Currar doblando porno me hizo sentir como una mierda

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Así es currar como

Currar doblando porno me hizo sentir como una mierda

Mi primera experiencia en el mundo del cine me dejó la boca seca y el alma sucia.

Ilustración por Carlos González Boy

Un día sin fecha de hace unas semanas, en el que mi habitación olía a esperma y a precariedad, me apunté a una oferta de trabajo que me encontré en Loquo para doblador de pelis porno. Mi sueño siempre ha sido ser actor, pero mientras tanto, como un fotógrafo que sueña con una pizca de fama pero se resigna a fotografiar bodas, me autoconvencía de que no me iría mal practicar un poco de doblaje mientras mi momento llegaba. Además, pensé "Experiencia si que tengo, yo también he tenido sexo alguna vez".

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Recibí la respuesta rápidamente, mi formación como actor resultó suficiente cómo para empezar a moverme en el mundo del doblaje y así me llamaron para un cásting. Al comentarle todo esto a mi madre por teléfono solo recibí un largo silencio fruto de una mezcla de orgulloso, por el trabajo, y decepción, en parte por no poderlo contar a sus amigas, que  terminó en un resignado "Bien", sin más. Mientras tanto, entre mis colegas se sintió un orgullo unánime por mi manera original de "levantar el país". Sabiendo que "el país" no iba a ser la única cosa en levantarse gracias a mi nuevo curro, fui a la cita acordada (pajeándome preventivamente, para estar seguro de no sufrir ninguna reacción colateral fruto de la incierta situación), mientras me intentaba convencer a mi mismo de que no debía ser complicado doblar porno.

Pues no fue así. Me quedé mucho más "tocado" de lo que me esperaba: no es tan fácil doblar una peli porno. Y llegó el día. El timbre del portal es redondo y rojo, pequeñito, y al tocarlo un sonido sale desde el interior de la casa, rápidamente oigo los pasos de alguien acercándose a la puerta. Al abrirla, una mujer me dice "¡Entra que llueve!", tras una pausa me pregunta "¿te has mojado mucho?". "Mucho menos de lo que me esperaba" contesto y tras unos segundos de silencio se presenta como Sasha*. "¿Estas aquí para la porno verdad?", "Si" contesto con un inespreado sentimiento de seguridad, como si ese improvisado curro me diese algún tipo de superpoder.  Subimos unas largas escaleras y llegamos al final del estrecho y oscuro pasillo negro, ambos extenuados por el esfuerzo físico hasta llegar a una pequeña habitación donde se reconoce la silueta de una enorme polla —bien gorda, con venas y todo— inmóvil entre roja y amarilla, dura, ahí en la pantalla, justo detrás del micro donde probablemente iban a grabar mi voz.

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"¿Daré yo voz a esa polla?" pienso.

Me presento con unas pocas palabras al tío sentado delante del ordenador, Rocco*, el cual, según Sasha, es el encargado del montaje de los audios que se van a ir grabando. Al darle la mano, Rocco se levanta educadamente y me la estrecha con fuerza mientras preguntaba "¿Eres el chico de la porno verdad?".

Dicho lo dicho, vuelve a sentarse y exclama enérgicamente "¡A trabajar chicos, que ya es tarde!". La boca se me seca de golpe, siento la lengua como si fuera la esterilla que he pisado en el portal, se me sube todo el moco de años de abuso del tabaco, justo ahí donde las cuerdas vocales reposan, y con falsos golpes de tos intento aclarar la garganta mientras me acerco al micro —negro y fálico, de más o menos 30 centímetros— situado cerca de mi boca.

"¿Vamos?" pregunta Rocco, la polla desaparece y sale una chica con unos tíos penetrándola como los ratones entra entran y sales de los agujeros de un trozo de queso.

