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roma no se hizo en un día

El fútbol americano en España es una guerra

¿Es que James Naismith hizo el baloncesto global en un par de semanas? ¿No, verdad? Pues lo único que le falta al fútbol americano en España es... que le demos la posibilidad de gustarnos.

La selección española de fútbol americano —o mejor dicho, el 'Team Spain'— llegó a sentir desde muy cerca el perfume del europeo. Los españoles cerraron los ojos para apreciarlo en todo su esplendor… y justo en ese momento lo perdieron para siempre.

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Ocurrió en el Estadio Prado de Santo Domingo de Alcorcón el pasado 30 de Agosto. La selección española de fútbol americano cayó ante Israel, seguramente porque lo vieron hecho antes de tiempo… y si perdonas, pringas inevitablemente. La máquina se rompió, el engranaje ha fallado, y ahora hay que volver a construirla de nuevo… diciendo adiós al Europeo de 2016.

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Evidentemente tenemos muchas cosas que mejorar, pero hemos sentado las bases de un equipo que ha sido capaz de competir con sólo seis días de preparación y con el que vamos seguir trabajando para seguir creciendo.

Marcos Guirles, seleccionador español de fútbol americano

Nadie se ha suicidado, no he visto muchos aficionados emborracharse con tristeza en los bares y pocos han hablado de eso en los periódicos, pero hay unos cuantos que sí que se lo han tomado muy mal. Y estos mismos no tienen intención alguna de abandonar las esperanzas de llegar un día a competir con las mejores selecciones de Europa.

Los hombres que tocaron el europeo con la punta de los dedos vuelven a casa decepcionados, pero con la certidumbre de que la próxima vez irá mejor. Más que una esperanza, eso un dato lógico: cuando eres muy pequeño, lo único que te queda por hacer es crecer y crecer cada vez más.

El fútbol americano en España es precisamente eso: un niño pequeño con muchas ganas de crecer. Parece que lo está haciendo bien: está estudiando, va ganando amigos, empieza a hacerse fuerte, es cada vez más rápido, más inteligente y más organizado. Al menos así lo asegura Edgar 'Eggy' Blanco-Rosete, entrenador de uno de los pocos equipos de fútbol americano de Barcelona, cuando quedo con él para tomarnos unas cervezas.

"El fútbol americano llegó a España en los ochenta", me explica Eggy. "Oficialmente, el primer equipo fueron los Badalona Dracs; el primer partido trasmitido por TV3, la televisión pública catalana, fue un choque entre los Dracs y los italianos del Palermo Cardinals el 19 de marzo de 1988. Ganaron los italianos", dice, mientras llega el camarero con un par de botellines.

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Eggy coge el suyo y prosigue: "No es hasta la llegada de la National Football League norteamericana (NFL) a Europa que el fútbol americano da un salto y empieza a sonar con algo más de fuerza. Esto ocurrió en 1998, cuando la NFL Europe sustituyó a la antigua Football World League", me asegura. Hoy, sin embargo, la popularidad del deporte sigue siendo escasa.

Eggy es mexicano y lleva en España muchos años. Actualmente dirige el Barcelona Uroloki Football, un equipo de la Liga Catalana de Fútbol Americano. En México, dice Eggy, el fútbol americano es un deporte muy practicado y está muy enraizado en el país: aquí, en cambio, es un deporte claramente minoritario. Cuando llegó aquí y vio el escaso interés que suscitaba, Eggy pensó que sería casi imposible convertirlo en una disciplina popular.

Brindo con él por su equipo y seguidamente le pregunto por los obstáculos que evitan que el fútbol americano crezca en España: "Es una cuestión de cultura", me remarca.

"En Estados Unidos flipan con el 'show': quieren ver hostias, choques, jugadas espectaculares. Las ligas de aquí no pueden ofrecer todo este espectáculo: lo que brindamos es una forma de jugar más humilde, con un crecimiento lento pero constante. En estas circunstancias, sin embargo, es muy complicado atraer la atención de los medios, y si no hay atención mediática no hay dinero ni patrocinadores interesados. Para crecer no queda más remedio que sobrevivir con la aportación privada de cada jugador", se lamenta.

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Hay una cosa que Eggy me repite durante toda nuestra conversación: "Es una cuestión de cultura". Cualquier momento es bueno para remarcar este concepto.

