En imágenes: una mirada a la nueva élite económica de Corea del Norte

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Cuando Christian Petersen-Clausen visitó Corea del Norte el año pasado, se quedó sorprendido con la poca gente que tenía móvil. En un mundo en el que todo el mundo parece vivir conectado a la tecnología móvil, el Reino del Ermitaño parecía ser consecuente con su nombre. Sin embargo, cuando el fotógrafo que reside en China regresó a Pyongyang a principios de este año, descubrió asombrado que había móviles por todas partes.

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“Todo el mundo, literalmente”, recordaba. “Incluso a menudo me encontré con personas con dos teléfonos”.

Un hombre a la salida del metro consulta su celular Android.

Los teléfonos celulares son todavía una rareza en Corea del Norte —tan solo existen 2.5 millones suscriptores cuando la población es de 24— sin embargo el aumento de la propiedad de móviles es solo una indicación de la riqueza personal acumulada por un segmento de la sociedad del país.

La reciente experiencia de Petesen Clausen en Corea del Norte, donde estuvo como parte de una excursión de diez días que la web NK News convirtió en un calendario para 2017, concuerda con lo que tanto como los expertos como la disidencia lleva denunciando desde hace años. Existe una clase pujantes de ciudadanos relativamente sobrados económicamente, que no viven consagrados a la adulación del todopoderoso partido gobernante. La clase social en cuestión es conocida como donju, lo que en Corea se traduciría como: “los maestros del dinero”.

Un hombre con dos teléfonos móviles en la capital norcoreana.

Se trata de una comunidad de individuos que se desplazan con frecuencia a “Pyonghattan”, el sobrenombre acuñado por los extranjeros para referirse a un próspero enclave de la capital, que debe su nombre a su abundancia de tiendas caras, restaurantes y cafeterías abiertas las 24 horas, una forma de pasar el rato que es común en muchos sitios, pero que en Corea del Norte es poco menos que una nueva tendencia.

Dos mujeres norcoreanas consultan el teléfono móvil en Pyiongyang.

Los nuevos ricos del país han crecido a la sombra de un decreto gubernamental promulgado en 2002, y que abría la puerta a los ciudadanos a negociar con bienes y a abrir negocios. Así lo cuenta Michael Madden, un académico visitante en el instituto Johns Hopkins de Estudios Avanzados Internacionales, una organización estadounidense y surcoreana. Madden afirma que los donju de hoy tienen una especie de relación simbiótica con el régimen de Kim Jong-un, que les permite existir a cambio de pequeños chantajes, lo que se conoce como el pago de “impuestos informales”.

Una esposa y un novio norcoreanos posan junto a un dálmata en el zoo de Pyongyang

“Son como oligarcas rusos”, asegura Madden. “Algunos de ellos se han hecho a sí mismos, aunque los donju son grandes participantes de la corrupción oficial en Corea del Norte. Se trata de corrupción desde nuestra perspectiva, pero es la manera en que se hacen negocios allí. No puedes meterte en ningún negocio sin antes sobornar a las autoridades, con especias o dinero, eso ya no importa.

Madden considera que tales emprendedores se han aprovechado de la decisión del gobierno de privatizar algunas empresas públicas, de manera que ahora tienen las manos metidas en todas partes, desde los transportes hasta la propiedad inmobiliaria, o la subcontratación de obra pública.

En imágenes: vivir en Corea del Norte quizás no sea tan terrible como lo pintan. Ver aquí.

Y a pesar de la existencia de sanciones internacionales diseñados para prevenir a Corea del Norte de importar bienes de lujo, Petersen-Clausen asegura que no parece existir escasez alguna de artículos caros para deleite y expansión de los donju. De hecho, asegura haber visto montones de flamantes Audi A6 recién estrenados por las calles de la capital, además de una amplia gama de televisiones de pantalla plana y de bolsos de mano en los grandes almacenes de Pyongyang.

Arriba: Una mujer recibe una clase de equitación en el Club de Equitación Mirim, en Pyongyang. Abajo: Una joven y estilizada pareja en Pyongyang

A pesar de que los ricos norcoreanos son cada vez más ricos, el fotógrafo asegura que no había que salir mucho más allá de Pyongyang para descubrir escenas de pobreza extrema. En particular se acuerda de una granja que vio en el camino de la capital hasta la ciudad de Wonsan.

“Era época de cosecha”, explica. “Yo recién me iba de China, donde todo el mundo trabaja con máquinas recolectoras como las de Iowa. En Corea del Norte, sin embargo, todavía ves hileras de 30 personas en línea, pasándose el trigo de uno a otro. Un trabajo matador.

Todas las imágenes por Christian Petersen-Clausen via NK News.

Una mujer camina cerca del Taedongmun Park de Pyongyang.

Una hombre que sostiene una bolsa de mano de cuero se apea de un taxi cerca del puente Okryu, en Pyongyang.

Dos estudiantes universitarios observan una imagen tomada con una cámara digital de última generación.

Dos estudiantes miran la pantalla de una computadora en el interior del Centro para la Ciencia y la Tecnología de Pyongyang.

Un hombre que lleva unos auriculares sin cables pedalea frente al Gran Teatro Oriental de Pyongyang.

Hasta hace poco era raro encontrarse con individuos bien alimentados, como este caballero, que intenta detener un taxi en las calles de Corea del Norte.

Una norcoreana es acompañada hasta su tren a China por otra mujer norcoreana en la estación de ferrocarril de Pyongyang.

Snacks a la venta en una de las plataformas de la estación de ferrocarriles de Pyongyang.

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