Desde sus días de gloria durante la década de 1960, en plena contracultura, la LSD siempre ha estado estrechamente relacionada con la música, aunque no son solo artísticos los vínculos que las unen: un estudio científico ha revelado que la música puede alterar, en el ámbito neuronal, la experiencia de quien está bajo los efectos de esta droga psicodélica. Su investigación está respaldada, además, por varias imágenes de escáner cerebral.
Mendel Kaelen es estudiante de doctorado en Neurociencia en el Imperial College y ha dirigido diversos estudios sobre la influencia de la música y las drogas psicodélicas en sujetos humanos. Uno de sus mayores desafíos es qué tipo de música escoger para llevar a cabo dichos experimentos.
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En los ensayos más recientes, Kaelen tenía la responsabilidad (entre otras) de elaborar la lista de reproducción perfecta para ambientar un viaje psicodélico controlado y que se ajustara a una serie de requisitos muy estrictos, una tarea que precisa de cierta sensibilidad creativa y que a su vez debe respetar las rigurosas directrices en las que se enmarca la investigación científica.
Kaelen explicó que la necesidad de incluir música en este tipo de ensayos surgió a raíz del gran interés que suscitan últimamente los estudios de sustancias psicodélicas y del planteamiento de un posible uso terapéutico de las mismas. De hecho, uno de los principales objetivos del equipo de investigación del Imperial College es el de explorar el potencial de estas drogas en el tratamiento de enfermedades mentales como la depresión.
No obstante, la idea de incorporar música a la terapia psicodélica no es nueva y ya mostraron gran interés en ello los practicantes de la terapia musical en los 60. Pero Kaelen pretende dar un fundamento científico sólido a estos estudios.
“Si nos fijamos en los ensayos clínicos que hay ahora, en todos ellos sin excepción la música forma parte del modelo de terapia”, me explicó en una entrevista por teléfono. “Si la música desempeña un papel tan importante, hay que hacerse muchas preguntas científicas al respecto si queremos avanzar en ese campo, si queremos disponer de un conocimiento empírico del papel de la música en el método terapéutico”.
Hablé con Kaelen acerca de su investigación sobre los efectos de la música en la experiencia psicodélica (y viceversa) y, sobre todo, sobre qué criterios sigue para seleccionar la música para estas situaciones tan poco usuales.
Antes de que empecemos a imaginarnos a los terapeutas administrando una dosis de LSD y unos auriculares a sus pacientes, es preciso señalar varios aspectos respecto al efecto que produce la combinación de música y drogas psicodélicas. En un estudio piloto publicado el año pasado en la gaceta Psychopharmacology, Kaelen y sus colegas regresaron a los rudimentos y probaron una sencilla hipótesis inspirada en la psicoterapia de las décadas de 1950 y 1960: ¿las sustancias psicodélicas potencian la respuesta emocional a la música?
En el estudio, diez voluntarios escucharon cinco temas instrumentales dos veces, la primera tras haber tomado un placebo y la segunda, bajo los efectos de la LSD.
¿Qué tipo de música es el más apropiado para valorar la respuesta emocional bajo los efectos del ácido? Los participantes escucharon dos listas de reproducción distintas, cuya “potencia emocional” se había equilibrado en función de evaluaciones anteriores realizadas sobre un colectivo de personas distinto.
Los temas seleccionados fueron los que más gustaron y que resultaban menos familiares Kaelen explicó que reconocer un tema puede influir en la respuesta emocional del sujeto. “Si la música le resulta muy familiar, puede impedir que el sujeto tenga nuevas experiencias, ya que has vivido experiencias con esa música anteriormente”, señaló.
Ambas listas definitivas incluyen música ambiental y neoclásica de los artistas Brian McBride, Ólafur Arnalds, Arve Henriksen y Greg Haines. Kaelen dijo que Haines, compositor británico, era una elección bastante popular, y que había usado temas suyos en varios ensayos. “Su canción no paraba de salir como favorita una y otra vez”, dijo.
Se pidió a los participantes del estudio de respuesta emocional que valoraran su grado de afectación al escuchar la música mediante una escala del 1 al 100 y que completaran un cuestionario conocido como el GEMS-9, en el que se les pedía que valoraran sus distintas reacciones emocionales a la música, como la paz o la tensión. Los investigadores hallaron que los participantes mostraban una respuesta emocional considerablemente mayor a la música bajo los efectos de la LSD, concretamente en las emociones catalogadas como “asombro”, “trascendencia”, “ternura” y “poder”.
