Al 2018 le quedan unos pocos días todavía, y probablemente mientras lean esto, están pensando también en la indigestión que les está provocando el banquete diario navideño o quizás en la resaca después de las reuniones familiares donde al parecer existe un afán por terminar con cualquier bebida alcohólica que se cruce por delante, como si se tratara de salvar a la humanidad de ese veneno tan sabroso.
En todo caso, mientras todavía el calendario nos sitúa en el 2018, quisimos apartarnos un momento de la celebración navideña y echar un vistazo hacia atrás, como es costumbre en este punto del año, para celebrar una categoría quizás ignorada por los medios masivos: esa en la que destacamos lo mejor de la música emergente, esas propuestas que sin ser masivas, crearon discos cuya importancia es absoluta dentro de su nicho y que marcaron un momento fundamental para su escena.
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Lo que hay aquí es un compilado de esos trabajos que a lo largo de la región creemos vital retratar, pues deja claro que lejos de las tendencias de la industria, hay un nivel impresionante en las producciones y propuestas alternativas a lo ancho y largo de América Latina.
Disfruten.
Acru – #Anonimato
(Argentina)
A lo largo de 9 canciones y 26 minutos, el rapero argentino presenta un retrato oscuro y nublado, pero con un mensaje certero y directo. Desde que empieza el disco con “Agustín”, deja claro que aunque hay espacio para opiniones y discusiones, hay hechos innegables, hechos que él está recordando y contando: “ Pueden negar mi actitud pero no que fue así”, rapea. Con una gran cohesión sonora y estilística a lo largo del trabajo – sin que esto implique que sea un disco monótono –, #Anonimato es una prueba de cómo hacer rap de alto nivel en el 2018 en Argentina. Acru hace alarde de todo su repertorio, desde rimas más competitivas hasta disquisiciones sobre su vida y lo que la aqueja. Con su entonación nasal característica, y un registro que lo hace sonar molesto con el mundo o quien dudó de él, Agustín rapea de forma desafiante, y en temas como “Crow” reta al que pueda a que lo iguale. Parece que rapeara con fastidio, como quien se sabe superior y solo está prendiendo el micro para demostrarlo una vez más. Y esto puede hacerlo porque se sabe un referente del rap del sur del continente.
En consonancia con el panorama contemporáneo argentino, Acru también presenta su versión de trap en “Energy”, donde logra alejarse de la estética más ligera y juguetona que impera en este estilo, y llenar el beat de barras, algo que se aprecia y se respeta sea cual sea el color. “ Ese mal me lo curan tus actos/Adormece la bala el impacto/dejando un mandala de sangre escarchada en la tierra/dibujos exactos”, rapea en esta, la última canción del disco. A lo largo de todo el álbum, pues, Acru logra seguir consolidando su narrativa, que abarca sus problemas personales y también su confianza y compromiso con la música. Con un deliver más pulido y beats que, sin duda, son interesantes, Acru, aunque quiera permanecer anónimo, recuerda que es de los mejores MCs de Argentina. ––— Santiago Cembrano
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Aguas Ardientes – Guarever
(Colombia)
Cuando pensamos en folk… Aguas Ardientes, banda que se auto-define como “chirri-folk bogotano” nos enamoró con su debut Güarever, un disco que pinta de rosa pero que sabe ácido. Los 50 minutos de este trabajo muestran un popurrí de géneros, estilos y ritmos que van desde el bluegrass y el blues de Estados Unidos, a la cumbia villera de Argentina, pasando por el musette francés, el porro colombiano, el rock y el punk. ¿Cómo logran mezclar todo esto y no sonar terrible? Sencillo: canciones muy bien compuestas. En un formato de batería, bajo, teclados, mandolina, banjo, violín, guitarra y voces, la banda logra temas dinámicos, memorables y con mucha actitud. Todo esto sumado a las crudas y divertidas letras que terminan de cumplir la tradición folk de la banda. El disco abre con “Bogotá”, un anti-himno a la capital colombiana, en “Drinkin’ Guaro” narran las desventuras de una tusa en un triángulo amoroso, en “Muerte” expresan como la vida misma frustra sus deseos de morir, “La Piroba Más Bella” relata el coqueteo entre dos chicas y en “Yo Quiero Ser Dios” se debaten entre el ego personal y el ego de poder. Si bien el carácter general de la música es jocoso, Aguas Ardientes inyecta una buena dosis de realidad en sus canciones. “Ni Una Más” trata la violencia hacia la mujer y los feminicidios, “Yo Vivo de Noche” habla sobre lo clandestino de la prostitución y “La Balada del Transmilenio” done denuncia los abusos que sufren las mujeres en el transporte público. Güarever es un disco fantástico, a decir verdad, se puede bailar, poguear, reír y llorar. No se le ocurra no escucharlo. Aguas Ardientes empezó su carrera con pie derecho. ––— Juan Antonio Carulla
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Conociendo Rusia – Conociendo Rusia
(Argentina)
“Siete canciones que hablan de (des)amor y de lo inevitable, después dejarlo ir. Un golpe en la mesa con una mano y con la otra fondo blanco del mejor vodka”. Así de sencilla y clara es la manera en que Matías Sujatovich describe la que es su primera aventura solitaria. La del ruso conociendo Rusia, iniciada en un año coyunturalmente especial para el país más grande del mundo. Y quizá es tan claro y maduro con esa breve especificación, porque quien habla es un personaje que tiene perfectamente ensayada su capacidad para llevar un proyecto musical a la forma. Hace sentido.
El ruso, sobrenombre de secundaria de Matías, creció pasando la mayor parte del tiempo en un estudio, durmiendo en sillones mientras su padre, Leo –bajista de Spinetta Jade–, grababa y, sin saberlo, heredaba a su hijo una de las esencias persistentes más importantes de la música regional latinoamericana: la de hacer pop poniendo en un pedestal a la canción. Sujatovich pequeño lo hizo parte de su imaginario personal, y aunque jamás logró explotarlo del todo en sus proyectos alternos como Detonantes –donde fue guitarrista– y Testigos –junto a Julián Ares–, Conociendo Rusia lo retoma enteramente en un punto de partida que no tiene facha de inicio. Porque está cuidadosamente bien hecho y porque aborda un sonido tan cristalino que pareciera que hablamos del cuarto o quinto material del argentino.
