La fiebre del oro blanco: se recalienta la disputa por el litio en Argentina

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En tiempos en los que ya existen más teléfonos móviles que habitantes en el planeta, el litio de las baterías que utilizan los dispositivos representa el nuevo petróleo. En tal caso, la Puna es la Arabia Saudita del litio.

Cubierta por un inmaculado manto de sal, esta desértica meseta ubicada a unos 4000 metros de altura entre Bolivia, Chile y Argentina esconde más de la mitad de las 40 millones de toneladas de litio en salmuera que, se estima, hay en el mundo.

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Sin embargo, poco se conoce sobre estas estratégicas reservas y su potencial. De hecho, la explotación del ahora llamado ‘oro blanco’ es relativamente nueva en esta recóndita región de América del Sur.

Durante décadas, la combinación de bajos precios internacionales, la falta de infraestructura y una legislación poco amigable, ahuyentaron de la Puna a mineros e investigadores, quienes optaron por los desiertos de Estados Unidos, o bien por las montañas de Australia para hacer sus alquimias.

Pero en los últimos años el exponencial crecimiento de la demanda de litio para fabricar baterías de móviles y de coches eléctricos despertó una nueva fiebre por el ‘oro blanco’, que contagió particularmente a las provincias de Jujuy y Salta, en Argentina.

“Existe un renovado interés de los inversores por el litio en la zona del noroeste argentino a raíz de los incentivos que impulsó el nuevo gobierno”, dice a VICE News Javier Elortegui Palacios, geólogo y ex titular de la secretaría de minería provincial, en referencia a la decisión del presidente, Mauricio Macri, de reducir la carga impositiva a la industria minera.

“Esto va camino a convertirse en las Naciones Unidas”, opina un activista local que pide mantener su nombre en reserva. El pronóstico tiene cierto asidero: en los últimos meses, silenciosas pero nutridas comitivas de empresarios de Australia, Francia, Corea del Sur y Japón ya exploraron la zona en busca de salares aptos para su explotación.

Por el momento, el anuncio más resonante llegó de la mano del grupo Posco, el gigante surcoreano del acero, que prometió una millonaria inversión para instalar en la Puna argentina una planta capaz de extraer 40.000 toneladas de fosfato de litio por año.

Unos pocos kilómetros más al norte funciona el emprendimiento Sales de Jujuy, un joint venture de capitales australianos y la japonesa Toyota, con participación del estado provincial. Si bien no se encuentra totalmente operativo, tiene capacidad para producir 15.000 toneladas de carbonato de litio.

Otras grandes firmas que estarían evaluando poner un pie en la Puna argentina son Sony, LG, Panasonic y Motorola.

Es que con un precio de mercado por encima de los 6.000 dólares por tonelada — un 30 por ciento más de lo costaba hace un lustro— y una paradigma petrolero que parece tener los días contados, no son pocas las empresas que buscan tomar la delantera en lo que podría ser la próxima gran carrera energética.

Pero el litio no sólo se utiliza para baterías. Se trata de un metal blando que se aplica en rubros tan diversos como la cerámica, el vidrio, los lubricantes, los aires acondicionados, la energía nuclear y hasta la medicina. Sí, las sales de litio se recetan para el tratamiento de trastornos bipolares.

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Impacto incierto

Mientras una parte los pobladores locales disfruta del efecto “derrame” del auge de la industria minera en el norte argentino, trabajando como operarios o bien en tareas indirectas, otros denuncian un impacto ambiental de dimensiones aún desconocidas.

Hasta el momento, la técnica de extracción predominante no solo es ineficiente desde un punto de vista económico. También es poco amigable con el medioambiente.

Así lo explica la Doctora Victoria Flexer, quien actualmente coordina el Centro de Investigación y Desarrollo en Materiales Avanzados y Almacenamiento de Energía de Jujuy: “Si bien el imaginario popular asocia a los salares con enormes desiertos blancos, lo cierto es que debajo de ese manto de sal hay un gran lago subterráneo, incluso más salado que el mar, y es allí donde se extrae el litio”.

Según la también investigadora y docente de la Universidad Nacional de Jujuy, “la técnica actual consiste en bombear la salmuera hacia grandes piscinas expuestas al aire y al viento de la Puna, lo cual produce la evaporación de grandes cantidades de agua”. Y agrega: “De allí se obtienen diferentes compuestos, entre ellos el carbonato de litio”.

‘Comienza una nueva era, la de la disputa global por los elementos estratégicos’.

Imagen aérea de un salar en Jujuy, Argentina.

El problema radica en que este proceso evapora monumentales cantidades de agua. Se consumen entre 500.000 y 2 millones de litros por cada tonelada de litio extraído, una cifra que, por decir lo menos, llama la atención a científicos y a ambientalistas.

“Si bien no es agua de riego ni forma parte de los cursos de agua dulce, este agua de los salares se evapora en una de las zonas más áridas del planeta y aún resta determinar al 100 por ciento cuál puede ser el impacto ambiental de semejante evaporación”, reconoce Flexer.

Según denuncian por lo bajo las comunidades de la localidad de Susques, donde se están instalando las plantas procesadoras de litio, podría ocurrir que los cursos subterráneos de agua dulce terminen rellenando el agua salada que se le está quitando a las grandes salmueras.

VICE News consultó sobre este tema al Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sustentable de Argentina, pero no obtuvo respuesta.

En este contexto, Greenpeace Argentina expresó su alarma por el anuncio del presidente Macri sobre la eliminación de retenciones a la minería. Considera que la medida “premia a una de las industrias más peligrosas y contaminantes, la cual ha ejercido su actividad sin ningún tipo de control”.

“Con el derrame de más de un millón de litros de solución cianurada en la mina Veladero de la empresa Barrick Gold, quedó demostrada la ausencia del Estado en los controles mineros y el desinterés de estas empresas por los habitantes de las comunidades”, sostiene Gonzalo Strano, coordinador de Greenpeace, respecto al desastre ambiental de septiembre pasado en una zona fronteriza con Chile.

Para Elortegui Palacios, es necesario “racionalizar la extracción del recurso para hacer que la explotación sea más sustentable”. Y concluye con una advertencia sobre la fiebre del litio en América del Sur: “esto es apenas el puntapié inicial: comienza una nueva era, la de la disputa global por los elementos estratégicos”.

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