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Marca España

Este tipo estuvo 7 horas esperando en urgencias

Y se largó antes de que le atendieran.

Sucedió en un hospital de Almería. Un paciente sordo fue a urgencias porque le dolía el pie tras una operación reciente. Al llegar informó a los allí presentes de su sordera y luego pasó a la sala de espera. Estuvo seis horas y media esperando, de once de la mañana hasta las cinco de la tarde. Al final se largó sin ser atendido. Al llegar a casa publicó en Facebook un vídeo de denuncia que fue compartido por Marea Blanca de Almería, quienes denuncian constantemente los recortes que ha habido estos últimos años en sanidad.

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Estos son los hechos, la noticia. Los datos objetivos y empíricos, pero esto no nos interesa demasiado. Lo que aquí nos importa es el paseo mental que hizo este señor. Queremos conocer las densas brumas que atravesó y los angostos caminos por los que tuvo que deambular pesadamente durante todos y cada uno de esos 390 minutos. Queremos saber cómo llegó a aguantar una espera de seis horas y media, en soledad. ¿Por qué tanto rato? Y, más importante aún, ¿qué le hizo abandonar el cometido en ese preciso momento, justo media hora antes de culminar las siete horas exactas?

El cerebro humano nos permite imaginar y elucubrar situaciones y esto es lo que vamos a hacer. Aprovecharemos este pedazo de carne para lanzar una teoría sobre lo que podría haber sucedido dentro de la cabeza de este tipo, el hombre que espera.

11:00 AM

Bueno, dentro de la cabeza del hombre que espera —que aún no le podemos llamar "el hombre que espera", puesto que aún no ha empezado a esperar— parece que todo va bien. Bueno, tiene dolores en la pierna pero de momento este es su único problema. Este es el momento de la esperanza, de la inocencia. Aún no se puede ni imaginar lo que acontecerá durante el día de hoy. Aún no ve el fuego que se asoma desde el infierno.

11:45 AM

Un tanto cabreado, el tipo se da cuenta de que se la están jugando. 45 minutos de espera es una buena espera, una espera en mayúsculas. Nadie quiere perder 45 minutos de su vida estando sentado, sin hacer nada. Pero claro, la sanidad pública va como va, y más ahora. En la sala hay 36 asientos. Esto es lo que ha podido contar. Con eso se ha entretenido durante estos mortales 45 minutos. 36 asientos en 45 minutos, no es una mala estadística.

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12:00 AM

La marca moral de una hora de espera siempre es fatídica. Una hora es una cantidad de tiempo que pesa. En una hora puedes hacer el amor 14 veces. En una hora puedes salvar una vida humana. En una hora puedes destruir una relación amorosa. En una hora puedes contar hasta una hora. Y esto es lo que ha hecho nuestro amigo mientras también contaba sillas. Al tipo se le dan bien los jodidos números.

La hora, ese momento en el que incluso te preguntas si el error ha sido tuyo, como cuando quedas con alguien a las ocho de la tarde para que te de una mortadela de aceitunas que está muy rica y tras esperar una hora en la calle piensas que quizás habíais quedado a las nueve. "A las nueve, de hecho, es mejor hora para que te den una mortadela de olivas", piensas.

Ahora mismo, en la mente del tipo, la cosa ya empieza a ser un poco sospechosa. Algo no va del todo bien. Aquí hay algún tipo de error de gestión, pero no pasa nada, tampoco es como para levantarse indignado e intentar descubrir qué coño está pasando. Lo mejor es quedarse sentado y esperar a que la cosa se arregle sola, como en los matrimonios.

01:00 PM

A las dos horas ya tiene totalmente articulado y ensayado el discursito que le pegará al médico de turno cuando le atienda. Una especie de ensayo sobre la moral repleto de semillas de indignación y sensacionalismo obrero. Luego, una vez memorizado la amonestación, se entretiene mirando el gotelé de la pared. Piensa que todas esas formas parecen cuerpos de personas amputados y tirados en un enorme descampado, abandonados. No puede evitar hacer cierto paralelismo con su situación actual.

Entonces, cuando vuelve a pensar en el discurso, lo encuentras un poco desfasado, exagerado. Quizás excesivo, al fin y al cabo dos horas tampoco es una barbaridad. No ha sido tan duro. Es algo mucho más inofensivo que estar tirado en un descampado, sin piernas y rodeado de otros cuerpos agonizantes. El discursito puede esperar, sin duda. A ver, si hubiera estado esperándose casi siete horas la cosa sería distinta pero dos horitas no son nada.

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02:00 PM

No. El discurso es totalmente lícito. El hombre que espera lleva ya tres horas en este sitio y está empezando a generar mucho odio. Pero mucho, piscinas de odio. Lagos de odio. Mares, océanos, planetas de odio. De todas formas, gracias a la máquina de vending ha logrado entretenerse un poco. Ha estado mirando detalladamente todos los productos, valorando cuál es el más interesante en cuanto a la relación precio/sabor/cantidad.