"Antes Sasha tiene que doblar unas escenas que tenemos pendiente" me comenta, y al contestar un "Sí" muy profesional me doy la vuelta hacia la pantalla y apreciando más detalles, lo que parece ser un pulpo es en realidad una tía que está recibiendo inputs desde muchas direcciones, todas ellas penes le sugieren donde mirar y hacia donde abrir la boca, las manos o las piernas o lo que haga falta abrir. En ese instante, no sé porque pienso en Matrix, justo cuando el tío dice a Neo "Estamos dentro". Sasha empieza a calentarse (la voz) y empieza a gritar de placer. Suelta unos cuantos "sí"  y unos cuanto "más" de manera muy profesional. Otra polla se une a la escena y el juego se hace más complicado porque la felación múltiple empieza y Sasha me sorprende sacando su dedo pulgar y poniéndoselo en la boca sin dudar ni un segundo. Sigue chupándolo como si fuera el último agujero del mundo desde donde substraer oxigeno, seguido por 15 minutos de gemindos —que a mi me parecen 30 y en los cuales me he sentido avergonzado como pocas veces en la vida, siempre manteniendo la compostura y una expresión profesional. "¡Perfecto!, ya está, buena la primera" acaba Rocco. Sasha tira un largo suspiro, se seca la boca de la saliva y mientras recupera la respiración me dice "¿Listo?, ahora te toca a ti". "¿Son así todas las porno que dobláis?" le pregunto a Sasha con cara de asco para ganar tiempo. Como debe haber dicho a todo primerizo que le hace la misma pregunta, responde "Generalmente se trata de porno machistas, pero a veces si que nos llegan pelis con un rollo más feminista, con alguna historia, emoción.. y digamos que resultan mas interesante y entretenidas de doblar. Pero bueno, la mayoría de las veces se limita a la clásica tía a la que se la follan en diez minutos y ya está". "Qué asco" le contesto hipócritamente y consciente de que sabe que he mentido.

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Volviendo a lo que había venido a hacer: aparece un tío aparentemente antipático en la pantalla y Rocco me pregunta "¿Listo?". Entramos directamente al centro de la acción un segundo después de haberme puesto los cascos. Mi boca es un desierto y mis manos son como hojas de aloe vera. Mi polla intenta escaparse como un niño en pánico antes de subir a un avión. Sasha empieza a gritar porque mi personaje, Erik, tras una excesivamente breve introducción, con 2 cliches y una palmada en el culo le está dando bien duro. Me mira buscando mi reacción y sin pensarlo empiezo trato de meterme en el papel y dar mi mejor interpretación (dentro de lo que la escena permite). Como si de un karaoke porno se tratara, pasados los primeros segundos de vergüenza ajena, me dejo llevar y empiezo a disfrutar con la suerte de que a mi personaje, como en la mayoría de las veces, no se ve en la cara.

Mientras pollas entran y pollas salen por los agujeros de esa desconocida interprete con pelo rubio, todo parece pararse en un momento de lucidez inmensa: me doy cuenta de que estoy viviendo un momento clave de mi vida y que debería aprovecharlo. En un futuro seré la voz de Di Caprio o de Clint Eastwood antes de que se mueran, pero ahora hay que hacerlo bien aquí, tengo que creérmelo y soltarme, sorprenderlos y tomar coraje como la primera vez en la que uno tiene sexo.

Entre las breves pausas pienso en Konstantin Sergeevič Stanislavskij, el maestro, y en el punto fundamental de su método para efectuar una actuación lo más real posible: él sugiere de recurrir a la propia "Memoria emotiva", aquel equipaje de recuerdos personales que han surgido espontáneamente en nuestras vidas, para revocarlos a la hora de repetir la misma emoción. Todo a través de un mecanismo consciente por parte del actor.

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Empieza la siguiente escena y con la naturalidad fingida de algo que nunca sucedería en la vida real, se incorporan tres tíos a la escena. Siguiendo el guion, suelto un tímido  "Venga tíos, ayudadme que está caliente" ante el cual, en una revelación genial de Rocco, como si fuera un Alan Parson del porno, me indica con las manos que siga así, que mola. Así que sigo. "¡Venga zorra!" digo contento aunque sintiendo cierta vergüenza ajena, como un perro que vuelve a comer su vomito. Rocco mientras tanto se lo está pasando súper bien, de hecho, está partiéndose la caja de las risas.