Al fin y al cabo, sin embargo, es fácil de entender la insistencia de Eggy. Desde pequeños nos hemos acostumbrado a jugar al fútbol en los patios, en las calles, en las pistas. Algunos prueban con el baloncesto, otros con el tenis, otros conel balonmano y cada vez más gente conel rugby, pero muy pocos practican el fútbol americano o el béisbol. Es normal, pues, que nuestra atención se dirija hacia los grandes campeones de fútbol y baloncesto: entendemos lo que hacen Leo Messi o Cristiano Ronaldo y nos flipa su calidad al hacerlo. El fútbol americano, en cambio, es una máquina extraña, ajena, con reglas propias difíciles de comprender.

"A ninguna de mis novias les ha gustado el fútbol americano al principio —siempre lo han odiado, de hecho. Pero al final, todas han acabado amándolo", bromea Eggy. "El fútbol americano necesita un tiempo para poder apreciarlo bien. Desde fuera parece un cúmulo de gente que se coloca sobre el campo de formas raras, se da de hostias y se detiene cada dos por tres, pero por debajo hay una cantidad increíble de reglas", relata.

Doy fe de lo complicado que es entender un partido de fútbol americano si eres novato. Verlo por una televisión norteamericana es una experiencia curiosa; los locutores hablan de mil jugadas y conceptos que a primera vista parecen totalmente absurdos.

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"Ahí está la gracia", me asegura Eggy. "Hay por lo menos cien jugadas por equipo, que cada jugador debe saberse de memoria sí o sí. El encanto del juego es ver cómo cada equipo usa esas estrategias, cuándo y por qué".

Eggy logra convencerme poco a poco y termino pensando que me gustaría saber mucho más. Me pregunto, de hecho, por qué nunca me ha interesado este deporte: realmente, nunca le he dado siquiera la posibilidad de que me gustara. A medida que el mexicano me explica cosas de esta disciplina constato lo dicho anteriormente: que es complicado de entender a primera impresión. No es un deporte obvio, como el fútbol; no me imagino a un niño encontrándose una pelota oval y pensando, "bueno, ahora correré hacia otro lado para ejecutar bien una de las cien estrategias que he definido previamente".

El fútbol americano es lo que más se parece a un conflicto bélico… pero entre amigos

"Hay dos formaciones en tu 'ejército': la defensa y el ataque, y ambos tienen un entrenador propioque tiene que pensar solo y exclusivamente en su momento del juego. Uno construye y el otro destruye. En el momento en que pierdes tu posición, sea porque quieres hacer algo más o porqué de repente quieres hacer el héroe, pierdes", relata Eggy.

"Lo que tienes que hacer, muy sencillamente, es llegar al otra punta del campo utilizando lo que sea: estrategias o engaños, da igual. Lo importante es llegar sin cometer faltas o lastimar alguien del equipo contrario", puntualiza el entrenador de los Uruloki gesticulando con las manos. "Esto es, en sustancia, el fútbol americano: un engranaje muy trabajado donde cada uno es un especialista en su función, y donde cada uno lucha —con inteligencia y ponderación— para llegar al objetivo final".

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De acuerdo, imaginemos que Eggy me ha convencido del todo. Imaginemos que me entran unas ganas locas de jugar a fútbol americano. Sin embargo, cuando cojo la cerveza y me miro el antebrazo recuerdo que mi cuerpo no es precisamente una masa de músculos de una potencia inusitada —que no soy Son Goku ni de lejos, vamos— y me entran las dudas. ¿Hasta qué punto influye el cuerpo y la potencia en este deporte?

"Lo que buscamos nosotros —y creo que todos los equipos de fútbol americano—", me explica Eggy, "no es tanto la potencia como la explosividad y la rapidez, a diferencia del rugby por ejemplo. En el rugby hay tres posiciones distintas; aquí, muchas más, y no es obligatorio ser muy fuerte".

Ligeros, pesados, tiene que haber de todo en un equipo: "Hay un dicho, por ejemplo, que dice que el fútbol americano es 20 por ciento físico y 80 por ciento mental; por eso también podríamos decir que no hay una edad límite. Siendo un deporte tan mental, si puedes aportar a la estrategia eres siempre bienvenido".

Me cuesta creer que el físico tenga tan poco que ver y se lo hago saber. Eggy ríe y me tranquiliza: "Claro que es preferible que tengas un buen cuerpo y estés muy preparado para el choque. En los entrenamientos trabajamos también esto: cómo enfrentarse a un choque. Irónicamente, hay muchas más conmociones cerebrales en el fútbol que en el fútbol americano", me explica.

