Ejercer la prostitución más allá de los cincuenta en Barcelona

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trabajo sexual

Ejercer la prostitución más allá de los cincuenta en Barcelona

Hablamos con prostitutas de la dificultad de un oficio al que no piensan renunciar. "Me veo siendo puta hasta que tenga 90 y ande con el tacatá"

Natalia Fabia es una pintora polaca arraigada en California que en la mayoría de sus obras convierte a las prostitutas en protagonistas. Mayoritariamente las dibuja bellas, jóvenes y exóticas. Nunca aparentan tener más de cincuenta años. Si nos paseamos por el Raval de Barcelona, y casi por cualquier zona donde sea habitual la prostitución, nos daremos cuenta de que la variedad de prototipos de mujeres que se dedican a este oficio es la misma o mayor que en el resto de profesiones.

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Janet y María José van vestidas de manera informal y sin enseñar mucho, tienen 57 años y llevan ejerciendo como prostitutas desde que tenían 27. "Ni mucho menos somos las mayores del lugar. Aquí hay prostitutas de hasta 75 años", dejan claro desde un principio. Y añaden que, como en cualquier trabajo de clase obrera, el problema que tienen al sobrepasar el medio siglo de edad es que ya no son reciclables.

"Aquí hay prostitutas de hasta 75 años"

"En el Raval hay muchas abuelas trabajando para darles de comer a sus nietos. Sus hijos están parados y no tienen dinero para pagar la hipoteca. El Ayuntamiento de Trias cerró nuestros pisos y ahora no nos
quieren en otros porque nuestra clientela es mayor y necesita más tiempo de servicio. No somos rentables. Una chica joven hace tres clientes en el tiempo que nosotras hacemos uno", explica Janet, morena, bajita y de carácter dicharachero, nacida en Uruguay y actual representante legal
del colectivo de prostitutas de Barcelona denominado Prostitutas Indignadas.

"La mayor parte de la prostitución en Barcelona está en pisos y la media de edad de las mujeres que la ejercen se mueve entre los 35 y los 40 años, aunque también hay algunas que precisamente empiezan a ejercer este trabajo a partir de esta franja de edad. Piensa que las escorts de más renombre sobrepasan los 50 años", explica Clarisa Velocci, portavoz de Genera, una organización sin ánimo de lucro que busca la redefinición de los roles sociales desde una perspectiva de género a través de la defensa y reivindicación de los derechos de las mujeres partiendo del ámbito del trabajo sexual.

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La brecha generacional

"Ejercer la prostitución sin trabajar para un tercero les permite muchas veces conciliar mejor su vida laboral y personal. También les garantiza mejor condición económica para ellas y sus familias", explica María Gómez, socióloga miembro del equipo de investigación de Desigualdades, Género y Políticas Públicas de la UIB. La situación de crisis económica ha provocado que los clientes se lo piensen mucho más que en décadas anteriores a la hora de acudir a los servicios de una prostituta. Sobre todo durante los últimos tres años.

"Son gente pensionista, en paro o inmigrante. Han crecido con nosotras y en los últimos tiempos algunos se nos están muriendo. Las chicas jóvenes, sobre todo las africanas y del este, han notado el turismo, pero nosotras no. A veces viene algún inglés o francés, aunque es algo muy raro. También tenemos la barrera del idioma. Simplemente esperamos a nuestra clientela habitual de toda la vida. Cuando no viene nos vamos al bar, a casa o de compras", cuenta María José, gallega, más tímida y alta que Janet aunque igual de sonriente. Está separada y tiene un hijo que le ha traído una nieta.

"Si hubiésemos reconocido los años de trabajo de estas mujeres como prostitutas, ahora estarían jubiladas" — Clarisa Velocci

El pasado mes de diciembre las ganancias fueron escasas. "En momentos de crisis económica el ocio es lo primero que se recorta y los clientes de estas mujeres son pensionistas que deben mantener a toda la familia", afirma Velocci. Las prostitutas del Raval están acostumbradas a un nivel de ingresos notable que en lustros anteriores se movía entre los dos mil y los tres mil euros mensuales. Actualmente la que menos cobra de ellas se embolsa mil.

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"Puede haber crisis en muchos sectores, pero en el del ocio nunca ha repercutido tanto como ahora. En la calle Robadors cada vez somos menos chicas porque no hay demanda para todas. Las jóvenes evidentemente no se quedan aquí porque tienen la posibilidad de moverse por cualquier parte del continente. Nosotras, como ya somos mayores y tenemos una familia, nos quedamos aquí", explica Janet, que tiene treinta años cotizados en la seguridad social, igual que muchas compañeras. Algunas, como es el caso de ella y de María José, han hecho horas limpiando. Otras las han hecho en fábricas.

