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Los medios gringos siguen sin entender la música urbana latina

Los medios gringos siguen sin entender la música urbana latina

La semana pasada, el New York Times Magazine lanzó su edición anual de música con una lista titulada “Las 25 canciones que importan en este momento“. A través de una serie de mini-ensayos de la mano de algunos de los mejores escritores gringos de música y cultura actualmente, el especial contiene una amplia variedad de canciones de un grupo ecléctico de artistas, que va de Ariana Grande a Bruce Springsteen y Tierra Whack.

En el intento del periódico por capturar y encapsular en su forma definitiva el momento musical que vivimos como escuchas, hay elecciones con mayor idiosincracia, como puede ser la quebequense Marie Davidson, el abusador infantil confeso 6ix9ine, y Pinkfong, conocidos mundialmente por “Baby Shark“. Pero las grandes revelaciones de la música urbana latina están ausentes de la genial lista del Times: Anuel AA, Bad Bunny y Ozuna, los tres tuvieron el año pasado singles exitosos en Estados Unidos que continúan siendo gigantes en 2019. Y aunque agregar a la catalana Rosalía en el listado es una decisión editorial que suma puntos en la inclusión, también sirve como un recordatorio aparentemente innecesario de que España, un país fragmentado políticamente, sigue estando en Europa y, hasta el momento, no se ha abierto camino hacia América Latina. Es una omisión injustificable, vaya, aunque no sorprendente; otro ejemplo de cómo los medios de comunicación en inglés entienden tan mal la historia del hip-hop y el pop en español.

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Un par de años después de que “Despacito” de Luis Fonsi y Daddy Yankee encabezara el Billboard Hot 100, ya quedó claro que la tendencia no es un descuido. Con la excepción de un puñado de medios que cuentan con latinxs de tiempo completo cubriendo música en sus redacciones, incluyendo a Billboard y Rolling Stone, persiste un sesgo institucionalizado en los medios en inglés como el New York Times, sin importar cuántas canciones en español prosperen actualmente en las listas de popularidad. Uno de los éxitos comerciales más grandes de Drake en este momento es una canción cantada en su totalidad en español, la colaboración con Bad Bunny “MIA“. Claramente sin ningún tipo de inhibición por la barrera del idioma, el productor francés DJ Snake creó el multilingüe éxito “Taki Taki“, junto a Cardi B, Selena Gomez y Ozuna. Ambas canciones, junto a dos temas de Anuel AA, uno con Karol G y el otro Romeo Santos, además de la gloriosa interpolación de Daddy Yankee al clásico noventero de Snow “Con calma“, todas están actualmente en el Hot 100 de Billboard, un claro indicador de lo importante que es esta música en el zeitgeist cultural estadounidense contemporáneo.

El New York Times ha cubierto parte de esta historia, ––con, por ejemplo, unos tempranos perfiles de Nicky Jam y Ozuna––, pero no es la única organización que subestima de manera fundamental la importancia que tiene este increíble período en historia de la música latinoamericana. Casi un año después de que el éxito en spanglish extraído del Invasion Of Privacy Spanglish “I Like It” transformara a Bad Bunny y J Balvin en figuras recurrentes del top 100, los medios han publicado consistentemente intentos por descifrar el éxito de estos artistas que graban casi exclusivamente en su lengua materna, el español. Si bien la demanda de estos textos le ha dado a periodistas latinxs una paga extra, la aparente lucha revela cuán mal preparados están los equipos editoriales de estas publicaciones, mayormente blancos y con frecuencia conformados exclusivamente por varones, para lidiar con las realidades demográficas que hacen que los artistas hispanohablantes sean estrellas gringas de pop.

La situación no se limita a medios de comunicación. Apenas el mes pasado, los premios Grammy intentaron compensar su amnesia olímpica de los artistas latinos que poblaron el Hot 100, al abrir la ceremonia con una versión de “Havana” de Camila Cabello. La pieza fue básicamente una desfile de estereotipos; sus estándares de producción de obra de Brodway echando luz inadvertidamente a las difíciles condiciones de vida de los cubanos bajo el embargo estadounidense y el régimen continuo de Castro. Una vez que J Balvin, Ricky Martin y el resto abandonaron el escenario, la ceremonia no tuvo nada que remotamente representara a la música en español. Incluso la mayoría de los actos populares ni siquiera asistieron.

Lo más enloquecedor sobre la omisión de artistas latinos en el especial del Times es lo mucho que abrazaron a su estrella más grande hace dos meses. Su crítico de pop, Jon Caramanica, dedicó un podcast completo a X100PRE de Bad Bunny e invitó a un panel de tres periodistas latinxs extremadamente talentosos a diseccionar sus encantos y cantar sus alabanzas. Pero en retrospectiva, el gesto parece más un indicio de las fallas institucionales de los medios en inglés: llaman a los hispanohablantes para el segmento en español, pero no saben representar la música urbana por completo en contextos más generales sobre la música que define el momento cultural actual.

En un momento en el que ser latinx en Estados Unidos se siente como un acto criminal, con nuestros seres queridos y vecinos afectados o intimidados por la inhumana vendetta migratoria de la administración Trump y la incesante xenofobia del partido republicano, escuchar música en español hecha por artistas latinoamericanos es un acto inherente e innegablemente político. En este deplorable período de la historia de Estados Unidos, el simple hecho de hablar en público el idioma de nuestros padres y abuelos nos abre a la sospecha, a la humillación, a la brutalidad. Como tal, ya sea música urbana o cualquier de las muchas formas regionales, reproducir música en español en la radio, en nuestros establecimientos o en plataformas de streaming (ya sea en un derroche de audacia en público, o ya sea en privado, molestando a vecinos potencialmente hostiles) plantea una riesgo real y constante para nuestras vidas y para nuestros sustentos de vida.

Dado el estado de las cosas en los Estados Unidos de hoy, los consumos son relevantes. Trump, quien aparentemente ni siquiera sabía que Puerto Rico es una comunidad estadounidense hasta que su torpe intento por ayudar tras el último huracán arrojó una luz incómoda sobre sus responsabilidades como Presidente, está intentando convertir sus detestables promesas de campaña sobre construir un muro en una cruel realidad de familias separadas, condiciones de detención inhumanas y deportaciones alevosas. En ese contexto, escuchar música urbana latina sirve como un escape de las aflicciones diarias, una celebración de la latinidad y un acto cotidiano de resistencia a las fuerzas nefastas del Speak English Or Get Out en el país que muchos de nosotros llamamos hogar.

Con su constante reporteo sobre temas relacionados con la política fronteriza de EE. UU. y México y los abusos del Departamento de Seguridad Nacional y la agencia migratoria ICE, uno pensaría que el Times estaría en sintonía con el componente cultural concurrente de las vidas de lxs latinxs en Estados Unidos. En cambio, como muchos de los que hacen oídos sordos a los motivos por los derechos humanos de los solicitantes de asilo y los migrantes, los medios estadounidenses están ok con dejarnos fuera.

Este artículo apareció originalmente en Noisey US.

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