Esta madrileña está combatiendo la violencia en Ciudad Juárez con terapias alternativas

Marta Rodríguez Plaza. Fotografía cortesía de Marta RodríguezPlaza

Marta Rodríguez Plaza vive en Ciudad Juárez desde hace cuatro años. En los cuatro años anteriores a su llegada, más de 10.000 personas fueron asesinadas en la ciudad mexicana, donde los feminicidios, robos, extorsiones, violaciones, secuestros y desapariciones están a la orden del día. Esto nos da una idea de los ovarios que maneja esta mostoleña (Madrid) de 29 años que, a través de SABIC (Salud y Bienestar Comunitario), trabaja con víctimas de la violencia utilizando terapias alternativas. Un dato: todas las personas que ha conocido allí: 1) han estado en medio de ‘balaceras’, 2) han visto a sus familiares huir o 3) han perdido un ser querido.

VICE: ¿En qué momento comienza tu compromiso con la ayuda humanitaria?
Marta: Empecé a trabajar pronto y descubrí mi pasión por viajar, conocer nuevos países, culturas, tradiciones. Estudié psicología y gracias al apoyo de mi familia, a recibir algunas becas y a las oportunidades laborales que fueron surgiendo por el camino, he estado fuera de España los últimos siete años.

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El impulso definitivo para involucrarme en temas de cooperación y de ayuda humanitaria lo tomé después de irme de voluntaria a Perú donde pude vivir la realidad social, sanitaria y educativa de la periferia limeña.

¿Y cómo acabaste en Ciudad Juárez?
Resumiendo mucho, estudié un máster en Acción Internacional Humanitaria, entre España y Alemania, que me cambió la forma de ver la vida. Entre periodistas, abogados, ingenieros, politólogos…

Comprendí ligeramente cómo funciona el mundo, las relaciones de poder entre países, qué causas provocan las desigualdades, la exclusión, y qué iniciativas existen para intentar cambiar eso. Y así es como llegué a Juárez, para hacer unas prácticas profesionales con una ONG local a través de Ayuda en Acción.

Más de 10.000 personas fueron asesinadas en Juárez en los últimos cuatro años. Los feminicidios, extorsiones, violaciones y desapariciones están a la orden del día

Es una decisión valiente. ¿Tuviste dudas? ¿Cómo la afrontaste?
Aunque había leído mucho antes de venir, quise olvidar todo lo leído al llegar, intenté llegar sin prejuicios, sin teorías, y abrirme a la experiencia. En el 2012, Juárez era aún considerada de las ciudades más violentas del mundo. Parecía que la situación estaba mejorando pero aún era una incógnita saber qué estaba pasando. Me informé mucho y no encontré explicaciones que realmente me convencieran o ayudaran a entender qué estaba pasando.

La descripción de la ciudad en los medios suele ser la de un infierno terrenal.
Sí, yo en aquel momento en los medios sólo podía encontrar noticias de lo terrorífico que era Juárez pero, al mismo tiempo, me cuestionaba si todo sería violencia en una ciudad de más de un millón y medio de habitantes, en la que hay miles de familias haciendo su vida cotidiana. En cualquier caso, descubrí que se estaban desarrollando muchas iniciativas sociales locales aquí y quise venir para aprender de estos programas, poder aportar mi granito de arena y profundizar en las causas que habían llevado a Juárez a estar así.

¿Cómo reaccionó tu familia al comunicárselo?
Tengo la suerte de tener una familia que siempre me ha apoyado de forma incondicional, por loca que pareciera, aún sabiendo que en ocasiones podría equivocarme. Eso es algo que me da una confianza plena para asumir nuevos retos en mi vida. Sé que no fue fácil para ellos. Se “agüitaron” como dicen por aquí. Yo también tuve mis dudas, pero siempre me apoyaron.

