Artículo publicado por VICE México.
Siempre he escuchado que el verdadero gozo de las personas no llega con los hijos, sino con los nietos. No sabría, pero sí suena genial quedarse con todo lo bonito de tener a un nuevo retoño en la familia, sin tener que echarte las pesadas desveladas y el sinfín de problemas hormonales en su crecimiento. De la manera que sea, estas personas que tenemos el gozo de llamar abuelas y abuelos tienen un tipo de querer a sus nietos que no se puede encontrar en cualquier lado. No se puede encontrar en una amistad, en un amor de verano, ni en la firme corrección de un padre; no, es diferente y único como género propio, construyéndose desde el primer momento en el que fijan sus ojos sobre ti.
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Temiendo recaer en la cursilería del día de los abuelos, 28 de agosto, le pedí a amigos y colegas que hablaran con sus abuelas y abuelos sobre lo que odian de sus hijos, tratando de encontrar la faceta un poco más agria y realista de ellos. La cara en la que no es solamente disfrutar, sino también sufrir, y en muchos casos, mostrar cómo la relación entre padres e hijos puede ser mucho más oscura que la existente entre abuelos y nietos.
Guillermina, 67 años
Yo quiero con todo mi corazón a mi hija. Y a pesar de que hace casi 28 que se casó con su esposo, sigo extrañándola. Unos días más, unos días menos. Entiendo perfectamente que haya hecho su familia en otra ciudad, porque yo lo hice alguna vez, pero no me gusta que a veces como que se le olvide que nos tiene a nosotros, y que sería bonito que nos hablara más, o que vinieran todos a visitarnos.
Cómo sea, los adoro mucho y estoy contenta aunque no nos veamos tanto. Yo sé que mi hija un día lo va a poder explicar.
Ema, 83 años
De mis hijos: no me gusta que regañen a mis nietos. Los regaños suelen salir mal y con una repercusión que no calculamos. En lugar de que los regaños o castigos sean correctivos, hace que los niños crezcan y se vuelvan rebeldes. Creo que no es lo mejor educar usando castigos y regaños, siempre hay otras maneras más sanas que darán mejores resultados.
Rogelio, 82 años
Tuve 3 hijos: Fernando era muy hiperactivo y le gustaba lucirse cuando estaba en público; Alejandro siempre ha sido el más difícil por su carácter y su forma de ver la vida; Ricardo era muy desordenado y hacía travesuras muy cañonas. Que quede claro que destaco cosas de su niñez porque nunca odiaré a ninguno de ellos, aunque vea estos pequeños defectos.
Blanca, 85 años
A mí me gusta que mis hijos se lleven bien. Si pelean o no están unidos de nada sirve. Deben de quererse y vivir contentos, disfrutando de sus parejas, hijos y —en algunos casos— nietos. Tampoco me gustan las modernidades, a mí me gusta lo tradicional, que lleguen temprano a la casa, que se comuniquen y que no salgan con cosas muy excéntricas.
Cristina, 81 años
Tengo 5 hijos y la verdad no puedo decir que “odio” algo de ellos, simplemente no estoy de acuerdo con algunas cosas. Por ejemplo, de mi hija la menor, me molesta que sea tan nerviosa, que trabaje tanto y que no se cuide lo suficiente. Descuida su salud por el trabajo. Con mis hijos hombres es lo contrario, uno es artista y bohemio, no le preocupa el futuro ni le interesa el dinero, pero es feliz a su manera. El otro tampoco piensa en el futuro, es un excelente padre y él prefiere eso, pasar tiempo con sus hijos y su familia que tener que trabajar mucho para ganar más dinero. Sólo me gustaría que pensarán más en la vejez, en el futuro que llega rápido, que tuvieran más asegurada esa parte de sus vidas. Con mi hija la mayor, estoy de acuerdo en todo, me encanta su forma de pensar, que esté en contra de los misóginos y que no se deje.
Ahora, si me preguntas por mi hija adoptiva, con ella sí estoy, ya no enojada, sino sentida. A pesar de que yo le di todo, sobre todo el amor, no supo valorarlo; un día me dejó de hablar y ni siquiera sé porqué. Yo tengo la conciencia tranquila y sé que no hice nada que pudiera hacerla enojar tanto como para irse y dejarme de hablar. Pero si algún día regresa, siempre será bienvenida en mi casa. Uno quisiera que todos sus hijos triunfaran y fueran brillantes, pero no siempre es así. Entonces yo me conformo con que sean felices y que estén donde quieran estar, pero felices.
Verónica, 57 años
Es difícil, pero de mis dos hijos hay unas cositas. A Beto, el mayor, le encanta rezongar de todo, siempre está quejándose o teniendo algún problema con algo. Ale me estresa porque no me avisa cuando sale y no puedo dormir sin saber a dónde va o a qué hora llega. Pero lo que yo creo que mas me puede frustrar es que tengan proyectos y los dejen inconclusos.
Celebremos porque son nuestros amados abuelos y nos quieren de manera más simple que a sus hijos. Feliz día, abuelos.