Muleros: fútbol, pasión y muerte por las carreteras de Colombia

***A petición de los entrevistados cambiamos todos los nombres en este artículo.

“Cuando somos bastantes nos paramos en frente del camión para que nos deje montarnos, cuando somos 4 o 5 esperamos a que la mula pare en un puente o a la salida de algún peaje, nos hacemos los quietos y luego arrancamos a correr para montarnos atrás”, me contaba Julián, un hincha de 17 años que a menudo viaja como polizón en vehículos de carga desde San Gil a cualquier parte de Colombia para seguir a su equipo, el Atlético Nacional.

Julián no está solo en la causa, cada semana cientos de hinchas de los equipos de la A y la B (la primera y segunda división del fútbol colombiano) salen a las carreteras de todo el país con poco o nada de dinero en el bolsillo para buscar montarse, por la mala o por la buena, en una tractomula que los llevé a Medellín, Barranquilla, Bogotá, Manizales, Pereira, o donde sea que juegue el equipo de sus amores.

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Se llaman muleros y entre los barristas estos hinchas viajeros componen el primero y más bajo de los escalones de la tribuna. Son los parias entre los parias. Son polizones y piratas de tierra firme que dejan a su paso una estela de caos, fiesta, machetes, Sacol, marihuana, cantos y camisetas.

La barra del Bucaramanga, Fortaleza Leoparda.

Los conocí a través de la página de Facebook Barra Brava Photos Colombia, la cual documenta con un rigor casi científico toda la actividad de las barras bravas en Colombia. Según Álvaro, el administrador de la página, su objetivo es difundir la cultura del barrismo sin discriminar entre los equipos, pues en ésta cabe la barra de los jaguares de Córdoba así como la de los Comandos azules de Millonarios.

En la página se encuentran fotos de banderas, tribunas llenas y, por supuesto, peleas, pero jamás se encontrará un pie de foto que insulte a una hinchada o a un equipo. Álvaro se limita a informar el nombre de la barra, el lugar y el momento en el que las fotos fueron tomadas.

Sin ser parte de la familia de publicaciones Semana ni de la casa editorial El Tiempo, esta página es un documento de nuestros tiempos. En sus fotos queda consignada la otra historia: la de aquellos a quienes les da lo mismo el destino del proceso de paz, la de los que no se preocupan por el precio del dólar, ni por la venta de ISAGEN, ni mucho menos por el último tweet de Álvaro Uribe. Esta es la historia de aquellos a quienes solo los mueve un balón y la pasión por una camiseta.

Póngase en los zapatos de un adolescente colombiano un viernes cualquiera por la tarde: dos días completos por delante, un millón de hormonas con ganas de estallar, tres amigos y solo cinco mil pesos en los bolsillos. Es la elección entre otro tedioso fin de semana viendo el ventilador de la casa y fumando marihuana en el parque del barrio o emprender un viaje por carretera acompañado de todos tus amigos y las amigas de tus amigos y los tipos de cuchillo en mano que siempre se acuestan con ellas. Es ir a conocer el país, vibrar en la cancha viendo a tu equipo del alma jugar y sentir la adrenalina al cascar y ser cascado por un perfecto desconocido. Es todo eso o quedarte en casa viendo Sábados Felices con tu hermana menor.

Artillería Verde Sur, la barra del Deportes Quindío.

No sé lo qué haría yo, pero sé lo que hizo Julián:

“Claro que me acuerdo de mi primer viaje. Había perdido química y estaba en el colegio aburrido a las siete de la mañana esperando a que llegara la profesora para recuperar. La vieja se demoró y un amigo que ya había viajado antes en mula me dijo que si arrancábamos a la carretera. Le dijimos a otro amigo y bajamos los tres al puente. Usted no me va a creer, pero cuando salimos al puente me encontré con mi mamá. Yo le dije que ya había terminado el examen y ella se fue tranquila. Al poco tiempo pasó la mula. Yo estaba nervioso porque sabía que eso era malo, pero igual arranqué a correr detrás de la mezcladora con mis amigos. La alcanzamos y así nos fuimos hasta Medellín”.

Miembros de Holocausto Norte, barra del Once Caldas.

Mulear es una tradición que los hinchas mantienen desde hace ya años, pero últimamente su popularidad se ha convertido en una fiebre entre los miembros más jóvenes de las barras. “En su mayoría son los pelaos que no tienen los 70.000 pesos que cuesta el viaje en bus con la barra”, me explicaba Álvaro, quien cada semana recibe decenas de fotos de todas las hinchadas que viajan por Colombia.