¿Lo que te encontraste al llegar coincidía con tus expectativas?
Mi expectativa era aportar mucho a SABIC (Salud y Bienestar Comunitario) desde la psicología y la perspectiva que sentía que me había aportado el máster, sabiendo que era una ONG pequeña que trabajaba principalmente con mujeres y víctimas de la violencia. Y desde el primer día que conocí al equipo de la organización me di cuenta de que en realidad era yo la que iba a aprender.

Me encontré con mujeres que, sin estudios, sabían mucho más que yo de la aplicación práctica de la psicología, de desarrollo humano, de resiliencia… no sólo de resistir la situación que estaban viviendo, sino de aprender de ella y trascenderla. Descubrí también un gran trabajo de coordinación entre ONGs.

Creo que venir con la mente abierta me ayudó a enfocarme más en las fortalezas y oportunidades, que en los asesinatos, violencia, injusticia…, aunque también se convirtieron en parte del día a día.

Ciudad Juarez. Fotografía vía VICE News

¿Cómo es tu día a día allí? ¿Es todo tan duro como lo imaginamos desde fuera?
No diría que Juárez es una ciudad cómoda para vivir. Me costó un poco acostumbrarme a las distancias, a los polígonos industriales, el clima extremo. Literalmente, estamos en medio del desierto, la ciudad más cercana en México está a casi 4 horas. Juárez es una ciudad-erizo, llena de púas que podían dispararse en cualquier momento, pero con un refugio calentito y suave entre sus extremidades: su gente.

¿Percibes que ha bajado el nivel de violencia desde que estás ahí?
Se han reducido los índices de violencia, pero es difícil quitarse la sensación de inseguridad. Eso es quizá lo que siento más diferente. Haberme criado en un entorno seguro, en el que podía llegar tranquilamente caminando a mi casa a las dos de la mañana, a un entorno en el que no me siento segura haciendo eso ni muchas otras cosas.

Pero también es muy fácil hacer amigos, redes sociales, y descubrir los detalles disfrutables de la ciudad. Tiene mucha vida nocturna, festivales, bastantes iniciativas comunitarias de teatro, mercados callejeros, venta de artesanías…

Hay una comunidad importante de escaladores y muchos lugares en los que disfrutar la escalada. Me encanta tener una visión 180° del cielo desde casi cualquier punto de la ciudad.

También hay mucha vida nocturna, festivales, iniciativas comunitarias de teatro… y una visión 180° del cielo desde casi cualquier punto de la ciudad

¿Se pasa mucho miedo? ¿Has vivido situaciones de peligro?
En estos cuatro años sí ha habido situaciones en las que he sentido miedo, un miedo diferente, que no había sentido antes, miedo ante situaciones concretas que me ha tocado vivir y miedo reflejado de atender y acompañar situaciones que me sobrepasan.

También he tenido periodos en los que me he acostumbrado a ese miedo. Sé que es una respuesta del cuerpo, que no soporta un estado prolongado de tensión, de emoción intensa, que quiere normalizar la violencia para poder seguir adelante.

Han sido periodos, etapas, en las que me he sentido más segura y después algún suceso me recuerda el contexto en el que estoy. Sé que hay más riesgos que en otros lugares pero también sé que no puedo —ni quiero— vivir en tensión constante. Me cuido tanto como puedo, tomo las precauciones que creo convenientes y salgo a aprovechar lo que pueda cada día.

¿Cuáles son los casos que más te han impactado?
Quizá, lo que más me impacta son las situaciones de muchas familias que tienen que salir adelante con una hija desaparecida. Es decir, ¿en qué momento superas esto?

Prácticamente todas las personas que he conocido se han visto afectadas de una forma u otra: han perdido a un familiar por estar en el lugar equivocado en el momento equivocado, han estado en medio de ‘balaceras’, han visto a sus familiares huir a EEUU porque estaban siendo extorsionados.


