Matt Ryan y el día que hizo que la desgracia de Michael Vick tocara fondo

“No todos pueden decir cuál fue el día específico en que tocaron fondo, pero para mí eso no es difícil. Fue el 26 de abril de 2008”, escribe Michael Vick. “El día que mi mamá cumplía años, y mi abuela tuvo un infarto. El mismo día que los Falcons reclutaron a Matt Ryan, mariscal de campo del Boston College. El día que perdí Atlanta”.

Michael Vick estaba en prisión. Cumplía una sentencia de dos años de cárcel acusado de participar en peleas de perros. Vick asegura que mientras estaba recluido tenía tres metas: salir de prisión sin problemas, volver a ver a su abuela, y recuperar su puesto como mariscal de campo de los Falcons de Atlanta.

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Hoy, a unos días del Super Bowl en que participarán sus Falcons, Vick ha escrito una carta dedicada a la ciudad de Atlanta para el portal The Players’ Tribune. En ella, Vick se desahoga de todo lo que vivió en prisión, explica que ha encontrado la paz mental, que no tiene mala relación con Matt Ryan, y que apoya como el primer día a los Falcons.

“Sabía que había perdido millones de dólares, que había perdido valor mi reputación, y cada día era un recordatorio de que también había perdido mi libertad”, recuerda Vick en su carta. “Pero en mi mente, desde la celda, al menos había una cosa que no había perdido: yo seguía siendo el mariscal de campo de los Falcons de Atlanta”.

Eso hasta el día en que Vick asegura que tocó fondo. El 26 de abril de 2008. Ese día, Vick había terminado una llamada con su madre, que cumplía años. Pero lejos de ser una llamada para celebrar, su madre le informó que su abuela había sufrido un infarto. Una de las tres metas que Vick se había fijado para salir de la cárcel peligraba.

Tras colgar la llamada, Vick se dirigió al area de la television donde estaba la transmission del Draft. En su camino, otro interno lo abordó.

“Hey Mike, ¿viste a quien escogieron los Falcons?”, Vick respondió que no. Que estaba en el teléfono. “Matt Ryan”.

“Mi corazón se detuvo”, asegura Vick en la carta. “Hice todo lo posible por verme casual… tratar de disimular un poco. ‘¿De verdad? ¡Qué bien!’, le respondí. Pero apenas tenía la energía para disimular. Mi corazón seguía colapsado. Matt Ryan”.

La noticia, dice Vick, fue una conmoción absoluta.

“Sé que a veces la gente dice que sintió como un golpe en el estómago cuando algo malo ocurre, pero nunca había entendido realmente esa expresión, hasta ese momento. Matt Ryan. Seguía repitiendo su nombre en mi cabeza, una y otra vez. Cada vez que pensaba en lo que eso significaba, me quedaba sin aliento. No podía evitarlo”.

Vick se dio cuenta en ese momento, que parecía haber perdido lo único que le quedaba.

“Antes de eso, no tenía mucho. No tenía mi dinero, o mi reputación, y lo peor de todo, no tenía mi libertad. Pero tenía una cosa. Tenía esas cinco palabras: Mike Vick, mariscal, Atlanta Falcons. Una vez que escuché Matt Ryan, ya tampoco tenía eso. Después de eso, sabía que todo había cambiado. Sabía que no regresaría, que no sería el titular con Atlanta, que no jugaría para Atlanta, ni siquiera viviría en Atlanta. Matt Ryan. Después de eso, sabía que todo había terminado”.

Vick reconoce que al principio sintió envidia de Matt Ryan, pero que con el paso del tiempo ese sentimiento ha cambiado, y hoy es amigo del mariscal de campo que ocupó su lugar en los Falcons.

Una de las grandes equivocaciones que se dicen sobre mí es que tengo mala relación con Matt Ryan. En realidad, Matt y yo tenemos una gran relación. En los últimos veranos, hemos ido al campo de Roddy White en Carolina del Sur, y nos hemos conocido más. Cuando estamos ahí, siempre encontramos algo de tiempo para salir a comer, Matt, Rody y yo. Y la pasamos muy bien. Y quizás compartimos una dos historias de futbol americano, pero no se trata de eso. La mayor parte del tiempo somos un par de tipos comiendo buena comida y contando chistes terribles. Es una buena amistad, y Matt es un tipo extremadamente bueno. Realmente bueno, chistoso, e inteligente”.

En realidad, Vick asegura que el éxito de Matt Ryan le ha traído paz mental.

“La gente debe entender algo: yo siento que fue mi culpa, que fue mi responsabilidad, que la franquicia de los Falcons retrocediera en su desarrollo. Y si Matt hubiera fracasado, mi culpa sobre el daño que le causé a la ciudad habría sido peor. Así que sí, soy humano. Me dolió cuando los Falcons seleccionaron a Matt. Y por un tiempo, seguro que envidiaba el puesto de Matt. Pero el hecho de que Matt haya tenido tanto éxito, ha sido una dicha para mí. He sentido alivio. Me ha traído paz mental”.

La carta de Michael Vick parece genuina, sincera. Es la historia de un tipo que en algún momento fue el más excitante mariscal de campo en la NFL, el primero en la historia en correr para 1,000 yardas. El que en el videojuego de Madden era un súper dotado. El que cometió la equivocación más grande de su vida. Y el que mientras cumplía su condena solo pudo cumplir uno de sus tres objetivos: salir sano de la cárcel. Su abuela falleció menos de un mes después, y perdió su puesto como mariscal de campo de los Falcons de Atlanta.

Los éxitos de uno pueden ser las desgracias de otros. Y Matt Ryan se covirtió, para Michael Vick, en el día en que su desgracia tocó fondo.