Contrario a lo que dijo Louis Armstrong, uno de los grandes del jazz, no tenemos todo el tiempo del mundo. Esa presión, ese peso que cargas en tus hombros todos los días es la manera en que tu cuerpo te indica que tienes Otras Cosas Importantes que Necesitan Atención. No dispones de horas y horas para sentarte frente a una pantalla a viajar por mundos fantásticos, aniquilar monstruos, volar naves espaciales, desarmar androides o lo que sea que demande el próximo gran juego.
Al menos yo me encuentro en esa situación; y sé que es una situación común de los cientos de miles que juegan estas maravillas llamadas videojuegos. Muy pocas veces he logrado terminar uno que no requiera varias sentadas para “vencer” y que terminan sumando entre ocho y 15 horas. Cada año termino uno de esos juegos denominados épicos. En 2015, terminé The Witcher 3, y creo que en 2016, terminaré Final Fantasy XV. Ya sabes a qué juegos me refiero: aquellos que exigen largos recorridos, inmersiones profundas, experiencias que se comen tus tardes completas como si fueran el mejor pastel de chocolate que se ha inventado, o cualquier otro postre que te guste mucho. No discriminaré tus preferencias.
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De vez en cuando, todos nos tomamos un día para flojear ¿no? A veces uno se asoma por la ventana y dice: al diablo, no quiero salir. Está lleno de gente y la mayoría me cae mal y huele raro. El día de hoy me acompañan nada más un par de chelas. Aquí es donde los videojuegos que puedes terminar en una tarde entran en la fórmula de no-hacer-nada.
Nunca he sido alguien que considere un videojuego “corto” como algo de poco valor monetario. Si llego a tener una experiencia interactiva absolutamente gloriosa, realmente emotiva, o en verdad asombrosa, con las manos en el control y el cerebro ocupado, no importa cual sea el precio, habrá valido la pena. Por esta razón casi no puedo soportar el sistema de apartado o el precio de las ediciones especiales que hemos visto últimamente. No me gusta que mis juegos vengan envueltos o sepultados de #contenido sin sentido, o artículos de colección inútiles y misiones paralelas irrelevantes. Me gusta lo simple y sencillo.
Por esta razón Firewatch es uno de los mejores juegos de 2016 (hasta ahora y seguro lo seguirá siendo dentro de ocho meses). Este debut del pequeño estudio de San Francisco Campo Santo, no durará, si a caso, más de cuatro horas de principio a fin; pero es una aventura narrativa contada en primera persona que no desperdicia ni un solo segundo, su guión es brillante y maneja con ingenio momentos constantes de creciente tensión. Si pudiera recomendar el juego del año que todos deberían jugar, recomendaría éste. Hasta ahora no hay spoilers, pero es una historia muy compacta que se cuenta a través de interacciones físicas mínimas y un montón de suposiciones por parte del jugador; es ejemplar. Logra mucho con muy poco; sus gráficos espectaculares son apenas la punta del iceberg.
Una obra de tamaño comparable es Oxenfree, otro juego indie de 2016 con un guión excelente, su modo de juego es de apuntar-y-hacer-click. Mientras Firewatch te engaña con la posibilidad de que ocurran sucesos sobrenaturales, Oxenfree los indica claramente e introduce el peligro desde el principio. En este juego, un grupo de adolescentes explora el presente evocador y el pasado desgarrador de una isla militar. Sus diálogos concisos te atrapan y poseen los mismo altibajos emocionales que las conversaciones walkie-talkie de Firewatch, pero cualquiera de los juegos crea la ilusión de decidir de acuerdo con tus respuestas. Oxenfree tiene varios finales mientras Firewatch sólo tiene uno.
Si los fantasmas son lo tuyo quizá quieras echarle un vistazo a Layers of Fear, que salió en enero. Es un simulador lo suficientemente linear en el que caminas por una mansión plagada de sobresaltos y esos clichés espeluznantes. Merece un sólido seis de diez: después de disfrutar la torpeza característica de sus fantasmas y horripilantes muñecas, su trasfondo brutal tan contrastante al estado corporal y mental del protagonista, no te quedan ganas de jugarlo por segunda vez. Las tres horas que dura son suficientes. Layers of Fear es una distracción estremecedora de la monotonía diaria que cumple con las expectativas de lo que es un juego de terror, pese a que no innova nada por sí mismo.
Un video de Machinima sobre lo mejor de “Metal Gear Rising: Revengeance”.
Hay tres juegos con los que te puedes entretener este 2016. Sus historias se enfocan en rebanar a tus enemigos con espadas ninja semi futuristas. Si este es el tipo de experiencia que buscas, tan sólo necesitas un Play Station 3 o un Xbox 360 para jugar Metal Gear Rising: Revengeance. Y en verdad deberías.