Fotografía vía

¿Te ha costado hacerte respetar por utilizar terapias alternativas?
Las terapias alternativas son bastante reconocidas en Latinoamérica en general, especialmente en el trabajo con comunidades, así que más que una dificultad para realizar mi trabajo, creo que han sido un gran apoyo para llegar a muchas personas que tienen resistencia a iniciar procesos psicológicos y que, sin embargo, no lo tienen para atenderse con un masaje o para acudir con la señora que te hace una limpia. Es una oportunidad para vencer esas barreras que tenemos para atender nuestra salud mental y emocional.

Supongo que muchas víctimas jamás solicitan la ayuda que tú ofreces.
Sólo una mínima parte de las víctimas de la violencia se atreven a cruzar las puertas de un Centro de Atención a Víctimas, con el etiquetaje y la carga que supone. Las consecuencias de la experiencia de la violencia son tremendas: miedo crónico, ansiedad, angustia, depresión, tristeza, culpa, explosiones emocionales, pérdida de control de las emociones, indiferencia por las relaciones familiares, reacciones antisociales…

Las terapias alternativas son muy aceptadas por la comunidad y nos permiten llegar a muchas de esas personas que han sido víctimas de la violencia. Ya sólo el hecho de atenderse con cualquier tipo de terapia es una gran decisión para muchas personas.

Las consecuencias de la violencia son tremendas: miedo crónico, ansiedad, depresión, culpa, explosiones emocionales, indiferencia por las relaciones familiares, reacciones antisociales…

¿Empatizan siempre con vuestra visión holística o se muestran escépticas?
En general la respuesta es muy buena. También de vez en cuando hay alguien que no quiere atenderse con terapias alternativas, claro, y en este caso tienen la opción de entrar a los procesos de psicoterapia individual, a los grupos de apoyo entre mujeres, etc. Pero es raro, casi siempre aprecian que se les pueda ofrecer este tratamiento integral: masajes para lo corporal, la terapia floral para el equilibrio emocional, la psicoterapia…

¿Qué perfiles de personas acuden a vuestra ONG?
La mayor parte de las personas que atendemos son mujeres de escasos recursos, muchas de ellas con experiencias de violencia intrafamiliar, y suelen acudir junto con sus hijos e hijas. Son atendidas por otras mujeres de sus mismas comunidades, que se han entrenado previamente y son invitadas a hacer lo mismo. Es difícil que se animen nada más llegar, lo primero es atenderlas e iniciar estos procesos de autoconocimiento y ya, cuando se encuentran mejor emocionalmente, se involucran en los talleres que realizamos. Muchas veces son las mujeres con experiencias más fuertes de violencia las que más se comprometen después para ayudar a otras personas.

¿Te ha cerrado puertas el hecho de ser mujer en un país especialmente machista?
Aunque sí reconozco que en términos generales es una cultura más machista, no me ha costado sentirme respetada por ser mujer, probablemente por el entorno en el que trabajo. Me costó más sentirme respetada por el hecho de ser joven.


Fotografía vía

¿Cómo aplicas la transmisión de energía, auriculoterapia o terapia floral en la lucha contra la violencia?
Capacitamos a mujeres de la comunidad para acompañar con procesos de escucha empática y poder dar estas terapias como la terapia floral (flores de Bach y flores de Juárez), la auriculoterapia, el masaje relajante o el reiki. Trabajan de forma coordinada con psicoterapeutas, grupos de apoyo y talleres vivenciales que ofrecemos. Estamos haciendo evaluaciones de impacto y realmente hay mejoras en la recuperación de la salud física y emocional, que mejoran las relaciones familiares, se inician procesos de desarrollo humano, se fortalecen los lazos en la comunidad, conocen a otras personas en situaciones similares sin estar en un ambiente de “victimización”, deciden aprender más y muchas deciden formarse para ayudar a otros… Se reconstruye, poco a poco, el tejido social.

