Sobre el ajuste isostático de los archipiélagos
Collage por Vivian Pantoja.

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especial de ficción 2016

Sobre el ajuste isostático de los archipiélagos

La autora mexicana Úrsula Fuentesberain nos embarca en el tortuoso viaje de una pareja por Europa.

"Sobre el ajuste isostático de los archipiélagos" forma parte de nuestro Especial de Ficción 2016.

Me tuve que haber dado cuenta ese domingo cuando no me preguntaste por qué necesitaba ir a la farmacia otra vez. Me preparé para la embestida, pero no me preguntaste. Me esperaste afuera, fumando. Tampoco me preguntaste cuando salí con las manos vacías. Caminamos sin rumbo por calles empedradas y sinuosas. Anochecía. Sin sus usuales enjambres de turistas y barullo constante, Puerta del Sol se veía aletargado, las cortinas de las tiendas cerradas parecían párpados metálicos. Escuché una campana y alcé la vista, pero no encontré ninguna iglesia. Vimos otra farmacia en la esquina norte de la Plaza Mayor, su cruz verde neón se encendió al mismo tiempo que tu cigarro. Cuando salí con esa bolsita de papel blanco, la oscuridad se había esparcido y los edificios del centro de Madrid se veían aún más antiguos. Listo, dije, y me esforcé por sonreír. Ni siquiera entonces me preguntaste. Llegamos a una plaza donde había un madroño, la luz de los faroles amarillaba su tronco y una nube de mosquitos flotaba sobre él como un halo. Mira, dijiste, y señalaste una vieja carreta de metal. Miguel e Hijos. Afiladores. Negocio familiar. Fundado en 1941, decían las letras pintadas a un costado. Un hombre barbado empujaba la carreta y tocaba su campana, su tañido se elevaba hacia la noche.

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El punto caliente de Hawái es conocido como "la línea de ensamblaje" del archipiélago hawaiano. Desde que se formó, hace 85 millones de años, ha creado 129 volcanes y es la fuente de la mayor parte de la actividad volcánica moderna.

Nos levantamos antes del amanecer para volar a Roma, la primera parada de nuestro viaje de mochilazo por Europa. Yo no quería subirme a un avión otra vez: no había pasado ni una semana desde mi llegada a Madrid. Sentía que partes de mí seguían del otro lado del océano, en México, y que tenía que esperarlas, como esos indios del Viejo Oeste que se quedaban sentados en las estaciones de trenes, completamente inmóviles, espaciando cada respiración, esperando a que sus espíritus los alcanzaran. Pero corrimos por la calle Montera para alcanzar el avión con nuestras mochilas a cuestas. Una prostituta gritó que nunca había visto a nadie con tanta prisa por follar, y sus compañeras se doblaron de la risa. Los chinos acuclillados que vendían sopa también se rieron. Nos desplomamos en nuestros asientos y vimos los primeros rayos del sol chispear sobre techos de lámina de los hangares. Cuando el capitán anunció que estaríamos en Roma en dos horas y media me besaste. Tu lengua se volvió feroz en mi boca.

La Placa del Pacífico se mueve en dirección oeste-noroeste; los volcanes hawaianos se mueven junto con ella y se alejan del punto caliente donde se originaron. De tal forma que los volcanes más jóvenes están situados en la parte este del archipiélago hawaiano y los más viejos, al oeste.

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Las hormigas se comerán, dijiste, y tus palabras quedaron suspendidas en el anfiteatro del Coliseo. Y yo te sonreí y completé: a Roma, está dicho. Entonces me atrajiste a ti, pusiste una mano en mi cara y metiste la otra bajo mi vestido. Las palabras de Julio Cortázar nos hechizaban siempre, nos recordaban nuestros primeros años juntos, cuando nos leíamos sus cuentos en voz alta. Pero esa noche, cuando nos sentamos en los escalones de la Fontana di Trevi para ver Ladri di biciclette, el efecto ya había pasado. La luz de la pantalla improvisada se escurría sobre Neptuno y sus tritones y se arremolinaba en el agua de la fuente. Tú te acostaste y pusiste tu cabeza sobre mi regazo. No podía ver tu cara, pero tu respiración lenta me hizo pensar que te habías dormido. Bruno acababa de rescatar el sombrero de su padre después de que la muchedumbre se lo tiró de la cabeza, cuando sentí algo húmedo en mi muslo. No miré. Me convencí de que era saliva, tú nunca llorabas. Cuando la embestida al fin llegó, un día muy lejos de Roma, me dijiste que habían sido lágrimas.

El volcán submarino Lōʻihi está justo encima del punto caliente hawaiano y es el más nuevo de la cadena de montes submarinos Hawái-Emperador. Sus erupciones, bolas de lava del tamaño de autobuses, son llamadas almohadillas y continuarán aproximadamente 200.000 años hasta que la lava alcance la superficie del océano.

