Bajo cualquier razonamiento concebible, la iconografía y mística de Prince debió ser inamovible y absoluta para 2004. Podría decirse que Prince fue el músico más trascendente de los 30 años anteriores: estrella global de cine adorada que redefinió el género, los tonos de color (morado), los fenómenos meteorológicos (lluvia), y los autos clásicos estadounidenses (el Corvette). Pero fue tal el genio cómico de Chappelle’s Show que alteró el mito público de la leyenda de Minnesota, casi dos décadas después de los primeros rituales de purificación en el lago Minnetonka.
Existe una gran posibilidad que el Prince de tu imaginación no sea el Prince verdadero, sino la imitación de Dave Chappelle, el mismo que vestía un traje morado del Zorro, con terciopelo y encaje, mientras hacía clavadas de espaldas, colgaba del aro y se burlaba de Eddie y Charlie Murphy con la frase, “Game… Blouses”. Pero Chappelle’s Show no sólo confirmó y expandió las cualidades sobrehumanas que sospechábamos desde hace tiempo del “Purple One”, también le dio un giro completamente nuevo al concepto del hotcake. He ahí un impacto verdadero. Es una forma de ampliar tu estima, de por sí enrarecida, por el hombre que escribió “Kiss”, un logro totalmente diferente que te obliga a pensar acerca de uno de los alimentos más característicos del desayuno en el último siglo. Incluso Prince estuvo de acuerdo cuando, tiempo después, utilizó la imitación de Chappelle como el arte de su sencillo, “Breakfst Can Wait”.
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El espectáculo musical más grandioso de todos los tiempos resultó ser un sketch de un programa de comedia. Los segundos lugares ni siquiera se le acercan. The Chris Rock Show fue el más cercano e inclusive reclutó a varios de los mismos músicos media década antes, pero el impacto cultural del programa fue mucho menor. In Living Color fue increíble e innovador, pero las parodias de Vanilla Ice y Snow no se comparan con las historias de Charlie Murphy sobre Rick James. Por el bien de nuestra ya de por sí desgastada sanidad, corremos con la suerte de que no existe una anécdota precisa de cuántas personas han inhalado cocaína de una llave y comentado reflexivamente entre risas, “la cocaína es una droga increíble”.
Puedes nombrar un sinnúmero de programas de televisión con excepcionales apariciones musicales — Los Muppets, MTV Unplugged, Rap City, Yo! MTV Raps, Arsenio, Ed Sullivan, The OC, Beverly Hills 90210 (citando a Steve Sanders de The Flaming Lips, “nunca he sido fan de la música alternativa, pero estos chicos se rifaban”)—, pero ninguno poseía la mezcla de la sátira incisiva y la sutil crítica racial, la parodia suprema y el repugnante humor, los buenos gustos y la dirección musical creativa, la sátira política y las risas provocadas por aquellos que decían, “Pac sigue vivo” de Chappelle’s Show.
El programa ofreció una perspectiva que sólo podía provenir de un obsesivo del hip-hop —aquel que creció sumergido en la cultura y, de un momento a otro, se convirtió en uno de sus componentes integrales—. En el programa piloto, Chappelle proclama su amor por el hip-hop y lo defiende contra los medios que condenan el materialismo y la misoginia del género. Después, ocurre un sketch obsceno sobre Nat King Cole derramando champaña sobre una cantante vestida con lentejuelas en un club nocturno, mientras grita “¡King Cole Records!” como si fuera Birdman en 1999.
Además de la comedia y las películas de Spike Lee, el hip-hop vinculó en un principio a Chappelle con el cocreador y coescritor del programa, Neal Brennan. Oriundo de Chicago y Filadelfia, Brennan se enamoró del género cuando escuchó por primera vez de adolescente, “Bring the Noise” de Public Enemy. En unos años, el aspirante a comediante se encontraba escribiendo artículos para el número de comedia de The Source.
