Cosas que odias en secreto de tu mejor amigo

Todas las ilustraciones de Marta Baroni

Este artículo se publicó originalmente en VICE Italia.

Tener un mejor amigo es lo mejor. Vale, sí, tienes familiares, pero a veces pueden ser insoportables. Los mejores amigos son geniales para todo: para pillar un pedal entre semana o simplemente para evitar el frío y la oscuridad.

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A diferencia de tu familia, a tu mejor amigo lo escoges —u os encontráis uno a otro—, pero eso no significa que esta persona que conoces mejor que a cualquier otra en el mundo no sea capaz de volverte loco a veces. Hacer frente a la peor faceta de tu mejor amigo puede provocarte una clase muy particular de ira, un sentimiento que con frecuencia viene acompañado de amor incondicional. Hablamos con algunas personas cercanas para preguntarles qué cosas de sus amigos odian en secreto. Pero estas historias no tratan de nosotros. O eso creemos.

“Su saliva me da náuseas”

No soporto los pequeños defectos y manías conductuales. Odio que la gente se cruja los dedos o respire con dificultad cuando no está haciendo ningún esfuerzo físico. Mi neurosis diaria me vuelve loco y me convierte en una persona irracionalmente hostil. Pero hay una persona a la que le aguanto todo: mi mejor amigo.

Incluso mientras escribo esto, se me revuelve el estómago cuando lo recuerdo

Cuando tenía 13 años y hacía pocas semanas que lo conocía, noté que mientras me intentaba explicar cómo crear un mazo invencible de Magic, se le escurrió una gota de saliva por la comisura de la boca. Incluso mientras escribo esto, se me revuelve el estómago cuando lo recuerdo.

Esa gota de saliva también estaba ahí cuando se dio cuenta de que quería dejar a su novia un año después de que se fueran a vivir juntos, estaba ahí cuando sus padres decidieron no divorciarse y cuando me dijo que no pasaba nada por no saber qué quería hacer con mi vida. Siempre está ahí y siempre me da asco, pero nunca lo menciono. Siempre voy a estar ahí para mi mejor amigo, así como su horrible gota de saliva.

G.

“Me tocó ser Mel C. Yo odiaba a Mel C.”

Cuando tenía entre 10 y 11 años de edad, descubrí que no podía confiar en mi mejor amiga. Había cinco chicas en nuestra clase y un día decidimos que queríamos imitar a las Spice Girls. Mi mejor amiga y yo juramos apoyarnos en quiénes queríamos ser: Geri para ella y Mel B. para mí. ‘Todo o nada’, dijimos. Pero el día en que decidieron quién iba a ser quién, me puse enferma y no pude ir. Cuando volví al colegio, me anunciaron que me había tocado ser Mel C. y que mi amiga no puso objeciones. Yo odiaba a Mel C.

Cuando me siento sola o triste, siempre me promete que vendrá a casa a consolarme, pero se le olvida al rato

Después de eso, ocurrieron muchos otros momentos Mel C. Cuando estamos juntas, todo es perfecto. Podemos pasarnos días hablando y lo compartimos todo. Los problemas vienen cuando no estamos juntas. Ella es de esa clase de personas que, en pleno 2016, se queda sin crédito en el móvil. No se presenta a las citas y se hace la muerta cuando intento contactar con ella. Cuando me siento sola o triste, siempre me promete que vendrá a casa a consolarme, pero se le olvida al rato.

Se lo he dicho en varias ocasiones, pero ella no cree que sea tan grave y siempre acabamos reconciliándonos. Ella es la persona más serena y calmada que conozco. Quizá por eso a veces me saca de quicio. Aunque creo que esto tiene más que ver con mi ansiedad que con nuestra relación. He aprendido a detectar los momentos en los que no puedo confiar en ella y a bajar mis expectativas. Por ejemplo, con este artículo: se lo comenté hace una semana y le pregunté si quería participar. Parecía muy emocionada. La fecha de entrega fue hace cuatro días y aún no me ha mandado nada. Menos mal que yo también tenía una experiencia que contar.

A.

“Es el clásico snob capullo”

Mi mejor amigo es egocéntrico. Es el clásico snob capullo con el que nadie quiere hablar. Es como Matt Damon en Good Will Hunting, aunque menos musculoso. Pero llevamos mucho tiempo siendo amigos y es muy sincero conmigo, hasta el punto en que duele. No le molesta decirme que mi último artículo fue una mierda y que mi forma de vestir es “lo más ridículo que ha visto desde la época del postpunk”. Yo también soy muy directo, pero hay algo que no puedo decirle: odio que sea tan egocéntrico y que me obligue a ser el que escucha y asiente con la cabeza todo el tiempo. Me encanta hablar con él, pero creo que sería sano cambiar de tema de vez en cuando.

Vivimos a dos manzanas uno del otro. Cuando no estoy en su casa o él en la mía, nos vemos en un bar. Bebemos y hablamos sobre sus problemas, sobre la chica que lo decepcionó, sobre su psicólogo, sobre el libro que está leyendo o sobre su trabajo. A veces trato de sacar un nuevo tema a colación y me sigue la corriente durante un rato, pero siempre encuentra la forma de hacer que la conversación vuelva a girar en torno a él y a su vida. Es una habilidad increíble. No se lo puedo decir por dos razones: una, no quiero hacerle daño. Y dos: me encanta hablar con él.

L.

“Mi mejor amigo siempre está intentando que me coloque”

No soy una persona muy activa. Me gusta hacer cosas pero siempre estoy cansado. Por eso el tema de la hierba es complicado: me gusta fumar pero solo cuando estoy en casa, con galletitas listas y una cama caliente esperándome. Mi mejor amigo sabe perfectamente cómo soy y a pesar de ello no para de intentar que me coloque cuando yo no quiero.

Mi amigo no es el típico fumeta. Es muy animado y extrovertido, pero le encanta la hierba. Y está bien. Solo que para ella es un símbolo de estatus, más que el alcohol. Y cambia mucho cuando fuma. Cuando salimos, siempre terminamos buscando cannabis y a partir de ahí ya no estamos en el mismo canal: yo ebrio, él fumado, y mientras intenta hacerme fumar, la pregunta es quién va a caer primero.

La última vez, acabamos en esa misma situación en un bar al otro lado de la ciudad. Él insistía en que me fumara un porro y como me cansé de decirle que no, accedí. Mala idea. Diez segundos después, ya estaba muy fumado y lo único que quería hacer era acostarme. Pero justo en ese momento, a él le pasó lo mismo. Se desmayó y se cayó al suelo. Caminé torpemente hacia él, me senté a su lado sobre la pista de baile y esperé a que se recuperara. Traté de cuidarlo pero, como me sentía tan mal, cuando despertó, yo ya me había quedado dormido”.

F.

“Critica cada movimiento que hago”

Desde niño tengo un amigo íntimo que se convirtió en un competidor agresivo. Siempre me retaba a participar en cosas que yo no quería. Mi relación con las competiciones es muy complicada: me cansan, las aborrezco y me ponen triste. En general no soy una persona competitiva, pero con este amigo siempre termino en situaciones en las que parece que haya que competir por todo. Y cuando no puede crear un reto de algo, se dedica a criticar todos mis movimientos. ¿Que le gusto a una chica? Pues es fea o una zorra. ¿Qué me gusta una chica? Pues él la invita a salir.

Una vez se pasó tres horas tratando de convencerme de que el pelo largo me quedaba horrible porque no era los suficientemente ondulado, al menos no como el suyo. Al día siguiente me corté el pelo. A veces es mejor dejar de pelear y rendirse.

N.