Música

Maluma es el compositor del año y los premios no significan nada

Maluma

Voy a ser breve. Maluma, uno de los artistas más apetecidos por la industria, más querido por los fans y con cada vez más proyección a nivel mundial, ganó en la noche del 6 de marzo, en la edición número 27 de los premios Ascap, el galardón a “Compositor del año”.

El reconocimiento lo otorgó la American Society of Composers, Authors and Publishers o Sociedad Americana de Compositores, Autores y Editores, cuya misión es, en sus palabras, “licenciar, promover la música de sus miembros y las filiales extranjeras, obtener una indemnización equitativa por la ejecución pública de sus obras y la distribución de las regalías que recauda en base a esas actuaciones”. Básicamente, proteger los derechos de autor de sus miembros, que suman más de 500.000 y pertenecen a todo tipo de música.

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Más allá de criticar la noticia desde el ángulo fácil que supone un producto como el reggaetón y un cantante como Maluma, no tienen valor simplemente por ser eso, un cantante dentro de un género casi siempre menospreciado, el punto aquí de fondo es que la cantidad de premios no hacen a un artista y debemos empezar a entender eso.

Creo, y con el reconocimiento de ASCAP a Maluma reafirmo, que la mayoría de premios no significan nada, o, por lo menos, nada más allá de una industria aplaudiéndose a sí misma y, ojalá, celebrando aquellos artistas que más cifras hayan acumulado. Esto no necesariamente los hace más talentosos o musicalmente más virtuosos. En los últimos cinco años, esta misma asociación le entregó el mismo reconocimiento de “compositor del año” a Romeo Santos en 2014, Claudia Brant y (otra vez) Romeo Santos en 2015 y en 2016, y Daddy Yankee en 2017, cinco años durante los cuales, solo por poner un ejemplo, Jorge Drexler, que es compositor (soy más claro: alguien que compone palabra por palabra todos los versos de sus canciones), publicó Bailar en la Cueva (2014) y Telefonía (2017), dos obras que esconden en su interior un trabajo de composición que raya en la genialidad, con componentes que retratan desde lo histórico y antropológico de la sociedad latinoamericana, hasta lo efímero de las relaciones en tiempos del amor líquido. Sin embargo, para la sociedad que, se supone, reconoce estas obras, el valor más grande está en lo mainstream, lo que a nivel de industria importa y pesa más ––y con pesa, me refiero a vende––.

Sin embargo, esta ausencia de premios no le resta a Jorge Drexler nada en su talento o relevancia, como tampoco dejan de tener legitimidad musical Queen, Bob Marley, The Who, Björk o Jimi Hendrix por el hecho de nunca haber ganado un Grammy. O a cientos más de artistas, el hecho de no pertenecer al Hall de la Fama del Rock & Roll.

Por todo esto son vacuos, para mí, todo tipo de reconocimientos, al menos en la música.

Dentro de las canciones que le dieron a Maluma el reconocimiento como “compositor del año” se encuentran “Clandestino”, “Amigos con derechos”, “Corazón”, “El préstamo” y “Mala mía”. Cinco canciones. En algunas, hay tres compositores por canción. En otras, seis.

Sin embargo, contrario a lo que pasa en otras categorías, el reconocimiento se lo llevó él solo.

Bueno, pues ya sean Congos de Oro, ASCAP, Latin Grammys, premios Shock, Premios lo Nuestro, Premios Billboard, o sea cual sea su nombre, lo que creo es que los premios no son más que la validación de la industria a sus figuras y, por lo tanto, deberíamos dejar de atender a eso, o utilizarlo como argumento por la cantidad que tenga uno y no tenga el otro, porque al final, eso y nada son lo mismo. El valor y el reconocimiento lo debemos dar nosotros a los artistas. Ojalá de una manera cada vez más inteligente, que sepa valorar lo que hay en la música, sin que interfiera la industria, como siempre, embutiéndonos sus hits prefabricados.

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