenso. Las embajadas pueden enviar transporte aéreo entre unas y otras sin ningún tipo de control. Nadie requisa esas maletas. Puerta a puerta, y sin riesgos, no es muy difícil imaginar cómo operan algunos países del Tercer Mundo”.
¿Hasta dónde llega esta estructura “paralela” en el aeropuerto?
Narcos, capataces del servicio de rampas, operarios, y en rarísimas ocasiones algún que otro Guardia Civil y hasta pilotos. Agrega gente de limpieza o empleados que transportan a discapacitados desde los aviones, pero en menor medida. Ellos se encargan más que nada de informar los movimientos en el aeropuerto. Ese es el círculo. Se termina ahí. Los de los ‘boleros’ que pasan droga en sus estómagos es para las fotos. Los mismos narcos hacen todo ese circo muchas veces para enviar a un pardillo con dos kilos de coca en su cuerpo, y hasta filtran el dato a la Policía aeroportuaria. Cae el pobre tipo, se hace ruido y revuelo, pero detrás viene el equipaje fuerte. La ruta es América Latina-Madrid, siempre. Para ellos es fácil superar los controles aduaneros en Lima, en Ezeiza, en el DF… Todo se compra allí, todo se soborna y tiene precio. Además de la corrupción, tampoco tienen mucha infraestructura que digamos en esos aeropuertos latinoamericanos.
Seis de cada diez menores de 29 años están en el paro en España. Un escenario idóneo para los “cazamariposas”. En 2013 detuvieron en Barajas a 370 personas que intentaban pasar droga. Antes de despedirme de Alberto, llega el turno de la foto. Me ha pedido que no venga un fotógrafo de VICE, porque “esto es entre tú y yo”. Abro la cámara de mi iPhone. De espaldas, claro. Ríe nervioso. “Bueno, quedamos un día de estos en el bar, ¿no?”, me pregunta antes de marcharse. Le digo que sí, que claro. Pero por dentro no sé si volveré a verlo en mucho tiempo. Las penas varíanentre los seis y quince años de cárcel para tipos que intentan pasar cargas de hasta 10 kilos, de hasta 25 para cantidades superiores. Y todas son de cumplimiento casi íntegro. “Suerte, compañero”, le digo. Y esa suerte que le deseo es para que abandone de una vez la vida de mierda, ese submundo de espanto y pueda algún día ser feliz. Se lo merece.