Los antojitos mexicanos empaquetados que me hicieron llorar

En el marco de la Fast Food Week , en MUNCHIES preparamos una serie de historias para leerse con una buena hamburguesa y refresco en mano. Hoy, sin embargo, los invitamos a unirse al luto que nos embarga por el macabro hallazgo gastronómico que hicimos en la CDMX.

Un día cualquiera, iba muy feliz caminando por los pasillos del súper cuando me detuve frente a los refrigeradores de comida.

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No suelo comer cosas congeladas —a menos que se trate del helado—, pero el destino quiso que esta vez pusiera atención en sus gélidas entrañas. Y sí, ahí estaba el horror: una galería de antojitos mexicanos empaquetados al vacío que, además de enfriarme las manos, me dejaron aún más helado el corazón.

Según Wikipedia, “una de las características más importantes de la comida rápida es la homogeneidad de los establecimientos donde se sirve, así como la ausencia de camareros que sirvan en mesa, y el hecho de que la comida se sirva sin cubiertos”.

Se entiende que el mundo ha cambiado; que vivimos inmersos en un sistema económico del que no podemos escapar; que hay a quien le gusta pagar por alimentos que un día quizá le cobren caras facturas. Pero a ver: no se necesita un máster en gastronomía mexicana para tener la certeza de que esto es una patada (bien dada) en… el estómago y un poco más abajo.

Ésta es una selecta muestra de las “curiosidades”, hechas fast food , que encontré:

Flautas de res

Un honroso exponente de la comida chilanga, reducido a un paquete con salsa verde extra, listo para calentarse y servirse. Se anuncia como “0% grasas trans”. ¿No se supone que la magia consistía en verlas escurrir aceite de dudosa procedencia al salir del sartén?

Dice que no tienen conservadores. ¿De qué querrán su nieve?, me pregunto.

Cochinita pibil

No quiero imaginar qué ofensa maya soltaría un habitante de la Península de Yucatán, luego de ver este aciago paisaje, cortesía de la marca Chata. Tantos siglos de perfeccionamiento de las técnicas para enterrar y cocinar por horas la carne de la receta original, para que esta termine compactada en una triste lata.

Perdónalos, Dios de la grasosa cochinita tradicional. De verdad, no saben lo que hacen.

Me dieron ganas de correr por un “francés de cochinita”, de los que venden cada mañana en las calles de Mérida.

Chiles rellenos

Piedad, por favor. No es digno de una buena persona hacer esto, en especial si se trata de uno de los platillos con el que cualquier mexicano recuerda las comidas domingueras en casa de su abuelita.

OJO: la caja dice que vienen capeados y con la bolsita de salsa de jitomate aparte. Ay, dolor.

No sé a ustedes, pero a mí no se me antoja ni el queso.

Chilorio

Hola de nuevo, marca Chata, y saludos de paso a todos nuestros compas de Sinaloa. Acá, una muestra de que, en tiempos modernos, hasta este delicioso platillo puede ser gluten free. Mi mamá sigue regañándome cada que me como algo “tan artificial”. Pero bueno, según esta inocente bolsa, la carne de cerdo que contiene está hecha “con el amor de mamá”.

A nombre de MUNCHIES, una sentida disculpa a todas las cocineras norteñas.

Ante esto, no hay palabras que expresen nuestra pena.

Esquites

Hay un rinconcito del inframundo reservado para la persona que hizo esto. ¿Quién podría cambiar al humeante maíz con caldito que sale de las maravillosas vaporeras de nuestros verdaderos señores esquiteros, por una versión plastificada del nocturno ritual? ¿En dónde queda el “dos vasos con poca mayonesa y mucho chile piquín, por favor”?

En mi otra vida quiero ser el Dios de los Elotes para castigarlos, pensé.

Enchiladas potosinas

Tener tantita mamá y respeto por la joya de la gastronomía de San Luis Potosí, dijo nadie nunca.

Por alguna extraña razón, recordé mis lecciones de química y metales radiactivos cuando sostuve la caja. No sé por qué. Si alguien consigue comerse esto y sobrevive para contarlo, necesitamos que nos lo haga saber.

10 enchiladas son suficientes para perder tu derecho a subir al Cielo.

Tamales de mole, elote y dulce

Esta imagen va directa y sin escalas al corazón de cualquier mexicano. Ya sea en hoja de plátano, dentro de un bolillo o nadando en salsa picante, el tamal es tan elemental como la tortilla, y tan sagrado como la misma familia.

Cuando vi que, en otros anaqueles, varias marcas tenían más sabores, decidí contener el nudo en la gargante (el de mole, ¡por Dios!, no puedo superarlo aún), hice como que no había visto nada y pasé de largo. Prefiero vivir en la ignorancia, que hincarle el diente a estos intentos de masa saborizada.

Sentí nostalgia del “Hay tamales oaxaqueños, tamales calientitos.”

Chilaquiles verdes

Qué rápido nos olvidamos de lo hermoso de levantarse como zombie un viernes, sábado o domingo, con una resaca de película y con la única encomienda de encontrar un restaurante o puesto callejero con un plato de chilaquiles recién hechos y bien picosos.

Como bien dice la caja, “la diferencia está en la salsa”. Las palabras sobran.

Nada como encontrarlos a la sombra de una enorme sombrilla multicolor, en un puesto salvador de la calle.

Tacos al pastor (no, por favor)

Tomo aire antes de escribir estas líneas.

Muchas cosas pasan por mi cabeza en este momento. Solo quisiera decir que:

  1. los tacos al pastor no son flautas, ni en sueños,
  2. se metieron con el antojito mexicano de calle por excelencia,
  3. eso se merece una rechifla multitudinaria, por decirlo leve.

24 motivos para tener la certeza de que el mundo se va a acabar pronto.

Por obvias razones, me alejé del refrigerador gigante, me enfilé a la salida y le confié mis penas al señor de los tacos de canasta que diario hace milagros afuera de ese supermercado. Le pedí dos de chicharrón prensado y dos de frijol con chorizo, de puro coraje.

No cabe duda: mucha gente aún no sabe que “tener tantita mamá” es bueno hasta para prevenir el cáncer.


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