Artículo publicado originalmente por VICE Australia.
Cada vez que una vaca eructa, las emisiones de gas de efecto invernadero del planeta aumentan. Un bovino promedio probablemente emite entre 80 y 120 kilos de gas metano al año, la mayoría de los cuales provienen de eructos. Si tomamos como ejemplo los eructos del total de vacas en Australia, 26.6 millones, tendríamos que la industria ganadera de Australia bombea 2.600 millones de kilos de metano a la atmósfera cada 12 meses.
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Obviamente, ese es un problema, pero afortunadamente un equipo de investigadores australianos está tratando de resolverlo al cultivar un tipo de alga marina nativa de Queensland que reduce el número de eructos de las vacas.
Según un estudio realizado por la Organización de Investigación Científica e Industrial del Commonwealth, se descubrió que agregar una pequeña cantidad de algas rosadas Asparagopsis a la dieta de una vaca reduce la cantidad de gas que el animal produce hasta en un 99 por ciento. Las vacas producen metano debido a los microbios en sus intestinos que las ayudan a descomponer las plantas, lo cual en el proceso genera el gas. Y ciertos químicos presentes en las algas Asparagopsis parecen disminuir esos microbios, según informa ABC.
“Cuando se agrega al alimento para vacas en menos del dos por ciento de la materia seca, estas algas marinas eliminan completamente el metano”, dijo Nicholas Paul, profesor asociado de la Universidad de Sunshine Coast. Nicholas considera que si las algas se cultivaran en masa a una escala lo suficientemente grande, se podrían reducir considerablemente las emisiones de gas de efecto invernadero. Sin embargo, primero, los cultivadores necesitan encontrar una forma de “aumentar la producción”.
“Hasta ahora la gente ha estado recolectando las algas marinas de la naturaleza, por lo que la cosecha es aleatoria”, dijo. “Tenemos la demanda pero no hay oferta”.
Esto viene con un conjunto de desafíos, como descubrir qué cepas de algas se reproducen de manera efectiva y cuáles son las condiciones perfectas para cultivarlas, no solo en el laboratorio sino en tanques de acuicultura al aire libre.
“Queremos, en un mundo perfecto, las especies de más rápido crecimiento que podamos encontrar, pero también las que produzcan la mayor cantidad de ingredientes activos”, dijo Nicholas. Su colega de proyecto, la científica Ana Wegner, hace eco de esa ambición.
“Conocemos la composición química de la Asparagopsis y conocemos los compuestos químicos”, dijo. “Así que ahora queremos maximizar la concentración de esa sustancia química para que podamos usar una cantidad menor de algas pero con el mismo efecto”.