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Libros

Tus escritores y artistas favoritos se la pasaban cogiendo

Un nuevo libro habla sobre las enredadas vidas amorosas de artistas, escritores y otros genios creativos.

Puede ser que esté saliendo con la gente equivocada, pero parece que los artistas del pasado eran mucho más sexys. Tal vez sea porque muchos se congregaron en París, una ciudad que conserva su encanto romántico mucho después de que otras (como Nueva York o Berlín) usurparan su lugar como un punto de reunión para los escritores, pintores y fotógrafos del mundo. Tal vez sea porque el viejo sistema de benefactores adinerados permitió en su momento más libertad que la actual combinación tóxica del capitalismo tardío y las redes sociales virales. O tal vez sea porque el efecto de la historia es generar drama a expensas de vastos ejemplos de mundanidad, y los "artistas creativos" de hoy habrán vivido vidas tan emocionantes como Simone de Beauvoir u Orson Welles. Cualquiera que fuese la razón, las biografías de artistas del siglo 20 —las cartas, las musas seductoras, los encuentros amorosos no monógamos más o menos acordados— desafían incluso a los más cínicos a resistir el glamour de los chismes de la época.

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The Art of the Affair: An Illustrated History of Love, Sex, and Artistic Influence (El arte del amorío: una historia ilustrada de amor, sexo e influencia artística), un nuevo libro corto escrito por la novelista Catherine Lacey e ilustrado por la artista Forsyth Harmon, anima al lector a dirigirse hacia esa nostalgia. Lacey y Harmon dividieron el material en fragmentos sobre las conexiones compartidas entre un puñado de artistas, escritores y músicos del siglo 20. Están los sospechosos habituales: Picasso, Hemingway, Frida Kahlo, Anaïs Nin, Henry Miller, así como figuras menos conocidas como Romaine Brooks, Léonard Tsuguharu Foujita y Beauford Delaney, que según Lacey descubrió mientras investigaba el libro. (Aunque falta el Bloomsbury Group y Virginia Woolf, cuyas cartas de amor con Vita Sackville-West servirían para producir el mismo tipo de posts que veríamos en un blog sobre historia literaria que las propias anécdotas de Miller y Nin, o de Beauvoir y Jean-Paul Sartre).

Intentar seguir los hilos de todas las relaciones reunidas aquí —muchas de las cuales quedaron inconclusas o terminaron demasiado pronto— es una empresa inútil, probablemente por el alcance del libro; por correo electrónico, Lacey (que es un colaboradora ocasional de VICE) me dijo que espera que los lectores usen The Art of the Affair como "una introducción a la interconectividad de artistas individuales y formas artísticas dispares". Pero aquellos que buscan lo que ella llama "cultura general intelectual" tampoco se sentirán decepcionados. Algunos ejemplos: Greta Garbo y la poco apreciada dramaturga Mercedes de Acosta estaban locamente enamoradas: —"viajes juntos, encuentros amorosos en la playa, retratos desnudas"— pero cuando Garbo no quiso identificarse públicamente como lesbiana, Acosta tuvo un romance con Marlene Dietrich. Madonna y Jean-Michel Basquiat tuvieron una aventura, pero fue tan cáustica que la hizo devolver las pinturas que él le había hecho, y luego las cubrió de negro. El poeta Robert Lowell murió en un taxi de camino hacia el apartamento de su ex esposa, la legendaria crítica literaria Elizabeth Hardwick; se supone que estaba "Aferrado a un retrato de Lucian Freud" de su tercera esposa, la escritora británica Lady Caroline Blackwood, que había estado casada con Freud 20 años antes.

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Ah, los buenos tiempos. ¿Habrá alguien que posea pinturas artísticamente legítimas de sus amantes hoy en día? Muchas de las historias de The Art of the Affair suenan al principio como chismes de tabloides antiguos, pero logran trascender rápidamente ese registro. Aunque no todas las conexiones y las rivalidades que Lacey incluye son románticas, todas fueron forjadas entre dos individuos (o a veces más) extraordinariamente reflexivos. Para un artista, o al menos para el tipo de artista que más me gusta, la lujuria nunca es biología, es esencia. "De alguna manera, sólo es chisme si la gente está viva", cuenta Lacey, "pero una vez que alguien está muerto, es historia, es parte del lente a través del cual podemos entender su trabajo".

