Artículo publicado originalmente por VICE Estados Unidos.
Las máscaras y mascarillas se han convertido en parte de nuestra vida diaria desde que inició la pandemia de COVID-19. Sin embargo, estas prendas ahora omnipresentes que nos mantienen a salvo del virus, al cubrirnos la cara, también tienden a dificultar la expresión humana.
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Como respuesta a la urgente necesidad de que la expresión no se vea coartada en los períodos de opresión y violencia, la diseñadora Behnaz Farahi, radicada en Los Ángeles, creó una máscara “consciente” que aprende, se mueve y comunica con otras máscaras usando código morse. El proyecto imagina un futuro en el que nuestra ropa pueda sentir y responder a quienes nos rodean, e incluso ofrecer estrategias novedosas de resistencia.
A Farahi se le ocurrió la idea del proyecto el verano pasado mientras visitaba a su familia en Irán. Se sintió intrigada por el neqāb, una máscara tradicional que usan las mujeres bandari cerca del Golfo Pérsico.
“Me pregunté cómo podrían expresar sus emociones y si podrían expresar sus opiniones a través de una comunicación no verbal”, le dijo, en farsi, Farahi a VICE. “Todo comenzó allí”.
A través de microcontroladores y accionadores, el sistema de inteligencia artificial permite que los 18 ojos de la máscara parpadeen y aprendan unos de otros. Cada máscara también recopila información biométrica al hacer un registro de la apertura de los párpados del usuario en tiempo real. Mediante el aprendizaje automático, registra, analiza y aprende del movimiento de la máscara que tenga enfrente. Esta información controla la velocidad de los accionadores parpadeantes, lo cual genera frases en código morse con una serie de parpadeos. La otra máscara recibe las oraciones y responde, creando así un inquietante panorama de palabras no dichas.
Durante siglos, las mujeres del sur de Irán han usado el neqāb, que solo permite ver sus ojos. Los orígenes del neqāb no están claros, pero se dice que en algún momento del dominio colonial portugués, protegió a sus usuarias de las miradas recelosas de los amos de los esclavos. La máscara de Farahi subvierte el “guiño” del depredador sexual en un lenguaje tácito para proteger a las mujeres de los avances de los depredadores.
“Son el comienzo del desarrollo de la comunicación no verbal entre las máscaras y el cuerpo de quienes las portan”, dijo Farahi. Parte de esto está inspirado en un experimento de Facebook en el que dos robots de inteligencia artificial desarrollaron su propio lenguaje y obstaculizaron la capacidad de los investigadores para monitorear su comunicación. El proyecto también se inspira en las imágenes de un soldado estadounidense que a través del parpadeo transmitió la palabra “TORTURA”, usando código morse durante su cautiverio en Vietnam, y la historia de las mujeres que usaron palabras clave para denunciar abuso doméstico durante el confinamiento a causa del coronavirus.
Durante casi una década, Farahi ha utilizado la lente de la nueva tecnología para reinventar la ropa, combinando tecnologías sensoriales, como las interfaces cerebro-computadora, con la fabricación digital, como el diseño computacional y la impresión 3D. Para este proyecto, dice que está interesada en abordar las emociones y expresiones de quienes usan máscaras, en un momento en el que muchas de las micro y macro expresiones han quedado fuera de la comunicación diaria.
Debido a que comienzan a aprender del mismo texto fuente, Farahi dice que sus máscaras pueden desarrollar de manera colaborativa un nuevo idioma y, eventualmente, podrían comunicar cualquier cosa. Por ahora, recitan un extracto del texto psicoanalítico “¿Puede hablar el sujeto subalterno?” de la crítica feminista Gayatri Spivak. La pieza explora si los colonizados (subalternos) pueden tener voz frente a los opresores.
Aunque la mayoría de sus diseños son completamente funcionales, Farahi no tiene planes de producir ninguno de ellos en masa por el momento. “Estoy interesada en el papel crítico de la especulación en el diseño que permite la conversación y despierta la imaginación”, dijo Farahi. Esto es oportuno, pues los mismos países que han prohibido el neqāb ahora están adoptando las máscarillas, reavivando el debate sobre la discriminación, la opresión y la interseccionalidad del feminismo. “Gran parte del discurso feminista en este momento está influido por el pensamiento occidental, desde la perspectiva de la mujer eurocéntrica”, agregó Farahi. “Debería incluir a las personas de color, para que las feministas no blancas ni occidentales también puedan ser escuchadas”.
Farahi ve su trabajo como un vehículo para abordar problemas sociales y políticos, pero también cree que la pandemia actual ha allanado el camino para las tecnologías vestibles o ponibles [wearables], no como un lujo, sino como una forma de mejorar la inteligencia física, cognitiva y emocional.
“Imagina que tuvieras una pulsera que te tomara la temperatura y analizara el comportamiento de tu cuerpo para ver si tienes coronavirus”, dijo. “Incluso la existencia de este virus alguna vez se pensó como algo propio solo de un futuro distópico. Ahora, es nuestra realidad”.