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deporte e historia

El campeón de Fórmula 1 que fue secuestrado por revolucionarios cubanos

En 1958, el mejor piloto de automovilismo de la época terminó embrollado en la revolución cubana sin haberlo deseado. Esta es su historia.
Photo by PA Images

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Siete personas murieron durante el Gran Premio de Cuba de Fórmula 1 de 1958 cuando un piloto perdió el control de su vehículo y chocó contra una multitud de espectadores. Aunque el conductor (afortunadamente) sobrevivió, decenas de personas resultaron heridas y la carrera se canceló. Unos días antes, otro competidor no había tenido tanta suerte: Diego Veguillas perdió la vida en un entrenamiento previo a la carrera cuando su coche se incendió como resultado de una colisión.

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La trágica pérdida de vidas que tuvo lugar en La Habana ese fin de semana de febrero, sin embargo, no es la razón por la cual esos días pasarían a la historia de la F1. En vez de ello, la mayor parte de titulares de los periódicos se dedicaron a otra historia: el piloto más famoso del momento había sido secuestrado por una pequeña banda de revolucionarios.

El hecho de que se organizara un Gran Premio de Fórmula 1 en Cuba a finales de los 50 cuadra mucho con la tendencia de la F1 de viajar a lugares que otros deportes evitarían (ver la Sudáfrica del Apartheid y el Bahréin de las revueltas pro-Derechos Humanos). En el momento del evento, el país caribeño vivía en un estado de inquietud mientras el Movimiento 26 de Julio de Fidel Castro intentaba derrocar el corrupto régimen del presidente autoproclamado Fulgencio Batista.

Batista sabía que mantener el orden interno en una situación de conflicto latente requería dar constantes muestras de normalidad, así que en febrero de 1957 su gobierno organizó una carrera "amistosa" de Fórmula 1 cuyo objetivo era atraer el turismo y ofrecer una imagen de tranquilidad al mundo.

A pesar de que la competición no figuraba en el calendario oficial de la F1, lo cierto es que atrajo a algunos de los pilotos más prestigiosos del momento, seducidos por la posibilidad de ganar un notable premio en metálico y pasar unos días disfrutando de la vida nocturna de La Habana. El circuito, a su vez, presentaba una imagen espectacular: su ruta estaba trazada a lo largo del magnífico paseo marítimo del Malecón.

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El paseo marítimo de La Habana en enero de 1958, un mes antes de la carrera. Foto vía PA Images.

El ganador del primer Gran Premio de La Habana de 1957 fue el piloto más famoso de la competición, el tetracampeón del mundo Juan Manuel Fangio. El evento tuvo tanto éxito que se decidió repetir la experiencia al año siguiente.

Así pues, en febrero de 1958, Fangio volvió a Cuba para disputar el segundo Gran Premio cubano. El argentino había ganado su quinto título mundial el año anterior y seguía siendo la principal atracción del torneo a pesar de que en ese momento ya empezaba a pensar en la retirada.

Todo el evento, no obstante, estaba condenado a quedar reducido a una mera nota al pie frente a los importantes hechos históricos que estaban aconteciendo en Cuba en ese momento. 1958 iba a ser un año clave en la historia de la isla caribeña: doce meses después del Gran Premio, Batista iba a perder el poder y sería forzado a exiliarse por las fuerzas revolucionarias de Castro. Sin saberlo, Fangio iba a participar de este giro político.

En la pista, el campeón hizo el mejor tiempo en los entrenamientos previos a la carrera: parecía claro que el argentino iba a ser una vez más la estrella del fin de semana. Era el escenario ideal para Batista: el mayor icono de las carreras centraba la atención en una Cuba aparentemente pacífica. Esta percepción, sin embargo, estaba destinada a durar poco —y terminaría justo el día antes de la carrera.

Como muchos otros pilotos, Fangio se hospedaba en el lujoso Hotel Lincoln durante su estancia en Cuba. La noche del domingo previo al Gran Premio, el argentino se dirigía tranquilamente al restaurante para cenar sin saber que un grupo de revolucionarios le esperaba en el vestíbulo: justo al llegar abajo, un joven con una pistola se aproximó a Fangio y le informó educadamente de que estaba siendo raptado.

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El secuestrador era un seguidor del Movimiento 26 de Julio y formaba parte de un pequeño grupo que había decidido realizar el rapto para que los periódicos pasaran de los titulares deportivos a los políticos. Arnold Rodríguez Camps, que tomó parte del secuestro, explicó los motivos del suceso muchos años después, en 1997.

Carteles de los Grandes Premios de Cuba de 1957 (izquierda) y 1958 (derecha).

"Teníamos que hacer algo para mostrar al mundo que la revolución era algo serio y para ridiculizar a Batista", rememoraba Camps: "Pero también necesitábamos demostrar que no éramos los bandidos y asesinos que Batista nos acusaba de ser. Así que decidimos tener a Fangio como huésped durante 24 horas".

Los secuestradores se habían dividido en dos grupos: mientras tres hombres esperaban a Fangio en el vestíbulo, los demás aguardaban fuera en coches listos para escapar. Camps creía que la mayoría de los trabajadores del hotel también daban soporte al movimiento revolucionario: podrían haber sospechado que estaba ocurriendo algo, pero nadie alertó a las autoridades.

