Jakob tenía alrededor de cinco años cuando se topó con unas fotos explícitas de su madre en una revista porno. “Había unas copias debajo de su cama”, explica. “Le pregunté varias veces qué eran, hasta que por fin me explicó que se las tomó por dinero”.
Según recuerda Jakob, en ese momento no le molestó la noticia. Pero como vivían en un pueblo pequeño, se corrió la voz sobre el trabajo de su madre y recuerda que se burlaban de él cuando era niño, especialmente cuando llegó a la secundaria. “Escuchaba decir a los niños que mi mamá era una estrella porno”, dice. “Cuando entré a la pubertad y empezaba a hablarle a las chicas, una me rechazó porque decía que mi mamá era una puta”.
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A pesar de que a Jacob, quien pidió mantener su anonimato por razones de privacidad, lo hicieron sentir diferente, tener una trabajadora sexual como madre no es tan raro. Según el English Collective of Prostitutes, la mayoría de las trabajadoras sexuales son madres que se han prostituido para mantener a sus familias, y cada vez son más las mujeres que ejercen la profesión debido a la pobreza provocada por la pandemia del COVID-19. Aunque hay muchas mujeres que se dedican a esto, ser madre y trabajadora sexual todavía se considera un tabú, incluso inmoral, en ámbitos sociales y culturales.
Antes se argumentaba que los hijos de las trabajadoras sexuales eran más susceptibles a los problemas psicológicos y al abandono de los padres. Tales argumentos son, en principio, simplistas y reduccionistas. Si bien el tiempo que pasó en la escuela “abrió una especie de brecha” entre Jakob y su madre durante su adolescencia, sus sentimientos por ella ahora son de admiración. “[Mi madre] puso comida en la mesa para sus hijos y estaba dispuesta a hacer lo que fuera necesario para hacerlo”, dice. “No debería sentirse avergonzada por ello”.
Esta es la actitud que Liz Afton, psicoterapeuta y trabajadora social con 15 años de experiencia, a menudo encuentra en su trabajo. “Al final, tener una madre que experimenta el estigma y sobrevive, y que está comprometida a darte una buena vida, sin importar en qué circunstancias se encuentren para apoyarte económicamente, le da al niño un sentido de compromiso con su bienestar”, dice.
También se pasan por alto las formas en las que la flexibilidad en el trabajo sexual (a menudo un mejor salario por menos horas trabajadas) puede facilitar una mejor relación entre madres e hijos. “Muchas de las madres trabajadoras sexuales que conozco entraron al negocio porque lo vieron como una forma de ser mejores madres para sus hijos”, dice Afton. “Las trabajadoras sexuales pueden brindar más oportunidades para el niño y tener un mayor sentido de independencia y, por lo tanto, tener más tiempo y atención disponible para sus hijos”.
Esta fue también la experiencia de Nina Hernández, una mujer de 35 años de Nueva York, cuya madre trabajaba como escort cuando era pequeña. “Tenía buena ropa y juguetes y al final nos mudamos a un vecindario mejor”, dice. “La parte más beneficiosa de sus pocas horas de trabajo con tan buen sueldo es que la veía más seguido y parecía feliz y animada porque no teníamos preocupaciones económicas”.
Por supuesto, esto no quiere decir que todos los que tienen madres trabajadoras sexuales compartan la misma experiencia, o que sea menos probable que tengan una crianza turbulenta. De hecho, la criminalización de las trabajadoras sexuales, la desigualdad estructural y el estigma que padecen afectarán en cierta medida a sus familias.
Brandon, que creció con una madre soltera que se dedicaba al trabajo sexual, tuvo una infancia difícil. “El trabajo sexual jugó un papel clave en mi infancia, y a menudo me sentaba en la habitación de al lado o tenía que esperar afuera en el auto mientras sucedía”, recuerda Brandon, quien pidió no usar su nombre completo. “Cuando tenía que ver a un cliente, decía que era “hora de ser mamá”. Fue algo que llegué a entender. Éramos más como mejores amigos que madre e hijo… las cosas no eran perfectas, pero nunca dudé de su amor por mí”.
Si bien Brandon se sentía seguro “la mayor parte del tiempo”, recuerda un incidente en el que uno de los clientes de su madre se puso agresivo y tuvo que encerrarse en el baño del hotel donde se quedaron hasta que se calmó y se fue. Su trabajo eventualmente la llevó a la adicción. “No teníamos mucho dinero y gastaba mucho en drogas”, recuerda Brandon.
“Creo que la forma en que abordó el trabajo sexual no le permitió conocer clientes de calidad, porque no podía cuidar de sí misma”, continúa. “Crecí con muy poca confianza en la policía y en esas personas que se suponía que debían proteger a la comunidad porque todo lo que hacíamos involucraba drogas o trabajo sexual, cosas que son ilegales. En retrospectiva, me di cuenta de que si ella hubiera podido trabajar de manera legal y conocer clientes que estuvieran dispuestos a pagar un buen precio, y que fueran examinados de antemano, nuestra calidad de vida hubiera sido diferente”.
Afton también señala el hecho de que la criminalización de su profesión significa que las trabajadoras sexuales muchas veces tienen miedo de buscar la ayuda que necesitan, ya sea por adicción a las drogas o apoyo familiar. Para que las trabajadoras sexuales tengan esa seguridad, el trabajo sexual debería estar despenalizado en todo el mundo.
“La despenalización significaría que las madres que se dedican al trabajo sexual ya no tendrían miedo de buscar ayuda de los sistemas que supuestamente apoyan a las familias”, explica Afton. “Podrían hablar abiertamente con los trabajadores sociales u otras personas para ayudarlas a lidiar con situaciones peligrosas”.
En el caso de Hernández, su vida dio un vuelco su madre fue obligada por su familia a dejar el trabajo sexual. “Tuvimos que mudarnos con mi abuela y mi madre tuvo que hacer trabajos ocasionales. Mi madre no tuvo tiempo para estudiar y obtener un título porque ya no era escort y tenía que cuidar a sus hijos sin ningún apoyo, ni siquiera el de su madre”.
“Creo firmemente que si el trabajo sexual hubiera sido aceptado, ella habría cumplido su deseo de convertirse en enfermera y nos habría dado una vida mejor. La profesión más despreciada por la sociedad (el trabajo sexual) es lo que nos hubiera salvado de la pobreza y hubiera ayudado a nuestra madre a terminar sus estudios”, dice Hernández. Actualmente, Hernández, quien comenzó a trabajar como bailarina exótica, apoya los derechos de las trabajadoras sexuales. “Las trabajadoras sexuales son seres humanos normales que se ganan la vida, no criminales que necesitan un castigo”.
Jakob y Hernandez coinciden en que tener una madre que se dedicara al trabajo sexual tuvo un impacto positivo en la relación con sus madres. “No creo que hubiera tenido el mismo respeto por ella si no hubiera hecho eso”, dice Jakob. En el caso de Hernández, quien se enteró del pasado de su madre como escort después de que ella misma comenzara a trabajar como trabajadora sexual, las hizo más cercanas. “De repente me sentí comprendida… ¡Una vez incluso fuimos juntas a comprar ropa para el trabajo!”.
A pesar de tener una infancia dolorosa y caótica, Brandon cree que tener una madre sexualmente activa lo ayudó a convertirse en una persona más compasiva. “Nunca me he cuestionado el hecho de no aceptar a alguien solo por ser diferente”, dice. “Siento que eso lo aprendí desde el principio, porque mi madre era trabajadora sexual”.