Revengeance —que captura el énfasis furtivo de la hiperviolencia teatral de la serie de Metal Gear— es una obra del célebre estudio de acción Platinum Games y portador de un título que es estúpido como la chingada [“revenganza”]. Si te olvidas de este detalle, el juego es una delicia; con esto me refiero a que eres un raiden cyborg que descuartiza a todos a su paso de una manera brutalmente genial, cuya espada estilo katana puede rebanar a sus enemigos en pedazos con 360 grados de libertad controlados manualmente (después consumes sus entrañas para recuperar vida, obviamente). Es verdad que los juegos de combate cuerpo a cuerpo tienen pocas cosas tan satisfactorias como diseccionar con precisión a tu oponente, y si quieres toda la emoción sin la dificultad, sólo juega en modo fácil y acelera a través de la historia de las bananas ligadas a un presidente wannabe estadounidense que se vuelve loco con la nanotecnología. Llegarás a los créditos antes de cinco horas.
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Otro juego de la época PS3/360 del mismo estudio que vale cada centavo del precio miserable con el que se vende hoy en día y que puedes terminar entre la hora del desayuno y la hora de la comida es Vanquish. Allí ocupas las botas metálicas de Sam Gideon, un tipo que lleva un traje de combate vanguardista con propulsores jet unidos a su trasero, o algo parecido. Básicamente, es pura lluvia de balazos y teatralidad histriónica contada en tercera persona con un magnífico soundtrack y explosiones suficientes en pantalla que podrían llenar una docena de Call of Duty. Y nuevamente, si reduces la dificultad al mínimo podrás chupar durante la carnicería sin tener que reiniciar esas batallas furiosas. Cuenta con una una pequeña e inútil sección sigilosa que casi me lleva a la ruina como lo hizo Dark Souls, pero cuando logras superarlo, eres un experto. Y como extra, los créditos también son un minijuego,
No quiero revolcarme en la nostalgia, pero no quisiera irme sin mencionar la gran cantidad de juegos de 8 y 16 bits que están disponibles en múltiples tiendas en línea (y emuladores que no son precisamente legales), terminar cualquiera te toma el mismo tiempo que inviertes en ver una película de Disney. Vale la pena checar los clásicos de Nintendo 3Ds. Hay muchos juegos cortos, por ejemplo el siempre clásico juego Streets of Rage 2, que se puede “medir” en 90 minutos y el juego original de Sonic, que requiere más o menos ese mismo lapso. La generación Nintendo puede volver a arrojarle objetos a sus enemigos con Super Mario Bros. 2, que te toma alrededor de dos y media horas, y hay muchos más juegos para nintendo en la tienda virtual de la consola.
En caso de que no tengas ganas de que te pongan a prueba y sólo quieras relajarte existen juegos cortos que encajan con ese estado de ánimo. Journey, un juego exclusivo para PlayStation, te lleva por un hermoso viaje de dos horas desde la arena brillante del desierto a las montañas nevadas, cuya cima debe escalar tu personaje por razone que se van revelando a través de escenas animadas sin diálogo. Es una de las experiencias multiusuario más interesantes, sólo permite que dos jugadores se conecten uno con otro al mismo tiempo. Asimismo, la comunicación con tus acompañantes viajeros se limita al piar de los pájaros que no te dicen nada.
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Gone Home es una historia tierna, dividida por el amor de una hija a otra chica y vista desde los ojos de su hermana, al principio era sólo para PC, pero el 4 de febrero salió una versión para Xbox y PlayStation 4. Terminarlo te toma tan sólo dos horas. Si quieres algo libre de “riesgo” mucho más creativo puedes intentar con The Stanley Parable, un juego de humor oscuro que se trata de explorar y romper una cuarta pared que te puede llevar por múltiple caminos. Querrás ver todos los finales y puedes hacerlo en 70 u 80 minutos. Aprecio que hay tantos juego episódicos que se puedan terminar en una sentada, pero lo que he tratado de hacer aquí es presentar juegos cuyas historias pueden ser vistas sin interrupciones entre episodios. Por eso recomiendo Life is Strange, or Kentucky Route Zero, o cualquier cosa del estudio Telltale.
Podría seguir con la recomendaciones, pero es mejor si nos quedamos con las mejores y sólo resumimos unas cuantas más. Limbo es un exquisita plataforma de rompecabezas que vale la pena jugar por sólo cuatro horas. Thomas Was Alone es una plataforma más alegre que te convencerá de que los rectángulos tienen sentimientos. Everybody’s Gone to the Rapture es la visión apocalíptica más hermosa que verás contada en primera persona. Grow Home (no es un error) es una plataforma en la que guías a un robot para subir por un planta de frijoles mágicos (es mejor de lo que suena). Her Story es un caso de asesinato que restituyó de manera ingeniosa el video de movimiento completo como un recurso narrativo viable; Monument Valley y 80 Days son dos de los mejores juegos que jamás se han hecho y que tampoco te tomarán mucho tiempo; por último To the Moon es un juego de rol estilo retro que parece de Super Nintendo y que te hará llorar como un bebé los brazos de tu madre por horas.
¿Quién no disfruta ver un conjunto de pixeles acomodados en forma de personitas con relaciones tan frágiles de vez en cuando?
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