Ha llegado a la conclusión de que un Snicker es el mejor producto que se pueda adquirir allí, por tan solo 1,30 euros. Las patatas 3D (1,50 euros) están buenas pero llenan mucho menos, se van de precio y tienen más capacidad de generar sed, cosa que no interesa porque sino tendría que comprarse una de esas botellas de agua, que cuestan 1 euro, que debería añadirse al total de la compra. Los chicles Trident (1,15 euros) son el alimento sólido más barato pero no se pueden comer (bueno, se puede pero no es muy recomendable) y realmente no llenan un estómago hambriento. No sé, con todas estas mierdas está pensando el tipo.

03:00 PM

Destellos de luz se acumulan en su campo de visión como pedazos de madera triturada empastada en una placa de conglomerado. Siente como si los dedos de sus manos estuvieran hechos de gelatina, pero una gelatina muy-muy caliente. Lo más caliente que nunca haya existido en este plano de existencia. Su mente da vueltas y no sabe dónde está arriba y dónde está abajo. Con miedo, el hombre que espera se acurruca encima de una de las sillas de plástico, intentando que toda esta pesadilla desaparezca sola.

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04:00 PM

El hombre que espera se despierta una hora más tarde. Su mente está más tranquila. Mira a su alrededor y en vez de estar en la sala de espera del servicio de Urgencias del Hospital Torrecárdenas de Almería, se encuentra en mitad de un bar musical donde varias tortugas están tocando el saxo. Detrás de ellas hay un cartel colgado donde se puede leer "Las tortugas del jazz". Lleva décadas sin poder escuchar nada y ahora, de repente, siente un estruendo mortífero. Pero los saxos no suenan a saxos, son como tres mil timbres distintos totalmente inidentificables, como gritos de un demonio enterrado.

Ve como varias personas del público llevan sardinas en la mano (¿?) como si fueran móviles o carteras. Varias de estas personas abandonan el concierto y se dirigen hacia una puerta con una esvástica marcada en la puerta. Les sigue ya que no ve ninguna otra puerta de entrada o salida en este local (en vez de ventanas hay dientes gigantes). Abre la puerta y:

De repente se encuentra en el baño de la sala de urgencias. El hombre que espera está meando. Es como si al sacar el orín de dentro de su cuerpo estuviera expulsando todas estas alucinaciones distópicas. Sin duda tiene que tomarse las cosas con un poco más de calma. Quizás debería dejar de comer tantas sopas de sobre de esas que compró de una tacada hace 15 años.

05:00 PM

Vale, seis horas de espera después, el hombre que espera piensa que aquí está pasando algo raro. Piensa por primera vez que quizás le están llamando por megafonía pero que, claro, no se entera. ¿Se habrán olvidado de que el tipo es sordo? Es indignante, es para levantarse e irse a quejar a secretaría. Pero claro, es un poco vergonzoso que el tipo vaya ahí a quejarse de la espera POR PRIMERA VEZ cuando ya lleva seis PUTAS HORAS ESPERANDO. Al tipo le da vergüenza, se imagina que, con una educación suprema, le dirán "¿pero cómo ha podido usted esperar hasta ahora para comentárnoslo?". Y tendrían razón. El tipo está atrapado, una situación sin salida.

Tampoco puede largarse así sin más, ya es demasiado tarde como para rendirse. Ha estado casi una jornada laboral esperando, lo peor sería que se fuera y le llamaran y no hubiera nadie. No pasa nada por esperar un poco más. ¿Verdad?

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05:30 PM

Esa música infernal salida de los saxos de las tortugas está volviendo. Como miles de jinetes avanzando poco a poco a través de una ladera hacia el campo de batalla. El tipo no lo puede aguantar más, si se queda, se volverá completamente loco. Sabe que el momento ha llegado. Esto tiene que terminar y solo hay una salida: la rendición.

El tipo, después de seis horas y media, se levanta, coge sus cosas y se va de la misma forma que ha entrado. La única diferencia es que cuando ha entrado el día estaba empezando y ahora este está terminando. Si alguien viera la grabación de seguridad del circuito cerrado de televisión a cámara rápida, verían a un tipo entrando en un sitio, esperándose y volver a salir. Esto sería a normal si, como en el vídeo acelerado, la cosa durara unos ocho minutos; el problema es que, realmente, la narrativa ha alcanzado los 390 minutos, en una especie de Shoah costumbrista.

El tipo, mientras vuelve a casa, desea, con todas sus fuerzas, que nadie haya visto lo que acaba de pasar en Almería. Pero ya es tarde, media España sabe que él es el hombre que espera.