“Cuando escribimos el piloto, vimos Lauryn Hill Unplugged una y otra y otra vez”, recuerda Brennan. “El programa completo fue un chillido lastimoso y crudo que definitivamente encajó en el ADN de Chappelle’s Show“.
Su genialidad no provenía necesariamente de una fantasía surrealista, sino de su ocurrente distorsión de la realidad. Los sketches de Prince y Rick James en realidad sucedieron. La canción “Piss on You” de R. Kelly está basada en informes verdaderos de cuando estuvo en la corte. El sketch de Wu Tang Financial fue ridículo pero no impensable. Chappelle y el cocreador Neal Brennan entienden intuitivamente cómo exagerar la ridiculez natural de los personajes de la música pop, y Chappelle cuenta con una fascinación para imitar y crear frases ingeniosas; es el legatario de Richard Pryor, Eddie Murphy, George Carlin, y Chris Rock. En la historia de la lengua inglesa, solamente Dave Chappelle puede decir “bitch” con toda su musicalidad y humor.
“ Chappelle’s Show definió todo una cultura y provocó que la consciencia social fuera vista como algo cool, además de animarnos a explorar y cuestionar todo lo que vemos”, dice Big Boi, cuya aparición en “The Rooster” se encuentra entre los sketches más memorables del show.
Cuando se le preguntó por su sketch musical favorito, el nacido en West Savanna citó la parodia “Making The Band”. Chappelle’s Show sigue siendo atemporal mientras que la mayoría de los programas de comedia han envejecido como los versos de Eminen sobre Chris Kirkpatrick. No necesitas haber visto el breve reality show de Diddy en MTV para reírte de Dylan “escupiendo fuego caliente”. Cuando alguien te pregunta sobre tus cinco raperos favoritos es casi seguro que responderás, “Dylan, Dylan, Dylan, Dylan, Dylan”.
“[Chappelle] hacía parodias de eventos relevantes, pero la comedia tenía capas y una verdad más profunda”, añade Big Boi. “No buscaba a los artistas más famosos, buscaba a aquellos que eran la onda y los ponía en situaciones interesantes”.
Chappelle’s Show debutó en 2003 y emergió al final del apogeo underground, pero su comediante había sido parte de la escena del soul durante muchos años. Chappelle conoció a su actual socio de negocios, Corey Smith (quien también administra Vince Staples y Chad Hugo) en un concierto de De La Soul y Talib Kweli a finales de la década de los 90.
Gracias a una serendipia, Chappelle y Smyth se encontraron de nuevo una tarde en Village. Chappelle estaba a nada de presentarse en el Comedy Cellar de Macdougal, mientras Smyth estaba hablando por teléfono en una esquina afuera de los Electric Ladyland Studios esperando a que terminaran las participaciones —ahora canónicas— de The Roots, Talib Kweli, Common, D’Angelo, Erykah Badu, Mos Def, y J Dilla. En unos cuantos meses, Chappelle empezó a imitar a Nelson Mandela y Rick James en el álbum de Reflection Eternal (en ese entonces, Kweli era administrado por Smyth). Después de que Comedy Central le diera luz verde a Chappelle’s Show fue inevitable que acudiera a Smyth para conseguir a los invitados musicales.
“Desarrollamos una manera de acercarnos a los artistas para dejarles saber que no queríamos que interpretaran sus sencillos”, dice Smyth. “Queríamos que escogieran el lado B o algo que no tuviera necesariamente el apoyo de una disquera, así tenían la oportunidad de crear un video musical o encontrar el panorama ideal para interpretar su canción”.
Como era de esperarse, Comedy Central catalogó sus decisiones demasiado underground. La lista de deseos corporativa estaba conformada por artistas casi exclusivos del top 10 de las listas de popularidad. Para la segunda o tercera junta con el canal, Smyth no había podido programar un solo acto exitoso.
“Dave me dijo que contactáramos a nuestros amigos”, recuerda Smyth. “Le pregunté, ‘¿Estás seguro que no se van a enojar?’, y me dijo, ‘tú hazlo, todo saldrá bien’”.
