Artículo publicado originalmente por Munchies Estados Unidos.
El Maximo Italian Bistrot se encuentra en el distrito londinense de Kennington, a poca distancia a pie del Museo Imperial de la Guerra, el Parque Kennington y la casa de ladrillos color azul donde vivió Charlie Chaplin a fines del siglo XIX. En TripAdvisor, se precian de su ubicación cercana a la estación de metro de Kennington, dicen que sus dos áreas de comedor brindan “discreción y confort” y prometen que, aunque sus clientes puedan ingresar como invitados, al irse “serán como amigos”.
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Maximo ha recibido el Certificado de Excelencia de TripAdvisor tres veces, por lo que todo el asunto de “se irse de ahí como amigos” podría ser cierto para muchas personas, pero no para todas, no a menos que el propietario Massimo Donato le diga a todos sus amigos que sería mejor que comieran mierda.
En octubre, un hombre cuyo nombre de usuario es Zwelitheni M le dio al bistrot una calificación de uno en una escala de cinco y compartió su decepcionante experiencia en una reseña que tituló “El servicio en este lugar es superado solo por el estiércol de vaca”.
“Pedí los ravioles de cangrejo en salsa de crema de salmón”, escribió. “A mitad de la comida, sentí que al platillo le hacía falta algo; así que le pedí al camarero que me diera un poco de queso parmesano y él me miro con cierto desconcierto […] Literalmente, se negó a dármelo, aseverando que los mariscos jamás llevan queso parmesano porque les quita el sabor. Cuando le expliqué que lo quería porque los platillos cremosos me gustan con queso, repitió su aseveración y se alejó”.
Zwelitheni se terminó la comida y regresó a su hotel, pero no estaba dispuesto a dejar pasar esto así nada más. Llamó al restaurante y le dijo a quien contestó el teléfono que “su trabajo era atender a los clientes que pagaban por sus servicios”. El miembro del personal insistió nuevamente en que nunca le darían queso a nadie para espolvorearlo sobre sus mariscos, así que Zwelitheni se encogió de hombros y colgó.
Donato descubrió esta reseña el mes pasado, y en una respuesta que ya fue eliminada, acusó a Zwelitheni de haber hecho una “solicitud obscena” en su restaurante. “Hay algunas reglas en la auténtica Cucina Italiana que probablemente no conozcas”, escribió. “NUNCA pidas piña en una pizza. NUNCA pongas crema en tu carbonara. NUNCA pidas pasta Alfredo (Como sea, ¿quién es Alfredo?). NUNCA pidas pollo en una arrabbiata, y por último, pero no menos importante, NUNCA, NUNCA, PIDAS QUESO EN UN PLATILLO DE MARISCOS”.
“Mejor ponle queso parmesano al estiércol de vaca”, concluyó. “Seguro sabrá bien para ti”. Cuando alguien más defendió a Zwelitheni en Twitter, Maximo respondió que el queso en la pasta de mariscos era el primer paso hacia otras inimaginables abominaciones del sabor. “Si aceptamos esto, ¿qué seguirá después?”, escribieron. “¿Plátano con pollo a la carbonara? ¿Quieres que le pongan catsup a tu sushi favorito? ¡No lo creo!”.
Nadie está muy seguro de dónde proviene la prohibición italiana no oficial de maridar el queso y los mariscos, pero todos parecen estar de acuerdo en que los chefs italianos se lo toman muy en serio. El Smithsonian.com ha sugerido que está prohibido por la razón que dio Donato: porque el queso puede opacar los delicados sabores de la mayoría de los mariscos frescos. También suponen que podría ser porque, históricamente hablando, las regiones de Italia que eran conocidas por sus quesos no tenían salida al mar, por lo que podrían haber desarrollado muchas recetas sin siquiera pensar en agregar mariscos a su lista de ingredientes.
Y, en un artículo para The Kitchn, la chef y fanática del queso Nora Singley se preguntó si también podría haber un componente católico en tal prohibición. “Durante muchos siglos, el consumo de carne y lácteos estuvo prohibido por razones religiosas todos los viernes”, escribió. “En ese día, los mariscos se convirtieron en el sustituto lógico de la carne, y como el queso también estaba prohibido, los dos alimentos evolucionaron de manera distinta y separada. Es una posible explicación”.
En cualquier caso, Donato no desiste de su dicho, calificando la respuesta que le dio a Zwelitheni como parte de su “guerra contra la estupidez”. La controversia tampoco ha suavizado su actitud: el domingo, cuando otro cliente le dio al Bistrot solo una estrella, le hizo una sugerencia diferente, aunque no tuvo que ver con estiércol. “Te recomiendo encarecidamente tener un gato para que llene [sic] el vacío que tienes en tu vida”, escribió.
Entonces, ¿qué pasa con eso de que los clientes “salen de ahí siendo como amigos”…?