A Sasha parece que se le vaya a quedar en la boca solo el hueso del dedo de tanto chupárselo y me parece tener la cara un poco roja, probablemente por la hiperventilación de tanto gemido. Entre incomodidad y la excitación de hacer algo así por primera vez, sigo dándome asco pensando en como hemos mercantilizado lo que había delante de mí y lo acostumbrado que estaba a esas escenas, a pesar de ser conscientes de que nadie puede disfrutar de ser prácticamente violada por tantos tíos. Al mismo tiempo pienso que el porno es la muerte del deseo y que esa tía estará haciendo más dinero en tres años de carrera más o menos intensa que yo en 30 años de redactor freelance.

De un modo u otro, y siendo espectador de porno durante más de una década, me sigo dando asco. Ante el conflicto, pienso en los duetos que me han cambiado la vida para sentirme mejor, como el de Frank y Nancy Sinatra, como Jane Birkin y Serge Gainsbourg, Johnny Cash y June Carter y ahí me veo, soñando con la gloria mientras Sasha se chupa todas las extremidad con ansia y yo grito con forzado placer con mi polla dentro del pantalón, como en un La La Land del porno.

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Y por fin se acaba la escena.

Parece que todo fluya: mi voz, la de Sasha, los actores, las actrices y los fluidos corporales en la peli; una mezcla de sudor y aceite barato que hace relucir los pechos operados de la actriz. Todo fluye como si estuviera lubricado por el líquido de la gloria, que parece susurrarme a la oreja, sin penetrarla, que a lo mejor he encontrado un trabajo donde me pagan bien y donde me lo paso bien —porque para que mentirnos, comparado con un trabajo de oficina alineando, esto se puede considerar divertido— pero luego llega la reflexión, breve, pero profunda, de que lo que estoy haciendo es muy lamentable porque alimenta la imaginación de los pobres de principios de que el cuerpo femenino es carne y poco más. Y no me siento bien.

"Paremos un segundo por favor…" digo, con voz cortada, como si tuviera algo en la garganta.

"Hubo actores que renunciaron después de ver que en el porno habían chicas, muy jóvenes y que parecían menores de edad, que estaban claramente incomodas y que probablemente venían engañadas con falsas promesas de hacer algo mejor si hacían lo dicho" me comenta Sasha al verme un poco de bajón, mientras me pone un vaso de agua. "Es que si piensas en quien verá la peli es como que da asco, ¿verdad?" me comenta, "pero, ¡el problema es que mientras estoy grabando me lo paso bien! ¿O no?". Es cierto, grabarlo es divertido porque pretender ser otro durante un rato siempre es divertido.

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"En realidad hoy en día prefieren que las escenas de sexo se queden en el idioma original. Hay anécdotas,  recuerdo que un día tenía que doblar una escena donde una tía la estaba chupando muy fuerte y prometo que a una velocidad tal no lo había visto hacer nunca en mi vida, y ahí si que me mareé y tuve que salir del estudio porque me faltaba el aire y la cabeza me daba vueltas que tuve que recuperar la respiración" me dice Sasha.

"¿Paremos?", y Rocco se levanta, diciéndome que ahora solo quedan dos pequeñas escenas muy simples y ya está.

Jack Nicholson advirtió a Heath Ledger sobre las dificultades de hacer un papel como lo del Joker pero a mi nadie me dijo nada sobre lo que me iba a pasar doblando un porno. "A mi, con los años me ha surgido una cierta repulsión hacia el porno" me comenta un colega que desde hace dos años dobla casi cada semana una peli porno en alemán; "he visto tantas pollas y vaginas tantas veces que ya no me ponen. Si miro algunos, miro algo mas soft para que quede espacio a la imaginación", me comenta.

Hay chinos que se tiran por el techo de su trabajo para que nosotros podamos comentar un video en YouTube mientras cagamos. Hay tailandeses que ven el sol 20 minutos al día para que yo me pueda poner una chaqueta que tiraré en unas semanas, y hay gente como yo que dobla pornos machistas para que mi padre y su colega que nunca se han acostado con extranjeras si no es pagando, puedan disfrutar de eso. Es lo que hay. Es trabajo y el trabajo dignifica.

Al salir del estudio me doy cuenta de que el mundo da asco pero que la gente es maja, el chino antes de tirarse por la ventana habrá saludado al amigo sentado a su lado, el tailandés a la chica que tanto le gusta, yo a Sasha y a Rocco porque me han caído muy bien. Si hemos trabajado para que el machismo siga alimentándose esa es otra historia.