Nunca voy a olvidar que en 2006 dos boletos de primera clase de Roma a Florencia costaban 108 euros. Centootto, dijo el boletero cuando nos encontró en el gusano plástico que conecta a un vagón con el siguiente. Cuando le entregué ochenta euros dijo: ¡No! ¡CENTO otto! y escribió 108 en la parte de atrás de su libreta. Tú le trataste de explicar que queríamos ir a Perugia y le enseñaste nuestros boletos de segunda clase, pero él empezó a hablar muy rápido y la cara se le puso roja. Le di el dinero antes de que las cosas se pusieran peor. Lo maldijiste cuando se fue y seguiste maldiciéndolo. Empezaste con hijo de puta, seguiste con pendejo y al final solo repetiste estúpido una y otra vez. En algún punto los insultos parecían no estar dirigidos hacia él sino a ti mismo.

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Mauna Loa y Kīlauea son volcanes vecinos con interacciones complejas. Cuando Mauna Loa tuvo gran actividad volcánica de 1934 a 1952, Kīlauea estuvo inactivo; y de 1952 a 1974, sucedió lo opuesto.

Te sentaste frente a mí en el cibercafé de Perugia. ¿Qué decía mi cara de mí mientras le escribía a Amaya? ¿Coincidía con las palabras que le mandé? Seis meses después, cuando llegó tu embestida y cortamos definitivamente, me dijiste que, en prepa, cuando nos hicimos novios, te había contado que mi contraseña del mail era la primera cosa que me preguntaste al conocernos: Crees_En_El_Y2K?. A mí se me había olvidado y nunca me preocupé por cambiarla. Tu cara permaneció sombría el resto de la tarde. Nada la iluminó, ni siquiera los rizos dorados de 14 quilates de Cristo de la Cattedrale di San Lorenzo, ni los arcos etruscos, ni los palimpsestos medievales, ni el zumbido de los trigales. Nada.

Durante los últimos 250.000 años, las erupciones de Mauna Kea han disminuido y ahora su cráter está cubierto por un caparazón de lava. Al medirlo desde su base oceánica, Mauna Kea es dos veces más alto que el Monte Everest, siendo así la montaña más alta del mundo. Diversos estudios indican que Mauna Kea dejará su inactividad pronto y hará erupción de nuevo.

No nos volvimos a enamorar en Venecia. No compartimos un sándwich de prosciutto sentados en los escalones de la Piazza San Marco. No nos tomamos de la mano y contemplamos el domo de la Basilica di Santa Maria della Salute en completo asombro. No cantamos Oh sole mio a bordo del water taxi, ni pretendimos que era una góndola. No bromeamos con que si tuviéramos un niño, se parecería un poco a Tadzio, de Muerte en Venecia —tus ojos azules, mi sonrisa de sinvergüenza, nuestro pelo rizado—. No hablamos de la respuesta de Amaya a mi mail. No abrimos los ojos al coger en ese hostal con sábanas sucias.

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ʻAʻā es un tipo de lava que se caracteriza por su superficie áspera formada por bloques afilados llamados clinker. Los bloques de clinker bajan las escarpadas laderas volcánicas transportados por una lava viscosa y veloz. Por su textura, la lava ʻaʻā siempre se ve luminosa en las fotografías satelitales. ʻAʻā es el nombre polinesio de Sirius, la estrella más brillante.

Fumamos una mota hidropónica que hizo que Berlín brillara aún más. El Biergarten donde cenamos tenía un arenero que me hizo pensar en cangrejos. ¿Sabes cómo diferenciar a los cangrejos mexicanos de los demás cangrejos cuando los pones en Berlín?, te pregunté. Y cuando contestaste que no, te dije que los cangrejos mexicanos serían los únicos que en lugar de visitar los tantísimos museos se dedicarían a hurgar en todos los agujeros hasta encontrar la mejor mota. Todavía estábamos riéndonos a carcajadas cuando entramos al edificio abandonado que un colectivo de artistas había convertido en galerías. Las paredes habían sido derribadas y había salones repletos de escritorios de formaica y archiveros color crema de la era soviética. Nos tomamos de la mano y subimos varios pisos. Pasamos un elevador roto convertido en altar budista y seguimos subiendo. En algún punto, las escaleras se empezaron a volver cada vez más estrechas y supe que pronto no habría espacio para que subiéramos juntos. Las escaleras duraron horas. Despertamos enredados y desnudos en la cama del hostal; todas las otras camas estaban vacías y nos habíamos perdido el desayuno.

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Pāhoehoe es la palabra polinesia para intacto. También es el nombre de un tipo de lava de superficie lisa. Debajo de su capa exterior corre lava líquida a toda velocidad; por eso se mueve en ondas y adquiere formas extravagantes. La lava pāhoehoe no refleja la luz solar, siempre aparece como espacio vacío en las imágenes satelitales.