Grabado parcialmente en el “Club Atlético Sujatovich”, estudio que Matías comparte con su padre, el génesis de Conociendo Rusia es una aproximación rebozante de juventud a la música de guitarras –rock en español, quizá de manera más específica– que se ha encargado de mantener siempre bien cimentada la música independiente latinoamericana. Las lagartijas de estudio del ruso son claramente notorias en este disco, donde deja ver que sus cuidados registros vocales y sus traviesos juegos de cuerdas se tratan de detalles de producción y no de casualidades. Y en cuestiones temáticas, hablamos de una matrioshka romántica que usa metáforas como base sustancial y deja frases para la posteridad, tal como el coro de “La Puerta”, canción que cierra el disco de la manera más radiante posible. “Todo el tiempo me pregunto, ¿para qué venimos a este mundo? Tu mirada me lo explica en un segundo”. ––— Juan Carlos Ríos
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Diamante Eléctrico – Buitres
(Colombia)
En Buitres, Diamante Eléctrico se quitó las chaquetas de cuero y los jeans rotos. Durante seis años, la banda bogotana se había caracterizado por llevar la bandera del rock en el país y llevarla a diferentes latitudes. Con tres Grammy Latinos y con tres discos bajo su manga (hasta el 2016), las guitarras distorsionadas, los riffs agresivos y la presente influencia del blues caracterizaron el sonido de Diamante, posicionándolos como uno de los grandes nombres de este género en Latinoamérica. En “Buitres” se fueron por otro lado: le apostaron al funk, al pop, el R&B y hasta la electrónica. “Nefertiti” es tal vez la canción que más le hace justicia a esta descripción: un riff contundente que afila caderas desde el incio, que juega con pequeñas notas de un rhodes igual de funky. Hacia la mitad del tema, la canción departe a un pequeño interludio lleno de sintetizadores y samples que abstraen la canción y eventualmente retoman en el coro. El sonido de Buitres es groovero, con composiciones sensuales e hipnóticas, donde la guitarra todavía es protagonista, pero esta vez enfatizando en riffs funkeros y melodías sencillas. La producción es también así, limpia, al grano y casi desnuda, que le da el aire y los espacios necesarios a cada instrumento, obligando al oyente a prestar atención a los detalles. En “Casino” se demuestra eso: suena lo que tiene que sonar y nada más, casi minimalista. Muestran, además, una nueva madurez lírica, donde abordan temas algo melancólicos y personales. Diamante Eléctrico quiso reinventarse y lo logró. Buitres es una versión 2.0 de la banda bogotana que sienta además el inicio de un nuevo sonido más moderno y versátil que abre las puertas a muchos discos más. ––— Juan Antonio Carulla
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Edgar Mondragón – Pleamar
(México)
Recientemente hemos visto el surgimiento de varios artistas que parten del ambient –género caracterizado por mantenerse en el fondo de la vida cotidiana, que deja que el oído se relaje y vaya poco a poco descubriendo los diferentes matices que presentan– para hacer música de una abstracción inimaginable en otro género, fusionándose con otros sonidos para lograr música revolucionaria que toma más identidades y emociones. Este año, el mexicano Edgar Mondragón ha demostrado ser uno de sus mejores alquimistas.
El músico de la CDMX nos presentó tres diferentes lanzamientos en 2018 que al escucharlos no queda duda son de lo mejor que pudimos encontrar en la electrónica latinoamericana. Alba, Pleamar y Cristal nos presentaron diferentes permutaciones de su expresión, álbumes que pueden ser tomados individualmente o escuchado de corrido y nos dieron a descubrir mundos familiares pero con detalles diferentes, presentando emoción dentro de sus paredes explorando luz y oscuridad a través de procesos digitales, también encontramos ritmos que nos hacen mover los pies y otros mucho más meditativos.
Pleamar funge como el punto medio entre todos estos lanzamientos, siendo el más ecléctico, demostrando todo lo que Edgar es capaz de hacer con sus máquinas y sus inquietudes musicales, resultando en seis piezas evocativas, historias abstractas que cada uno de los escuchas construye en su cabeza. Desde beats de trip-hop a house, Pleamar se desdobla por sí misma en una narrativa nocturna, llena de sentimientos concretos como la melancolía que pintan una escenografía donde vemos un objeto fuera de foco que con seguridad sabemos qué es. Más que en tracks, el disco se desarrolla en capas que se van desenvolviendo conforme las piezas florecen en los oídos del escucha, dejando que cada uno lo llene con sus propios deseos y culpas para verlos a la cara y conversar con ellos. Edgar Mondragón nos presenta mundos imposibles de imaginar; filmes de éter que van con tus emociones y se desarrollan como los sueños más vívidos. ––— Marcos Hassan
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Exploded View – Obey
(México)
Caminar la línea entre la experimentación sonora y las formas tradicionales de hacer música es un camino que bastantes músicos tratan de tomar hoy en día y que pocos logran un verdadero balance entre ambos aspectos. Exploded View han logrado un disco donde utilizan ambas formas de creación para lograr sorpresa en forma y canciones que nos dan una sensación de descubrimiento.
Después de dos años desde el lanzamiento del debut de este grupo de músicos brillantes que convergen en la Ciudad de México, Exploded View regresan con un movimiento en ascenso, una declaración mucho más firme que su música del pasado reciente, así como una definición más concreta de lo que es el sonido de esta banda. Aún tiene varios de los elementos que se identifican desde sus respectivas esquinas –las peculiares melodías de Annika Henderson, la abstracción análoga de Hugo Quezada, la sensibilidad de arreglista de Martin Thulin– pero ahora se emplea para crear canciones bien desarrollada, historias de un solo acto con un comienzo y un desenlace, en vez de solo una escenografía bastante impresionante.
El sonido de Exploded View es algo difícil de nombrar. Su paleta de colores oscila entre un pasado jamás explorado y un futuro a medio oxidar. A momentos se torna en algo familiar –pop psicodélico a medio bajón, baladas synthpop robóticas, discos de efectos especiales tratando de narrar un cuento– pero jamás se conforman, y aquí es donde encontramos su magia. Obey propone enfrentar esta nebulosa búsqueda de experimentación y sensibilidad con melodías concretas, canciones que bien podríamos recordar como un deja vu que toparemos en el momento menos esperado de nuestro día. ––— Marcos Hassan
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J. J Pérez – Mono Blanco
(Chile)
Alguna vez leí una frase de Blaise Pascal que decía, en palabras parecidas, algo como que “los hombres aman el ruido y el movimiento, por eso la cárcel es un suplicio horrible”. No tengo claridad sobre la certidumbre de la oración, ni en su origen ni en mi precisión para citarla, pero algo que me resulta claramente nítido, es la verdad que tiene entre sus sílabas, porque, en cierto sentido, todas esas cosas que agreden nuestra pasividad en una primera instancia, son las que terminan dándole significación a nuestro 24/7. Y es el ruido, en una manera menos metafórica y más literal que la descrita por Pascal, un elemento que naturalmente evoluciona a ser sonido.
