Los motociclistas de Bogotá afirman que la Policía de Tránsito se las tiene montada. Según ellos, los hombre de verde (hasta hace no mucho, conocidos como los ‘chupas’) los persiguen sistemáticamente para inmovilizar sus motos basados en una aplicación arbitraria del Código de Tránsito o, peor aún, exigir sobornos a cambio de no hacerlo. Es por eso que, desde hace tres años, más de 20.000 se han unido a través de un grupo de Facebook llamado “RETENES EN BOGOTÁ” para alertar a otros moteros acerca de los puntos donde la Policía ubica sus retenes y así poder evitarlos.
Un post promedio del grupo es del siguiente tenor: “Retén por la calle 68 pasando la.cali antes de la.Texaco, con furgon de revisión tecnomecanica y tres grúas, parando motos”. También hay variaciones a partir de esa fórmula. A veces se utiliza ‘palominas’ en lugar de policías, ‘jodiendo por todo’ en lugar de revisión tecnomecánica o ‘tombos hambrientos’ en lugar de toda la ecuación.
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Otras publicaciones advierten acerca de huecos, escombros, manchas de aceite y diversos peligros a los que se enfrentan los motociclistas bogotanos. También son frecuentes las videodenuncias a moteros imprudentes, las que muestran policías abusivos y las infografías con consejos para andar en moto de forma segura.
Viendo a diario estas entradas se me fue ocurriendo una serie de preguntas. ¿Es esta una comunidad que usa la tecnología para defenderse de lo que ellos consideran como abusos de autoridad? ¿O es un grupo de personas usando las redes sociales para sacarle el cuerpo a la regulaciones? ¿Acaso un punto medio entre la denuncia ciudadana y la aplicación extrema de la autoridad?
Antes de adentrarme en la materia tengo que exponer algunas realidades externas al grupo. Según datos de la Asociación de Industriales de Colombia, entre 2004 y 2013, la cantidad de motos vendidas en Colombia ha pasado de 164.000 a 660.000 al año. Con la llegada masiva de las motos a las calles han venido sus consecuentes accidentes: a pesar de que en Bogotá la cantidad total ha disminuido en un 16%, la de motos ha aumentado en un 7%. Y la Policía ha respondido con partes: las motos fueron, en proporción, los vehículos más multados en Bogotá durante el año pasado según la Secretaría de Movilidad.
Según Jonathan Kostial, el fundador del grupo, los moteros (término que los miembros del grupo han preferido por encima del castizo ‘motociclista’) no se oponen a las sanciones que aplica la Policía, sino, más bien, a los criterios que usan para imponerlas.
“Por ejemplo ––me dijo Jonathan, un hombre de 37 años que conduce motos hace diez–– el Código de Tránsito impone sanciones a las luces de alta intensidad, a las motos que superan cierto umbral de ruido y a las que tienen las llantas muy gastadas. Pero en la calle los policías ponen las multas sin tener fotómetros, medidores de decibeles, ni profundímetros. La última palabra la tiene el ‘ojímetro’ del policía”.
Según Henry Carreño, otro miembro de “RETENES EN BOGOTÁ” que anda en moto hace siete años, los policías de tránsito no solo son más rigurosos con los moteros sino que la ley misma es más dura con ellos. En el Código de Tránsito que se aprobó en 2002 las únicas reglas específicamente dirigidas a esta población de conductores (el código prefiere atenerse al castellano motociclista) son el uso de casco y chalecos reflectivos, lo cual es bastante razonable. Pero en 2010 la ley 1383 modificó esa norma y desde entonces pasarse un “Pare”, un semáforo en rojo, tomar una calle en contravía, adelantar a un vehículo en lugar prohibido y hacer maniobras peligrosas son motivo suficiente para que un policía de tránsito inmovilice una moto. A un carro no.
Según Jonathan, no solo han cambiado las normas, sino que también ha cambiado la gente:”Hace 10 años ––me dijo–– el que tenía moto en Bogotá la tenía por gusto, por goma. Hoy en día, por los trancones, y por el pésimo transporte público de la ciudad, la moto se ha convertido en una solución de movilidad”.
Para los miembros de “”RETENES EN BOGOTÁ” los agentes de tránsito se han aprovechado de este Código de Tránsito que, en efecto, es más duro con los motorizados. “Para un policía parar una moto es buen negocio: primero porque ocupan menos espacio y puede montar el retén sin armar trancones y llevarse varias motos en una sola grúa, y segundo, porque las motos son un papayazo, las pueden inmovilizar por una cantidad de razones”.
En diciembre del año pasado, un patrullero de tránsito fue capturado en Medellín mientras exigía dinero a un motociclista infractor a cambio de no inmovilizar su moto. En enero de este año Daniel Mejía, nuevo secretario de Seguridad de Bogotá, anunció en una entrevista concedida a Blu Radio, que el alcalde había ordenado que se suspendieran los “retenes de la Policía de Tránsito para pedir papeles, para verificar el dato, verificar el nivel de aire de las llantas, para buscar algún motivo para poner una multa y pedir dinero a los ciudadanos”. Sin embargo, los miembros del grupo siguen alertando acerca de la presencia de retenes exclusivos para motociclistas en varios puntos, especialmente el costado norte del Estadio el Campín y el barrio Puente Aranda.
Henry Carreño afirma haber sido detenido en uno de estos retenes a finales de febrero. En aquella ocasión, me dijo, sus documentos fueron retenidos y se le ordenó seguir a los patrulleros hasta una estación cercana donde revisaron sus antecedentes y le devolvieron sus documentos. Según Henry, en esa ocasión, el trámite le tomó alrededor de veinte minutos.
De acuerdo al Coronel Germán Jaramillo, comandante de la Policía de Tránsito de Bogotá, el anuncio de Daniel Mejía hacía referencia a los retenes, los cuales son organizados por la policía de vigilancia para verificar los antecedentes de los vehículos, mas no a los puestos de control, que son los puestos donde la policía “verifica los antecedentes de los vehículos, hace un registro y revisa que cumplan todas las normas del código de tránsito”. Algo así como la diferencia que hay entre moteros y motociclistas.
El coronel Jaramillo confirmó que la Policía está al tanto de la existencia de estos grupos y me dijo que, en lugar de ayudarse, los motociclistas bogotanos se están perjudicando entre todos: “ellos no son conscientes de que estos procedimientos (revisar que las llantas que no estén lisas, que todos los papeles estén en regla y que las motos no tengan modificaciones ilegales) se hacen por la propia seguridad de los motociclistas. En realidad es mejor parar en el retén y salir de ahí tranquilo sabiendo que tiene todo en regla y está seguro”. El coronel se posesionó como tal en marzo de este año.
El fenómeno, intuyo, es popular y de fácil conocimiento para las autoridades.
La página, por ahora, sigue activa y difunde a diario varias decenas de posts alertando a otros moteros acerca de retenes, huecos, manchas de aceite, conductas irresponsables y consejos para evitar accidentes. Todo parece indicar que, al menos por ahora, los moteros bogotanos prefieren cuidarse solitos.