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Este restaurante no tiene horarios fijos y sirve lo que se le da la gana

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Artículo publicado originalmente por MUNCHIES Estados Unidos.

Me tomó años escribir sobre Irit. No por falta de material, sino porque ella es el secreto mejor guardado de Tel Aviv, demasiado bueno para compartir. Cuando salí de Israel para Nueva York el año pasado, la extrañaba más de lo que había imaginado. Después, hace un par de semanas, Jamie Oliver la encontró –maldita sea, es bueno investigando. Pronto, Irit será la estrella de Jamie Eats the Middle East, y las colas para entrar a su cafetería le darán la vuelta a la esquina. Ya no será el lugar tranquilo para ir a comer algo, pero siempre recordaré lo maravilloso que era antes.

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Irit significa “cebollines” en hebreo. Pensé en usar cebollines como una metáfora para ella, más suave que una cebolla pero con un ligero mordisco, etc., pero en realidad, no hay tanta conexión, excepto que Irit está en el negocio de la comida. Ella dirige una pequeña cafetería con forma de choza a las afueras del Mercado Carmel, junto a la casa donde creció y aún vive con su hija y su perro. El café está en la calle HaCarmel y tiene una puerta azul brillante, eso es todo lo que puedo decir; no tiene nombre ni dirección. Si estás lo suficientemente intrigado, lo encontrarás.

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Si la cafetería no tiene nombre, puedes estar seguro de que tampoco tiene menú. Casi siempre hay lahuh, un panqué yemenita con una textura aireada similar a un crumpet, con un sabor muy ligero a alholva para darle un toque inesperado. Irit rompe un huevo en el centro y fríe el sándwich por ambos lados en un sartén sucio en su pequeña estufa. Cuando el exterior está crujiente y el huevo está listo, el lahuh se sirve con tomate rallado, tahini picante con ajo y, a veces, con una salsa picante yemenita llamada zhug, con chiles rojos secos agregados a los tradicionales largos y verdes porque esos no pican lo suficiente según Irit, mezclado con un montón de cilantro y ajo y un poco de perejil. Cuando no hay zhug, Irit corta un chile y lo mezcla con los tomates. Puede haber jugo de naranja, y el hermano de Irit lo hace al momento con la misma fruta que él vende. Además, la berenjena ahumada, que se pone directamente sobre la estufa hasta que la piel se queme y se vuelva negra, la cortan en rodajas por la mitad, la empapan con tahini y, ocasionalmente, la adornan con semillas de granada o hierbas sobrantes.

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El viernes, que es el primer día del fin de semana en Israel y es cuando la cafetería se llena, agregan una ensalada al menú: tomates, pepinos, hierbas y una fruta de temporada, todos cortados en trozos y servidos con aceite de oliva y sal. Siempre será la mejor ensalada que he comido en mi vida. También hay shakshuka (huevos escalfados en salsa de tomates, chiles y cebolla, comúnmente aderezado con comino, pimentón, pimienta de cayena y nuez moscada) con yemas blandas –mucho mejor que cualquier restaurante de la esquina que le agrega condimentos innecesarios. Comer con Irit siempre me recuerda que la comida sufre cuando piensas demasiado al respecto.

Cuando vayas con Irit por primera vez, o te alegrarás o te molestará cuando ponga a los Bee Gees (la de “Tragedy” es su favorita) y te invite a bailar. De cualquier manera, aceptarás el shot de anís y arak que te dará, aunque sea lo primero que comerás en todo el día. En medio del boogie, probablemente sacarás tu celular para documentar el baile espontáneo y demostrarás lo divertido que eres. No te darás cuenta de que ella no bebe y no sabrás que le hace esto a la mayoría de los visitantes primerizos. Por eso la amo, es una mujer de negocios natural que sabe que lo “fuera de lo común” se vende, al igual que la alegría falsa, si lo mezclas con alegría genuina.

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Aunque visitaba seguido a Irit mientras trabajaba como guía culinaria para Delicious Israel, me llevó algunos meses conocerla sin que estuviera en su papel. Me di cuenta de que a veces, simplemente le daba pereza abrir el café, hacer la pasta lahuh, comprar el challah para el shakshuka, etc. Pero siempre estaba lista para entretener, cuando alguien entraba al café, se prendía un foco dentro de ella. Sobre todo, me di cuenta de que era muy amable y que su amabilidad nunca era actuada. Generalmente pasaba desapercibida. Entre semana estaba más tranquilo y siempre había gente de todo tipo. Irit les servía comida gratis, como is fueran sus invitados.

Me encantaba ir por la tarde, me sentaba en un lugar con sol y cantaba junto a la radio, escuchaba chismes de personas o me involucraba en discusiones sobre religión o política en una mezcla de (mi) hebreo tembloroso, (su) inglés inestable, y gestos con las manos. Irit entraba y salía de la conversación con una risa o una objeción en voz alta, antes de volver a la estufa. Hablamos mucho sobre el aburguesamiento de su vecindario, Kerem HaTeimanim, el viñedo yemenita (la parte del viñedo es un misterio, pero los inmigrantes yemeníes fundaron el vecindario en 1902 y establecieron un mercado en 1920, que luego se convirtió en el bullicioso Mercado Carmel). A los sesenta años (su rostro curtido lo dice, pero su energía sugiere que es más joven), Irit recuerda cuando la vista afuera de la cafetería era dunas de arena, camellos y burros; ahora hay un extenso estacionamiento y está El hotel David Intercontinental.

Me encantaban estas historias, me imaginaba a Irit como una niña hiperactiva o una adolescente traviesa. Me recordó a cuando mis abuelas me entretenían con sus historias. Irit fue como mi familia mientras estuve lejos, hasta llegué a pensar que mis abuelas se comunicaban con ella para que me preguntara de vez en cuándo, ¿Nu, y para cuándo los bebés?Pero, en realidad, ella trataba a todos como familia desde el primer momento.

Muchas pero muchas veces, las redes sociales y la tecnología son utilizadas como armaduras para interactuar socialmente; todos tenemos la oportunidad de ser más amigables y más seguros de nosotros mismos detrás de una pantalla. Irit es todas esas cosas por su cuenta, bailando a su propio ritmo, vestida con una camiseta sucia que dice “Killin’ It”. Espero que algún día sea lo suficientemente valiente como para hacer lo mismo.