Las sillas blancas de plástico se están apoderando del mundo

En el solar frente a mi apartamento de Brooklyn hay una pila de sillas de plástico blancas que poco a poco van acumulando una capa de nieve. En el otro extremo del país, hay otras tres de esas sillas distribuidas alrededor de la piscina de la casa de mis padres, y seguramente en alguna parte de Yemen habrá filas y filas de esas mismas sillas preparadas para recibir a los invitados de una boda. Algunas están flotando en medio de una enorme marea de basura en el Pacífico, y probablemente haya más en la casa de alguna anciana en Suramérica, con montones de revistas encima. Me imagino que incluso habrá al menos una orbitando la Tierra. Quizá te parezca una exageración, pero la ubicuidad de esas sillas blancas resulta alarmante y una muy mala señal para la cultura mundial .

La primera silla de plástico de bajo coste, ligera, apilable y fabricada con molde de inyección -conocida como silla monoblocposiblemente fue diseñada en 1967 por un italiano llamado Vico Magistretti y posteriormente producida a gran escala durante la década de 1970 por Grosfillex Group, pero dado que no existen patentes originales, nadie sabe a ciencia cierta quién es el padre de la criatura, así como nadie sabe tampoco cuántos fabricantes de sillas monobloc existen actualmente, ni cuántas unidades se han fabricado hasta la fecha, aunque es muy probable que la cifra alcance los miles de millones. Lo único que sabemos es que están por todo el mundo.

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Sin embargo, a diferencia de otros objetos globales como los encendedores, los televisores, los clips de papel, las radios con transistores y los AK-47, estas sillas están “descontextualizadas”. Hace unos años, el Director de Estudios sobre medios Cívicos de Comunicación del Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT), Ethan Zuckerman, explicó en su blog la importancia de este modelo de sillas: “Casi todos los objetos sugieren un momento y un lugar… La forma de un electrodoméstico, las etiquetas de los productos de consumo, las telas, las prendas de vestir, todo eso nos da información sobre si una foto se hizo en la década de 1970 o la semana pasada, y si se tomó en Suecia o en Honolulú. La silla monobloc es uno de los pocos objetos que se me ocurren que carece de un contexto específico. El hecho de ver una silla blanca en una fotografía no te da ninguna pista sobre el momento o el lugar en que esta se hizo.”

Foto por usuaria de Flickr Eva the Weaver

Existen diversos conceptos que separan a la raza humana: riqueza ,edad, raza, género, geografía, religión, orientación sexual, altura, peso… Los artículos creados por el hombre casi siempre se rigen por alguno de estos clasificadores: hay gente que posee cierto tipo de productos, existen algunos artículos que denotan riqueza o pobreza o algún tipo de posición subcultural, etc. Sin embargo, la monobloc permanece aislada de su entorno, difícilmente evitable y no biodegradable, quizás incluso inmortal.

hablé con Ethan Zuckerman sobre mis inquietudes acerca de la monobloc, su aparente ubicuidad y sobre cómo ello refleja la globalización de la cultura.

VICE: Para mí, la falta de contexto de la monobloc resulta inquietante per se . Es decir, ¿cómo puede un objeto tan generalizado como una silla estar tan desconectado de su entorno?

Ethan Zuckerman: A mí me pasa lo mismo. Yo la considero el objeto más globalizado del mundo y, reflexionando sobre ello, pensé que debía de haber una historia detrás de ella, un conglomerado titánico que se dedicara a producir todas las sillas monobloc que pueblan el mundo. Cuando investigué, descubrí que la respuesta era, por supuesto, mucho más sutil y algo más complicada. No existe una única corporación que las produzca, ya que realmente el proceso es relativamente sencillo con un grado mínimo de industrialización. Mientras haya gente en la sociedad con dinero para gastar, habrá sillas monobloc, habrá gente que busque sentarse en algo que los eleve del suelo, que evite que se sienten en un tronco o en un simple taburete.

Foto por usuario de Flickr Bjørn Giesenbauer

Hay un ensayo de Ingo Niermann que dice que “las sillas blancas de plástico son el verdadero mal de la globalización”, refiriéndose a la generalización de la producción en masa en nuestra cultura.

