margenes eduardo casanova
Todas las imágenes © Eduardo Casanova
Fotos

Retratando la marginalidad entre sábanas de satén

'Márgenes' es el nuevo fotolibro de Eduardo Casanova y hemos hablado con él sobre su proceso creativo.

Durante un año, Eduardo Casanova recorrió poblados, albergues y barrios y calles por las que a veces evitamos pasar e invitó a algunas personas que los transitan a su cama. Allí, entre sus sábanas de satén rosa, fotografió a adictos a las drogas, prostitutas o esquizofrénicos.

De esa búsqueda y esas fotografías nace Márgenes: un ensayo artístico sobre el ser humano y la estética, un proyecto que se expondrá entre el 27 y el 31 de mayo en La Fresh Gallery y que Grijalbo publicará el próximo 6 de junio. Consciente del revuelo que es más que probable que generen la naturaleza y el resultado del proyecto, Eduardo ha querido dejar antes algunas cosas claras. La primera de ellas, que él no es "ni un moralista ni Santa Teresa de Calcuta".

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márgenes eduardo casanova

© Eduardo Casanova

VICE: Buenas, Eduardo. ¿Por qué decides embarcarte en Márgenes y por qué pones el foco en las personas en riesgo de exclusión, a las que llevas a tu cama para retratar?
Eduardo Casanova: Cuando se habla de mi trabajo, de lo que más se habla es de su estética y tenía la necesidad de explicarme, de hablar sobre ello largo y tendido y dejar de reducirlo a la pregunta de "¿por qué lo pones todo rosa?" o "¿por qué te interesa la gente diferente?". Con este libro he podido hacerlo, he podido desarrollar una faceta diferente y, desde el punto de vista estético, huir de los artificios, del maquillaje y la preproducción. Aquí no hay nada de eso. Muchas veces la gente decía que mi curro, "bueno, claro, es que venga a prótesis y venga a maquillaje es muy fácil conseguir cosas muy raras". Yo siempre insistía en que todo lo que hago es el resultado de lo que veo y esta es la demostración de que lo que plasmo es lo que ven mis ojos.

En la serie y el libro aparecen tanto personas como objetos. ¿Qué tienen en común todos ellos, qué idea o esencia hay detrás?
La estética sobre la que intento trabajar o he intentado trabajar durante mucho tiempo es el realismo estético, así que la relación que guardan todos esos objetos y todas esas personas es que habitan los márgenes. El libro hace una reflexión sobre el kitsch, que es, como el camp, la estética que parodia lo que está dentro del sistema, la que se encarga de reírse de todo y que a la vez es discriminada porque alaba lo feo. Hay un elemento en concreto de los que aparecen que me fascinaba porque creo que habla mucho de la humanidad: los ratones para serpientes. El humano produce ratones pequeños para que se los coman las serpientes que sirven como animales de compañía a algunos humanos.

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© Eduardo Casanova

Poniendo el foco en las prostitutas, los drogadictos y, en general, en las personas en situación de pobreza y exclusión que aparecen en el libro, ¿no te dio miedo caer en la romantización del lumpen, estar convirtiéndolos en un elemento estético y despojándolos de su significado social, de lo que representan?
Sí, claro. No voy a negar la controversia que va a provocar este libro, al final soy un chico que tiene dinero, que tiene trabajo, que tiene una casa y que ha subido a gente de la calle a ella para hacerles fotos. Pero lo primero que quiero dejar claro y es lo que me parece más importante de todo este proyecto es que yo no soy ni un moralista ni Santa Teresa de Calcuta.

Mi ejercicio no fue en ningún caso el de "pobrecitos, los subo a casa para quererles y cuidarles y mi casa es la suya". No tiene nada que ver con eso. Mi casa es mía porque en un entorno capitalista he entendido cómo funciona el sistema y me he adaptado a él para sobrevivir. Márgenes es un ejercicio estético, y mi intención no es que a la gente le parezca bien o mal, eso me da igual; es, simplemente, un ensayo artístico.


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Pero imagino que detrás de ese interés estético habrá también un poco de inquietud por quiénes son, por sus historias.
Lo que me fascina desde otra posición respecto a ellos es que yo, que sí que pertenezco al sistema, o muchos otros como VICE, que también lo hacen, nos sentimos fascinados por el lumpen, por lo que está en los márgenes de la sociedad. A mí la vida me cuesta una barbaridad, me parece una obligación, un regalo envenenado que nos dan y con el que tenemos que aprender a lidiar. Y me parece muy subversivo, muy de valor y aplaudo cuando hay gente que dice que no sabe vivir en esto. Es precisamente esa gente que no acepta el sistema la que acaba en la calle, la que acaba volviéndose loca o viviendo en "la realidad", precisamente en una "realidad" que es la que les ha provocado estar ahí.

