Lecciones sobre la vida, el amor y la fiesta de mujeres entre 18 y 80 años de edad

¿Cómo fue la vida de la primera cadenera de Bristol, Inglaterra? ¿Cómo le hizo una madre soltera para lidiar con su divorcio en la década de los 40? ¿Qué opina una anarquista punk de los años 70 sobre los derechos de las mujeres en 2016? Platicamos con ocho mujeres de ocho décadas diferentes para saber cuánto ha cambiado la vida de las chicas en todo este tiempo.

Mac Westwood, 18 años de edad: “Hasta el año pasado, mis amigas y yo íbamos a raves ilegales donde a nadie le importa tu edad”.
Acabo de terminar mi último año en una escuela para mujeres en Londres, donde tuve la suerte de conocer a mi grupo de amigas. La mayoría de nosotras no tiene novio. Salimos con chicos, obvio, pero nunca dependemos de ellos en el sentido de necesitar una relación. El año pasado sufrí acoso sexual en una parada de autobús: un tipo se empezó a masturbar frente a mí en plena luz del día y nadie hizo nada. Fue una experiencia traumática pero gracias a eso ahora me siento más segura de mí misma. Si me vuelve a pasar algo así, estoy segura de que mandaría a la mierda al pervertido.

Videos by VICE


Relacionado: Las mujeres mineras en México


Mis amigas y yo nos vemos muy jóvenes y nunca nos dejaban entrar a bares o simplemente no nos servían. Hasta el año pasado, la mayoría de mis amigas iban a raves ilegales a las afueras de la ciudad donde a nadie le importa tu edad. El año pasado al fin pude sacar mi identificación y es increíble porque ahora ya no importa que tenga cara de bebé, ya tengo cómo comprobar que soy mayor de edad. En la escuela nunca nos enseñaron sobre el feminismo pero haber estudiado rodeada de una gran diversidad de chicas me hizo sentir independiente. Siento que puedo lograr todo lo que quiera.

Meltem Avcil, 22 años de edad: “Me encerraron en un centro de de detención de inmigrantes por tres meses. Después de eso empecé con el activismo”.
Soy kurda y nací en Turquía pero tuve que irme del país por razones políticas, la misma historia de cualquier otro país que está en guerra con su propia gente. Mi mamá y yo llegamos a Inglaterra en 2001 y nos dieron albergue en Londres, Doncaster, Newcastle y Kent mientras el ministerio del interior analizaba nuestra solicitud de asilo político. Seis años después, ocho agentes de inmigración entraron a la fuerza a nuestra casa y nos llevaron a un centro de detención de inmigrantes. Estuvimos encerradas ahí tres meses. Después de eso empecé con el activismo. La gente se indignó cuando supo que encerraron a una niña de 13 años sin razón aparente.

Al salir, además de estar triste, sentía que me iban a volver a encerrar en cualquier momento pero creo que tuvo un efecto positivo. Ahora valoro más la libertad y puedo hacer amigos a donde sea que vaya. Estudié ingeniería mecánica dos años en Kingston y salía mucho de fiesta. Ahora soy mucho más calmada. De hecho, mi nuevo pasatiempo es tejer, aunque a veces el vodka me tienta. Cambié de carrera y ahora estudio economía. Siento que hay muchas oportunidades para las mujeres. Por el momento no tengo una relación. Los chicos me tienen miedo. No me puedo hacer la tonta. No me malinterpreten, tampoco digo que soy un genio pero por más que lo intento, no encuentro un hombre lindo y respetuoso. Por lo visto, pido demasiado.

Susannah Webb, de 30 años de edad: “Necesitamos comprender mejor la libertad sexual y de género”.
Mi mamá me tuvo a los 41 años de edad, por lo que nunca he sentido las misma presiones que han experimentado otras mujeres de mi edad. Aunque tal vez empiece a preocuparme en unos cinco años. Todavía siento que las decisiones de la mujeres con respecto a los bebés y los trabajos siguen siendo más limitadas o mal vistas que las decisiones de los hombres.

En general, me gusta ser una mujer de 30 años de edad y tengo mucha suerte de trabajar en lo que me gusta como manager de una disquera. Trabajo en una industria donde salir es algo imprescindible y no podría hacerlo si no lo disfrutara. Todavía salgo mucho pero mi estilo de vida es diferente de cuando tenía veintitantos.


