Analizamos el peor mejor discurso de Rajoy hasta la fecha

Tras las elecciones del 26-J el PP ha salido reforzado, mejorando los resultados de las elecciones de diciembre y manteniéndose como primera fuerza política más votada, con 137 escaños en el Congreso. El “sorpasso” se desintegra y la unión entre Podemos e IU no obtiene los resultados deseados, siendo mucho mejores los que obtuvieron ambas fuerzas políticas por separado en las elecciones de diciembre. Los peores resultados se los ha llevado Ciudadanos, perdiendo ocho diputados en comparación con las pasadas elecciones.

Pero esto ya no importa; España es azul y ayer Rajoy le regaló su mejor discurso hasta la fecha.

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Entre balbuceos constantes, dudas, asombro por los resultados y un absoluto temor por tener que seguir al pie del cañón unos años más, el líder del Partido Popular hizo un ejercicio discursivo más cercano a ese entrañable momento de Alfredo Landa en los Goya que no a lo que debería ser el parlamento del líder del partido más votado.

Lo más sorprendente es sin duda la falta de contenido, son diecisiete minutos de absoluta nada.

Estamos delante de la obra magna de Rajoy, este ha sido sin duda su Guernica de Pablo Picasso, su Mural de Jackson Pollock, la creación definitiva, el acto artístico que cierra el círculo de lo que ha sido, es y será Rajoy.

Ayer presenciamos un perfecto ejercicio estético, ausente de mensaje; un malabarismo brutal que exprimía el cerebro crítico de los espectadores y les exigía un esfuerzo más allá de la simple observación rutinaria.

Lo de ayer fue absolutamente vanguardista, una obra que no hubiera sorprendido a nadie si hubiera venido firmada por John Cage.

Pobres de nosotros, muchos confundimos la genialidad con la falta de originalidad o incluso la locura. Actualmente Rajoy se debe sentir como Miró se sentía cada vez que una señora miraba uno de sus cuadros y exclamaba eso de “estos garabatos los podría haber hecho un niño”.

El hecho de que alguien tenga el valor suficiente de salir allí fuera (a España) y esculpir un discurso de esta índole es impensable, y ahí está precisamente la audacia y el riego de Rajoy.

Lo único de lo que se habla durante estos diecisiete minutos es del mismo discurso, se trata de un pequeño desliz metalingüístico dentro del mitin, cuando Rajoy exclama con extrema seguridad (la única que demostrará a lo largo de la noche) eso de “este es el discurso más difícil de mi vida”. Cuando no tienes nada que decir, lo mejor es hablar sobre que no tienes nada que decir.

Aquí os dejamos unas joyas, ya eternas, del discurso de la noche pasada.

“Pero, quiero, solamente quiero deciros dos cosas: la primera, dirigida a mi partido, al Partido Popular, y luego quiero decirle algunas cosas a muchos españoles que evidentemente toman las decisiones que quieren, como es natural, con perfecto derecho”.

“Pero yo tengo que decir que me siento enormemente orgulloso de este partido que en los momentos más difíciles… No… No ha sido esta, como sabéis, una etapa fácil, dicho de otra forma, ha sido una etapa muy difícil”.

“Bueno, bueno… Yo tengo que darles las gracias a todos. Y, desde luego, a todos lo que me acompañan aquí. No puedo citarlos… Solo voy a citar a mi mujer…”.

“Pero, pero, eh, muchas gracias, oye, muchas gracias a todos”.

“Pues sí, nosotros, este partido, este partido, somos españoles y a mucha honra y con mucho orgullo”.

“Me dicen aquí que recuerde que hemos ganado las elecciones. Bien, oye, hemos ganado, oye, es verdad”.

“Bueno, amigas y amigos… Bueno, amigos y amigas, a partir de mañana tendremos que empezar a hablar con todo el mundo y lo haremos. ¡Viva España! ¡Viva!”.

“Muchas gracias”.

Lo absurdo se apodera de nuevo de una España ansiosa de más pantomimas y escándalos.

El discurso desapasionado e incongruente de Rajoy es la metáfora perfecta de un país que vende humo constantemente y que se autolesiona sin que le preocupen lo más mínimo las consecuencias.

Cuando la forma llama tanto la atención porque está trazada con unas líneas rugosas y profundamente incómodas que generan un vacío vertiginoso es cuando tenemos que plantearnos si es posible que esta sea, en sí misma, el mensaje.

Esto no es gratuito, este no es el discurso de alguien que no sabe calibrar bien lo que dice; esto es el temible aviso de que las cosas pueden ir, sin ningún tipo de duda, mucho peor. Es un discurso grotesco para describir la España que vendrá, algo que tiene todo el sentido del mundo.