Tecnología

El Everest se ha convertido en una trampa mortal cubierta de basura

Las consecuencias de la crisis medioambiental y la masificación se están haciendo notar en el Everest, con unas condiciones climáticas cada vez más impredecibles y montones de basura, desperdicios y cadáveres.
MA
traducido por Mario Abad
Mount Everest Is a Poo-Covered Death Trap, So Climbers Are Speedrunning It
Image: Westend61/Getty Images

Roxanne Vogel coronó la cumbre del Everest el 22 de mayo de 2019, 11 días después de volar al Tíbet desde su casa, en California. Su viaje de ida y vuelta de dos semanas ha sido el más rápido de la historia, aunque la nutricionista de 33 años había estado preparándose para el ascenso durante años.

Además de seguir un entrenamiento y una dieta, Vogel pasó varios meses durmiendo y trabajando en cámaras hipobáricas. Durante el ascenso, iba equipada con ropa especial que registraba sus constantes vitales y otros parámetros. Estas tecnologías fueron, en gran medida, las que permitieron a Vogel llevar a cabo su hazaña en tan poco tiempo.

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La montaña más alta del mundo ha dejado huella en generaciones de alpinistas: “Todo el mundo lleva un pedacito del Everest en su corazón”, dice Suze Kelly, gerente general de la empresa de alpinismo Adventure Consultants.



Con el paso de los años, las hordas de alpinistas (y personas en general) también han ido dejando huella en la montaña. El cambio climático provocado por el hombre está acelerando el deshielo del Everest, haciendo que resurjan la basura y los cadáveres acumulados durante décadas y causando tal inestabilidad en los fenómenos climatológicos que resulta cada vez más complicado predecirlos.

Todas estas condiciones incrementan el riesgo de ascender por la montaña, por lo que los alpinistas han empezado a recurrir a nuevas tecnologías para tratar de reducir dichos riesgos, así como la duración de las expediciones y la huella medioambiental. Sin embargo, mucha gente se pregunta si estas tecnologías bastarán para mejorar las condiciones del Everest o serán solo un parche temporal.

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Al igual que Vogel, las primeras personas que llegaron a la cima del Everest se sirvieron de la tecnología más puntera de la época. Para el ascenso que realizaron en 1953, Tenzing Norgay y sir Edmund Hillary portaron voluminosas botellas de oxígeno que pesaban más de 5 kg. Les costó semanas aclimatarse, y un corredor se encargaba de hacer llegar las noticias al campamento base desde la cima.

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En la actualidad, el ascenso del Everest es un proceso en el que intervienen toda una serie de dispositivos y condiciones tecnológicas cambiantes. Los expertos señalan dos tendencias en concreto que parecen haber cobrado más fuerza recientemente: los métodos de preaclimatación y la biomonitorización en tiempo real mediante el uso de instrumentos que registran las constantes vitales de los alpinistas.

La seguridad es el objetivo prioritario, pero estos dispositivos también tienen sus desventajas.

“Estas tecnologías mejoran la seguridad del montañero; sin embargo, lo barato que resulta viajar hoy al Everest y esta percepción de que es fácil escalarlo hacen que el peligro aumente”, dijo el fundador de Alpenglow Expeditions, Adrian Ballinger, quien acumula ya 12 temporadas organizando expediciones.

El mismo día en que Vogel alcanzaba la cumbre tras su ascenso por la cara tibetana de la montaña, el montañero nepalí Nirmal Purja tomó la famosa fotografía en la que aparecía una cola de alpinistas en el lado nepalí que reflejaba a la perfección la peligrosa masificación del Everest durante ese año. Las largas colas y la estrecha ventana de tiempo para el descenso dejaron a los alpinistas atrapados más expuestos a los estragos de la elevada altitud en el cuerpo y se saldaron con varias muertes.