De alguna forma, esa es la premisa en la cual podríamos englobar Mono Blanco, el primer LP en solitario de Daniel Pérez con J.J. Pérez como mote –tras haber editado previamente dos EPs como Pérez Muérez–. No escupe pero su propósito siempre ha sido igual o más disruptivo que el de un MC, dejándolo ver en su rol como el arquitecto sonoro y tornamesista del mítico Mente Sabia Crú. Sin embargo, ahora alcanza otra dimensión a través de un trabajo que surge y concluye a partir de él, dándole valor exacto a lo que significa experimentar. Todo parte del ruido pero hay intención. Es abstracción pero con un proceso, que puede pasar por diversos juegos de ritmos, tempos y melodías, y también por una gama abierta de posibilidades en cuanto a equipo que va de lo acústico a lo secuenciado, siempre con el scratch y los samples glitcheados como protagonistas de la canción más que como elementos estéticos secundarios.
Para la parte lírica, Pere invita únicamente a sospechosos comunes de su saga como Franz Mezko, Bronko Yotte, Dante Piang (O Ru O), Matiah Chinaski, Martín Benavides, Roberto Lausen, Dr. Bene, MC Unabez, Libre, Jota Valderrama, Nadie (Rapalapar), Redmist, Aurelio Silva, Maca Campos y Tristán Vela, entre otros. Y aunque la intrusión de tantos artistas puede desatar un dragón que libere fuego sin una dirección particular, la intención del DJ chileno es crear un discurso acotado, donde sean sus cercanos quienes con sus mensajes den color al mono blanco que representa su obra instrumental. Esa probablemente sea la propiedad más relevante del disco, que de una selva personal de experimentación y ruido, aparezca un mono multicolor paseando entre lianas. ––— Juan Carlos Ríos
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Kablito – Telenovela
(Ecuador)
Pocas cosas forman parte tan sustancial de la idiosincrasia sociocultural latinoamericana como lo han hecho por décadas y décadas las telenovelas. Productos masivos de exportación que han injertado, consciente o inconscientemente, valores, arquetipos, clichés y narrativas que de alguna u otra manera, forman parte de nuestra constitución como personas.
Kablito es el alias de la ecuatoriana radicada en Los Ángeles Karen Freire, quien este año lanzó su primer material individual en un EP que atinadamente decidió bautizar Telenovela. Cada uno de los seis tracks que conforman el corta duración llevan un título que se podría trasladar a un melodrama televisivo –¿o no te imaginas a Victoria Ruffo junto a Ana María Orozco protagonizando algo llamado “Frente a Frente?–. Y no se trata de una simple casualidad, porque la música de Kablito alude directamente a ello: al drama exagerado, a la melaza desmedida y a la intensidad de sentimientos y emociones en un matraz que incluye pop pastel del siglo XXI y algunas pizcas de r&B, neo soul y reggaetón.
Telenovela no se trata necesariamente de una ofrenda al género de TV, pues va más por una reconexión que Karen ha buscado hacer con su latinismo oculto entre capas de vida que han pasado mayormente por su adolescencia en St. Paul, posteriormente en Brooklyn, y ahora en California. Además, es la primera vez que Kablito produce música en español, lo cual permite que existan diálogos igual de aparatosos –aunque honestos y genuinos– a los de un culebrón televisivo entre sus temáticas –que exploran etapas distintas de una relación amorosa– y quienes la escuchamos. Así, se puede deducir que el EP sirve de alguna forma para reafirmar que, quizás, la proyecciones más precisas de nuestra identidad colectiva llegan desde la distancia, en este caso, desde una guayaquileña cantando en Santa Mónica. ––— Juan Carlos Ríos
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Kelman Durán – 13th Month
(República Dominicana)
Era bastante razonable que el segundo álbum de estudio del productor dominicano Kelman Duran encontrara cabida en el flamante sello de Riobamba, Apocalipsis, pensado para todos aquellos que no son “ni de aquí, ni de allá”. Titulado 13th Month, este trabajo compuesto por trece tracks sobresalió rápidamente como una de las piezas más innovadoras del espectro electrónico de 2018. Y es que desde su mera etiqueta, “ambient reggaetón”, este LP trae consigo cierto de aire de inflexión que escasea en gran parte de las producciones contemporáneas. Inspirado en la osadía de su ídolo de antaño, DJ Playero, Kelman Duran logró conjugar un sinnúmero de samples –que van desde el clásico sandungueo de Don Chezina y Yandel, hasta los pensamientos suicidas de Notorious B.I.G.– con una selecta sinfonía de sintetizadores. Palabras más, palabras menos: es un perreo intenso refrescado con elegantes brisas ambientales. Aún así, 13th Month también es un claro manifiesto a conservar lo propio, a proteger lo nuestro. El concepto inicial del álbum llegó luego de que el dominicano se sumergiera en las entrañas de la reserva natural india de Pine Ridge, Dakota del Sur, presenciando el sufrimiento y el abandono al que son sometidas las comunidades nativas de las regiones más apartadas de los Estados Unidos. “Por ahora, solo busco crear una especie de discurso alrededor del sonido y la política”, confesó Duran. Y, tal vez, sea justo eso lo que alcanzó con 13th Month: una fuerte declaración de globalización sónica, capaz de juntar en la pista a un reggaetonero de La Ermita con gentes provenientes de los rincones más diversos del planeta. ––— Cristian Cope
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Lianna – Como el agua
(Colombia)
Como El Agua se siente como un abrazo al alma, una caricia al espíritu. En la tradición del soul y el R&B que se intersecan con instrumentales de rap, la cantante nacida en Medellín presenta diez cortes en los que explora el amor, la amistad y la vida desde una perspectiva madura y sensible. Sobre las bases de El Arkeologo, uno de los mejores productores de Colombia, Lianna narra las experiencias de una mujer madura, que abraza lo aprendido de relaciones anteriores y encuentra fuerza para que su luz jamás se apague. Las habilidades vocales de Lianna son obvias e innegables: su voz llena todas las instrumentales, y pasa de altas notas a susurros, o a rapear, todo con la misma potencia; pero, aparte del volumen de su canto, Como El Agua confirma a Lianna como una gran escritora de letras. Con empatía y tacto, Lianna cuenta sus experiencias personales de tal forma que cualquier oyente atento puede sentirlas como propias, lamerse las heridas y encontrar el empuje para, cuando es necesario, partir.