Escuchando a Eggy, el fútbol americano parece un deporte súper humilde en el que todos pueden participar si son capaces de unir un buen trabajo mental y una potencia corporal controlada. Pero entonces, ¿dónde está el problema? ¿Por qué el fútbol americano es tan poco conocido aquí y cuáles son los obstáculos que cada día, en cada entrenamiento, tiene que aguantar un jugador de la Liga Nacional de Fútbol Americano?

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"Los mayores problemas son siempre de pasta", reconoce Eggy. "El fútbol americano es un deporte que necesita mucha aportación de dinero. Piensa que un equipo muy pequeño, digamos de 30 personas, tiene que equiparse por completo: solamente el casco y las hombreras para una persona valen más o menos 500 euros". No puedo evitar resoplar ante la cifra.

"Por si fuera poco", continúa Eggy, "no tenemos estadios de fútbol americano aquí, así que tenemos que entrenar en campos de fútbol que nos ofrezcan las dimensiones mínimas para poder jugar los partidos —deberían ser 100 yardas, esto es, 91 metros, pero nosotros jugamos en 90 yardas—. Antes de cada partido tenemos que pintar las líneas del campo y luego borrarlas. Además, hay que alquilar una ambulancia por si ocurriera algo. Como te puedes imaginar, todo esto tiene un coste bastante alto".

Eggy me explica que esta es la razón por la que muchos equipos desaparecen: no son capaces de soportar los costes. Concluyo que esa primera edad de oro del fútbol americano en España, allá por los 80, fue más un grito solitario que un verdadero concierto.

"Roma no se hizo en un día", dice Eggy, sonriente. Lo que quiere explicarme, lleno de esperanza, es que todo esto es normal. Las apariciones y desapariciones de equipos son como una selección natural donde quien puede sobrevive y quien no puede cae… pero que igualmente el deporte sigue evolucionando y creciendo poco a poco.

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Apuro mi cerveza. Llevo un rato notando que Eggy habla del fútbol americano como si hablara de una pequeña criatura que hay que alimentar poco a poco y con inteligencia. Sigue diciéndome que lo que mueve este deporte en España es únicamente el amor y el sacrificio de un puñado de valientes, un grupo de personas que por la mañana son ingenieros, diseñadores, camioneros o barrenderos y que por la noche se unen por un objetivo común: mejorar como jugadores y como equipo para que quien termine mejorando sea todo el fútbol americano del país.

Está claro que la situación es peculiar, y ello se evidencia en el hecho de que el sueño de cualquier jugador español de fútbol americano es terminar en Estados Unidos. Es normal: al fin y al cabo, cualquier chaval del mundo que juegue a fútbol quiere terminar en el Camp Nou o en el Bernabéu. Lo que habría que cambiar para que el fútbol americano —y otras disciplinas— crezcan son las raíces. Hay que enseñar a los niños que no solo están Messi y Cristiano Ronaldo, sino que el deporte es un mundo inmenso donde cada ser humano puede ser una estrella. Quizás así crecería la atención hacia otros deportes, la atención de los medios se nivelaría y el mundo sería un lugar justo y feliz… bueno, o quizás me esté pasando y no haya para tanto, no sé.

Nos acabamos las cervezas y Eggy mira su reloj. Me dice que tiene que irse a la presentación oficial de su equipo y que no quiere llegar tarde. Antes de hablar con él no sabía nada de fútbol americano: ahora sé poco, pero he logrado entender que en realidad este deporte no solo está formado por una multitud de yankees enormes cargados de esteroides y con el único objetivo de ahostiarse. Descubro que en realidad las castañas son solo la parte más visible de unas reglas muy precisas que discurren por detrás —y esto a mis ojos da una nueva dimensión al fútbol americano.

"Roma no se hizo en un día". Tanto Eggy como todos aquellos que siguen luchando desde 1998 saben que el camino no es ni corto ni fácil, pero que llegará un momento en el que no tendrán que volver a dibujar las líneas del fútbol americano sobre un campo de fútbol, ni alquilar una ambulancia pagándola entre todos, ni gastarse su dinero personal en la supervivencia de su deporte.

Este año, en la Liga Nacional de Fútbol Americano juegan 44 equipos divididos en tres categorías, Serie A, B y C. Viéndoles, la verdad es que parece que con todo el amor que tienen estos chicos se podría llenar cualquier estadio… si solo hubiera uno.

Niccolò Massariello ha colaborado en la redacción de este artículo. Síguele en Twitter: @nicolerebo