Primavera Sound 2019

Cobrar o no cobrar la nómina el viernes del Primavera Sound: he ahí la cuestión

Es fin de mes, no tienes ni un duro y ruegas a algún Dios en el que no crees que por favor te ingresen la nómina antes del sábado.
Cuando cobras la nómina durante el Primavera Sound
Foto vía Flickr | CC BY 2.0

Más que la programación o la calidad de los directos y el sonido, lo más importante de un festival de música es el acceso al dinero. Dependiendo de la cantidad, nuestra experiencia en un festival será mejor o peor. Recordemos que el Primavera Sound se está celebrando ahora, durante la última semana de mayo, cosa que significa que muchas personas no tendrán un puto duro en su cuenta bancaria.

Ya se sabe que durante los primeros días del mes uno mira su cuenta bancaria recién cargada de dinero y, en una especie de subidón burgués, se permite cenar en restaurantes, invertir en objetos culturales sin una función clara (libros, discos, películas) y salir de fiesta sin tener que ocultar latas de cerveza dentro de la chaqueta al entrar en una discoteca. Una actitud que contrasta totalmente con lo que sucederá apenas 10 días después, cuando la pobreza y las cuentas famélicas asomen el hocico.

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Siendo esto así, imaginad entonces la poca cantidad de dinero que tendremos acumulado durante los últimos días del mes, cuando ya nos hayamos gastado lo poco que nos quedaba en paquetes de arroz y patatas para comer algo y sobrevivir. Durante esos últimos instantes del mes, nuestra cartera y cuenta bancaria serán un desierto árido, por lo que normalmente optamos por quedarnos en casa, “salir de fiesta” a base de beber latas baratas en una plaza y cenar fuera a base de lonchas de jamón de un euro que compramos en supermercados abiertos 24 horas.


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Pesadilla pues, será deambular por el Primavera a finales de mes, con los bolsillos completamente vacíos. Pero siempre hay un atisbo de esperanza, pues el sábado del Primavera es día 1, ese número mágico, y siempre tendremos la posibilidad de agarrarnos a ese clavo ardiente con la intención de salvar nuestra experiencia festivalera.

Solo existen dos tipos de personas: las que cobran entre los días 27 y 1 y los que cobran entre los días 1 y 3. Sé que es una forma MUY triste de percibir al ser humano, pero es una realidad. El tema es que esta sutil diferencia temporal puede acarrear grandes alegrías o desmoralizadoras pesadillas.

Para la gran mayoría de gente, los días antes de cobrar van acompañados de una apuesta fuerte por las estrategias de racionamiento en el festival. Beber latas antes de entrar, intentar colar bebida y comida, pedir dinero a colegas, beber poco y “centrar nuestra atención en los conciertos y no en la fiesta”. La falta de dinero siempre realza las coartadas intelectuales.

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Chapoteando entre la miseria y rezando por un acto celestial que rellene nuestra cuenta bancaria, la tarde del viernes se convertirá en un suplicio. Nos gastaremos los datos del móvil consultando cada cinco minutos nuestra cuenta bancaria, deseando poder pasar la tarjeta por un datáfono y tener acceso a los bienes comestibles que nos ofrece el festival. Un gesto bancario que nos abrirá las puertas a todo, al dispendio desmedido del nuevo rico; el equivalente en discos y alcohol a los yates, los relojes enormes y las segundas y terceras residencias.

Un gesto que, en el caso de no darse, nos sumirá en el deseo de lo inaccesible, como ese niño que no tiene para la merienda y se amorra al escaparate de una pastelería intentando sentir la dulzura de ese pastel precioso que tiene a escasos centímetros de su rostro. La espera será desesperante, una tensión digna de Hitchcock, más jodido que esperar el resultado de un test de embarazo que sabes perfectamente que saldrá positivo cuando quieres que salga negativo.

Entonces pueden pasar dos cosas, porque cuando el cambio de mes coincide con un fin de semana solo el azar es quien decide. No hay técnica, no hay lógica bancaria, no hay procesos telemáticos, sino puro caos y locura. Puede que cobremos y todo empiece a mejorar. Que empiece la lluvia de billetes y nos entreguemos al gasto sin ningún tipo de freno, como Arturo Bandini al cobrar sus primeros cheques en Pregúntale al polvo. Invitaremos a todos nuestros amigos (“estas ya las pago yo”), comeremos en las zonas gourmet, nos compraremos discos en la zona de tiendas y adquiriremos merchandising

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sin control. De repente el dinero será infinito, cascadas de euros. Las hemos pasado canutas, pero por fin somos felices y solo ha dependido del dinero. Muy buena moraleja.

Pero también puede pasar que no cobremos, que nunca veamos sumarse ese importe en nuestra cuenta bancaria y solo aparezca un “0,93 €” eterno como saldo total. Será una pesadilla porque encima estaremos rodeados de ofertas y tentaciones, de artículos a los que no podremos acceder. Ahí, solos, perdidos en un selva de estímulos que pretenden invitarnos a consumir sus productos y servicios. Y lo peor es que si no cobramos el viernes sabremos perfectamente que tampoco cobraremos el sábado. Ni el domingo. Sabemos que ya estamos condenados durante todo el fin de semana.

El festival se convertirá en la peor experiencia de nuestra vida. Sí, habrá música maravillosa por doquier, pero tendremos que rapiñar los restos que los comensales se hayan dejado encima de las mesas de la zona de comida para poder cenar algo. O salir un momento del recinto para comprarnos una lata de sardinas y un botellín de agua para tragárnoslo sentados en el suelo mientras suena de fondo, muy a lo lejos, “Malamente”. “Exactamente”, pensarás, “malamente”.

Pero bueno, casi mejor. Si no cobramos ni nos gastamos este dinero nos quedará un buen puñado de pasta para el resto del mes mientras la otra gente, los que cobraron durante el Primavera, se retuercen de dolor por la resaca y la pobreza. Para ellos ese será el mes de junio más jodido de su historia.

Sigue a Pol en @rodellaroficial.