A la vista de los resultados, el equipo concluyó que este hallazgo “refuerza la creencia de que tanto el significado como las cualidades dela música se intensifican cuando se han tomado sustancias psicodélicas” y que podría ser útil para su aplicación terapéutica. Asimismo, dado que los sentimientos de trascendencia y asombro suelen considerarse aspectos que contribuyen a vivir experiencias “de tipo espiritual”, la combinación de música y LSD bien podrían producir este tipo de “viajes”
La experiencia subjetiva de los participantes es una cosa, pero Kaelen y su equipo se han servido de estudios de neuroimagen para explorar las relaciones entre la música y la LSD en el cerebro.
Siguiendo el estudio piloto, Kaelen participó en un ensayo revolucionario en el que se utilizaron por primera vez resonadores de IRMf y MEG para obtener un mapa del cerebro bajo los efectos de la LSD. En el ensayo participaron veinte voluntarios, a los que se les inyectó 75 microgramos de LSD y posteriormente se les realizó un escaneado del cerebro. El estudio les permitió obtener más información sobre las alucinaciones visuales y las alteraciones de la consciencia relacionadas con los viajes psicodélicos.
Durante el ensayo, y mientras se efectuaba el escáner de IRMf, había periodos de silencio y momentos en los que sonaba música; a continuación, los sujetos contestaban una serie de preguntas sobre su estado de ánimo y cualquier alucinación visual que experimentaran (tenían los ojos cerrados).
Los investigadores descubrieron una relación entre la música y las imágenes que veían los sujetos bajo los efectos de la LSD.
El estudio, publicado en European Neuropsychopharmacology, reveló que el flujo de información entre la corteza del parahipocampo relacionada con la memoria y la corteza visual se reducía bajo los efectos de la LSD. Cuando se añadía la música a la ecuación, la comunicación entre ambas áreas aumentaba.
La magnitud de este efecto producía en los sujetos visiones más complejas, sobre todo imágenes de naturaleza autobiográfica.
“A menudo, los sujetos experimentan visiones vívidas mientras están con los ojos cerrados. Además, se produce una interacción; no es como si estuvieran mirando una pantalla con imágenes, sino que el sujeto interactúa con las visiones”, explica Kaelen.
La naturaleza idiosincrática de la experiencia psicodélica hace que resulte difícil escoger una banda sonora para la misma. “Fue todo un reto, porque, claro, todos tenemos preferencias musicales distintas”, explica Kaelen. No podían dejar que los sujetos llevaran su propia música ya que era necesario estandarizar el proceso para obtener datos científicos precisos.
Kaelen empezó seleccionando una biblioteca musical que se sometió a la valoración de un grupo independiente para observar el impacto emocional que tenía. “Inicialmente, pensé en trabajar con música neoclásica muy evocadora y con una fuerte carga emocional, pero teniendo en cuenta que los sujetos estarían en un escáner de IRMf, consideré que tal vez no era conveniente exponerles a un entorno emocional demasiado intenso”, explicó. “Al final escogí música muy relajante y que genera vibraciones positivas, especialmente temas de un artista llamado Robert Rich”.
Finalmente, Kaelen seleccionó dos extractos de siete minutos de temas de Robert Rich y Lisa Moskow que aparecen en su álbum conjunto,
Yearning
. Kaelen los describe como melodías relajantes con secciones de cuerda (Moskow toca un sarod, instrumento indio similar al sitar). “Tenía muchos de los componentes típicos de la música
ambient
sintentizador, flauta…, pero también había una melodía clara y definida que la gente podía seguir”, explicó.
Kaelen afirma que la obra de Rich fue, de hecho, una de las razones que lo llevaron a investigar sobre los efectos de la música. “Robert Rich es increíble, porque empezó a crear música basándose en la premisa de que esta podía ser una herramienta muy poderosa para inducir y guiar estados de conciencia alterados”, añadió, en referencia a los “conciertos del sueño” que el músico celebraba en la década de 1980, tocando para un público dormido.
Reproducir música en un escáner de IRM tiene sus dificultades, incluso aunque los sujetos no hayan tomado LSD. Los investigadores utilizaron auriculares compatibles con estas máquinas (que no contienen bobina magnética) para tratar de que la calidad del sonido fuese la adecuada y la música no quedara silenciada por el zumbido del resonador. Si bien hubo un par de personas a las que no les gustó la música, Kaelen afirma que la mayoría coincidió en que era una alternativa más agradable al ruido del escáner.
Aunque estos estudios han arrojado luz a los efectos que tienen la música y la LSD sobre el cerebro, el mayor interés del equipo de investigación del Imperial College es explorar el posible uso terapéutico de las sustancias psicodélicas.
Hasta ahora, los estudios han revelado que, bajo la supervisión de un terapeuta, estos fármacos podrían ser útiles para tratar enfermedades como la depresión, la ansiedad y las adicciones. A Kaelen le interesa saber de qué modo puede la música ayudar en este tipo de tratamiento.
