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Los Bulls de Chicago y su nuevo error llamado Dwyane Wade

Hay varios problemas de obviedad con la nueva adquisición de Dwyane Wade por parte de los Bulls de Chicago bajo un contrato de dos años con valor de 47.5 millones de dólares. El primero es que Wade tiene 34 años y el segundo es que ha pasado una década lidiando con problemas de rodilla. Es cierto que se trata de un jugador del Salón de la Fama y que es oriundo de Chicago, pero al lado de las otros dos adquisiciones de verano, Robin Lopez y Rajon Rondo —peor tirador incluso que el que se acaba de ir, Derrick Rose— Wade será el punto de apoyo de una de las ofensivas menos flexibles y con menos ideas de la Conferencia Este.

Por supuesto, desde hace mucho el este ha sido el lugar donde este tipo de cosas se ponen en práctica. De todas formas, la nueva ofensiva Rondo/Wade de Chicago acumula menos triples la temporada pasada que los primeros 14 partidos de Stephen Curry. Ahora tiene sentido que los Bulls hayan renunciado a sus escasos efectivos tiradores de triples, José Calderón y Mikey Dunleavy, en su desesperación por intercambiarlos con Los Ángeles y Cleveland, respectivamente, para generar espacio en el tope salarial para la compra de Wade. Incluso en el este también hay estándares.

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Wade tampoco es el mismo, como suele pasar cuando llegas a tus treinta años, y su estilo incesante y emocional de juego nunca logró madurar de la mejor manera. Aunque sigue siendo bastante efectivo y astuto, Wade ha perdido su mejor momento. Después de que la dirigencia de Chicago declaró que buscaría jugadores más jóvenes y atléticos —en esto se unieron al resto de la NBA— terminó por echarse para atrás. Existe una gran posibilidad de que el cariño de Wade por el balón irrite al obsesivo Rondo y también a Jimmy Butler, la joven superestrella en el centro de la rara colección de talento de los Bulls.

Además, el entrenador Fred Hoiberg parece no estar preparado para lidiar con las broncas de ego que seguramente se darán entre Butler, Wade, y Rondo. Construir una nueva cultura e identidad no será fácil en un vestidor inundado de ego y talento de este tipo. Es difícil imaginarse a Hoiberg solucionando los conflictos. Y eso que ni siquiera hemos considerado las limitaciones estratégicas.

Cuando te llega el sentimiento por regresar a casa. Foto por Tom Szczerbowski-USA TODAY Sports

Sin embargo, nada de esto en realidad importa. Lo esencial se dará en la duela, por supuesto, y tampoco le importará a los voz interna de los fans que festeja por contar ahora con Dwyane Wade. Dado que son estos los mismos fanáticos que estaban en busca de festejar cualquier cosa en lo que parecía ser una triste y lamentable era post-Rose, no podemos culparlos. Wade, oriundo de Chicago, mencionó en su carta de despedida dirigida al Heat de Miami que está “agradecido por la oportunidad de haber jugado para el equipo que me motivó a jugar basquetbol”. Es una buena historia, y Wade sigue siendo un jugador difícil de odiar.

A pesar de que habría sido más atractivo apostar por Wade cuando coqueteó con el equipo de su ciudad natal hace seis años como agente libre —terminó consolidando el grandioso equipo de Miami que sirvió de obstáculo para Rose, Noah y Thibodeau rumbo al campeonato—, su incorporación tampoco significa el fin del mundo. En términos de baloncesto, el fichaje no tiene mucho sentido pero, ¿quién se imaginó que Durant jugaría para los Warriors? En una liga donde Golden State está eclipsando a los demás equipos con sus fichajes, ¿por qué no optar por las risas y los buenas intenciones?

No es una pregunta retórica, y tampoco es hora de abandonarse a la tristeza por los errores de los Bulls en los últimos años. La existencia del equipo posterior a la era Jordan, con excepción de cinco años respetables bajo el mando de Thibodeau, los Bulls han sido unos mediocres. La perversa estructura de la dirigencia, la cual no ha cambiado, ni creemos que cambiará, parece garantizar más errores en el futuro. Es demasiado fácil imaginarse el futuro de la franquicia de esta forma:

Pero, si cierras los ojos un poco y te encuentras los suficientemente alejado, todo parece estar bien. Pues no lo es, y es un gran problema, aunque los Bulls parecen muy despreocupados al respecto. Claramente, Wade no es una de las soluciones.

Chicago ficha grandes jugadores cuando ya no lo son tanto; ofrece demasiado dinero, demasiadas promesas de posesión de balón y puntos publicitarios. Wade se une a una lista de estrellas en sus últimos destellos que incluyen a Ben Wallace, Richard Hamilton, Paul Gasol, el recién adquirido Rondo, y el Scottie Pippen de su segundo aire. Cuando los Bulls no adquieren este tipo de jugadores, se vuelven aburridos, malos y pasan al anonimato, así que hacerlo los coloca como una amenaza. Los partidos contra los Knicks serán ridículamente intrigantes. No es mucho, pero es algo.

La realidad más probable para los Bulls embelesados con Wade para las próximas dos temporadas es que serán un equipo de chiste nostálgico por haber sido eliminado en la primera o segunda ronda de postemporada, o tal vez en las finales de conferencia si logran colarse y la CE sigue siendo lamentable. No podrán retar a los Cavaliers de LeBron, y posiblemente no vencerán a los Celtics de Boston —o a los Hawks de Atlanta, Raptors de Toronto, Hornets de Charlotte, Pistons de Detroit, o Pacers de Indiana—. Al menos es más fácil ver por donde le apuestan estos equipos.

De todas formas, existe la posibilidad de haya buen basquetbol en Chicago, pero aún más probable lo que tenemos que celebrar es la locura de la agencia libre moderna que está convirtiendo al legado de una franquicia en un borracho jugando el modo carrera de un video juego. Existe una magia extraña en esta era de poder y libertad para los jugadores, y la manera en que ha reajustado la fraternidad entre estrellas de la liga con un vigor tan violento. Ganen o pierdan, sea bueno o malo, es más divertido ser parte de esta fiesta. Es fácil criticar este fichaje desde la perspectiva del basquetbol. Pero si lo único que logra es convertir a los Bulls en un equipo menos predecible, al menos habrá logrado algo. Estas son las expectativas en Chicago por el momento. Más nos valdría reconocerlas desde un principio.