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Los Rams dejan St. Louis, los Raiders y Chargers en el limbo: ganadores y perdedores del regreso de la NFL a L.A.

Vaya, fue una tarde de aquellas. Después de un día de juntas —tweeteadas y retweeteadas sin cesar a pesar del hecho de haberse realizado a puerta cerrada— para debatir qué equipos de la NFL, tal vez ninguno, les sería permitido mudarse a Los Ángeles, los 32 dueños de la liga decidieron darle luz verde a los Rams de St. Louis para, bueno, mejor regresemos a mi cita del lunes por un segundo:

“Todo esto son meras especulaciones y predicciones con hojas de té, pero me inclino cada vez más por la apuesta que sugerí ayer, un acuerdo contingente donde se acepte que los Rams y Chargers se muden, si pueden acordar compartir un estadio, o donde los Rams se muden, y los Chargers también siempre y cuando estén de acuerdo para compartir el estadio de los Rams.”

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Tampoco es como si tuviera que felicitarme tanto, ya que las cosas parecían ir en esa dirección desde hace tiempo. Como se requerían 24 votos de los 32 para aprobar cualquier traslado, y la propuesta de 2.66 mil millones de dólares de los Rams para un estadio en Inglewood, ni los 1.7 mil millones propuestos por los Chargers y Raiders para un estadio en Carson habían tenido el apoyo suficiente, cualquier solución iba a tener que ser un compromiso con el cual ambas partes pudieran estar de acuerdo. Ya que ambas partes se reducen a “los amigos del dueño de los Rams, Stan Kroenke” y “los amigos del dueño de los Chargers, Dean Spanos”—al parecer, el dueño de los Raiders, Mark Davis, está constitucionalmente inhabilitado para hacer amigos— todo indicaba llegar a un acuerdo para apaciguar tanto a Kroenke, como a Spanos, o al menos no hacer enojar en demasía a ninguno de los dos.

Sin embargo, para llegar hasta este punto hubo muchos altibajos. Para el medio día del lunes, horario de la costa oeste, se había reportado que el Comité de la liga en asuntos de oportunidades en Los Ángeles —es la última vez que escucharás de ellos, así que puedes burlarte— había votado 5-1 para recomendar que los Chargers y Raiders se mudaran a Carson. Esta noticia siguió compartiéndose en Twitter horas después, incluso después de que la primera votación del grupo completo de dueños resultara 20-12 a favor de “Rams/TBD” —es decir, el estadio de Kroenke en Inglewood compartido con otro equipo no nombrado—. Después de más agarrones a puerta cerrada, una segunda votación resultó en una sacudida de 30-2: los Rams tendrían el permiso para mudarse de St. Louis a un nuevo estadio que Kroenke construiría sobre el viejo circuito de Hollywood Park, y los Chargers tendrían la opción de marcharse de San Diego y unírseles si Spanos así lo deseaba.

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¿Qué demonios sigue?

Primero que nada, Kroenke y Spanos tienen mucho qué discutir. Hasta este lunes, Spanos había rechazado considerar Inglewood, por lo tanto, cómo es que ambos dueños compartirán los costos del estadio, las ganancias, la propiedad, el poder para tomar decisiones sobre el color de los asientos, etc., sigue siendo un papel en blanco. Bajo los términos del acuerdo final, Spanos tiene hasta enero del próximo año para hacer funcionar un contrato de arrendamiento con los Rams, o si no quedarse en San Diego; si esto sucede, Davis tiene un año más para hacer lo mismo con los Raiders.

Por lo tanto, podría ser L.A. Rams en 2016, posiblemente L.A. Chargers en 2017, o en su caso, L.A. Raiders en 2018. Esto hará que los programadores de las siguientes temporadas de “Madden NFL” se arranquen lo pelos.

La cara que pones cuando eres rico, y lo único que te trae placer es ganarle a otros millonarios en el concurso de popularidad más pequeño del mundo. Foto por Mark J. Rebilas-USA TODAY Sports

Estoy seguro que los fans de este deporte estarán debatiendo el acuerdo durante la misma cantidad de tiempo, pero por el momento podemos hacer una lista de los ganadores y perdedores. Desafortunadamente, mucho de ello depende de lo que quieres decir con “ganar”.