"Pero algunas no han podido cotizar y, de todas formas, trabajar en la limpieza no te da derecho a baja y te proporciona una pensión pequeña, unos 250 o 300 euros al mes. Si hubiésemos reconocido los años de trabajo de estas mujeres como prostitutas, ahora estarían jubiladas y no tendrían que seguir ejerciendo la prostitución a esta edad", dice Velocci.

prostitución mayores 50 Barcelona

'Blush Moon Indulgence', uno de los cuadros de Natalia Fabia

"Deberíamos plantearnos qué consideramos 'inserción' o 'reinserción laboral' para cualquier persona, haya ejercido prostitución o no. Ganar, por ejemplo, menos de 4 euros por habitación que se limpia en un hotel, hacer horas extras sin cobrar, aguantar el ritmo a base de antiinflamatorios y analgésicos… ¿es inserción laboral digna? La precarización actual de muchos trabajos nos tiene que hacer pensar que tener un empleo no siempre significa tener unas condiciones de vida dignas", responde Gómez cuando se le pregunta si funcionan los planes de reinserción en el mundo laboral destinados a las prostitutas que proponen algunas asociaciones como ABITS.

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"Hemos creado el programa de formación laboral DIMO para ofrecer a las mujeres otras vías laborales cuando lo requieran y estamos trabajando con Barcelona Activa para articular la coordinación de todas las entidades que ofrecen salidas laborales e itinerarios formativos para las mujeres", explica la portavoz de esta agencia que pertenece al Ayuntamiento de Barcelona y que aborda integralmente el fenómeno de la prostitución en la ciudad y colabora en la lucha contra el tráfico de personas con finalidad de explotación sexual.

"Lamento no haber conocido la calle antes"

Antes de dedicarse a la prostitución Janet trabajaba en la hostelería como pinche de cocina, donde ganaba 17.000 pesetas al mes. Entonces perdió a su hija y su marido murió en un accidente de coche. De repente se encontró sola en España y con un traslado de cuerpo pendiente por el que le pedían dos millones de pesetas. "Una amiga me dijo que me llevaría a una cafetería, donde ella trabajaba como encargada, que me haría ganar el dinero que necesitaba. La cafetería resultó ser una barra americana. En dos meses ya tuve el dinero necesario, pero como había sido una muerte violenta no autorizaron el traslado del cuerpo hasta dos años después". Pasado ese tiempo ya había entrado en una rutina que no le disgustaba. Por eso decidió quedarse aquí ejerciendo de prostituta. Cuando dejó la barra americana trabajó en el primer topless de Barcelona y en apartamentos.

"A los 40 años ya nadie me quiso en estos sitios. Entonces fue cuando conocí la calle, la cual lamento no haber conocido mucho antes. Antes estaba obligada a dar el cincuenta por ciento de mis ganancias, a mantener un horario, a ir vestida y maquillada de una manera determinada. En cambio, en la calle voy y vengo cuando quiero y todas las ganancias son para mí. Te encuentras más libre, con más posibilidades".

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"Antes estaba obligada a dar el 50% de mis ganancias, a mantener un horario, a ir vestida y maquillada de una manera determinada. En cambio, en la calle voy y vengo cuando quiero y todas las ganancias son para mí" — Janet

Por su parte, María José siempre ha trabajado en la calle, donde fue de un lado a otro hasta que encontró un sitio donde se sintió cómoda: la calle Robadors. "Lo hago con total libertad y lo mejor posible. A mí la necesidad me obligó. Debía mantener un hijo al que aún hoy en día debo ayudar económicamente"

Son un colectivo de mujeres que mayoritariamente se cuidan y protegen entre ellas. De hecho, afirman ser una familia que también incluye a sus clientes de toda la vida, quienes superan con creces la media de edad del cliente medio en España —el país de la UE que con el 40% se sitúa como el que más tanto por ciento de hombres ha estado alguna vez con una prostituta— según las estadísticas oficiales: de 35 a 50 años. Cuando Janet y María José empezaron a trabajar en las calles del Raval, la señora Teresa, una histórica prostituta ya fallecida, les transmitió tranquilidad. "En la calle iba con bambas [zapatillas deportivas] y tejanos y con esa pinta de maruja ganaba muchísimo dinero trabajando tan solo dos horas por la mañana y otras dos por la tarde. Podía llevarme veinte mil pesetas por trabajar una hora cuando en un establecimiento debía estar tres o cuatro para ganar lo mismo. En la barra americana había llegado a ganar un millón de pesetas mensuales, ¡y eso que daba la otra mitad al establecimiento!", explica Janet.

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También tiene dos hijos, de 22 y 18 años. El mayor está estudiando Ingeniería Biomédica y el pequeño un Curso Superior de Informática. Los tuvo con su segundo marido, quien también murió joven. Esta vez fue culpa del cáncer.

Problemas con el ayuntamiento

Las prostitutas barcelonesas explican que en la anterior legislatura municipal el alcalde Trias las sometió a una inmensa presión policial que llegó a comportar que los guardias urbanos les llamaran gordas, celulíticas o negras, y que las multaran por fumar, por ir de rojo o por lo que les apeteciese. Entonces hablaron con Trias y la situación se suavizó. "Antes de que su gobierno terminara la legislatura nos quisieron dar 12.000 euros para mantenernos calladitas a causa de que ya veían que podían perder la alcaldía y tenían miedo de que nosotras hiciésemos una contracampaña. Evidentemente no aceptamos el dinero porque Francina Vila nos dijo que a cambio no podíamos explicar que iba destinado a un proyecto de prostitutas y trabajadoras sexuales", asegura Janet.