La tienda de campaña que compramos en Ámsterdam era negra. Un tipo chileno nos la vendió por diez euros en la estación de autobús. El campamento costaba tres euros al día y tenía regaderas, cocina y espacios designados para hacer fogatas. Dormíamos durante el día y en la noche fumábamos junto al fuego y tomábamos el trolebús a la ciudad. Nos sentamos en puentes de madera, puentes de piedra, puentes de hierro y dejamos que nuestros pies colgaran sobre el agua oscura. Dijiste que la mota hidropónica se movía como una pelota de pinball en tu cabeza. En la mía también. Un resorte pequeñito hacía que recobrara velocidad y que rebotara como un demonio demente que iluminaba mis recuerdos y revertía el tiempo. Carne de caballo. Vino blanco en el heurigen. El Museo de la Tortura Sexual. La casa de Kafka. El Golem. Strippers checas deslizándose como pingüinos sobre una pasarela cubierta de crema de afeitar. Un soplador de vidrio en el festival medieval de Perugia. Gatos moteados en el Coliseo. Gazpacho. El tap-um-tap de los pies de las bailaoras en una plataforma de madera. Reencontrarnos en el aeropuerto. Despedirnos en el aeropuerto. Brindar por tu semestre de intercambio. Rescatar cortinas de terciopelo verde de la basura. Quemar un lomo de cerdo. Escoger los nombres de los perros que queríamos tener. Acabar otra vez en la cama. Escucharte decir te amo. ¿Me perdonas? ¿Cómo has estado? Tenemos que cortar. Quiero pasar mi vida contigo. Me vuelves loco. Ponte arriba de mí. Hay que hacerlo otra vez. ¿Quieres salir conmigo? ¿Cómo te llamas? ¿Crees en el Y2K?

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Kohala es el más viejo de los cinco volcanes que conforman la isla de Hawái y se encuentra en la etapa erosional. Kohala eventualmente se hundirá y formará parte de la corteza oceánica, arrecifes de coral crecerán sobre su superficie y se convertirá en un atolón, es decir, en un esqueleto de volcán. Es casi definitivo que el colapso de Kohala provocará un megatsunami.

Lo peor fue Bruselas. Era la última parada antes de Londres. No teníamos bolsas de dormir. No había servicio de toallas en el campamento. Tampoco regaderas, ni lavadoras. Extendimos nuestra ropa sucia y dormimos sobre ella. Cuando despertamos, la ropa se había esparcido como islas a la deriva. Fire to Fire, Dust to Dust: The Geological History of the Hawaiian Archipelago fue el único libro que me llevé a Europa, según yo para apantallar a mis futuros compañeros y que no se preguntaran qué hacía una mujer estudiando Ingeniería Geológica. En esos treinta y tantos días de viaje lo leí de principio a fin varias veces. Cuando peleábamos lo usaba como si fuera el I Ching. Te pregunté si sabías cómo se formaban los archipiélagos. Dijiste que sí y nos quedamos callados.

En el siglo diecinueve, el atolón Kure se llamó isla Kure. Los arrecifes que lo rodean han causado decenas de naufragios y durante las dos guerras mundiales fue usado como punto estratégico militar. Hoy, sus únicos visitantes son pájaros muertos que aparecen en sus playas con encendedores de plástico en el estómago. Conforme Kure se mueva hacia el noroeste por el movimiento de la Placa del Pacífico, el agua se volverá cada vez más fría y sus arrecifes de coral morirán. Su cono volcánico se erosionará hasta terminar bajo el agua.

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Nos peleamos sin motivo en la estación de trenes de Londres. En realidad fue una pelea estratégica. Yo me quedé con Amaya y tú te fuiste a un hostal. Saqué la bolsita de papel, seguí las instrucciones de Amaya e inauguré una semana de sangre, náusea y cólicos como hojas de afeitar: las consecuencias de no haber tomado esa misma decisión durante las primeras 48 horas.

Cuando la Placa del Pacífico se deslice por debajo de la Placa Eurásica, Meiji —el volcán más viejo de la cadena de montes submarinos Hawái-Emperador— será subducido bajo la fosa oceánica. 123 de las 129 islas volcánicas creadas hasta ahora por el punto caliente hawaiano han sucumbido al ajuste isostático: están extintas o bajo el agua.

Nos reencontramos en Mánchester. No me preguntaste por qué estaba tan pálida o por qué no quise escalar los cuatro kilómetros al monasterio medieval que querías ver o por qué no podía tomar alcohol o por qué, cuando hablábamos, te veía a los labios en lugar de a los ojos o por qué solo dejé que me cogieras por el culo.

No me preguntaste.

Ya sabías por qué.

*** Como apéndice de nuestro Especial de Ficción 2016 dedicado a la literatura de América Latina, los 21 autores publicados fueron invitados a contestar un cuestionario de 20 preguntas sobre los usos y costumbres, rituales y obsesiones que suelen acompañarlos en el oficio de escribir. Lee las respuestas de Úrsula aquí.