  • Stan Kroenke, en todos los aspectos, es un ganador. Logró que los demás dueños de la NFL lo apoyaran para su estadio de ensueño, y ahora tiene a los Chargers en un dilema para discutir un contrato de arrendamiento, ya que sino aceptan sus términos, tendrían que lidiar con los Rams y, tal vez, los Raiders en sus narices. Por otra parte, ahora Kroenke enfrenta un recibo potencial de más de 3 mil millones de dólares —2.66 mil millones por el estadio, y otros 550 millones por la cuota de traslado, menos lo que su equipo de renta pueda contribuir— algo que es muy probable que no vaya a recuperar vía el incremento del valor por mudar su equipo de St. Louis a L.A.
  • Dean Spanos no salió tan mal parado —al menos tiene la opción de aceptar los términos de Kroenke para una tajada del mercado en L.A., y también tiene 12 meses para presionar a San Diego para un subsidio de estadio más lucrativo, o si no la NFL los correrá de San Diego de a gratis. Dudo que esta noche festeje con champaña.
  • Mark Davis salió totalmente perdiendo. Davis obtendrá 100 millones de dólares extra de la NFL para un estadio nuevo en Oakland si así lo quiere (los Chargers tiene el mismo acuerdo si se quedan en San Diego), pero con un déficit presupuestario que ronda los 500 millones, dicha opción no irá muy lejos. Se esperan pláticas lo más pronto posible entre Davis y St. Louis por el acuerdo de subsidio de 477 millones que Kroenke rechazó.
  • Los fans de futbol americano como que también salieron perdiendo. Si eres fan desde hace tiempo de los St. Louis Rams, bueno, eres bastante joven, pero de todos modos, perder a tu equipo sólo porque su dueño billonario cree que puede hacerse aún más rico en otro lugar es un golpe bajo. Los fans de los Chargers y Raiders ni siquiera pueden empezar a lamentarse, más bien van a sufrir por no saber cuándo prepararse para evitar que les rompan sus corazones. (Los fans de L.A. que querían un equipo pueden regocijarse, aunque deberían atenuar su emoción por el hecho de que tendrán que apoyar a los Rams).

La cara que pones cuando no tienes que preocuparte por tener que idear otro disfraz para Halloween al menos por una década. Foto por Kyle Terada-USA TODAY Sports

  • Los contribuyentes, sorprendentemente, se la libraron. No sólo por el subsidio de 477 millones para el estadio de St. Louis acordado, sino también el plan para el estadio en Inglewood es bastante amigable con los contribuyentes: la ciudad regresará cerca de 180 millones en impuestos de venta futuros para pagar por la “infraestructura” —las comillas de pánico se deben a que dicha infraestructura incluye artículos que no tienen nada que ver como autobuses de enlace—, aunque tratándose de estadios es bastante barato. Gracias a los oficiales del área de Los Ángeles (y votantes) que se negaron rotundamente a aventar su dinero a un equipo para inducirlos a trasladarse, más el ejemplo del exitoso estadio de los 49ers en Santa Clara —exitoso en términos de generar dinero, incluso si el problemático terreno puede que sea un desastre vergonzoso para el siguiente Super Bowl—, Kroenke acordó pagar la mayoría del costo de su estadio. Por otra parte, Spanos y Davis podrían intentar utilizar el siguiente año para presionar a San Diego y Oakland para que suelten más dinero para un estadio, así que los fondos públicos aún no son claros.

En general, fue un momento extraño en la historia del deporte. Con tres dueños de equipos compitiendo para entrar a una ciudad —en lugar de que un dueño enfrentara a dos ciudades para extraer subsidios, como suele pasar— esto terminó siendo un mercado para compradores de franquicias, algo que casi nunca sucede en el mundo de los monopolios deportivos. Es extraordinariamente improbable que veamos algo parecido de nuevo, por eso es mejor aguantar cualquier declaración de impuestos como victoria sobre el modelo de los negocios de la NFL alimentados por los subsidios. Por ahora, disfruten que por un momento los elefantes pelearon sin que el pasto haya sufrido —al menos que sean fans de los Rams, Chargers, o Raiders, ya que en este caso podemos sentir su dolor—.

All in all, it was a weird moment in sports history. With three team owners competing to enter a city—rather than an owner playing two cities off each other to extract subsidies, as is more usual—this ended up a buyer’s market for franchises, something that almost never happens in the monopolistic sports world. It’s extraordinarily unlikely that we’ll see the likes of this again, so probably best to hold off on any declarations of taxpayer victory over the subsidy-fueled NFL business model just yet. For now, enjoy that for once the elephants fought without the grass suffering—unless you’re a Rams, Chargers, or Raiders fan, in which case we feel your pain.