Relacionado: La Mujer Maravilla fue creada por una feminista del bondage que soñaba con una utopía matriarcal


Me gustaría decir que ser gay es más aceptado hoy en día pero creo que sería mejor si dejáramos de etiquetar la identidad de las personas. Lo único que necesitamos es comprender mejor la libertad sexual y de género, y ser más tolerantes con las personas que siguen buscando su identidad. Creo que todavía no hay suficientes mujeres gay que sean un modelo a seguir, sobre todo en la industria musical.

Esther Koroma, de 49 años de edad: “Mis padres adoptivos creían que, como soy mujer, necesitaba un hombre”.
Estoy orgullosa de ser mujer, tenemos la capacidad de dar vida. Mi infancia no fue feliz. Crecí en un hogar que no era el mío y nunca sentí que mis padres adoptivos me amaran de verdad. Me casé muy joven porque mis padres adoptivos eran musulmanes. Creían que, como soy mujer, necesitaba un hombre y tenía que pasarme todo el día en la cocina. Con el tiempo empecé a darme cuenta de que hay muchas cosas en el mundo que afectan más a las chicas que a los chicos, como las violaciones y todas las atrocidades que viven las mujeres durante una guerra. Años después me convertí al cristianismo y dejé a mi esposo. Ahora soy feliz. Estoy soltera y vivo sola. No sé si me vuelva a casar algún día; a veces creo que prefiero estar sola porque el matrimonio es un compromiso muy difícil. A veces este estilo de vida es un poco solitario pero si tienes trabajo puedes cuidar de ti misma. Así todo depende de ti.

Kate Cox (izquierda) trabajando.

Kate Cox, de 51 años de edad: “Mis hijos hablan abiertamente sobre el sexo, lo cual me parece algo bueno”.
Creo que el cambio más grande en mi vida ha sido la actitud de la gente con respecto al sexo. Crecí en una época donde la actitud hacia el matrimonio estaba cambiando. Cuando era adolescente y llevaba a mi novio a la casa, no estaba permitido que él subiera a mi habitación. Mi papá era abogado y él hizo el procedimiento de traspaso del primer departamento que compré con mi esposo, que en ese entonces era mi novio. Se negó a entrar a la habitación porque no podía soportar el hecho de que si sólo había una cama, mi novio y yo dormíamos juntos en ella. Ahora tengo hijos propios —de 18 y 22 años de edad— y hablamos abiertamente sobre el sexo, lo cual me parece algo bueno. También me dedico al body paint. Muchas mujeres de mi generación se casaron y ya no hicieron nada más. Pero creo que ahora tenemos más oportunidades y no estamos obligadas a seguir en un matrimonio que no funciona. Trato de reinventar mi vida cada 10 años, a una mujer que hiciera eso en mis tiempos se le habría tachado de irresponsable. Pasé de ser una instructora ecuestre a dedicarme al body painting. En ese entonces, mis padres habrían dicho que mi trabajo actual es inútil. De hecho, cuando muestro fotos de las personas desnudas que pinto, mi mamá finge no estar sorprendida. Me pregunto por qué hay más hombres que mujeres en el mundo del body paint.

Helen en 1988 en Egipto

Helen Harrison, de 62 años de edad: “Me sentía muy segura al interrumpir peleas”.
Fui la primera cadenera en Bristol, Inglaterra. Empecé a trabajar en un club nocturno llamado Alexander en 1976. Me contrataron para lavar los vasos, limpiar los ceniceros y mantener limpio el lugar pero también necesitaban a alguien que ayudara al cadenero, Doug. Doug y yo empezábamos a salir y me asignaron ese puesto. Una vez, Doug se tomó un par de semanas de vacaciones y a mí me fue muy bien trabajando sola. Poco después terminamos y él decidió que no podía trabajar conmigo y le dijo a los propietarios del club “Escojan: Helen o yo”. Y respondieron ‘Helen’”.


Relacionado: Enseñar el pecho sólo está bien si te cuelga algo entre las piernas


Hoy en día es más común ver mujeres trabajando como cadeneras pero creo que a mí me fue bien por ser la novedad. Me sentía muy segura al interrumpir peleas. En todos los años que trabajé ahí, creo que sólo me golpearon una vez. Me quedaron moretones en las costillas pero, por suerte, la policía llegó a tiempo para detenerlo. Pero hoy en día es un trabajo más peligroso. Antes me iba caminando a las 4am del club a mi casa y no pasaba nada pero hoy yo no dejaría que ninguna chica lo hiciera. Ahora estoy en Street Pastors y trabajo con iglesias en la ciudad de Bristol para ofrecer seguridad en el turno de la noche. Llevo 40 años cuidando borrachos y me he dado cuenta que los tipos que corría de los clubes son los mismos que ahora ayudo en los taxis. Nada cambia mucho en realidad.