En “Me Quedo Aquí”, Lianna describe un lugar paradisiaco donde está todo lo que necesita; en “Sal”, una historia de búsqueda y desamor y esperanza a la orilla del mar; en “Brilla” celebra la unión femenina y ríe de lo que en algún momento la hirió; en “Muy Tarde” y “Saberse Ir” se aleja de relaciones en las que no cabe; en “Antídoto” se planta sin miedo ante los que no aportan en su vida; y en “Cada Paso” se permite conversar consigo misma para encontrar un norte. Cada letra, cada imagen, aunque sencilla, transmite efectivamente un cúmulo de sensaciones, incluso contradictorias: así como en la vida, en el día a día. Así como el agua refresca y fluye, pero también puede golpear y ahogar, Lianna admite la volatilidad de la vida, y la retrata de forma bella. Con Como El Agua, Lianna presenta una versión fresca del sonido que la inspiró a hacer música, y también reafirma su lugar como una de las voces más importantes en Colombia. ––— Santiago Cembrano
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Los Yoryis – Una vida
(Colombia)
En un momento en el que la gran fantasía alrededor de la tropicalia bogotana se ha ido mermando, Los Yoryis aparecieron al ritmo hipnótico de la chicha peruana para darle un nuevo respiro. Con una propuesta meramente instrumental en la que una guitarra afilada y reverberada se encuentra con una guacharaca incesante y ancestral, este cuarteto bogotano ha sabido recrear los espíritus del afrosound, dándonos una primera muestra de todo este universo sonoro en Una Vida, su primer LP publicado a finales de octubre. Siete canciones en las que un power trío con sentido rockero se reúne con el protagonismo de la guacharaca para llevar ese sonido tropical y autóctono de la cumbia peruana a la pista de baile bogotana, algo poco común hoy en día. De esa manera y cargados de la psicodelia que el género en el que están inscritos supone, se idearon temas del tamaño de “Polvo e’ gallo” o “La punky” con los que fácilmente se puede entrar en un pogo sudoroso en estado de trance. Por esa misma línea pero con un carácter todavía más experimental, que por momentos le hace guiños a un referente enorme como Los Pirañas, se encuentra “Una Vida”, un tema cargado de paisajes lisérgicos en el que Los Yoryis demuestran esa capacidad necesaria de la tropicalia para llevarnos a altos niveles cerebrales en medio de la celebración. Ahora, en el sentido más “tradicional” de la chicha, el álbum tampoco se queda atrás y el clásico punteo eléctrico se pone en el centro en tracks como “Panchita”, “Patacón” o la desacelerada y chamánica “La Balsa”, donde se puede percibir ese carácter profundo y espiritual de la cumbia. También es llamativo que comience con un tema jazzero y progresivo pero con percusiones latinas en “La Sexy”, dándole un inicio completamente inesperado a un disco que se transforma constantemente a medida que avanza. A pesar de llegar de manera un poco silenciosa Una Vida representa una nueva arista dentro del mundo de la tropicalia capitalina y si Los Yoryis siguen tocando como lo hicieron en el Hermoso Ruido de este año, estaremos en frente de unos proyectos más gozadores que nos traerá el 2019. ––— Eduardo Santos
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Luis7Lunes – El Armador del Sol
(Colombia)
Si los deportes tienen banda sonora, el del basquetbol definitivamente es el rap. Son incontables las referencias que los raperos han hecho a jugadores de la NBA. Esta vez, este matrimonio perfecto llegó a Colombia de la mano de Steve Nash, el mítico armador de los Phoenix Suns que le da nombre a El armador del sol. Este álbum consiste en hablar de rap, lo admite Luis en “Roger Federer”, en rapear duro y con gran destreza técnica. No hay enseñanzas morales ni temática física: es un disco de rap, literalmente, boom bap a 90 b.p.m. que no cede un ápice ante tendencias contemporáneas. Con referencias a deportistas como Tony Parker y Riyad Mahrez, Luis se inscribe en la escuela de skills y timing, motivo que repite a lo largo del disco. La analogía es explicita en canciones como “Voladores desde un cerro”, donde Luis rapea “ Cuestión de tacto, dejar la muñeca en alto, soltarla a la mitad del salto. Evitar la tapa, si el balón se escapa directo hacia el aro: es igual en el rap, papá” . Sobre los beats sutiles y perfectamente orquestados de Vic Deal, Luis logra mantener a la audiencia entretenida con su ingenio y su capacidad para sorprender con las fintas y clavadas que aprendió en las canchas.
En la simpleza y la buena ejecución, junto con la producción innovadora de Vic Deal, que innova en los samples a la vez que mantiene el sonido clásico, se encuentra la clave del éxito de El armador del sol. En “R.A.Y.”, el corte más enérgico del álbum, responde lo que muchos se preguntan: cómo explicar ese carisma que tiene su música: “ El destino dota a los mejores de suerte y de una cosa que no se nota pero se siente”. Luis prueba su valor como uno de los mejores jugadores del rap colombiano y en español, con un estilo propio y honesto que no necesita pretender nada. Así como en el deporte, este lugar se lo ganó a pulso, entrenando sin parar, como rima en “Skit Cadillac”: “ Odio ese rap que grita, yo asisto sin mirar, y agradezco a la cancha darme ojos en la nuca. Porque nunca falté al entreno, la constancia separa al mejor del bueno”. Aunque la fuerza del álbum está en su sencillez, Luis también da luces de lo que es capaz con canciones de storytelling como “Lola Puñales” y pasajes de metáforas o descripciones que están a la par de las de los mejores: “ En corrientes oceánicas fui pez, atrapado por el rap un barco pesquero japonés”, rapea en “Voladores desde un cerro”. ––— Santiago Cembrano
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Mabiland – 1995
(Colombia)
Orgullosamente oriunda de la capital del departamento del Chocó, un oasis olvidado en la siempre mística región del Pacífico colombiano, Mabiland ha venido forjando una de las propuestas más llamativas dentro de la nueva ola de músicos independientes del país del Sagrado Corazón. Desde hace un par de años, esta rebelde del soul colombiano ha venido soltando preciados chispazos sónicos, dejando de paso verdaderos manifiestos amorosos hechos desde las entrañas de un corazón joven y desafiante. Luego del Ciclos EP, su primera salida formal al ruedo musical en 2015, Mabi sintió que debía adentrarse en sus raíces, para narrar lo que es de ella; y no se refiere a Quibdó, su ciudad, sino a lo que verdadera y genuinamente es su matriz: su familia. Fue así como llegó 1995, su álbum debut lanzado a principios de 2018. Un trabajo compuesto por diez canciones en el que la joven cantautora, ahora residente de la ciudad de Medellín, decide librar sus batallas internas a punta de confesiones afiladas y abrazos sanadores. En 1995 Mabiland es quien lleva el timón, logrando encaminar un sonido legítimo que llegó tras varios años de instintos fugaces, y al que ella se refiere como neo-soul. Un disco que significó todo un reto, aunque no solamente para Mabi: Kala, su baterista renegada; Karol ET, su bajista alienígena; y Alex, The Magic One: guitarrista, pianista y eterno productor, se han convertido en las tres columnas inquebrantables dentro del navegar de la propuesta musical de Mabiland, una banda que ha logrado confluir a la perfección la sinergia de unidad y rebeldía. ––— Cristian Cope
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Mint Field – Pasar de las luces
(México)
La gran parte de propuestas artísticas creadas alrededor del mundo llevan impresas en su identidad como proyecto, por naturaleza e inherencia, un lugar y un momento precisos al que acudimos inconscientemente una vez que somos capaces de digerirlos. Y hay otros pocos que, de alguna u otra forma, son casi imposibles de situar poniendo un pin que coloque la instantánea en un mapa o línea de tiempo.