Tras abordar a Fangio, los secuestradores le llevaron a una pequeña villa a las afueras de la ciudad. Por el camino explicaron al piloto sus puntos de vista políticos: al llegar a la casa, el argentino fue invitado a cenar con la propietaria de la vivienda, una mujer que vivía con sus dos hijas adultas y sus nietos. A pesar de ser un rehén, Fangio se dedicó a firmar autógrafos para todos cortésmente.

"No parecía tener miedo. De hecho, parecía que estuviera en su casa. Habló con todos y nos reímos juntos", aseguraba Camps.

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A pesar de que Fangio parecía calmado, las noticias de su secuestro se esparcieron rápidamente y causaron pánico entre las autoridades cubanas. Camps, sin embargo, no estaba demasiado preocupado.

"Nos sentíamos bastante seguros. A Batista le odiaba mucha gente en Cuba, y sabíamos que nadie que no fueran los espías de la policía nos iba a delatar", recordaba el antiguo revolucionario. "La ciudad entera se reía de Batista. Para él era una derrota política que tendría eco alrededor del mundo —exactamente lo que pretendíamos lograr".

La historia llenó las portadas de los periódicos en América y Europa: en la revista cubana Bohemia se pudo leer que "el secuestro había ocupado los diarios en París, Londres, Nueva York, Roma, Buenos Aires y Ciudad de México". El inicio del Gran Premio se fue retrasando con la esperanza de encontrar a Fangio hasta que finalmente, siguiendo órdenes de Batista, la carrera se disputó sin la principal estrella de la competición.

La pesadilla de Batista, sin embargo, no haría más que empeorar durante la carrera. El británico Stirling Moss empezó encabezando la prueba, pero en la sexta vuelta el piloto cubano Armando Garcia Cifuentes patinó sobre una mancha de aceite y chocó contra el público. 7 personas murieron y 40 resultaron heridas. Los rumores de que el accidente había sido causado por un sabotaje orquestado por partidarios de Castro empezaron a circular por la ciudad, aumentando el ambiente de paranoia. Las informaciones más racionales, sin embargo, sugerían sencillamente que la mancha la había dejado otro vehículo. Sea como fuere, el accidente terminó en tragedia, la carrera se detuvo y Moss fue proclamado vencedor.

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Fangio, mientras tanto, seguía en manos de los revolucionarios. Los secuestradores nunca habían querido hacerle daño y durante la carrera se dedicaron a negociar su liberación con el embajador argentino en La Habana. Finalmente escogieron la casa de un agregado militar argentino, en un bloque de pisos a ocho kilómetros de la villa en la que se encontraban, para realizar la 'entrega'. El embajador accedió a ir sin acompañamiento policial para garantizar la seguridad de los secuestradores.

"Todo estaba tranquilo, pero pasamos una vez por delante para asegurarnos", recordaba Camps. "Subimos en ascensor hasta el noveno piso y encontramos la puerta del piso abierta. Juan Manuel fue el primero en hablar: nos presentó como sus nuevos amigos cubanos. Creo que lo decía en serio".

Camps entregó al embajador una carta en la que los secuestradores pedían disculpas por las molestias y calificaban a Fangio de miembro honorario de la revolución. Después de esto, sencillamente se marcharon: no les infligió ningún castigo por sus acciones.

"Fangio nos podría haber identificado y podría haber revelado el lugar en el que le habíamos retenido, pero nunca lo hizo. Esto dice mucho de él. Le admiro muchísimo, tanto por la forma en la que vivió como por los motivos por los que luchó. Fangio y yo nos hicimos buenos amigos en esas 26 horas, y esa amistad duró hasta el día de su muerte", aseguraba Camps.

Sorprendentemente, el Gran Premio de Cuba no terminó tras la subida al poder de Fidel Castro en enero de 1959. Ese año no se celebró la carrera, pero en 1960 el gobierno socialista organizó un evento en un aeródromo. Moss volvió a ganar, pero la muerte del venezolano Ettore Chimeri (que chocó contra una barrera y cayó 150 metros por un barranco) agrió el acontecimiento. Las carreras de F1 no volvieron más a Cuba tras el suceso.

Fangio se retiró de la competición en 1958, a pesar de que el secuestro probablemente tenga poco que ver con su decisión: su padre estaba enfermo y su escudería no le había ofrecido un coche competitivo para la temporada siguiente. El argentino mantuvo el contacto con los secuestradores e incluso regresó a Cuba para reunirse con ellos, así como con Fidel Castro.

Fangio falleció en Buenos Aires en julio de 1995. Aún se le considera uno de los mejores pilotos de la historia de la Fórmula 1, y es sin duda el mejor de los primeros tiempos de la competición. A pesar de haberse conocido en tan excéntricas circunstancias, la amistad que mantenía el argentino con Camps duró muchos años. Después de la revolución, Camps trabajó en los ministerios de Comercio y Exteriores en el gobierno de Castro. Falleció en La Habana en 2011 a los 80 años.

La experiencia de Fangio en Cuba terminaría sin daños personales, aunque para Batista representó un escándalo y una gran vergüenza internacional. Decir que el secuestro colaboró con la revolución sería concederle más importancia de la que realmente tuvo, pero estos acontecimientos de febrero de 1958 sin duda formaron parte de una historia mucho más grande que terminaría con Castro en el poder menos de un año más tarde. Sin haberlo deseado, uno de los mayores deportistas del siglo XX acabó embrollado en una de las luchas políticas más famosas de la centuria.

Sigue al autor en Twitter: @Jimmy_Weeks