Aunque lo aprecie y ocasionalmente lo escuche, un servidor de ustedes no se considera un admirador a ultranza del blues y mucho menos un purista, que haberlos haylos y a pesados pocos les ganan. Género mutable donde los haya, el blues clásico que asociamos a negros puteados ventilando sus misérrimas cuitas cotidianas –de lo mal pagadas que están sus labores al herpes genital que pillaron hace dos noches– se electrificó en Chicago, traspasó el atlántico, en manos de rostros pálidos mutó en rhythm ‘n’ blues, devino elefantiásico en los 70 y, a partir de los 80, degeneró en fiesta pirotécnica a mayor gloria de figurines con más movilidad en los dedos que mojo en sus venas. Oh yeeeah, yeah.
Pero por mucho que lo quieran travestir, ahí sigue, el blues, etéreo pero presente cual incorpóreo fantasma cojonero, recurso infalible al que acudir cuando un grupo necesita una inyección de credibilidad. Música de largo recorrido, y el que le queda. Long Term Music es precisamente el título del primer álbum de Caustic Roll Dave, one-man-band de Barcelona cuya querencia por el blues del delta –el del Mississippi, no el del Ebro– tiene referentes quizá más cercanos; de haber surgido hace unos años, no me cuesta imaginar el proyecto de David, su blues oxidado con aliño de electrónica de andar por casa, en las filas de un sello como Triquinoise y teloneando a grupos como Rag Cutter o los Chatarreros de Sangre y Cielo.
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VICE: ¿Por casualidad no será tu nombre artístico un homenaje a Jelly Roll Morton?
Caustic Roll Dave: Pues no… A veces me dicen referencias y yo no las controlo. No, no es un homenaje. Un colega dice que tengo un humor un poco cáustico, de ahí lo de Caustic. Y Roll, del rock’n’roll. Dave, por supuesto, viene de David, que es mi nombre. Todo junto me sonaba bien y así se quedó. No hay más misterio.
¿Cuándo creaste el proyecto? ¿Habías tocado antes en grupos?
Sí, de guitarrista. El proyecto empezó en 2009, más o menos. Empecé a grabar con la idea de que quizá lo trasladaría al directo yo solo; por tanto, no quería grabar canciones con muchos instrumentos. Poca cosa y sonido crudo. Tampoco tenía claro si lo llevaría al directo, ¿eh? Lo primero era ver cómo sonaba y cómo me sentía cantando y llevando todo el peso.
Este sonido crudo, ¿es elección estética o necesidad?
Las dos cosas. A mí, antes que las producciones pomposas y cristalinas, me gusta algo más crudo, más auténtico. Más real. Y también es necesidad, por supuesto. Si vas a tocar solo no puedes poner demasiadas cosas, y tampoco es que yo sea un maestro tecnológico. Utilizo programas simples e instrumentos simples.
Cuando se graba de esta forma es casi inevitable que te cataloguen de artista lo-fi, con independencia de la música que hagas porque es una etiqueta en sí misma. ¿Ya te ha pasado?
Sí. Pero me parece bien. Ni bien ni mal, en realidad. Tampoco podría decir que no soy lo-fi, porque mis grabaciones son caseras, no busco una producción desmesurada. No es algo que me preocupe mucho.
¿Decidiste dejar de tocar en un grupo porque te sentías más cómodo no teniendo que consensuar tus ideas con otras personas?
Fue por necesidad. Subir a un escenario y tocar con más gente es de puta madre, pero quería sacar un proyecto musical adelante y a veces solo puedes contar contigo. Tú decides, tú lo haces todo.
¿Tu grupo era de blues o de otra cosa?
Riverside Speedway. Era más sicodelia-rock. “Afterground”, decíamos nosotros. Empezamos en el 93.
Lord i’m standin’ at the crossroad, babe.
Las estructura de los temas, la armonía, la guitarra slide, la armónica… Todo esto es de blues, pero también recurres a la electrónica. ¿Te ves afín a otros artistas?