En el caso de Mint Field, hablamos de un tándem de chicas originarias de Playas de Tijuana que se han consolidado como uno de los actos musicales más relevantes de la nueva escena mexicana, tocando tangencialmente el argumento californiano. Sin embargo, al escucharlas, podríamos pensar en un combo tocando en una fábrica de Berlín hace diez años o en un par de adolescentes intercambiando sonidos en un garage de Belfast. Así de etéreo es el proyecto de Amor Amezcua y Estrella Sánchez. “Nada es estático y evoluciona”, tal como dice el título del décimo track de su primer LP –no necesariamente su carta de presentación, porque su nombre apareció ya incluso en Coachella 2016 y se trata de un material al que se le ha rendido culto aún sin haber visto luz en su compleción– Pasar De Las Luces.
El dúo tijuanense se autodefine como noise pop shoegaze, y tiene sentido, pero detrás de la simple etiqueta de género, existen capas y capas de sonido donde gárgolas coexisten con mariposas entre la oscuridad de melodías puras e instrumentación abstracta. Un material que por más de una hora se traslada a la experiencia hipersensorial de sentarnos en un columpio en medio de una larga noche invernal con la mirada echada al suelo, porque se trata de un disco contrastadamente frío a nivel música, pero cantado en un abrasador español, que rara vez se había visto añadido tan adecuadamente a un proyecto de esta naturaleza. La lluvia de matices que supone Pasar De Las Luces, llevó a Amor y Estrella a una gira donde tocaron los puntos más importantes de la geografía nacional, europea y norteamericana, no obstante, la cima de su breve carrera –oculta hasta ahora por lo que fue una niebla de volatilidad en su proyecto–, puede divisarse en el año por comenzar. ––— Juan Carlos Ríos
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Montaña- Coordenadas
(Colombia)
Estos manes son los pioneros del post-rock en Colombia. Desde el 2015 Montaña nos demostró que por estas tierras también se podía hacer rock instrumental de primera. Coronando Rock al Parque, una gira nacional y, recientemente, también anunciados en Estéreo Picnic 2019, la banda bogotana se consolidó como una de las más claves del rock alternativo en el país. Su disco Coordenadas demuestra el talento de este cuarteto. Canciones como “Himalaya”, “Nevado” o “Alpes”, entrelazan melodías en las guitarras, creando tejidos que pasan del math al indie, otras como “Fuji” o “Páramo”, llegan a su clímax con riffs más rítmicos y distorsionados, dejando además espacio para el baile y el groove. El bajo cumple un rol clave durante los casi 50 minutos de este disco, jugando a veces de protagonista haciendo melodías en segmentos más rifferos de las canciones, o sirviendo de base armónica para el resto de la banda. La batería sigue al pie de la letra los constantes cambios de estructura de cada tema. Esto último caracteriza la forma de componer de Montaña: lo progresivo y lo versátil, lo visceral y lo técnico, canciones que oscilan entre momentos compactos e incisivos, versus paisajes lentos y melancólicos. Si bien todo esto puede sonar a un disco pretencioso o muy académico, uno de los grandes pluses de Montaña y de Coordenadas es precisamente que se siente como una banda viva, sin virtuosismos ni interpretaciones sobre-producidas. Pura química. Escuchen el disco y disfruten de un viaje en carretera y avión por las diferentes formaciones topográficas de Coordenadas. ––— Juan Antonio Carulla
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Nelson y los Filisteos – Nunca antes, nunca otra vez
(México)
La banda capitalina hizo uno de esos discos que te hacen sentir mal por no tener unas bocinas más grandes. Nunca antes, nunca otra vez, es el segundo material de estudio de Alonso Mangosta, Zuri Landeros, Ulises San Juan y Sebastián Villalba y a diferencia de Tibio, su primer LP, estos tracks están hechos para sentir adrenalina.
“Bien Maniacón” es un rolón para despeinarte el cabello, servirte un buen trago y dejarte ir entre el pleito esquizofrénico entre la guitarra de Zuri y el bajo de Sebbo —guitarrista de los Blenders—, que te va a acelerar tanto como lo han hecho otras drogas. De ahí, te esperan otros ocho tracks en los que la batería no te dejará soltar la tensión de los músculos. Las vocales de Mangosta reclamarán que saltes, así que hazlo.
Nunca antes, nunca después se disfruta tanto que cuando acaba, la cruda moral de haberla pasado tan bien con consumo del fino, ese en el que te gastaste tu aguinaldo y quincena enteros. Pero no dejes que te invada la abstinencia, el secreto es darle una vuelta. Porque este es un disco que Nelson y los Filisteos nos regalaron para darse un atascón, así que no los deshonres y súbele como se debe una y otra y otra y otra vez. ––— Gio Franzoni
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Nicolás y los fumadores – Como pez en el hielo
(Colombia)
A mitad de año se dijo y ahora se sostiene: desde el movimiento que surgió en los noventa con bandas como los Aterciopelados o las 1280 Almas, no existía un grupo que supiera encapsular el sentir de un sector de la juventud bogotana tan bien como Nicolás y los Fumadores. Su álbum debut no tiene ni un año al aire y ya es una pieza icónica dentro de los nuevos sonidos alternativos nacionales, hablando con dosis iguales de humor y nostalgia sobre las famosas 20 lucas ($) desperdiciadas en una fiesta terrible en “Bailando Triste”, la sensación única de perder un TransMilenio en un día de mierda en “Bruce y Margaret”, el viaje onírico en una buseta con Kim Gordon y un Vive 100 en “Brisa” o esas ganas constantes de mandar todo a la mierda en “Me Quiero Ir”. Ahora, hablando estrictamente de la música, se podría decir que Como pez en el hielo es una interpretación a la bogotana del que sin duda es su gran referente: el canadiense Mac DeMarco. En total son ocho canciones plagadas de ese sonido lo-fi y de guitarras juguetonas con colores vividos que líricamente encapsulan bien aquella dicotomía entre la angustia y la esperanza que llega en la etapa de post-adolencia-pre-adultez. Como pintan las cosas, este cuarteto que este año pasó de llenar pequeñas y medianas salas por la ciudad a abrirle a Zoé en el Movistar Arena y a estar confirmados por al Festival Estéreo Picnic 2019, se ha ganado su merecido lugar como ese gran faro de la escena alternativa independiente, una que durante este 2018 creció a pasos agigantados. Además, estoy seguro que Como Pez en el Hielo será recordado y apreciado dentro de unos años como uno de los trabajos más emblemáticos de esta generación capitalina, llámenla “Millenial” o lo que sea… ––— Eduardo Santos
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P. FLXWS – En crecimiento
(México)
El rompimiento como generador de rimas es el motor de Pablo Ramírez para presentar su primer larga duración bajo su alias P.FLXWS, manteniéndolo real en todo momento y demostrando su compromiso con los beats y las rimas.