En los últimos días, los muleros han causado polémica al interior de la comunidad barrista colombiana. Álvaro, quien conoce como pocos toda la actualidad de las barras colombianas, calcula que en los últimos seis meses han muerto unos doce hinchas en las carreteras del país. “La mayoría se caen de las mulas porque se quedan dormidos o van muy drogados”, me explicó. Mientras escribía este artículo, Michelle, una samaria de 14 años murió arrollada por una tractomula mientras viajaba siguiendo a su equipo, el Unión Magdalena, que actualmente juega en la segunda división. Como de costumbre, Álvaro difundió la noticia a través de su página. Sin embargo, en esta ocasión, hizo una excepción e incluyó al pie de la foto de Michelle una petición para todos los barristas de Colombia: “No jalen más pelados a la carretera, eso no es un juego y ya van muchas vidas perdidas porque se ha vuelto más moda que aguante”.

Hinchas del Barón Rojo, la barra del América de Cali.

Precisamente esta fue la razón que llevó a Pablo, un integrante de Los del Sur, la barra más grande de Atlético Nacional, a dejar de mulear por Colombia. “Hace unos años que mi cabeza me dijo: Colombia ya no está pa’ andar por ahí muleando”. Entre 2007 y 2010 Pablo siguió a Atlético Nacional por toda Colombia y Sudamérica viajando como polizón en todo tipo de camiones. Sin embargo, en algún punto, sintió que las cosas cambiaron: “Cuando yo empecé a mulear íbamos 4 o 5 peludos. Ahora van veinte o más y son de todas las barras, hasta equipos de la B”. Según Pablo, la gran cantidad de hinchas que viajan en mula por Colombia cada semana hace que los enfrentamientos entre barras en la carretera sean cada vez más frecuentes.

Pelea entre los Comandos Azules, hinchas de Millonarios y Los del Sur, hinchas de Nacional.

Hoy en día Pablo, sigue muleando pero solo fuera de Colombia. Hace un par de semanas estuvo en Guayaquil y, a sus 24 años, ha estado en nueve estadios de cinco países sudamericanos: tres en Ecuador, dos en Argentina, dos en Paraguay y otros dos en Perú y Uruguay. “Por fuera lo reciben a uno mejor que en Colombia, aquí adentro la rivalidad es muy fuerte”, comenta Pablo acerca de sus viajes por el continente.

Héctor, miembro de la barra FBRS del Junior de Barranquilla, es otro mulero curtido en la carretera. En 2012, recorrió 4.000 kilómetros durante dos semanas para alentar al equipo tiburón en un partido contra Bolívar en La Paz, Bolivia. “Tomamos un bus expreso hasta Ecuador y de ahí en adelante nos fuimos de mula en mula. Ese frío te carcome por dentro y a 4.000 metros de altura casi no puedes respirar. Además el poco dinero que llevas no te alcanza para mucho. De vuelta fue aún más difícil porque no teníamos plata”. Junior perdió aquél partido por 2 a 1. Y no importó. Para un barrista, alentar es lo único que cuenta.

Hace más o menos un año, la carretera se encargó de convencer a Héctor, de que su época de mulero se había terminado:

“Uff hermano bajando de Bucaramanga pasé el susto más grande de mi vida. El camión donde veníamos por ahí 15 hinchas se ha quedado sin frenos en esa bajada. Hermano si no es por el muro de contención y la luz bendita de Dios no le estaría echando el cuento. Desde es día decidí no mulear más”.

Cuando Héctor recuerda su época no muy lejana como mulero, sentimientos encontrados vienen a su mente. Gracias a las mulas, Héctor, quien nunca había viajado fuera de la costa atlántica, conoció su país como pocos y, en 2011, tuvo la oportunidad de ver a su equipo coronarse campeón en Manizales: “Es lo más bello que he vivido”, recuerda el hincha barranquillero. Por otra parte, hoy en día Héctor es más consciente de todo lo que puso en juego por seguir a su equipo: “Todo es un riesgo: el clima, los tropeles (nos hemos encontrado barras de otros equipo en las mulas y es pelea segura), la policía que siempre se mete en todo, hasta el hambre y cansancio son un factor de riesgo”.

Héctor, quien hoy en día tiene 24 años, afirma haber vivido “una mala vida” durante sus años en la carretera. “No le voy a mentir, en esos tiempos robando era que conseguíamos para la boleta”. Julián, hincha del Nacional cuya vida como mulero en la carretera apenas comienza, hace una confesión parecida: “Cuando uno llega a una ciudad con hambre y sin un peso, toca salir a buscar para la boleta y para lo demás. La verdad yo he robado pero porque uno necesita. A veces creen que es pa’ meter pero pailas a uno también le da hambre”.

