En el último censo de Rumania, el 3 por ciento de la población se identificó como romaní, pero se cree que el tamaño real de la comunidad romaní del país es mucho mayor. No es de extrañar que muchos romaníes se nieguen a declarar su origen étnico, cuando una encuesta reciente descubrió que 7 de cada 10 rumanos no confían en los romaníes, creen que son peligrosos y tienen más derechos de los que merecen.
Muchos niños romaníes en Rumania se casan jóvenes y nunca terminan la escuela, y los matrimonios concertados siguen siendo muy comunes. Los padres romaníes solían casar a sus hijos cuando tenían entre 12 y 13 años, hasta que, en 2014, el autoproclamado rey internacional de los romaníes, Dorin Cioabă, anunció que se prohibirían los matrimonios de niños menores de 16 años.
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Monica es una chica romaní que se comprometió muy joven, pero luchó contra corriente para terminar la escuela y obtener una maestría. Ahora tiene la ambición de convertirse en azafata.
Cuando tenía 12 años, me vendieron para casarme por 58.000 dólares. Cualquiera que lea esto probablemente se preguntará cómo es posible que un padre venda a su hija. Pero mis padres no lo hicieron por dinero. En mi comunidad, existe el dicho de: “Todos los chicos buenos se casan jóvenes”. Les preocupaba que terminara siendo una “solterona” o con un marido que me obligara a prostituirme. Si terminaba en una mala familia, correría el riesgo de que los parientes de mi esposo me golpearan, insultaran, engañaran y me trataran como esclava.
Conocía al chico al que me vendieron, Marius, desde muy joven. Éramos vecinos y me di cuenta de que le gustaba. En mi pueblo estaba prohibido que las niñas caminaran solas por la calle, así que solo salíamos cuando mi abuela se sentaba frente a la puerta, mirándonos, y Marius siempre me seguía.
Durante una cena para dar limosna en nuestra casa, sus padres vinieron a pedir mi mano. “Nuestro hijo está enamorado de su hija y está sufriendo”, dijeron. Querían comprarme, criarme hasta los 18 años y luego casarme con su hijo, pero mi padre se negó. Dijo que podíamos conocernos y comprometernos, pero yo seguiría viviendo en la casa de mis padres hasta la boda. De todas formas, no es como que nos dejaran tener sexo, ni siquiera nos dejaban besarnos.
Mi papá pidió 58.000 dólares porque, de todas sus hijas, pensaba que yo era la más guapa y la más estudiosa. Acordaron que los padres del chico pagarían la mitad de los gastos en el compromiso y la otra mitad el día de la boda, cuando yo cumpliera 18. Mis padres no se quedarían con el dinero; todo sería para mi y mi esposo, para que pudiéramos comprar una casa y un automóvil. Algunos padres se quedan con el dinero, pero mis padres no querían eso.
Hace diez años, 58.000 dólares era mucho dinero por una novia. Ahora, familias modestas como la mía dan unos 46.000 dólares. Las familias más pobres, como los romaníes que viven en tiendas de campaña, ofrecen 1.100 dólares. Los romaníes muy ricos que viven en palacios podrían ofrecer hasta 117.000 dólares.
Una semana después del compromiso, fui de compras con mi futura suegra. Me compró ropa, aretes y una cadena de oro, todo para la fiesta de compromiso. La fiesta se celebra tradicionalmente en el jardín de la familia del novio. Toda la familia está invitada y violinistas tocan música en vivo.
Antes, si la chica tenía 17 o 18 años, en mi comunidad se realizaba un ritual de “camisa”. Básicamente, la pareja recién comprometida se mete a una habitación, con la chica vestida con una camisa blanca, y tienen relaciones sexuales. Si la camisa se mancha de sangre, el joven muestra la supuesta “evidencia” de la virginidad a los invitados a la boda, quienes bailan alrededor de la camisa. Pero como yo solo tenía 12 años, no hicimos eso.
Hoy en día, el ritual se realiza un día antes de la boda, y el chico solo se ata la camisa al cuerpo con una cinta roja. Pero algunos padres siguen exigiendo novias vírgenes, y si no encuentran sangre en la camisa, tratan terriblemente a la chica. En ese caso, hay dos opciones: o el joven ama a la chica lo suficiente como para manchar la camisa con algo rojo, o la chica se somete a una cirugía reconstructiva de himen antes de la boda.
Después de comprometernos, no me dejaban salir a menos que Marius me acompañara. Le decía que lo amaba, aunque no sabía qué era el amor. Mucho después descubrí que ni siquiera me gustaba.
En la escuela, los profesores eran más racistas que mis compañeros.
Tenía miedo de entrar a la preparatoria. En la primaria, todos mis compañeros eran romaníes, pero en la preparatoria solo tenía un compañero romaní. Mis padres estaban muy orgullosos de mí, pero a la familia de Marius no le gustaba mi pasión por estudiar. Cada vez que los visitaba ayudaba a mi futura suegra a cocinar y limpiar. Quería que me convirtiera en ama de casa. Incluso convenció a mis padres de que no me dejaran ir a la escuela durante una semana.
Tenía una maestra de física con la que me llevaba bien y sabía de mi situación. Cuando se dio cuenta de que faltaba a la escuela, le dijo al director que llamara a mis padres y les dijera que tenía que terminar el primer año de preparatoria, o llamaría a los Servicios de Protección Infantil. Mi padre me preguntó si quería ir a la escuela y le dije que sí, porque me estaba volviendo loca en la casa.