Pese a los avances de la tecnología, los riesgos de ascender el Everest siguen siendo los mismos. El viento y las temperaturas bajo cero pueden provocar hipotermia y congelación, y, por encima de la cota de los 4000 metros, los bajos niveles de oxígeno pueden causar dos enfermedades inusuales pero potencialmente mortales: el edema cerebral de gran altitud (ECGA) y el edema pulmonar de gran altitud (EPGA). Eduardo Garrida, investigador de la Universidad de Barcelona y autor de un artículo de 2019 sobre el riesgo de mortalidad en el Everest, dijo en un email que el mal agudo de montaña o los edemas pueden incluso darse a altitudes bajas si el alpinista no se ha aclimatado debidamente.

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El entrenamiento en entornos hipobáricos simulados, una técnica utilizada por profesionales desde hace décadas, ha empezado a popularizarse recientemente entre los alpinistas que pretenden escalar el Everest. Ballinger dice que Alpenglow ha usado la técnica desde 2012, y otras empresas se han sumado en los últimos años.

Las tecnologías de preaclimatación simulan entornos de altitud elevada bombeando aire con poco oxígeno en un espacio cerrado. Como preparación para su ascenso relámpago, Vogel dormía en una tienda hipobárica y pasaba parte de su jornada laboral en una cámara similar, ambas fabricadas por Hypoxico Altitude Training Systems.

A diferencia de las condiciones que se dan en el Everest, las cámaras de entrenamiento en altura de Hypoxico mantienen una presión atmosférica normal pero reducen la cantidad de oxígeno para provocar los mismos cambios psicológicos que experimentan los alpinistas durante la aclimatación. El director general de Hypoxico, Brian Oestrike, señaló que el proceso de preaclimatación incrementa el recuento de glóbulos rojos del mismo modo que ocurre en la aclimatación en montaña.

Gracias a la preaclimatación, Vogel pudo empezar el primer día a 17 000 pies (unos 5180 metros), una altitud a la que, por lo general, los alpinistas deben aclimatarse durante semanas.

“Ha habido bastantes casos de gente que ha ascendido demasiado rápido pensando que se habían adaptado correctamente"

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“En lugar de pasarme varios meses expuesta a gérmenes y a las inclemencias del tiempo, basta con 30 días o menos. Estoy segura de que esto mejorará mucho la seguridad de la gente y contribuirá a descongestionar la montaña”, dijo Vogel.

Sin embargo, la relativa falta de investigación de esta técnica deja varias incógnitas sin resolver. Según Garrido, no existe un método perfecto de aclimatación artificial; además, es un proceso que requiere tiempo y supone un gasto adicional al del alquiler o la compra del equipo necesario.

Asimismo, la preaclimatación puede dar a los alpinistas una falsa sensación de seguridad, según Kelly. “Ha habido bastantes casos de gente que ha ascendido demasiado rápido pensando que se habían adaptado correctamente mediante preaclimatación”, dijo.

Incluso los defensores de esta tecnología coinciden en que requiere más investigación.

“No se ha hecho un estudio a gran escala con controles científicos de las personas que usan estas tiendas a gran altitud”, señaló Ballinger. “Los detractores te dirán que no hay respaldo científico y me parece un argumento muy válido”.

La biomonitorización también tiene sus inconvenientes. Para su ascenso, Vogel utilizó el Astroskin, un traje de biomonitorización diseñado por la empresa Hexoskin para la Agencia Espacial Canadiense. El traje medía la presión sanguínea, la temperatura de la piel, el ritmo cardiaco, la respiración y los niveles de saturación de oxígeno, datos que Vogel quería registrar para investigar los efectos que tienen en el cuerpo los entornos con altitud elevada y bajo nivel de oxígeno. La información puede resultar de gran utilidad después del ascenso, aunque en la montaña, disponer de “demasiados datos” puede ser problemático.

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“Disponer de datos es maravilloso porque estás informada de todo, pero también te hace dudar si no te gusta los resultados que arrojan las mediciones”, dijo Vogel. “A veces los números se vuelven un poco locos” en altitudes extremas, añadió.