Sin embargo, Pablo afirma haber viajado por buena parte de Colombia y Sudamérica sin necesidad de robarse un alfiler. “Donde llegaba yo, me iba por la calle con mi bolsa de dulces para levantar lo de la boleta. Cuando el partido es fuera de Colombia el equipo pone la boleta y yo vendía manillas y artesanías para lo demás”.

La policía tiene un papel muy secundario en esta versión contemporánea de Alí Babá y sus cuarenta ladrones. Fuera de los enfrentamientos con el ESMAD en las afueras de algún estadio, ninguno de estos hinchas ha tenido problemas con la ley en sus viajes. Julián, quien es el único que mulea hoy en día, dice que la policía de carreteras solo los hace bajar de los camiones cuando se trata de grupos pequeños de hinchas. Sin embargo, cuando el grupo es numeroso, la policía es tolerante y hasta alcahueta. “Una vez íbamos como 20 en la mula y el conductor paró en un peaje porque tocaba pesarla. Los policías llegaron a bajarnos y no nos dejamos. Entonces un policía nos dijo: “Bájense para que pesen la mula y luego yo los dejo montarse otra vez”. Y, según el hincha, eso fue exactamente lo que el policía hizo. “Yo no puedo de la risa cada vez que me acuerdo de eso”, me decía Julián, quien en ese momento se preparaba para viajar desde San Gil para ver a Nacional jugar como visitante en Cali. “Casi siempre le digo a mi mamá que me conseguí un camello por ahí en una finca para el fin de semana y ya”, me contestó Julián cuando le pregunté qué pensaba su familia de estos viajes.

Según los hinchas, la policía rara vez interviene cuando los ve pasar a bordo de los camiones.

Ahora que ha dejado de viajar en mula, Héctor trabaja de día y estudia en las noches. Pablo trabaja en una bodega y solo pide permisos para viajes largos fuera de Colombia. Cuando deciden seguir a su equipo a alguna cancha en Colombia, ambos prefieren ahorrar dinero para montarse en uno de los buses que alquilan la barras para sus viajes.

Miembros de la barra brava del Deportivo Cali, Frente Radical Verdiblanco

Álvaro, cuya página tiene más de 60.000 seguidores (casi la cantidad de gente que cabe en El Campín y en el Atanasio Girardot juntos), sospecha que la moda de viajar en mula tiene que ver con las fotos que publica semana tras semana en la página de Barra Brava Photos Colombia. Por eso, tras la muerte de Michelle, el pasado viernes, publicó en la página el siguiente mensaje:

“Se acabaron las fotos en mula, El álbum será eliminado…
No tenemos nada en contra de los que viajen en mula, Solamente queremos que la gente no vea como ejemplo esto ya que es una práctica que pone en peligro la vida. Recuerden muchachos la vida es una sola y viajes hay muchos…”

Segundos después, un integrante de la Banda Pirata, una barra del Atlético Nacional que fue una de las primeras en colarse en las mulas para seguir a su equipo, contestó:

“VIAJAR EN MULA NO ES VIAJAR DROGADO NO ES VIAJAR COCHINO NI SUCIO…… ES ALGO QUE VA MÁS ALLÁ DE LA RAZÓN TE SIGO PORQUE TE AMO NO IMPORTA SI NO HAY DINERO…. NADIE CALLARÁ NUESTRA PASIÓN”.

Las mulas han puesto en evidencia una brecha generacional entre quienes, como Pablo o Héctor, ya han recorrido sus kilómetros y, por experiencia, le piden a los más jóvenes que se abstengan de viajar como polizones y la obstinación de estos últimos por seguir a su equipo a cualquier precio, entre más alto mejor.

“Hay mucho pelao que cree que ser barrista es mulear y tirar vicio, pero ni siquiera conocen la nomina del equipo”, me dijo Pablo cuando le pregunté por esta división entre barristas de vieja guardia y aquellos que él llama “barristas modelo 2012”.

Garra Samaria, la barra del Unión Magdalena

Mientras tanto Julián, quien ya se graduó del colegio, va a cumplir 18 años en agosto y ve difícil conseguir la libreta militar, empacaba sus cosas para recorrer los 771 kilómetros que separan a San Gil de Cali.

Dos días después del partido, Julián ya estaba en casa.

¿Qué tal estuvo el viaje?, le pregunté.

Lo único que contestó fue:

“Pues bien, estoy vivo”.