Paul Koudounaris visitó más de 60 países para fotografiar los osarios, los esqueletos y otros artefactos macabros. Hace poco publicó su tercer libro Memento Mori: The Dead Among Us. A diferencia de su obra anterior donde las fotografías dependían del texto, en este libro la imagen tiene un lugar preponderante. En su interior podemos ver fotos cautivadoras de esqueletos decorados, entierros refinados y otras tradiciones del mundo entero relacionadas con la muerte. Aquí se refleja la evolución del autor de un historiador de arte al que le gustaba la fotografía hace diez años al fotógrafo que hace historia en el arte.
Platique con Koudounaris de su libro, de nuestra percepción de la muerte, de la influencia cultural que ejerce y de la naturaleza paradójica de las leyes que desacralizan los cadáveres. También le pregunté por qué cree que los occidentales son los que tratan a la muerte de la forma más extraña.
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VICE : ¿Para ti cuáles son las diferencias entre “la muerte” y “los muertos”?
Paul Koudounaris: En mi opinión, es importante diferenciarlos. Los muertos son gente que dejó de estar entre nosotros, los vivos, y la muerte es la frontera entre los dos. Pero todo depende de cada cultura. Por ejemplo, en algunas es una línea moldeable y en otras es inamovible. La muerte puede ser una frontera laxa o una muralla impenetrable, como la Línea Maginot que nadie debe cruzar. En eso se convirtió para las culturas occidentales en el último siglo. Los muertos no regresan a nuestro mundo, nosotros no vamos al suyo y si tratas de hablar o interactuar con ellos, estás loco.
¿Y en otras culturas es diferente?
En la mayoría de las culturas, tanto histórica como culturalmente, la muerte está delimitada por una línea muy delgada y es posible tener un diálogo, ya sea físico, literal o figurativo. Si vas a Bolivia, observas ciertos rituales en Madagascar, si le pones atenciones a los indonesios o a los filipinos, si le echas un ojo a la historia Europea, las cámaras funerarias son espacios donde los vivos y los muertos pueden interactuar.
Memento Mori está dividido en capítulos: 1) los huesos como objetos de decoración; 2) momificaciones; 3) huesos y esqueletos decorados. ¿Por qué crees que se hayan desarrollado costumbres tan similares en lugares tan alejados?
La mayoría de la gente tiene una necesidad universal de estar conectado con la muerte, una necesidad de dar a los muertos un lugar en la sociedad de los vivos. Así ha sido desde la época de la prehistoria. Los esqueletos de Jericó —los primeros asentamientos del Neolítico— ya estaban decorados y colocados a la vista del público. Esta costumbre data del Neolítico.
La mayoría de los lugares que presentas son monumentos antiguos, lo cual refleja cómo ha cambiado la actitud hacia la muerte en la sociedad actual.
Hay varios factores que se deben tomar en cuenta. La mayoría cosas están relacionados con el culto moderno al individualismo y al progreso. El capitalismo en sí mismo está en contra de la proximidad con los muertos y por eso formamos una sociedad enfocada en el futuro. Alejar a los muertos, enterrarlos lejos y hacerles efigies nos permite concentrarnos en el futuro sin estar ligados al pasado.
Al ver las imágenes de tu libro de todos estos lugares diferentes con tradiciones funerarias radicalmente diferentes, empecé a preguntarme cuál sería una práctica “normal” de interacción con la muerte. ¿Esa era tu intención?
El objetivo del libro era mostrar, a partir de culturas y periodos diferentes, que nosotros, lo occidentales, somos los que tenemos una relación extraña con la muerte. Que los bolivianos exhiban sus esqueletos en el cementerio o que la gente de Indonesia exponga sus cráneos no tiene nada de raro. Es lo que ha hecho la gente a lo largo de la historia y es lo que muchas culturas siguen haciendo. Nosotros, los occidentales, somos los raros porque nos alejamos de los muertos. Los estigmatizamos. Nuestro contexto es idiosincrásico y excéntrico en lo que respecta a la forma en que representamos y acogemos a los muertos dentro de la sociedad. Estos lugares no se crearon para dar miedo; no son casas embrujadas. Esa es una concepción moderna y yo creo que mucha gente se da cuenta al ver estas fotos y la forma en que las presento. Nunca nadie me ha dicho “Se ven horribles”.
Creo que muchas de las tradiciones que examinas serían ilegales si se practicaran en EU.
Me di cuenta de que las culturas que tienen una relación cercana con la muerte en general no se escandalizan por lo que hace la gente con los cuerpos humanos. Presiento que como hemos estado tanto tiempo alejados de los muertos, ya no nos preocupa qué hacer con ellos. Aunque, de hecho, los alejamos y ahora nos inquieta mucho lo que hacemos con nuestro cuerpo. Recuerdo que una vez le pregunté a una mujer en el festival del cráneo en Bolivia: “¿Qué va a hacer con el cráneo que acaba de comprar?”
“Lo voy a guardar. Es mi nuevo amigo. Voy a platicar y a entrar en sintonía con él”, respondió. En EU, si alguien tiene un cráneo y dice “Lo encontré en una bolsa en la banqueta”, alguien llamaría de inmediato a la policía.
En Indonesia hay un lugar a donde llevan los cadáveres y los dejan secar poco a poco, hasta que se momifiquen de forma natural. Los dejan al aire libre y si llega un perro y se lleva una pierna, mejor. Los perros necesitan comer. Es natural. Para nosotros, sería algo horrible.