El primer invitado del programa sigue siendo uno de los más indelebles. Mos Def y Dave manejaron por todo Harlem mientras que el Pretty Flacko original escupía rimas que habrían obligado a Dylan a incluirlo en su lista de los cinco mejores raperos. El concepto de Carpool Karaoke nació de esto.
Si echas un vistazo a la lista de los invitados musicales subsecuentes, podrás darte cuenta que el talento reunido es asombroso: Busta Rhymes, Big Boi, Killer Mike, Badu, Slum Village, The Roots, Wyclef Jean, Blackstar, De La Soul, DMX, Ludacris, Cee-Lo, Common, Kanye, y Snoop Dog. Los números musicales de la tercera temporada incluyen a Nas cantando con su padre Olu Dara en el Cotton Club, a The Beastie Boys en el Staten Island Ferry, Eminen, y Proof. Ninguno de estos segmentos salió al aire, y se dice que podrían estar desmoronándose en los archivos de Comedy Central esperando a que alguien los descubra.
“Todo acto musical es alterado en televisión”, dice Brennan. “Casi no veo segmentos musicales de programas, pero cuando estoy en el estudio es inevitablemente alucinante, algo sucede que no puedes sentir el bajo en tu pecho si lo ves por tele. Los deportes y los shows de comedia encajan bien, pero la música en vivo casi nunca. Intentamos evitar esa alteración colocándolo en un contexto diferente”.
En algunos casos de dichos segmentos, las versiones en vivo se convirtieron en la única versión que recordamos. La participación de Kanye y Common en “The Food” terminó saliendo en Be.
“En cuanto Kanye apareció en el set nos preguntó por qué estábamos grabando frente a una chimenea. ‘La canción se llama The Food, deberíamos grabar en la cocina’”, dice Smyth. “Se trataba de hacer sentir cómodos a los artistas con lo que hacíamos. Empezaron a cocinar en la cocina y fue increíble”.
Ha pasado casi una década y media desde que la influencia del show se volvió tan omnipresente y abrumadora que Chappelle famosamente se alejó de cantidades de dinero rollo Michael Jordanpor miedo a lidiar co universitarios blanquitos gritándole “I’m Rick James, bitch” por el resto de su vida. No puedes culparlo. Esas frases y caricaturas están irrevocablemente grabadas en nuestra conciencia. Dave refracta el mito en algo más raro y divertido, pero de alguna manera aún más fiel a los artistas.
Antes de Chappelle, la mayoría de la gente había encasillado a Lil Jon como un rapero monosilábico. Por supuesto, los sketches recurrentes minaron esa reputación de risa, pero también lo encontraron cambiando periódicamente a una voz académica más digna (“¿Cómo va ese sándwich?”). El contraste hizo las bromas más graciosas, pero también subrayó tácitamente la inteligencia furtiva del antiguo estudiante de negocios en el Morehouse College: el lado que no encajaba en el cliché de una sola nota de la cultura pop.
En un principio, la gente veía el programa porque era gracioso, y seguimos venerándolo porque nada se le compara. Chappelle’s Show nos habla de las diferentes realidades del sexo, el conflicto de razas, la desigualdad, política, y la preponderancia de la cultura pop, pero nunca olvidó el famoso adagio de Oscar Wilde: si vas a decir la verdad, sé gracioso o si no te matarán.
El programa definió una era musical y ayudó a catapultar a una constelación de estrellas hacia territorios más comerciales. Tal vez alguien como Common no habría terminado como estrella de cine y acumulado tantos álbumes exitosos sin el empuje de su participación en Chappelle’s Show. Como toda comedia de calidad, el programa posee en su esencia una honestidad imposible de erradicar; honestidad que borró las líneas entre los underground y lo mainstream, entre lo aceptable y lo relevante, los mitos y la realidad, hotcakes y lo que sea que los mortales comen en el desayuno.
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