Gee Vaucher (izquierda) con Joy De Vivre y Eve Libertine, miembros de Crass, en un café para motociclistas en 1982.

Gee Vaucher, de 71 años de edad: “Las mujeres utilizaban el grafiti para cambiar los mensajes que todos veíamos en la calle”.
El movimiento feminista de la década de los 70 fue muy dinámico. Fui a unas pláticas que dieron unas estadounidenses con gran renombre que estaban de gira en Inglaterra. Pero no eran la gran cosa. Para mí, lo más importante siempre ha sido liberarse de la imagen que tienen los demás sobre ti. El movimiento feminista temprano se enfocaba mucho en la división entre “nosotras y ellos”, estaba llena de odio y muchas mujeres cargaban con la victimización como si fuera una cruz. Pero era la continuación de un viaje que empezó con las suffragettes y fue muy importante.

Crecí en Dagenham y me salí de la escuela a los 15 años de edad. Si eras de la clase trabajadora, te decían que debías saber cuál era tu lugar y no creerte más. Pero a diferencia de la mayoría de los niños, yo sí sabía qué quería hacer: arte. [Dee fue integrante de Crass y creó parte del arte punk rock más icónico que existe en Dial House, una comuna en Essex].

Una de las formas más obvias y eficaces para enfrentar el sexismo en esa época era atacando la publicidad sexista. Las mujeres empezaron a utilizar el grafiti para cambiar los mensajes que todos veíamos en las calles. Era muy directo y hacía reflexionar a la gente. Era una muy buena propaganda, en especial para los chicos que salían de la escuela e iban a sus casas. Junto con el Campamento Pacifista de Mujeres en Greenham Common, era otro ejemplo de mujeres que trabajaban en conjunto para crear un cambio de una forma muy simple, y así fue.

La mayoría de las mujeres está más consciente de sus derechos pero eso no significa que haya habido un gran cambio en la vida de estas mujeres. Es evidente que las tetas y el trasero están de moda otra vez.

Rose Burge, de 80 años de edad: “Me casé cuando tenía 22 años. No lo conocía lo suficiente y fue un pésimo esposo”.
Nací en un pueblo en Wiltshire. Mi padre murió cuando mis cinco hermanas y yo éramos muy pequeñas. En ese entonces no había pensiones familiares pero logramos salir adelante. Mi mamá trabajaba mucho y siempre se la pasaba limpiando y tallando. Dejé de estudiar a los 15 años de edad y me metí a trabajar en una fábrica que empacaba huevos. Siempre quise ser enfermera pero nunca tuve la oportunidad. Terminé cuidando personas mayores en sus casas y resultó ser bastante satisfactorio. Me casé a los 22 años. Él vivía muy lejos, en Yorkshire, y no lo conocía lo suficiente pero fue un pésimo esposo. Tuvimos un hijo pero no pude seguir con él. No quería terminar con seis hijos y sin una persona que me ayudara. Regresé a casa de mi mamá, me puse a trabajar y busqué a alguien que cuidara a mi hijo en el día. Fue una época muy difícil.

Hoy en día la gente se divorcia y a nadie le sorprende. Pero en ese entonces ninguna mujer se habría arriesgado a tener un hijo fuera del matrimonio. Se morirían de miedo o serían la vergüenza de sus padres. No había métodos anticonceptivos y las mujeres ni siquiera entraban a los bares a menos que fueran con su novio o esposo. Ahora la vida de las mujeres es muy diferente y gozan de mucha libertad. Cuando iba a la iglesia después de divorciarme, me sentía incómoda, sentía que en realidad había cometido un pecado. Por suerte, conocí a mi segundo esposo y adoptó a mi hijo. Vivimos muy felices juntos. Uno aprende con los altibajos. La vida nunca es un lecho de rosas.

Entrevistas por Hannah Ewens, Amelia Dimoldenberg, Angus Harrison, Olivia Marks, Helen Nianias y Tshepo Mokoena.