Aún así, no me encantaba el ambiente de la escuela. Aparte de la maestra de física, todos los profesores eran racistas y me trataban mal. Una vez, saqué 9.5 en un examen, y la maestra me puso 9 en lugar de 10. Me dijo que cómo era posible que yo hubiera estudiado, cuando era “gitana” y “los gitanos se pasan el día en los estacionamientos robando dinero”. Me enojé mucho y estudié mucho para cada examen. Siempre decía lo mismo: que yo no merecía buenas calificaciones.
Él se enamoró de alguien más
Terminando el primer año de preparatoria mandé a la mierda a otra profesora porque estaba harta de que me acusaran de hacer trampa. Se indignó, pero le dije que nunca más tendría que volverme a ver, ya que estaba harta de la escuela.
Después de ese incidente, hubo una reunión con mis padres en la escuela y el director me elogió por primera vez. Sabía que iba a dejar la escuela y le pidió a mi madre que me dejara terminar, ya que aún faltaban dos años para la boda. Mis padres estaban convencidos, pero Marius estaba molesto porque significaba que él también tenía que continuar.
En segundo de preparatoria se enamoró de otra chica y no quiso volver a verme. Su familia no estaba de acuerdo: una vez que haces un acuerdo matrimonial, no puedes incumplir tu palabra sin manchar tu reputación. El honor es muy importante en nuestra comunidad. Como no pudo romper el compromiso, empezó a tratarme mal, a insultarme e incluso a golpearme. Al principio solo me abofeteaba, pero luego, ya en tercero de preparatoria, me pateaba y me quemaba con cigarrillos. Me golpeaba tan fuerte que me quedaba sin aliento. Incluso lo hacía frente a sus hermanas, que no podían intervenir, porque también las golpeaba. Temía que si les contaba a mis padres las palizas empeorarían.
Otro chico de mi clase estaba enamorado de mí, y cuando vio los moretones me dijo que quería secuestrarme y casarse conmigo. En mi comunidad, si quieres a una chica, básicamente te la puedes robar. Por eso, cuando era joven, mi padre nunca se apartaba de mi lado en las bodas, en caso de que fuera secuestrada y violada por un hombre, y luego tuviera que quedarme con él. El chico de mi clase me dijo que iba a encontrar un trabajo para poder cuidarme. Aunque sí quería irme con él, le dije que solo arruinaría su vida y que no lo amaba. Siguió insistiendo, pero no pude hacerlo.
En los exámenes finales saqué mejores calificaciones de lo que todos esperaban, incluida yo. El director le dijo a mi padre que o podía tener una gran carrera o ser solo una esposa joven y correr el riesgo de que me golpearan.
Mi padre me inscribió en la escuela de medicina, pero aunque nunca antes había soñado con ir a la universidad, me di cuenta de que lo que quería era estudiar Geografía. Cuando era joven, solía comprar atlas mundiales o libros sobre exploraciones y descubrimientos geográficos. Anotaba toda la información que me gustaba. Mi papá se enojaba mucho, pero me dejaba hacerlo. Terminé haciendo una maestría en Ingeniería después de mi título en Geografía, solo para enorgullecerlo.
Mi exprometido me amenazó con un cuchillo
En mi primer año de universidad estaba muy asustada. Seguía preocupándome que todos mis compañeros huyeran cuando se enteraran de que era romaní. Entonces, cada vez que comenzaba una conversación con alguien, se lo decía de inmediato, solo para deshacerme de mi ansiedad. O lo aceptaban o se alejaban. Algunas personas quedaban fascinadas y querían saber más sobre mi comunidad y nuestras tradiciones, mientras que otras, generalmente los chicos que me gustaban, se alejaban. Creo que les daba miedo.
Cuando me uní a una asociación de estudiantes, todo cambió. Empecé a salir en secreto. Marius rompió con la chica con la que estaba y quiso regresar conmigo, pero yo ya estaba enamorada de otra persona. No pasaba mucho tiempo en casa y Marius me mandaba mensajes sin parar. Una noche, me desperté y él estaba en mi habitación. Quería reconciliarse conmigo y, cuando me negué, me dio un puñetazo en el estómago y se fue. Le conté todo a mi papá y no podía creerlo, en ese entonces era enero y le dijo a Marius que necesitábamos darnos un tiempo hasta marzo.
Una semana después, Marius regresó a mi habitación por la noche y con un cuchillo en el cuello me amenazó con matarme si no me reconciliaba con él. Traté de fingir una respuesta positiva, pero tan pronto como me levanté de la cama comencé a insultarlo. Se enojó y me estranguló hasta que me desmayé.
Al día siguiente, les conté todo a mis papás y mi padre fue con los papás de Marius para terminar el compromiso. El único problema eran los 29.000 dólares que ya nos habían dado. Sus padres intentaron extender el compromiso, sugirieron que nos diéramos otro tiempo. Pero mientras tanto, me había mantenido en contacto con el chico del que me había enamorado y quería irme a la playa con él. Mi papá estaba furioso, pero mamá me dio dinero y nos fuimos. Cuando los padres de Marius se enteraron, terminaron el compromiso.
Mi comunidad llevó a cabo un juicio para decidir qué debía pasar con los 58.000 dólares. Durante el juicio, el líder de mi comunidad, bulibașa, como lo llamamos, concluyó que no debería recibir el resto del dinero, porque me escapé con otro hombre, pero mi familia pudo quedarse con la primera parte porque me había golpeado muy fuerte. No involucramos a la policía en nuestros juicios; el castigo generalmente lo da el bulibașa.
Actualmente, mi familia está de acuerdo con que entable una relación. Antes, solo querían un yerno romaní, pero ahora no les importa. Mi madre solo quiere que me amen y me respeten, y que se ganen la vida dignamente. No necesitan comprarme pero necesitan tener un buen trabajo para que no les pida dinero.