"La Guardia Urbana nos vejaba y humillaba. Tenían órdenes políticas de que valía todo. Hay relatos escalofriantes de mujeres que explicaron lo que les hicieron", dice Velocci. En aquella época ellas pedían hacer una cooperativa en el número 25 de la calle Robador, donde tenían los pisos que el Ayuntamiento les cerró. "Los 12.000 euros eran a cambio de denegarnos este proyecto", añade Janet.

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"Nos vienen arrinconando en las calles hasta que ha llegado un momento en el que decimos que Robadors, por ser el núcleo histórico, el buque insignia, no lo vamos a abandonar. Esta calle es nuestra por arraigo y por historia" — Janet

A partir de ese momento el colectivo empezó a hacer campaña para Barcelona en Comú y Cup Capgirem Barcelona de cara a las elecciones municipales de 2015. "La no sanción del ofrecimiento sexual es una práctica consolidada en Barcelona desde noviembre de 2015. Este cambio no ha tenido ningún impacto en el número de trabajadoras sexuales. De hecho, los datos de la Taula ABITS nos indican que el número de trabajadoras sexuales se mantiene estable desde hace años. Por lo tanto, podemos decir que ni las sanciones han tenido el efecto disuasorio esperado, ni dejar de sancionar ha supuesto un aumento de trabajadoras sexuales", explica a VICE la portavoz municipal consultada.

Con Ada Colau en la alcaldía las prostitutas consideran que su situación ha mejorado. "Por lo menos hoy en día no nos multan como antes y esperamos que una vez se asiente este proyecto político de cambio la cosa aún mejore más". Actualmente el colectivo de prostitutas se reúne en Genera o en Àmbit Prevenció y sobre la mesa hay una propuesta de Barcelona en Comú para cambiar la ordenanza cívica, pero con una minoría parlamentaria se presume imposible poder llegar a implantar todo lo planeado.

Un avance que si que han conseguido ya las prostitutas es que en la calle Robadors haya una oficina donde podrán dialogar los vecinos, los comerciantes y las trabajadoras sexuales de la zona. "Siempre dialogaremos teniendo presente que nosotras la calle nunca la vamos a dejar. No nos vamos a mover de Robadors. Somos el resultado de las políticas exclusistas y clasistas que ha hecho Barcelona desde el año 92. Nos vienen arrinconando en las calles hasta que ha llegado un momento en el que decimos que Robadors, por ser el núcleo histórico, el buque insignia, no lo vamos a abandonar. Esta calle es nuestra por arraigo y por historia. Allí estaban los meublé y los bares", argumenta Janet. "Hay relatos del 1500 que explican que en esta zona ya se ejercía la prostitución. Pero entonces se convivía mejor con el entorno", puntualiza Velocci. Uno de los problemas es que a los nuevos vecinos se les vendió algo muy diferente. UGT compró los pisos e hicieron maquetas de apariencia idílica como si aquello se fuese a convertir en una zona hermosa de la que habrían conseguido echar fácilmente a las prostitutas, a los toxicómanos y a todos los que les pudiesen molestar.

"Nos vemos siendo putas hasta que tengamos 90 años y andemos con el tacatá. Mientras tengamos nuestros amigos, seguiremos"

"Nosotras somos anarcas, sindicales, rebeldes y canallas. El Raval es nuestro barrio y tiene una identidad característica. Los habitantes de Barcelona se han convertido en unos seres destinados a servir como camareros a los lobbies turísticos con unos sueldos muy precarios". Ellas no piensan dejar de luchar para que nadie les impida ejercer en las mejores condiciones posibles el trabajo que han escogido. Esta lucha la engloba el colectivo Prostitutas Indignadas. "Queremos que se nos reconozca como trabajadores sexuales y se nos deje de estigmatizar. No todas somos de trata, ni drogadictas, ni alcohólicas, ni venimos de familias desestructuradas. Detrás de la prostitución hay mucha vida, proyectos e ilusiones".

De todas formas, no hay que olvidar que en España, según estadísticas oficiales, hay 45.000 mujeres víctimas de trata que son obligadas a ejercerla. "En la lucha contra la trata con fines de explotación sexual es fundamental la alianza con mujeres que ejercen la prostitución y que no son víctimas de trata. Son ellas quienes mejor pueden conocer y detectar estas situaciones", avisa Gómez.

A pesar de la edad, Janet y María José no intuyen cerca el día en el que dejarán de acudir a las calles de El Raval para proporcionar placer a sus clientes. "Nos vemos siendo putas hasta que tengamos 90 años y andemos con el tacatá. Mientras tengamos nuestros amigos, seguiremos. Ya no es tiempo de ir a fregar escaleras o de hacer cuarenta horas semanales a cambio de 700 euros. Preferimos dos o tres horas aquí que un montón de horas semanales a cambio de un sueldo ruinoso", dicen antes de que se les escape alguna que otra carcajada.