Recuerdo la primera vez que obtuve un disco mediante un netlabel; eran los tiempos de apogeo de las plataformas de descarga digital (como soulseek) las cuales no sólo permitían ―armados de paciencia y de una conexión sólida a internet― hacerte de tus discos favoritos sin tener que pagar un centavo, sino que fomentaban la creación de circuitos de retroalimentación. Los netlabels eran algo totalmente distinto, ya que se movían dentro de sectores mucho más subterráneos; sugerían enigma, y las posibilidades estaban supeditadas ―en la mayoría de sus casos― al azar. Aunque no en un sentido de contenido sonoro, sino en el hecho de tener poca o nula noción del producto en cuestiones de calidad. Éstos también le brindaron la oportunidad de poder concretar sus ideas a todos aquellos que de una u otra manera querían ser parte de la industria de la música, pero que no tenían ni los medios, ni el tiempo, ni las influencias para embarcarse en un proyecto con probabilidades reales de éxito.
Además de hacer a un lado las cadenas de lo físico, los netlabels abrieron un amplio espectro de posibilidades que nos transmitía acercamientos a terrenos que para muchos eran completamente desconocidos. Fueron un parteaguas en todos sentidos, al contribuir en el enriquecimiento de la cultura musical en el país, así como en el desarrollo del talento emergente que quería desesperadamente mostrar lo que podía hacer.
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El concepto de sello discográfico ha cambiado bastante desde su concepción primigenia, llegando al punto de obtener mayor versatilidad de difusión, de manera intangible; virtual. Aunque esto no supone la pérdida irremediable del hábito de coleccionar discos ―en cualquiera de sus formatos―. Ese misticismo probablemente nunca se deje de lado, puesto que el consumo musical ofrece diversos vehículos para atar lazos emocionales, sea de manera objetal o como un simple ente invisible.
Los netlabels surgen como respuesta ante una sociedad de consumo incipiente que, de un lado, pretendía aprovechar este paradigma en la distribución como un nicho viable y mucho más eficiente en los mercados emergentes de la música, y del otro, llegar a una manera instantánea para descubrir nuevas posibilidades sonoras dentro de diversos ámbitos.
Generalmente son vistos como un espacio limitado a posibilidades electrónicas, aunque al paso del tiempo, además de la constante exploración en aras de nuevas corrientes musicales, se ha marcado una senda para congregar opciones de toda suerte; de lo instrumental a lo electrónico; desde las propuestas más experimentales, hasta las más dinámicas, pasando por opciones que rompen completamente con estas tesituras, como el dub, el funk, el pop, el new wave, y tantos otros.
Primeros pasos
Fue durante la época en que empecé a interesarme por la electrónica experimental, probablemente a finales del 2007, cuando conocí por primera vez algunos netlabels mexicanos; Static Discos, Konfort Records o Filtro, fueron escuelas determinantes en mi educación musical; proyectos considerados como algunos de los primeros bastiones sólidos sobre los cuales se cernía una nueva oleada de productores que a la postre cimentaron, desde su trinchera, los cambios que se venían en la cultura electrónica del país.
También hubieron otros netlabels en México que fueron fundamentales en el transcurrir creativo del suelo nacional, aunque, por limitaciones sociales y culturales, algunos hayan hecho mucho más eco en otras latitudes. Mandorla fue el fiel ejemplo de un proyecto pionero en este fenómeno musical y que además logró la consecución de un precedente en los terrenos de la música ambient y la improvisación; hecho que dio cuenta de que eran, también, una parte de lo que estaba sucediendo en la ciudad en términos de expresión artística.
Tanto Abolipop como Static Discos son considerados piedras angulares que nutrieron a una escena que parecía trascender más allá de la vida nocturna, con una amplia gama de artistas que posteriormente darían de qué hablar en el extranjero gracias a una extensa variedad de posibilidades sonoras. Ambos se mantienen a la fecha, sabiendo resistir las vicisitudes que conlleva mantener vigente un proyecto de dicha índole. No así Filtro, ahora congelado, pero uno de lo más enriquecedores; una plataforma que en sus dos años de historia obtuvo resultados bastante fructíferos, tanto por congregar un vasto acervo de discursos musicales, como por su impresionante éxito en cuanto a números.
Proyectos como éstos nos demuestran lo que es enfrentarse a la falta de infraestructura en el ámbito cultural para todas aquellas propuestas alternativas que se no se alinean dentro de los cánones establecidos. Este es uno de los principales obstáculos en los que reside la dificultad de crear y mantener un netlabel actualmente; sin embargo, esto no ha sido impedimento para que los netlabels se sigan viendo como una posibilidad eficiente en el presente.
En la actualidad, muchos netlabels han mutado a planos donde su papel rebasa la distribución y la difusión; algunos incluso han llegado a puntos impensados, haciendo incursiones hacia los lanzamientos físicos y la promoción y venta de sus artistas. Esto ha promovido una suerte de hermandad mucho mejor articulada, que se presta a la colaboración y al trabajo colectivo, fortaleciendo el crecimiento musical en sentido de creación e inspiración.
Lo cierto es que esto nos marca una pauta, donde paulatinamente se está haciendo a un lado el dominio de los monopolios en la industria musical. Probablemente en algunos años podamos ver como este poder recae en manos de quién hace la música, y de todos estas hermandades, haciendo se trascienda a un punto de naturalidad y simplicidad que nunca hemos visto.
En la Ciudad de México, la cultura del netlabel puede verse reflejada en varios proyectos que han contribuido de una u otra manera a la creciente escena electrónica, en aras de un mayor desarrollo; todo esto sin perder de vista sus particulares filosofías y orientaciones. Un buen ejemplo es Ensamble, que empezó haciendo fiestas que nos mostraron dos caras de una moneda, con una mezcla de productores consagrados nacionales e internacionales y de talentos en bruto, personajes emergentes que fueron ascendiendo rápidamente; posteriormente dieron el paso hacia netlabel, convirtiéndose entonces en un aparato mucho más sólido.
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En un plano un poco más alejado de la superficie, hay otras diqueras que también han sabido hacer acto de presencia, tales como Gold Frame, Sonido Inconsciente, IMPT, Éxtasis Records, y probablemente muchos otros que no menciono aquí pero que igualmente han aportado en este desarrollo.
Lo cierto es que, con miras hacia un futuro no tan lejano, hay que comprender que la decadencia de una industria discográfica que compite contra los frutos de las nuevas tecnologías —como lo son los servicios de streaming, por ejemplo— hace cada vez más probable que este aparato se vea sujeto a una necesaria evolución. Cambio que abarcará desde la estructura, hasta la filosofía de los mismos, abriendo las puertas para acoger muchas otras tendencias musicales, en pos de una mayor apertura y exposición; suceso que está en construcción y que ya se vislumbra en el horizonte.