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bofetadas para todos

Fumar, comer, follar: Bud Spencer era demasiado hedonista para ser atleta profesional

De joven, Bud Spencer nadó y dominó Italia hasta llegar a los Juegos Olímpicos... pero nunca tuvo espíritu de competidor: en realidad, él siempre quiso vivir la "Dolce Vita".
Foto: Imago

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El mundo está de luto: Bud Spencer, ídolo de masas y tío simpático a más no poder, falleció esta semana a la edad de 86 años. Bud —cuyo nombre real era Carlo Pedersoli— no solo era un gran amante de su tierra, Nápoles —de la que decía que "Nápoles está en Nápoles, no sé qué más hay en Italia"—, sino que era conocido por sus tortazos en innumerables comedias Western.

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Como probablemente sabrás, Bud Spencer era conocido básicamente por su gran habilidad a la hora dar bofetadas con ambas manos, así como por su precisión a la hora de propinar puñetazos en la cabeza a sus oponentes. También cabe decir, no obstante, que nadaba francamente bien: durante una década, y aún bajo el nombre de Carlo Pedersoli, Bud dominó la escena de la natación italiana.

El jovencísimo Carlo ganó su primer campeonato con tan solo 13 años. Fue campeón de Italia en braza y estilo libre tres temporadas seguidas, y en 1950 reventó el récord de los cien metros, convirtiéndose en el primer italiano en rebajar el minuto. Si no nadaba,
Carlo jugaba a waterpolo —también en la selección nacional, por cierto— o a rugby, e incluso boxeaba.

Puede que no te sorprenda que un hombre como él destacara en natación. Su juventud, sin embargo, estuvo marcada por la dificultades de entrenar en la Italia de posguerra. En una entrevista concedida al periódico alemán Tagesspiegel, Spencer admitió que en los años 40 y 50 los deportes en su país natal no eran demasiado profesionales; dada la situación del país, de hecho, no eran precisamente la preocupación principal de los italianos.

A mediados del siglo XX, pues, no había demasiadas competiciones ni piscinas, así que los entrenamientos se hacían en el puerto. Todo era muy rudimentario. A Spencer, además, le gustaba competir, pero su cabeza no estaba diseñada para aguantar largas distancias.

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Cuando dejó de competir le fue inevitable subir de peso —más aún si teneos en cuenta que Roma, durante los años 50 y principios de los años 60, fue el centro de la era Dolce Vita. Se superaron las peores consecuencias de la guerra, la economía estaba en auge y muchos romanos —incluido él, aun siendo de Nápoles también— podían disfrutar de los placeres de la vida.

Una de las escenas "intelectuales" —y entrañables— típicas de las películas de Bud Spencer

La suerte que Spencer tuvo fue el cine. En aquella época —como ahora, de hecho— los deportista de élite lo tenían fácil para aparecer en películas. En el caso de Bud, el primer director que lo llamó lo quería por su cuerpo atlético, pero su mujer —la persona que le hizo de agente en sus comienzos— le dijo que ya estaba entradito en carnes como para aparecer en bañador.

Bud tuvo entonces la magnífica suerte de conocer a otro director, Giuseppe Colizzi, quien le pidió que hiciera un papel en la película Dios perdona… ¡yo no!. Este filme supuso el comienzo del dúo cómico que formaba el propio Bud con otro italiano con un seudónimo famoso: Mario Girotti, mejor conocido por todos como Terence Hill.

Volvamos a Bud, sin embargo. A pesar de que los campeonatos italianos de los años 50 y 60 estaban lejos de ser un ejemplo de profesionalidad —eran casi amateurs, de hecho—, Spencer nunca dio un mal ejemplo público… y especialmente, nunca fumó en público cuando tenía que competir.

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"Siempre he fumado, desde que tenía 14 años, pero eso no le interesa a nadie", dijo Spencer al Tagesspiel. En total participó en dos Juegos Olímpicos, los de 1952 en Helsinki (Finlandia) y los de 1956 en Melbourne (Australia).

Sin duda, el sonido más recurrente en las películas de Bud Spencer: ¡paf!

El deporte de élite, sin embargo, no fue el trampolín que él buscaba hacia el éxito internacional. Su familia se mudó a Brasil cuando él tenía 18 años; allí, Bud siguió nadando. "Sin fumar, habría podido ser campeón también en Brasil, pero eso yo no lo entendía en ese momento", se lamentaba el italiano al cabo de los años.

Pero, ¿podría ser que su entorno se hubiera decepcionado si hubiera dejado el tabaco y entrenado más para ser campeón? En Italia era una estrella y dominaba las competiciones nacionales con tan solo una hora de ejercicio al día; era un mujeriego que disfrutaba de la vida y no necesitaba más.

Para definir mejor su forma de ser, tomemos el caso del campeón de natación japonés Tsuyoshi Yamanaka: "Yo no fumo, no bebo, y no meto las narices en tema de mujeres", dijo el nipón para explicar su éxito. La (inevitable) respuesta de Spencer fue así: "¿Y para qué vives entonces?".

Como deportista, Bud alcanzó el éxito sin demasiado esfuerzo. El italiano, de hecho, podía ser extraordinario en prácticamente cualquier cosa que se propusiera; en la escuela secundaria se saltó dos cursos y empezó la carrera de Química con apenas 17 años. Spencer tenía un talento natural, pero era la mayor expresión posible del tópico mediterráneo: no estaba diseñado para organizarse y trabajar duro. ¿Para qué, si lograba lo que quería de todos modos?

Al fin y al cabo, ¿para qué iba a vivir Bud Spencer, si no para disfrutar?

PD: Por cierto, por si no lo sabías, el nombre artístico que eligió Carlo Pedersoli es una buena muestra de su personalidad. Al buscar un apellido eligió Spencer, porque era fan de las películas de Spencer Tracy; al buscar un nombre, en cambio, eligió Bud… porque le gustaba la cerveza Budweiser. Genio y figura hasta la sepultura, sí.