Habéis creado vuestra propia línea de productos para la salud.
SABIC se formó por mujeres de la comunidad con muchos conocimientos sobre los beneficios del uso de las plantas medicinales. A lo largo de los años, han ido estudiando más y más sobre herbolaria tradicional mexicana y fueron creando fórmulas específicas para determinados malestares: cremas para la psoriasis, jarabes naturales para la tos, etc., incluyendo la terapia floral como uno de los componentes esenciales. Desde la organización se empezaron a vender estos productos y tuvieron muy buena acogida. Ahora estamos intentando lanzarlos a la venta en otros espacios de la ciudad para que sea una fuente de recursos propios y esperamos tener buena respuesta.

¿Es posible prevenir la violencia?
Afrontar la violencia con estrategias de prevención es como afrontar un monstruo. Son muchos los factores que determinan la violencia en Juárez: desde el narcotráfico hasta el desempleo, la precariedad laboral, la pésima infraestructura urbana, los desplazamientos internos, las políticas de seguridad, la impunidad, la cultura de la violencia… Es difícil definir una estrategia y pensar ¿por dónde empezar? Creo que hay tantas formas de prevención como formas de comprender el conflicto.

La prevención puede entenderse desde la atención a las víctimas, como parte de nuestro trabajo, influyendo en la ruptura de algunos de los ciclos de violencia y fortaleciendo la cohesión social, hasta la prevención desde la infancia, que es otra de las áreas en la que estamos trabajando. Esto se puede hacer promoviendo métodos de resolución pacífica de conflictos, los juegos cooperativos, la prevención o el cuestionamiento del modelo de masculinidad tradicional.

Afrontar la violencia con estrategias de prevención es como afrontar un monstruo. Son muchos los factores: narcotráfico, desempleo, impunidad…

¿En qué consiste vuestro programa de Nuevas Masculinidades?
El objetivo del programa es transformar las ideas negativas asociadas a los roles tradicionales de masculinidades. Por ponerte un ejemplo, nos han enseñado que ser hombre es ser fuerte, valiente, competitivo, seguro… Pero esto puede repercutir en que terminemos resolviendo los problemas a golpes cuando en realidad, los hombres no son violentos por naturaleza.

Nuestro programa se dirige principalmente a jóvenes y trata de que se cuestionen cómo ha influido la forma en la que les han enseñado a ‘ser hombres’ en la expresión de la violencia, y que decidan cómo quieren vivir su masculinidad. Para eso hacemos charlas, ciclos de cine, torneos de fútbol, eventos artísticos y talleres en las secundarias.

Nos damos cuenta de que los estereotipos sexistas están muy arraigados, comentarios como “los trastos (platos sucios) y escobas son de viejas (mujeres)” son comunes. Al ir contrastando estas situaciones, se van dando cuenta de que los hombres han sido enseñados a correr mayores riesgos, a involucrarse en temas ilegales, a no cuidar tanto su salud…. Se dan cuenta de que muchos de estos patrones autodestructivos se pueden cambiar.

¿Contáis con el apoyo del Gobierno y resto de asociaciones?
Creo que hay una coordinación muy valiosa entre ONGs y asociaciones. La relación con el gobierno ha sido fluctuante, encontrando al mismo tiempo personas y estancias que nos han apoyado y en otras ocasiones lo contrario. Ahora estamos en momentos de cambio, esperemos ver qué viene.

¿Cuál es en tu opinión la gran cuenta pendiente de Ciudad Juárez?
Creo que el compromiso del Gobierno con las necesidades reales de la población ha sido casi inexistente hasta ahora. Son muchos años en los que las ONGs han estado haciendo el trabajo del Gobierno, mientras que se han favorecido otro tipo de estrategias. En Juárez se genera mucho, muchísimo, dinero pero no repercute en la población, que sobrevive con salarios de subsistencia, con pésimos servicios de salud y en un ambiente de impunidad. Creo que algo urgente y real es la necesidad del Gobierno de poner el foco de atención en el desarrollo de los juarenses más desfavorecidos.