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Luces y sombras en Temixco, la ciudad mexicana de la alcaldesa asesinada en su primer día

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Cuando Gisela Mota Ocampo salía de su casa en la ciudad de Temixco, ya fuera para ir al trabajo o visitar a sus amigos, le gustaba recordar que no tenía miedo. Tan segura estaba, que hasta prescindió de su seguridad personal después de ser proclamada alcaldesa el pasado verano.

La joven política mexicana de 33 años fue asesinada el sábado por la mañana, apenas 24 horas después de haber sido investida.

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La noticia ha conmocionado a México, donde más de 70 alcaldes y ex alcaldes han sido asesinados en la última década. Solo el año pasado, cinco presidentes municipales murieron de manera violenta.

Muchas de las muertes han sido acompañadas de rumores que vinculan a las víctimas con el crimen organizado. Sin embargo, más allá de un episodio por conducir embriagada el pasado mes de octubre, Gisela Mota gozaba de una buena reputación en su ciudad, una población de casi 100.000 habitantes situada en el estado de Morelos, a unos 75 kilómetros al sur de la capital.

“Era una persona muy humilde, nunca quiso que la trataran de manera especial”, cuenta a VICE News Aarón Garduño. “Yo la conocí como una persona relajada que tenía las manos limpias. Recorría las calles sin miedo”.

Garduño fue uno de los cientos de vecinos de Temixco que asistieron al funeral de Gisela Mota celebrado este pasado domingo. Amigos, simpatizantes y compañeros de trabajo salieron a las calles en manada para asistir a la misa oficiada en la residencia de Mota, en las afueras de la ciudad. Una vez culminada la ceremonia, el féretro, cuajado de coronas de flores, fue desplazado hasta el cementerio más cercano en mitad de una tarde justiciera de sol rotundo y aire escaso. La procesión estuvo amenizada por los acordes de las tradicionales rancheras.

A primera hora del mismo domingo, otros muchos acudieron a visitar la capilla ardiente de la alcaldesa, instalada en el palacio municipal. Allí, los miembros de la formación de izquierdas que lideraba Mota, el Partido de la Revolución Democrática (PRD) hicieron redoblar los tambores y entonaron leyendas tales “¡La luche sigue, Gisela vive!”.

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Según relatan los comunicados emitidos por las autoridades de Morelos, un grupo de hombres armados irrumpieron en la residencia de Mota a primera hora del sábado. Lo hicieron a la fuerza y una vez dentro se dedicaron a golpear repetidamente a la alcaldesa, antes de dispararla. Las mismas autoridades han informado que instantes después dieron caza a dos de los sospechosos, que fueron abatidos mortalmente durante un tiroteo. Otros tres presuntos implicados, entre los que se cuentan un menor y una mujer, fueron detenidos horas más tarde por la policía.

Son muchos los mexicanos que se sienten incapaces de explicar el asesinato. Algunos de los que conocían a la alcaldesa personalmente han relatado que Mota no había recibido ninguna amenaza de muerte en los últimos meses.

“Nunca escuché que la acusaran de corrupción o de vínculos con cárteles, ni siquiera en chismes”, recuerda Nancy Guasco, una bióloga del DF que asistió al funeral. Guasco conocía a Mota desde que ambas dieron sus primeros pasos en el mundo de la política, en las filas del PRD.

El gobernador de Morelos, Graco Ramírez, se ha apresurado a proclamar que el asesinato es un desafío a su propio mandato, un mandato que considera exitoso y que, según él, ha combatido a muchos de los criminales que operan en el estado. Morelos tiene menos de dos millones de habitantes; sin embargo, solo el año pasado fueron asesinadas 1.000 personas.

Según Ramírez, los cárteles quieren impedir el plan impulsado por su administración de desmantelar a la policía municipal y reemplazarla por efectivos de la policía nacional.

“Es un golpe directo en contra de nosotros y contra una mujer valiente y entrañable”, declaró en una entrevista emitida ayer en Radio Fórmula.

“Hay presión en contra de los presidentes municipales en nuestro estado, hay otros que también tienen miedo ya que a algunos los han sacado de sus casas a la mitad de la noche para intimidarlos y amenazarlos”.

Ramírez tachó a Mota de “descuidada” por haber prescindido de sus guardaespaldas, aunque asegura que el principal motivo de su asesinato es lo mucho que se identificaba con las políticas que el mismo Ramírez habría abanderado.

El gobernador ha añadido también que distintas organizaciones criminales controlan varias ciudades del estado. En Temixco la pandilla dominante es la de Los Rojos. Según Ramírez los servicios de inteligencia del estado habrían identificado a “una célula muy agresiva” de Los Rojos como responsable del asesinato.

Temixco se encuentra al sur de la capital del estado, la ciudad de Cuernavaca, donde el crimen organizado está en manos de la pandilla de los Guerreros Unidos, proverbialmente enemistada con Los Rojos. Se sabe que ambas bandas están inmiscuidas en una guerra territorial por el control de las suculentas actividades criminales en la zona, donde abundan los secuestros, la extorsión y el tráfico de drogas.

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Las autoridades locales mexicanas han sido tradicionalmente muy vulnerables ante la presión de las organizaciones criminales, que luchan por encontrar garantías de protección y de expansión para sus imperios. La policía es parte de la trama, un papel que asume sin pestañear a cambio de plata o de plomo. Aceptar las ofertas de los cárteles significa una buena oportunidad para enriquecerse a unas fuerzas de seguridad cuyos sueldos son irrisorios. Además, rechazar las ofertas de los narcotraficantes es, a menudo, una sentencia de muerte.

Según Edgardo Buscaglia, académico en la universidad de Columbia que ha investigado en profundidad la lucha por el narcotráfico en México a lo largo de la última década, más de la mitad de los ayuntamientos del país están efectivamente controlados por organizaciones criminales.

El caso más flagrante es el de la ciudad de Iguala, situada solo algunos kilómetros por encima de la frontera de Morelos, en el estado de Guerrero, donde también operan miembros de las mismas pandillas. De hecho, se sospecha que el clan de los Guerreros Unidos estaría detrás de la desaparición de los 43 estudiantes de magisterio en Iguala, en setiembre de 2014.

“En México, las autoridades municipales son un objetivo fácil”, explica ante VICE News Alejandro Hope, experto en seguridad asentado en Ciudad de México. “Los grupos criminales acostumbran a obligar a los alcaldes a nombrar a los funcionarios de las fuerzas de seguridad pública, para así seguir dedicándose a sus actividades sin ser molestados”.

“Además, para estos grupos resulta igualmente beneficioso el acceso a la información sobre la propiedad y el pago de impuestos”, añade. “Gracias a la buena red de informadores de la que disponen en los ayuntamientos, pueden luego elegir a las víctimas de sus secuestros y extorsiones con gran efectividad”.

Durante la campaña electoral celebrada el año pasado, Mota prometió a sus votantes que rechazaría cualquier pacto con el crimen organizado, y que limpiaría Temixco de criminales. “Es posible que hubiese sido una alcaldesa inconveniente”, señala Hope.

Mientras tanto, el afligido y huérfano ayuntamiento de Temxico ha declarado tres días de duelo oficial, mientras la ciudad trata de superar el asesinato de su líder.

“No sabemos por qué pasó esto. Francamente esta tragedia nos ha dejado sin esperanza, preguntándonos lo que vendrá en el futuro para nuestra ciudad”.

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