Muchas de las historias de The Art of the Affair suenan al principio como chismes de tabloides antiguos, pero logran trascender rápidamente ese registro.

Aún así, la decisión de centrarse en las biografías de los artistas en lugar de en su producción es un asunto delicado; muchos argumentan que la vida de un artista debe estar completamente separada de su trabajo. (La gente está particularmente inclinada hacia este argumento cuando un artista que les gusta adopta una moral cuestionable u horrible). Algunas de los personajes del libro, señala Lacey en la introducción, tuvieron cuidado de cubrir sus huellas, ya sea porque sufrían de acoso por su raza u orientación sexual, o simplemente porque querían mantener su privacidad. (En sus diarios, el ensayista Edmund Wilson usó seudónimos para sus amantes, aunque los historiadores han sido capaces de descubrir algunos: Perdió su virginidad con la poeta Edna St. Vincent Millay, fue una de las conquistas de Anaïs Nin y se casó con la novelista Mary McCarthy, quien tuvo un amorío notable con el crítico de arte Clement Greenberg). Pero, como decía Lacey, "actuar como si el trabajo se creara en un vacío o por alguna entidad no afiliada a la vida del artista parece ser una manera de convertir a los artistas en ídolos o dioses, que no son".

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De acuerdo con Lacey, los problemas no surgen cuando acumulas información general sobre una figura histórica, sino cuando piensas que puedes entenderla gracias a ella. En la introducción escribe: "Lo que es tan atrayente sobre estas conexiones, en última instancia, es el misterio que las rodea". En nuestra entrevista por correo electrónico, comentó: "Mientras recopilaba estas historias, me volví cada vez más entrometida; nunca estaba satisfecha ni sentí que realmente había encontrado la carta o la anécdota o el detalle biográfico que realmente me hiciera entender quién era realmente ese artista o escritor cuando nadie estaba mirando".

Catherine Lacey y Forsyth Harmon. Ilustración de Forsyth Harmon / cortesía de Bloomsbury.

Lacey aclara que "incluso cuando pensamos que sabemos todo sobre dos personas —a través de sus libros, cartas, pinturas, fotos y revistas— nunca sabremos lo que realmente vieron cuando se miraron. Esto es verdad para todos, no sólo para los artistas muertos, y hasta las parejas profundamente enamoradas nunca sabrán realmente lo que el otro ve cuando se miran. Mencionar el misterio que rodea estas conexiones se siente como un pretexto, sobre todo porque uno de los servicios centrales del arte es comunicar conexiones e ideas de una mente a otra.

Lo que es convincente de los retratos fugaces de las relaciones incluidas en The Art of the Affair no es que sean imposibles de entender por completo, sino que abren las posibilidades de una comprensión más profunda, te invitan a avanzar más allá de la divertida nostalgia romántica que nos lleva a estas historias. Al igual que Lacey, nunca antes había oído hablar de la pintora melancólica Romaine Brooks, pero de inmediato me sentí atraída por los datos que Lacey había incluido sobre ella: Fue amante de la prolífica escritora promiscua Natalie Clifford Barney durante más de 50 años. Brooks dijo que "apenas y prefería estar con Natalie a estar sola, y prefería estar sola a estar cerca de casi cualquier otra persona". Asumí que esta persona debía haber hecho pinturas que me gustaran, y después de una búsqueda rápida en Google, vi que tenía razón. Los retratos grises de Brooks sobre mujeres purpúreas y místicas son seductores y provocativos, y no los hubiera conocido si no fuera por su vida amorosa.

Sigue a Lauren Oyler en Twitter.

The Art of the Affair: de Catherine Lacey y Forsyth Harmon está disponible en librerías y en línea.