Salud Mental

Sufro un TOC que me hace obsesionarme con que soy lesbiana y no quiero a mi novio

El TOC homosexual y el TOC relacional hacen que constantemente te plantees tu sexualidad y tus relaciones afectivas aunque no haya ningún motivo real.
TOC homosexual relaciones
Ilustración por Adrián Calvo Vázquez

Son las doce de la noche y llevo una hora retrasando el momento de irme a dormir porque sé que hoy también me va a costar. Los pensamientos intrusos empezaron otra vez esta mañana y llevan acompañándome todo el día. He intentado ignorarlos pero han conseguido instalarse en mi cabeza y, ahora, la ansiedad está pudiendo conmigo. “No quieres a tu pareja”, me susurran al oído. “Será que te molan las tías”, agregan.

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Quiero a mi pareja y no me molan las tías, pero a mi cerebro se le han cruzado los cables y ya no distingue la realidad de la ficción.

Mi psicóloga me diagnosticó hace seis meses con Transtorno Obsesivo Compulsivo Puro (TOC Puro). La web intrusivethoughts.org, especializada en las enfermedades derivadas de los pensamientos obsesivos, lo define como “un tipo de TOC donde el paciente practica compulsiones que pasan desapercibidas. En vez de combatir sus pensamientos intrusos con rituales visibles como lavarse las manos o contar, practican rituales mentales y repetitivos para minimizar el estrés”. El TOC puro puede manifestarse de diferentes maneras.



Dos de ellas son el TOC de amores, que consiste en pensar obsesivamente que no se quiere a pareja, o el TOC homosexual, donde el paciente se cuestiona continuamente su sexualidad. Otros subtipos de TOC son el pedófilo (creer que los niños pueden producir excitación sexual) o el de hacer daño (pensar que uno se quiere autolesionar o atacar a alguien).

Tal y como indica Axel Rozen, psicólogo especialista en tratamiento de TOC, la cuestión no es que el paciente se obsesione con ser homosexual o no querer a su pareja, sino que tiende a obsesionarse en general. Ambos TOCs son solo dos de las muchas manifestaciones de esa obsesión.

"Antes de conseguir dormirme a las 4 AM ya habré decidido tres veces que tengo que dejar a mi novio, cuatro que no lo tengo que dejar"

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Mis rituales consisten en librar una batalla interna conmigo misma. “No lo amas”. “No es cierto, me hace sentir muy bien”. “No sientes las mariposas”. “¿Te acuerdas de cuando fuiste a esa discoteca de ambiente y una chica intentó ligar contigo? En realidad, te gustó”. “No es cierto, no me apetecía nada seguirle el rollo”. El bucle puede seguir así horas y horas en las que mi amígdala se vuelve loca y no para de lanzarme señales de peligro.

Antes de conseguir dormirme a las 4 AM ya habré decidido tres veces que tengo que dejar a mi novio, cuatro que no lo tengo que dejar, cinco que tengo que experimentar con mujeres y ocho que conozco perfectamente mi sexualidad y no hace falta que experimente con nada.

En definitiva, soy como un perro royendo un hueso una y otra y otra vez, incluso aunque se esté astillando y se me esté clavando en las encías.

¿Son sólo pensamientos o es la realidad? El Dr. Steven J. Phillipson, del Centro de Psicoterapia Cognitivo-Conductual de Nueva York, explica en su artículo I think it Moved que “la variable que puede ayudar a determinar la diferencia entre un conflicto legítimo (es decir, una confusión de relación u orientación) y el tormento de un paciente con TOC, es la ansiedad experimentada por el paciente para obtener una resolución inmediata, definitiva y concluyente del problema”.

Una persona que sufre TOC experimentará una ansiedad muchísimo mayor ante preguntas que, para una persona sin este trastorno, pueden ir y venir sin mayor importancia. Además, se estrujará el cerebro para encontrar una respuesta concluyente a su dilema, sin encontrarla jamás y sintiéndose cada vez más débil mentalmente.

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"Pasé un año entero sufriendo una ansiedad terrible porque estaba segura de que vivía en una negación constante"

Axel comenta que “todas las personas que sufren este trastorno son perfeccionistas”. Los pensamientos obsesivos atacan el ideal de estilo de vida que una persona se había marcado. La psicóloga Amanda Petrik cree que “si un individuo valora mucho su relación y esa es su prioridad número uno, el TOC tiende a causar más dudas allí”. El TOC de amores y el homosexual son cómplices perfectos para sabotear una relación de pareja.