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En muchos momentos de mi vida, si no tuviese dinero para ir al psicólogo o una familia estructurada estoy seguro de yo habría sido uno de ellos. Y creo que eso es lo que me hace acercarme a sus historias, querer entenderlos y fotografiarlos. Es esa curiosidad también de entenderme a mí mismo y entender qué es lo que me separa de ellos, ese miedo y esa inquietud de por qué yo no me voy a suicidar, por qué yo no me voy a quemar a lo bonzo como uno de los personajes que retraté o por qué yo no voy a engancharme a las drogas.

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© Eduardo Casanova

¿Cómo fue el proceso de contactar con todas esas personas, citarlas en tu casa y fotografiarlas en tu cama?
Junto a Lle Godoy, que es el asistente con el que he llevado a cabo el libro, he vivido algunos de los momentos más radicales de mi vida durante estos meses. Nadie está actuando en el libro, están haciendo exactamente lo que hacen en su día a día: algunos drogándose, otros bebiendo, otros están pasando por un brote psicótico. Y no era fácil hablar con ellos y subirlos a casa; de hecho, era una experiencia no solo para ellos sino para mí mismo, que después dormía en esa cama y que viví de todo, desde encontrarme con gente maravillosa que nos ha enseñado muchísimo hasta robos. Pero, sobre todo, creo que he aprendido a empatizar con ellos, a entender al "malo", al que la sociedad no quiere. Eso es lo que me interesa de ellos, y por eso también hay un apartado en el libro que habla de dictadores.

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De dictadores y de otros personajes de la política, como Jackie Kennedy.
Sí. Más que del dictador me obsesiona la figura del líder, de esa persona que hace que todo el mundo la mire, la observe y la tome como modelo de conducta. De alguna forma ellos también son gente marginada pero, en lugar de en los márgenes del sistema, justo en el centro. Si analizas la figura de los grandes líderes de la historia, su cabeza es muy parecida a la de uno de los esquizofrénicos con los que me he encontrado en la calle.

Los Kennedy vendían una imagen de familia de ensueño pero sin embargo toda su historia está rodeada de cosas muy truculentas: maldiciones, asesinatos, infidelidades, conspiraciones… En realidad, su vida es mucho más antisistema de lo que parece cuando ellos eran, precisamente, el sistema. Ocurre igual con la dinastía de los Kim, con el hermano que tenía el sueño de salir de Korea del Norte para ir a visitar Disneyland. Es gente que tiene determinadas cosas que me llaman la atención, me remueven y me interesan más allá del aspecto moral.

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© Eduardo Casanova

Repites que tu intención no es en ningún caso prescribir moral pero parece que la tendencia es la contraria, que los artistas estáis casi obligados actualmente a posicionaros constantemente respecto a ciertos temas sociales.
Supongo que tiene que ver el dejar claro quién eres. Cuanto más se radicaliza todo a nuestro alrededor, más surge la necesidad tenemos de decir "oye, yo soy esto o esto otro". Pero yo, gracias a Dios, soy artista y no me hace falta posicionarme. Puedo contar la historia de una persona de derechas porque me puede interesar una persona de derechas, igual que una de izquierdas. Realmente no hablo de ideología política sino de un contexto social y de un personaje.

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¿Crees que esta inclinación constante a posicionarse tiene que ver con la conversión del activismo en tendencia, con su apropiación por parte de, precisamente, el sistema?
A mí el activismo me encanta, estoy muy a favor de que las ideas más subversivas y que pertenecen a las minorías se alcen y quemen la calle, es algo que me fascina. El problema viene cuando el manistream se lo apropia y el sistema pasa a comerse lo subversivo de este discurso. A mí por ejemplo me interesa mucho más la lucha de los homosexuales en los 70, una lucha rebelde y radical, que otras que pueden abanderar colectivos adinerados en la actualidad. Las minorías son guais cuando son minorías, cuando dejan de serlo dejan de luchar. Le ha pasado un poco a Pedro Sánchez, que a mí me encanta. Pero cuando no te quieren luchas más que cuando sí. Y el problema es que el sistema capitalista en el que vivimos nunca te quiere: solo quiere aprovecharse de ti.

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© Eduardo Casanova

¿Le has enseñado el libro a alguno de los protagonistas que aparecen en él?
No, no he vuelto a encontrar a ninguno. Una de las personas que aparece era una mujer que vivía en la calle y estaba muy malita y la veía siempre. Después de hacerle las fotos dejé de verla, así que no sé donde está. No tengo contacto con ellos, incluso te diría que no es posible contactar con ellos y que no podría explicarles bien el proyecto. Y sé que me van a caer chuzos de punta por esto, pero es que es lo que he hecho.

Sigue a Ana Iris Simón en @anairissimon.

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