Al igual que su flow, En Crecimiento se desarrolla sin un orden en particular más que del flujo del inconsciente, encarando a una persona a la cual por momentos quisiera olvidar por completo y de la cual niega sentimiento alguno, mientras que en otras ocasiones confiesa querer estar junto a ella. Así es como P.FLXWS lidia con los dolores de crecer, no solo como artista sino crecer como una persona en una relación, aunque este puede rechazar cualquier intento para alardear. Esto lo entrega bajo un velo de tranquilidad, su voz contenida detrás de un velo narcotizado, una calma que a momentos parece artificial pero que parece decirnos que todo está fine, todo está cool. Puede ser eso, pero en ocasiones parece mantener la calma para no dejarse tirar por las emociones.
Sin embargo, todo es una fiesta en este álbum. Los beats se dejan caer con todo y los coros invitan a que todos cantan con Ramírez mientras el club se descontrola, dejan que la gente se deje llevar por los ritmos. En Crecimiento contiene muchos guiños al hip-hop nativo del internet, mezclando el downbeat y trap con elementos artificiales que de veces en veces aproximan momentos de vaporwave, logrando un sonido underground que amalgama lo ocurrido en el hip-hop de esta década, o lo que este ha utilizado.
Aunque el sentimiento general es de reflexión y a tono tranquilo, el MC de Guadalajara logra un disco que además puede encender las pistas de baile para hacer que tu pareja se acerque más a ti, con bastantes cortes de lujo para que tengas de donde escoger. Va en crecimiento, pero ya tiene bastante logrado con este material. ––— Marcos Hassan
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Quemarlo todo por error – Cuánto más hemos perdido… (yo ya perdí la cuenta)
(Colombia)
Quemarlo Todo Por Error es una de las bandas que este año se colaron dentro del gran hype alrededor de la joven escena alternativa en el país. A pesar de que lleven unos dos años en el ruedo, el inicio del momento que están viviendo comenzó a principio de año con el lanzamiento de Cuánto más hemos perdido (yo ya perdí la cuenta), su primer larga duración en el que mezclan elementos del indie, el post punk e incluso el emo, presentando un sonido orgánico y crudo que trajo una nueva apuesta sobre la mesa y activó a la banda en el circuito de toques en la capital. El álbum, que tiene una influencia marcada de lo que están haciendo artistas argentinos como Luca Bocci, Perras On The Beach o Las Ligas Menores, es un recorrido de siete canciones entre ese indie lo fi y de letras colmadas de angustia adolescente que en este momento se están colando no solo en Colombia sino en el continente en general. Desde que abre con “Ey Nena” ya se puede notar ese sentido plenamente guitarrero del álbum, donde el instrumento líder y melódico conversan entre un sonido crudo y sin distorsión y otro que se mueve de manera frenética y afilada entre canciones. Por eso es de destacar el trabajo de la intro de “Bien Colocados” con ese tapping acelerado, la melodía pegajosa de “Creerse su propia mentira” o los riffs nostálgicos y emocionales de “Adios para siempre”. Por otro lado, el bajo y la guitarra se complementan en una onda un poco más estática y post punk que va fluctuando a medida que la banda cambia de velocidades en sus canciones como sucede en “En realidad quiero escapar” o “El tiempo perdido”. A pesar de que para nadie sea un secreto que su vocalista pueda ser lo que más desentone por sonar desafinado y parco en la mayoría del disco, después de escucharlo varias veces se siente como parte de la estética de QTPE y está bien, sobre todo en “Imaginaria”, donde le canta a una mujer inexistente con ese sentimiento juvenil particular. Este álbum habla, como muchos de sus contemporáneos, de la soledad, de querer escapar, de los sabrosos cigarrillos y tuvo la fortuna de caer en un momento preciso. Desde ya pendientes de su sucesor que se supone verá la luz en el 2019. ––— Eduardo Santos
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Ramona – Párpados
(México)
Hablar de psicodelia –contemporánea– en México, desde un particular punto de vista, parece un esfuerzo que no ha logrado alcanzar una configuración regional plena, en el sentido de que aún parece ser un Frankenstein que sí puede hablar español, pero que está hecho de partes arrancadas de King Gizzard, DIIV, Temples y Pond. No hablo de querer encontrar un hilo negro, hablo de abrazar el género hasta que su esencia pueda destilarse y crearse un ejercicio natural, sin colorantes ni saborizantes artificiales.
Y tal vez exista en un circuito subterráneo y yo sea un ignorante, pero a niveles de bandas que han logrado romper un velo, y más allá de la punta de lanza que es Lorelle, me parece de suma importancia mencionar a Ramona. El combo tijuanense entregó apenas el otoño de 2017 su segunda placa de estudio titulada Cérès, la cual funcionó como ese paso grande dentro de un andar que a pesar de no tener muchas pausas, ha sido particularmente gradual, consolidando un sonido que este año alcanzaron a llevar al siguiente plano astral en una consecución natural a Cérès, cuyo rótulo en portada dice Párpados.