En mi caso, desde pequeña fui una romántica empedernida que fantaseaba con casarse con el Clark Kent de Smallville. Así que mi TOC me hace dudar precisamente de aquella fantasía infantil hecha realidad. Y no, no es homofobia: no tiene nada que ver con el miedo a ser homosexual, sino a serlo y no saberlo.

Por este motivo, antes de ir al psicólogo, estuve un año entero sufriendo una ansiedad terrible porque estaba segura de que vivía en una negación constante. Dudaba de mi propia identidad.

Como he dicho antes, no distinguía los pensamientos de la realidad. Alcancé mi pico de ansiedad cuando mi madre intentó convencerme de que dejara a mi chico. Me presionó tanto que estuve a punto de tener un ataque de pánico. Fue como si me arrastrara hasta un acantilado y me animara a saltar.

La familia y los amigos del paciente que sufre TOC pueden ser un gran apoyo para este, pero si se desconoce el padecimiento, lo más seguro es que lo aconsejen mal. Una de las manifestaciones del TOC consiste en buscar reafirmación constante de los demás. “A mis pacientes no suelo aconsejarles que se lo cuenten a sus seres queridos”, explica Axel. “Cien de los casos de los 300 que he tratado se lo contaron a las parejas. En el 97% de ellos, las parejas fueron muy condescendientes y no le dieron importancia, pero en el 3% restante, sus parejas directamente terminaron la relación amorosa”.

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Después del episodio con mi madre dije: ¡basta! Cogí los cincuenta euros que me quedaban en mi cuenta de millenial desempleada y me fui a hacer terapia. Cuando mi psicóloga le puso nombre a lo que me pasaba, para mí fue como si bajara Dios y me diera un besito en la frente.

“Vamos a repasar todos los momentos en los que les miraste las tetas a tus amigas, venga”

Desde entonces, he dado los pasos necesarios para tomar el control de la situación. El tratamiento ha consistido en una terapia de exposición, es decir, enfrentar aquellas situaciones que me producen ansiedad y derivan en “pensar mucho”. Según Amanda, “el tratamiento de exposición puede combinarse con medicación”, aunque yo no la he usado. Axel asegura, sin embargo, que la terapia de exposición no funciona si no se ataca el fondo del problema, que es la tendencia de una persona a obsesionarse. “Es como bajarle la fiebre a alguien con apendicitis pero no extirparle el apéndice”, razona.

A mí, por el momento, me ha funcionado. El tratamiento de exposición es solo mental. Podría pensarse que la solución es, por ejemplo, bajarme Tinder y quedar con una chica. El Dr. Phillipson difiere: “en algunos casos raros, las personas que sufren TOC se han involucrado en un comportamiento homosexual para encontrar una solución para su búsqueda. Estas personas piensan que si hallan el encuentro estimulante, entonces son homosexuales. Por otro lado, si el encuentro los apaga, sienten que pueden estar seguros de que son heterosexuales. Desafortunadamente, incluso actos desesperados como este solo proporcionan más preguntas”.

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Así que esto es lo que hago: me fuerzo a observar a chicas guapas por la calle y preguntarme si las besaría o no, a ver porno lésbico, a mirar comedias románticas donde el ideal de amor es inalcanzable para intentar no realizar la compulsión de compararlo con mi propia relación. Invito a la ansiedad de vez en cuando y la observo desde fuera sin entrar a razonar con ella. Después de medio año, he descubierto que el mejor truco es aceptar la incertidumbre. Aceptar que no puedo tener respuestas para todo. Paradójicamente, ha funcionado.

Ahora, mi amígdala no manda continuas señales de alerta, así que no estoy en un estado perpetuo de ansiedad. Pero, a veces, vuelve durante algunos días. Extrañamente, he notado que lo hace justo una semana antes de que me venga la regla. Cuando le trasladé esta curiosidad a Amanda, no supo qué decirme. “El TOC puede verse exacerbado por el estrés y otras ansiedades, por lo que, definitivamente, es una posibilidad”, dijo. Axel aceptó que no era una situación de causa y efecto, pero que “el ciclo hormonal altera de manera diferente a cada mujer y sus emociones y puede activar las obsesiones”.

En cualquier caso, ya no llevo el peso del TOC sobre mis hombros, sino que lo siento en una silla a mi lado. Desde su silla intenta llamar mi atención: “vamos a repasar todos los momentos en los que les miraste las tetas a tus amigas, venga”. No le hago caso. Después de un rato, se aburre y se va. Es como un niño malcriado, pero yo he encontrado la manera de educarlo.

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