¡Ja! Es algo muy de occidental intelectual y adinerado oponerse a todos los aspectos de la globalización. Es muy fácil no hacer nada y decir que la difusión de los poderes corporativos es mala, que la cultura indígena es buena y que la monobloc es el claro ejemplo de la cultura del usar y tirar que está destruyendo nuestra cultura. He pasado buena parte de mi vida profesional en países en vías de desarrollo y allí hay mucha gente que desea poder tener acceso a la cultura material de Occidente. Me parece que decir que los pobres no pueden tener sillas monobloc porque es malo para su cultura es pecar de un paternalismo absurdo. Seguramente habrá algún aspecto que sea cierto. Por ejemplo, las empresas de muebles no salen muy beneficiadas con la proliferación de las sillas monobloc. Pero creo que con esa idea de que esto es como un virus contra el que debemos luchar le hacemos un flaco favor a la gente de los países en desarrollo, quienes también tienen derecho a decidir cómo y en qué quieren gestionar sus recursos. Creo que es el colmo de la condescendencia. No se está destruyendo la cultura. Se trata de dar a los pobres la posibilidad de adquirir bienes para representar sus aspiraciones.

Foto vía usuario de Flickr caratello

Entonces, ¿crees que ese tipo de globalización es un aspecto necesario para la evolución de un país en desarrollo?

Supongo que lo que digo es que cuando todo el mundo está conectado al flujo de información global, tus deseos y aspiraciones materiales también acabarán globalizados. Cuando tienes a tu disposición productos en el mercado o los ves por televisión, quieres esos productos. Por eso creo que hay que reconocer la capacidad de decidir sobre dichos productos. Para mí, la mayoría de las críticas contra la globalización y el imperialismo en su forma material son demasiado ingenuas.

Entonces, más que un intento por occidentalizarlo todo, se trata más bien de que la monobloc es una buena solución para sentarse porque es barata y está descontextualizada. ¿Cómo afecta a la cultura la elección del camino de menor resistencia que representa la compra de una monobloc?

Supongo que se podría valorar el estado de una cultura por sus sillas. Quizá en una cultura concreta la monobloc es una pieza de mobiliario que el ciudadano medio tiene, a la que aspira, casi como un símbolo de estatus. Hubo una época en los EUA en que la ropa tejida en casa constituía un símbolo inequívoco de pobreza. La gente quería prendas de fabricación industrial. Obviamente, hoy en día esto ha cambiado. Tener un traje hecho a medida, por ejemplo, marca un estatus, porque el resto de nosotros vestimos ropa hecha a máquina. Lo mismo podría aplicarse a las sillas monobloc en relación con su carácter aspiracional. La proporción precio-rendimiento es buena, está bien diseñada y en ese momento un objeto hecho a mano se convierte en artículo de lujo.

Foto por usuario de Flickr fliegender

Pero ¿no lleva eso a una homogeneización de la cultura?

Yo creo que la globalización nunca es homogénea. Mira McDonald’s, por ejemplo. Todo el mundo recurre a esta cadena para ejemplificar la homogeneidad, pero no es así. Es un negocio muy localizado. Que yo sepa, habrá al menos dos tipos de sillas de monobloc, ¿verdad? Hay una monobloc tan genérica que no sabes si estás en Ghana o en Georgia y hay otro modelo que adopta la identidad autóctona y presenta algún diseño o patrón de fábrica. De alguna forma, ese último tipo es, si cabe, más extraño aún, porque no sabemos si es autóctono o si se ha fabricado en algún otro lugar, como China, pero pretende ser apropiado para el lugar donde se comercializa en lugar de carecer de contexto.

Sillas monobloc regionales de imitación.

Quizá la monobloc es una especie de victoria del diseño modernista de alta gama. Los diseñadores siempre buscan que sus creaciones sean universales, no buscan la especificidad cultural. Pretenden trascender y lograr que sus objetos sean usados por todo el mundo. Así que quizá esto sea diseño modernista de alta gama a un nivel cultural asequible para todos.

Foto por usuaria de Flickr Olga Nohra

De alguna forma, la monobloc se acerca a la perfección creada por el hombre. Hay cierta belleza en esa capacidad de crear algo tan resistente, ligero y rentable.

Es el resultado de un aspecto concreto de la evolución. Si quieres crear una silla que sea barata, funcional, fácil de fabricar y universalmente aceptada, el resultado al final del largo proceso probablemente sería la monobloc. Lo que asusta es pensar que no hay forma de darle otra vuelta de tuerca al invento porque llegaría un punto en que dejaría de ser una silla. Es el límite de la evolución.

Y ni siquiera sabemos quién la ha inventado.

La silla ocupa un lugar muy interesante entre los diseñadores. Todo diseñador aspira a crear su propia silla, pero estos artículos son una verdadera putada. Son muy, muy complicadas. El respaldo tiene que ser curvo, inclinarse en un determinado ángulo, y hacer que sea cómoda para sentarse es un verdadero reto. Bien, pues la monobloc supera ese reto y el de hacer algo lo suficientemente barato como para poder fabricarlo y venderlo a todo el mundo. Quizá sea el objeto con el diseño más perfecto del mundo.