Se trata de un material cortito que, no obstante, es sideralmente extenso, pues se vale de recursos que suenan puros y afinados como el reverb o el fuzz en sintes y guitarras que crean atmósferas de contemplación incorpóreas. Es un disco que no se siente ni se piensa ni se imagina. No puede olerse, ni tocarse, ni describirse del todo. Es un ente que aparece en nuestros oídos si nos ponemos los audífonos y cerramos los ojos. Jesús, Omar, Joel, Edgar y Ángel han creado un abismo con una profundidad que, al menos en este momento, es necesariamente destacable. ––— Juan Carlos Ríos
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Rolling Ruanas – Sangre Caliente
(Colombia)
Es un hecho que Colombia es un país exportador de sus ritmos costeros. La cumbia, el porro, la champeta y la música de gaitas han puesto a bailar a gringos y europeos durante décadas, con bandas como Bomba Estéreo y Systema Solar. ¿Pero qué ha pasado con la música del interior? ¿Qué pasó con la carranga, el pasillo, los torbellinos y el bunde? Esa pregunta se la plantearon Los Rolling Ruanas, quienes consolidan el sonido de la nueva carranga en su segundo disco Sangre Caliente, dándole una respuesta contundente a la música del interior. El disco tiene varios puntos, desde canciones con ritmos más tradicionales a hibridaciones con el rock, el punk, el metal y haste el rap. En “Ficción”, por ejemplo, construyen una canción acelerada e incisiva que de no ser por el requinto y la guacharaca, podría ser tranquilamente una canción de rock, la cual además añade un pasaje de beat-box para darle dinamismo al asunto. “Caballo de Acero” parece casi como si a los Beatles les diera por hacer carranga, con un acorde inicial que recuerda a la psicodelia temprana de “A Hard Day’s Night”, tema que además hace perfecto match con la siguiente canción “La Edad Primera”, que refuerzan la influencia del rock de los 60s y 70s. De las canciones más destacadas del disco está “La Rajaleña” con Rap Bang Club, un tema que experimenta con los cambios de métrica, obligando tanto a los carrangueros como al dúo de MCs a salirse de su zona de confort. La banda se permite no solo experimentar con la música sino con las letras, reinterpretando el imaginario cundiboyacense y el campo colombiano. Letras que hablan sobre el diablo entrando a fiestas, el ciclismo en Boyacá, sobre un campesino que fuma bareta o criticando las falsas personalidades en la farándula y las redes sociales. Súmele a todo esto, que el disco fue producido por Mario Galeano de Frente Cumbiero y Daniel Michel de La BOA, ambos ávidos curiosos del reggae y el dub, quienes envenenaron la mezcla con reverberaciones y ecos para terminar de moldear uno de los discos más interesantes del año en el país. Sangre Caliente es tal vez la bandera del nuevo folk colombiano. ––— Juan Antonio Carulla
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Santiago Navas – Punto de Fuga
(Colombia)
Si hubo un colectivo dentro del under bogotano que tuvo un movimiento constante este año ese fue In-Correcto. El sello/editorial/productora presidida por Santiago Álvarez movió todo tipo de trabajos desde su esquina en la alternativa de lo alternativo y en el camino quedaron joyitas como Punto de Fuga, el primer larga duración del joven productor bogotano Santiago Navas. Al igual que su predecesor, continúa por esa línea de búsqueda a partir del sampling y la importancia que tiene a la hora de convertirse en testimonio cultural en medio de sonidos itinerantes. 13 cortes en los que Navas se dio la libertad de explorar sobre distintas sonoridades regresando al house y al downtempo en tracks como “Tiempo (Fuga)” u “Origen (El Lago)” y llevándolos a nuevas experimentaciones con métricas irregulares y guitarras, marimbas, saxofones y gaitas en campos como el de la salsa en “El Salsample (Gozar)”, el currulao del Pacífico en “Balanza” con Juan Orduz o el bolero en “De Prisa (Viento, Noche)”. Entrados más a fondo en la utilización de samples, hay una cantidad amplia que compone el universo de Punto de Fuga. Para empezar están la intro y outro que contienen fragmentos en inglés de un viejo documental extranjero sobre Colombia, “Miti Miti (Sin Polarizar)”, que incluye grabaciones de radio, la celebración del gol contra Japón en el mundial y las protestas de resistencia y comentarios de periodistas sobre las presidenciales de este año u otros más antropológicos como los de “Así (Cauca n’ Chill)” y “Origen (El Lago)” que fueron grabados durante viajes con comunidades en el Cauca y La Guajira. Todo un entramado de samples y sonidos que se juntó con el trabajo gráfico de Monkey The Human en forma de en una serie de viñetas que exploran diferentes paisajes de un país colorido y de cielos lisérgicos recorrido por un alter ego sin rostro de Santiago Navas. Además de marcar un nuevo momento en la carrera del productor no solo dentro de la escena local sino en el circuito continental, este disco marca un intento firme por recorrer los rincones del imaginario colombiano desde el idioma electrónico y enmarca un camino distinto dentro de la tan alabada alternativa independiente nacional. ––— Eduardo Santos
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Señor Kino – Colores
(México)
Sí, salió en abril y si lees Noisey estuvo desde los sencillos en tu jeta . Colores es un portal a la adolescencia que pudiste haber perdido por dejar a Spotify decidir todo por ti. Afortunadamente, estamos aquí nosotros para venirte a decir que esta banda de Hermosillo encapsuló sus emociones en riffs buena onda que hablan de sueños y amor.
En ocho tracks, Karl, Carolina, Ramses, Sofia y Erubiel demostraron que estamos en un nuevo milenio donde la edad no es impedimento para hacer las cosas a su manera. La producción que corrió por parte de Felipe García resalta el temperamento de cada uno de los integrantes de la banda, sin dejar que se atropellen los riffs sobre la batería rebelde.