Afín… Influencias tengo muchas, partiendo de los bluesmen más antiguos. Lo que pasa es que los bluesmen antiguos tocaban muy bien [risas]. Y me encantan Blues Explosion, Tom Waits, PJ Harvey y Nick Cave, y aunque no tengan nada que ver, Nine Inch Nails, que se reflejan en los ritmos que empleo, disonantes, distorsionados… También me encanta el hip hop. ¡En el disco hay scratches! Con lo que no tengo afinidad es con el blues de solos de guitarra tipo Eric Clapton.
No recuerdo haber escuchado nada parecido a lo tuyo en muchos años, al menos por estos territorios. Puede que seas la avanzadilla de una nueva ola de avant-blues chatarrero…
¡Hombre! Yo lo que tenía claro es que quería hacer algo que tuviera influencias blues, del blues primitivo de los años 30, pero sin huir de cosas más actuales. Esto puede tener su gracia pero también ser contraproducente. Algún festival de blues ya me ha dicho que ahí no entro ni de coña porque soy muy raro. Y como tampoco soy bien bien indie… Las cosas son más fáciles cuando se te puede ubicar fácilmente; pero bueno, yo estoy contento con lo que estoy haciendo.
Puestos a hilar fino, el uso de programas que no son muy de último grito vendría a equivaler al bluesman rural con su guitarra de palo, a su bola con su rollo arcaico, en medio de una sociedad cada vez más tecnificada. O algo así.
La gente se reiría si viera el equipo que utilizo… Sí, bueno, los bluesmen cogían una guitarra vieja y un cuello de botella para hacer el slide. Trasladándolo aquí, pues no cojo el súper último Pro Tools sino que voy tirando con programas más cutrillos.
Los bluesmen tradicionales cantaban de que las pasaban putas y luego se iban a ir de putas. ¿De qué tratan tus canciones?
De diversas cosas. A veces pienso en la voz como en un instrumento más, y entonces tengo que hacer letras un poco “paranoicas” para adecuar el sonido a la estructura de la canción. Esto lo decía Keith Richards en su biografía, que era muy importante la modulación de la voz, para que encaje. “Lord, Don’t Wanna Die Alone” no deja de ser una especie de gospel, pero eso lo vi después.
¿Qué repercusión ha tenido tu disco hasta ahora?
Es difícil de evaluar. Si partimos de la idea inicial, mucha. He salido en el Ruta, ha sonado en Radio 3, me llamó gente de Guadalupe y El columpio asesino para que tocara con ellos… Lo que pasa es que mi estilo de música es de picar piedra. Lo más difícil es conseguir que te escuchen. Claro, si envías el disco a un medio y a lo mejor reciben cien discos a día… Pero una vez la gente lo ha escuchado, en directo o en disco, le ha gustado.
¿Cómo te las apañas en directo? ¿Guitarra, armónica y ya está?
No, además de guitarra y armónica llevo bases grabadas, pedales, dos tipos de megáfono, un pequeño teclado y un martillo de juguete que a la gente le hace bastante gracia.
¿No te has planteado hacer un tema que empiece diciendo “Woke up this morning”?
“… and I didn’t believe what I saw”. Pues no, pero sí pongo a veces frases muy estándar a modo de homenaje. Ahora estoy trabajando en una canción en la que seguramente diré en la letra “Brand new Cadillac”. Es homenaje a canciones antiguas, pero es que además, ¡suenan bien, coño!
Imagina que un día vas paseando y te encuentras con el Diablo en un cruce de caminos. ¿Le venderías tu alma o le dirías que no, que ya te conoces la historia?
Ostras, es que no creo en el Demonio, tío. Vaya bluesman, ¿no? Y eso que he estado en el cruce de caminos de Robert Johnson, el genuino, en Clarksdale. No noté nada… Donde sí noté algo fue en los Sun Studios. Hay algo en el ambiente. De hecho, la portada del Long Term Music es una foto de algunos de los cacharros que tienen allí.