Este artículo fue publicado originalmente en Broadly, nuestra plataforma dedicada a las mujeres.
Jahura Khatu, una mujer de sesenta años, mira a través de su velo y sonríe con el único diente que le queda. “Mis niños: si quieren comunicarse con Alá, deben ser buenos con ustedes mismos”, dice. “Alá no está afuera, está adentro, deben descubrir ese lugar en su interior”.
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Estamos en una reunión de los Baul sostenida en una de las aldeas de Kushtia, al oeste de Bangladesh. Los Bauls son una secta de místicos trovadores que deambulan por el campo, cantando canciones que versan sobre el igualitarismo y que combinan prácticas espirituales de religiones como el islam y el hinduismo.
El pasto y los árboles que rodean el ashram (algo así como un monasterio) intimidan por su fecundidad tras meses de lluvia. Hay alrededor de treinta personas sentadas en el piso de tierra con el santuario de un gurú Baul muerto al fondo.
El sonido de los instrumentos folclóricos y el bongó permean el ambiente al mezclarse con el humo del tabaco y la hierba; es como un festival de música de verano excepto que no tiene esnobs. Los ojos de Kathu están enrojecidos y su mirada es imperturbable.
Es difícil saber si el aura de paz que percibo emana de ella o de toda la bareta que he inhalado de segunda mano. Froto mi frente mientras una docena de Bauls cantan en coro con su tos de fumadores.
Kathu es una de las seis mujeres Bauls en la reunión y dice que ha vivido así por treinta años. “He hecho muchos sacrificios para vivir así”, me dice en Bangali a través del intérprete.
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“Es difícil para las mujeres vivir por fuera de una casa [formal] así que tuve que guerrearla; dormí bajo árboles, vagué a lo largo y ancho”, dice. “Si quieres iluminarte te aconsejo [que trabajes en ello] por largo tiempo, es una lucha larga”.
Los Bauls son nativos del oeste de Bengala en India y Bangladesh. Antes de su división bebieron de tradiciones como el budismo, el hinduismo y el islam, pero tal interacción menguó desde los últimos años. El predominio musulmán en Bangladesh facilitó el que los Bauls se vieran más influenciados por el sufismo, una de las ramas místicas del islam.
“Aunque es probable que sus raíces sean mucho más profundas, [los Bauls] han estado presentes desde al menos un siglo”, dice la antropóloga Lisa L Knight quien escribe en el International Journal of Hindu Studies: “Los Bauls arguyen que la verdad no yace en libros como los Vedas o el Corán… en vez de adorar a una deidad que no puede verse, los Bauls defienden que hay que enfocarse en las experiencias humanas y los seres humanos”.
Mientras las creencias y las practicas espirituales difieren entre los diferentes grupos Baul, todos coinciden en su “fuerte manifiesto en contra de las jerarquías sociales como las castas, la religión y el género”, dice Knight. “Los Bauls están construyendo una nueva manera de percibir el mundo, y la mismo tiempo deconstruyendo las normatividades existentes”.
Las mujeres de Bangladesh que chocan con el conservadurismo han podido unirse por largo tiempo a estos místicos itinerantes, cuyas enseñanzas han sido diseminadas a través de cantos y de su tradición oral. Los Bauls típicamente visitan villas para presentar sus canciones y compartir su sabiduría espiritual a cambio de ofrendas de comida o dinero. Algunos viajan en grupos y otros viven con sus familiares.
Las mujeres que desafían a la normatividad social y se convierten en Bauls, son usualmente estigmatizadas por ello. “Una de las razones por las que somos marginados es porque fumamos marihuana”, dice Rumana, quien era una abogada proveniente de una familia adinerada antes de volverse Baul hace veintidos años. “Creo que es la manera de iluminarte pero la sociedad no lo acepta”.
Lleva una pañoleta roja y se pavonea entre sus compañeros hombres, exhalando el humo de la hierba como si se tratara de un dragón. Dice que proyecta un aura maternal para evitar ser objetivada por los hombres de los pueblos y villas.
“Las mujeres son más que un objeto de deseo”, dice. “Vivo la vida de tal manera que enfatizo mi maternidad; no mi feminidad”.
“En Bangladesh la gente piensa que las mujeres deberían quedarse en las casas y no salir, pero nosotros violamos las convenciones y esto los hace creer que somos raros”, dice. “He encarado tantos suplicios que no puedo siquiera describir”.
Ninguna de las mujeres Baul con las que hablé quiso compartir el tipo de mierdas que tuvieron que enfrentar. Jahura Khatu, quien sobrevivió a la guerra de independencia de Bangladesh en 1971, contó cómo se vio obligada a esconderse en árboles evitando al merodeador ejército pakistaní. Bajo órdenes del gobierno, los soldados violaron sistemáticamente a un estimado de 200.000 – 400.000 mujeres durante el conflicto que se extendió por nueve meses.
“Hoy en día es más seguro volverse Baul porque la sociedad es menos conservadora”, dice Khatu. “Más y más mujeres se están convirtiendo en Bauls y eso me parece genial.”
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La mujeres Baul crean sus propias composiciones y enseñanzas. Knight cita una canción escrita por una Baul hindú llamada Rina, canción que manifiesta su oposición a las normas obligantes de las castas, el patriarcado y el prejuicio referido como jat.
Jat es simplemente la inmundicia de la mente, hermano.
Por el Jat la gente cercana a ti se distancia
¿Por qué te preocupas tanto por el jat?
Purifica tu mente primero
…
Rina dice que verás cómo el jat no es nada más que los prejuicios sociales.
Mientras Rina canta sus propias composiciones en India, Rumana y sus consortes de Bangladesh cantan las canciones de Lalon Shah (un poeta espiritual y reformador social quien vivió en Bengala en el siglo XIX). Para ella, sus composiciones conforman lo más cercano a un sagrado corpus de enseñanzas.
“Cantamos las canciones de Lalon [porque] son una forma de plegaria”, dice. “Cuando cantamos sus canciones es un especie de locura frente a los ojos ajenos. Creen que la vida que llevamos es un poco loca, pero para nosotros es la mejor y única manera de vivir”.