Este es tan sólo el segundo material de larga duración que nos entrega la banda y de Colores a Limonada Rosa el saltó es notorio, uno que revela que estos chavxs no sólo están haciendo su tarea, si no que están pasando con diez la materia de rock tropical. ––— Gio Franzoni
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T&K – El Libro Negro
(Argentina)
Con la agresividad de un rottweiler y la energía de un concierto en el que las fronteras corporales son difusas, T&K rapea a un nivel muy alto por 20 minutos seguidos. A partes iguales introspección y competición, el nuevo álbum del argentino – creado de la mano de LaTorreDelMilenio, quien produce todo el proyecto – es sencillo conceptualmente, encaja en la tradición de rapear para purgar el alma. Aunque probablemente esté mejor que cuando empezó, T&K mantiene la actitud desafiante y retadora que siempre ha tenido, comentando con desconfianza e ironía sucesos de la vida cotidiana: “ Mi hijo quiere que me mude con su madre, un bajón; y esa me quiere ver de traje dentro de un cajón”, escupe en “Puta Avará”, uno de los temas destacados de El Libro Negro. Mantiene su gusto por la moda y el estilo de marcas como Polo, así como una adscripción a la low life y sus códigos y lo cuenta en canciones como “Estoy Fuera”; mantiene su apuesta absoluta por el rap como forma de vida, y lo cuenta en “R.A.P”, donde también explica que el rap “ Me trajo cosas y felicidad en cuotas (…) Me trajo respeto, aunque andaba con las zapas rotas”. Exhibe los sacrificios que ha asumido, pero no como queja, sino como parte del proceso de ser un soldado del rap. De esta forma, El Libro Negro funciona como una explicación de la esencia del rap: la evolución no es hacer algo nuevo o distinto, necesariamente, es hacerlo cada vez mejor, pulir las rimas, mejorar la métrica, encontrar el estilo. “ Si el rap se muere, muero con él”, dice en “2 3”, como por si a alguien le quedara duda de qué es lo que motiva a T&K. Con referencias a figuras icónicas del underground como Nick Wiz, creador de la famosa serie de los Cellar, profundiza su juramento ante el hip hop. El Libro Negro es un gran álbum de rap que habla sobre rap, con agresividad y rimas punzantes; en estos tiempos, es todo lo que necesitamos. ––— Santiago Cembrano
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Tajak – Ciclos
(México)
Durante esta década, América Latina ha pasado por un fuerte despertar a la música psicodélica que no se había visto desde la década de los ‘70s, con bastantes exponentes jóvenes no solo tomando libremente del pasado ácido sino tratando de hacer algo nuevo, romper las barreras que el rock se ha puesto para definirse y mantenerse puro. Tajak, banda cuyos miembros provienen del norte de México, representan una de las transformaciones más radicales de la psicodelia que en su corto paso por la escena ha logrado música de lo más eufórica.
Mientras que en el pasado Tajak lograron hacerse de nombre al derretir escenarios con un ataque sónico preciso donde los instrumentos se dejaban entrelazar a través del ruido en todas sus expresiones, ahora la banda se ha propuesto intentar algo diferente y así logran traducir esa euforia que demuestran en el escenario en una experiencia auditiva inmersa que se puede disfrutar en el hogar. Para Ciclos refinaron su misión para escribir las mejores canciones que han hecho a la fecha. No encontramos excursiones instrumentales donde inclusive parecía que la batería hacía feedback, pero lo que encontramos en Ciclos contiene una combinación de sensaciones que se desenvuelven una a una de manera orgánica, llevando al escucha desde la tristeza a la euforia total, sirviendo como pequeños cortometrajes donde la cinta se sumerge en gelatina y limón, pero aún así puedes discernir lo que sucede cuando la montas en el proyector. Tajak exploran las diferentes maneras de aproximar la repetición hipnótica de los riffs simples, demostrando que este recurso funciona para algo más que lograr un frenesí en el público de sus conciertos, dando un documento que seguiremos desempacando por mucho tiempo. ––— —Marcos Hassan
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Useless Youth – Cities
(México)
En cada uno de sus tracks, Cities cuenta la historia de un romance, comenzando con las expectativas de lo que promete un nuevo amor y termina con la despedida después de vivir una vida juntos. De una manera algo ambiciosa, Useless Youth nos presentan un larga duración que reafirmó su lugar en el underground mexicano así como sus intenciones de trascender este mismo.
La banda continúa su exploración de guitarras brillantes y ritmos agitados de post punk en los que escriben canciones llenas de sentimientos románticos y de corazones rotos, sintetizado de manera simple para que el sentimiento sea lo que más resalte en sus composiciones; resultando en música triste pero divertida, el soundtrack perfecto para la generación que comparte memes para expresar melancolía y se regocija en nostalgia por dos o tres años atrás. Aunque esta música se traduce perfecto para las generaciones de adolescentes hoy en día, es música que en verdad ha tomado varias formas a través de los años y Useless saben muy bien como adoptarlos de manera que no se sienta de su tiempo; Cities bien pudo haber salido del post punk underground del Reino Unido en los ‘80s, de la disquera neozelandesa Flying Nun o de la estadounidense K Records. Es un tributo a esos sentimientos que se han comunicado por generaciones.
Los Useless tienen la mirada puesta en un nuevo amor que buscan en la esquina de los ojos de sus amigos y las personas que conocen. Las canciones de Cities generan un impacto impresionante en el escucha porque sus letras pueden ser de corazones rotos pero sus melodías son para corazones palpitantes, que se emocionan con la promesa de algo más, cuando un rompimiento aún tiene frescura y las heridas aún no dejan cicatrices tan profundas. También puedes bailar con ellos y emocionarte con las melodías de guitarra que reafirman la sensación agridulce que presentan sus canciones. ––— Marcos Hassan
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Vorágine – Aquelarre
(Colombia)
Pocas veces nos topamos con un disco conceptual hecho en el país del sagrado corazón. Menos aún son las veces que ese disco sea de una banda de metal. La banda bogotana Vorágine logró con “Aquelarre” un álbum que pone a la mujer como centro de sus historias. Utilizando la figura de las brujas en las luchas feministas como marco conceptual, le dieron un punto político y social a un ya fantástico disco de black metal. Decimos black metal para que se ubiquen en el sonido, pero Vorágine es mucho más que eso. Heredando los vastos muros de sonido del shoegaze, lo progresivo del post-hardcore y la hiperactividad del screamo, “Aquelarre” se posiciona como uno de los pocos discos de black-gaze o post-black metal en Colombia. Oscuro, intenso, denso e incisivo. Como debe ser. De las seis canciones en este debut, tres hacen parte de una historia: Kronos, un breve cuento que narra la historia de una aldea liderada por mujeres, el cual es invadido por Abel y su grupo de cazadores, imponiendo un nuevo régimen violento y esclavista. Eventualmente, las mujeres de la aldea, lideradas por Helena y su hija Opal, se rebelan contra Abel y retoman el poder, demostrando su fuerza y valentía. La otra mitad del disco, conformada por “Holiday”, “Supernova” y “Lady Lazarus”, aborda temas más personales como la muerte de un ser querido, la vejez y el amor. El nivel de detalle en estas seis canciones es de no creer: referencias a Sylvia Plath en la canción de cierre “Lady Lazarus”, al opal como piedra portadora de buena suerte, referente a la novela “Anne of Geierstein” de Walter Scott (o simplemente referente a las supersticiones medievales), la frase “somos las hijas de las brujas que no pudiste quemar”, acuñada en las luchas feministas y, por supuesto, el título del álbum, que encierra a la perfección esta reunión mística y clandestina de brujas. Una definitiva joya de metal colombiano en este 2018. ––— Juan Antonio Carulla
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