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A medida que avanzan las tecnologías de escalada, el propio monte Everest está cambiando debido a la crisis medioambiental. En un informe reciente, se predijo que, para el año 2100, dos tercios de los glaciares del Himalaya se habrían derretido si las emisiones de gases de efecto invernadero continuaban al ritmo actual.

Kelly señaló que el retroceso de los glaciares es patente en la montaña: pasos que hace 30 años estaban cubiertos de nieve hoy tienen un aspecto totalmente distinto. Esto ha afectado de forma directa a las rutas que toman los alpinistas para llegar a la cumbre. El deshielo de los glaciares puede provocar también desastres naturales: un estudio de 2017 reveló que varios de estos glaciares en retroceso están formando “ lagos asesinos” que podrían llegar a atravesar presas inestables y provocar inundaciones.

“No tienen suficientes recursos para llevarse nada de vuelta de la montaña, así que lo que suelen hacer es quitar el logo de sus tiendas y abandonarlas”

Otra de las preocupaciones es el volumen de basura, que ha ido incrementando en los últimos años con la llegada de las empresas de alpinismo de bajo coste, dijo Kelly.

“Lo que ha proliferado últimamente son los proveedores baratos”, añadió. “No tienen suficientes recursos para llevarse nada de vuelta de la montaña, así que lo que suelen hacer es quitar el logo de sus tiendas y abandonarlas”.

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Vogel ascendió por la cara norte del Everest, pero ha oído hablar a otros alpinistas de las condiciones de la sur, más popular.

“Es una locura y hay cada vez más basura”, dijo, y añadió que un aumento de las tasas de los permisos de ascenso en ambas vertientes ayudaría a los equipos de limpieza en los niveles más bajos del monte.

Una de esas empresas es el Comité de Control de la Contaminación del Sagarmatha, una ONG local establecida en 1991 a raíz de la preocupación de los habitantes de la región de Khumbu por la falta de unas normas concretas que regularan la gestión de los residuos generados por los turistas. Kelly aseguró que gracias a la labor de estas organizaciones y las autoridades, la montaña está limpia de residuos hasta el campamento base sur, un destino muy popular para alpinistas y turistas. Pero los problemas surgen cuanto más se asciende.

“Depende de cada operador que se mantengan las condiciones de salubridad allí arriba”, dijo.

“Se ha producido un empeoramiento en lo que respecta a la experiencia en general y el cuidado de la montaña"

Un aumento del número de ascensos solo empeoraría la situación, según Ballinger. En general, el número de alpinistas ha ido en aumento cada año, y en 2018 el total de intentos de coronar la cumbre ascendía a 24 000. Ballinger cree que la cifra seguirá en aumento, sobre todo a juzgar por la intención de la propia junta de turismo de Nepal, en cuyo programa de “Visión del Turismo para 2020” aseguran que su objetivo es atraer 2 millones de turistas internacionales al país.

Si bien prácticas como la preaclimatación podrían ser beneficiosas tanto para los alpinistas como para la montaña, se trata de tecnología costosa y que está distribuida de forma muy poco equitativa. Las empresas de guías que ya escatiman gastos en detrimento del monte no van a invertir en técnicas de preaclimatación para acortar el periodo de ascenso, señalaba Ballinger.

“Se ha producido un empeoramiento en lo que respecta a la experiencia en general y el cuidado de la montaña y, al mismo tiempo, nuestro equipo disfruta más y corre menos riesgos durante los ascensos”, dijo.

Según Ballinger, ha de ocurrir una de dos cosas para que estos problemas no vayan a más: que las empresas de guías encuentren un modo de autorregularse o que el Gobierno del Nepal tome medidas que hasta ahora no ha tomado.

“Hasta que eso pase, creo que los problemas en la cara nepalí irán a peor”, concluyó.