La idea básica parte de la terapia a base de sustancias psicodélicas que se practicaba en la década de 1960, antes de que estas drogas se consideraran ilegales.
“La gente empezó a darse cuenta de que la droga por sí misma no posee un efecto terapéutico, sino que es la combinación de la experiencia a la que induce la sustancia y la orientación del terapeuta lo que tiene ese potencial”, aclaró Kaelen. “Partiendo de esta premisa, se empezaron a probar distintas formas de generar una experiencia que realmente fuera terapéutica”.
Pronto se reconoció que la música era un instrumento perfecto para dotar a la experiencia de cierta estructura.
Recientemente, Kaelen participó en un ensayo clínico con psilocibina el componente psicodélico de las “setas mágicas” en pacientes con depresión resistente a los tratamientos y cuyos resultados todavía no han sido publicados.
El ensayo se realizó en una habitación de hospital decorada para hacerla más acogedora y menos aséptica. A este respecto, Kaelen señaló que una habitación de hospital “probablemente sea el peor lugar para tomar una droga psicodélica”.
La creación de una lista de reproducción para este experimento fue un desafío mucho mayor, ya que debía tener una duración de seis horas, a diferencia de los pocos minutos que duraba la tomografía en el estudio previo. Ya fuera a través del sistema de megafonía de la sala o de unos auriculares, en este estudio la música siempre estaba sonando.
Kaelen explicó que para elaborar esta lista, se basó en los ensayos de investigadores anteriores, como la terapeuta musical Helen Bonny, desarrolladora en la década de 1960 del método Guided Imagery and Music, con el que se pretendía explorar los diversos estados de consciencia en un contexto terapéutico.
Al crear la lista, quiso reflejar la experiencia cambiante que genera la droga, desde el aumento progresivo de los efectos de la psilocibina al punto álgido de la experiencia y luego el bajón. “Cada una de esas fases requiere de un tipo de música concreta que se ajuste al estado del sujeto”, explicó Kaelen.
Muchas personas, por ejemplo, se ponen nerviosas antes de que la droga empiece a hacerles efecto, por lo que Kaelen se decantó por música que inspirara relajación y seguridad. Cuando la droga empieza a hacer efecto, la música se volvía más rítmica, y durante el punto álgido, que suele prolongarse un par de horas, la música oscila en intensidad en lo que Kaelen denomina un efecto de péndulo.
“No sería beneficioso para ellos escuchar constantemente música muy emotiva; tiene que haber momentos en los que la persona pueda reflexionar sobre la experiencia vivida”, señaló.
Kaelen dijo que tardó meses en hacer la selección de temas para el ensayo, obtenidos tanto de su biblioteca personal como de recomendaciones de Bonny. Procuró evitar los temas más clásicos o con connotaciones cristianas, ya que consideraba importante que la música no pudiera asociarse a ninguna religión concreta. Kaelen también hace música experimental, por lo que él mismo hizo las mezclas y adaptó los tiempos y el volumen para que encajaran con la experiencia que debía coreografiar.
No podía compartir la lista íntegra porque posiblemente se usaría para futuros estudios y no quería que nadie se familiarizase demasiado con los temas, pero sí desveló unos cuantos temas: el apacible “Against the Sky”, de Brian Eno y Harlod Budd, aparece en la parte en que comienzan los efectos; la pieza “Sostenuto tranquillo ma cantabile”, del músico clásico Henryk Górecki suena en el momento de máxima intensidad y es, según Kaele, la “la primera pieza emocionalmente evocativa”; en esta fase también aparece Greg Haines con su “183 Times”, una canción utilizada en la prueba piloto sobre mejoramiento emocional .
Para demostrar los efectos de la música, Kaelen me contó las experiencias de algunos pacientes. Al escuchar “183 Times”, un paciente dijo que fue “el culmen de la experiencia; el tema parece resumir a la perfección todo lo que he vivido. No puedo expresar lo mucho que me conmovió; me acompañó durante la parte más intensa del viaje interior. Increíble”.
“Este tema me hizo llorar mucho. Era triste y hermoso, y llorar mientras lo escuchaba fue un alivio emocional, una liberación de la tristeza y los malos sentimientos hacia mí mismo. Me hizo pensar en todo lo que he tenido que pasar a lo largo de mi vida por mi depresión. Al final de la canción, me sentía depurado y mejor, y sentí compasión por mí mismo”, explicó otro paciente.
Pero Kaelen explicó que no todo el mundo reaccionaba bien a la música.
“La selección de temas fue muy difícil, porque con cada uno de ellos me preguntaba, ‘¿Estoy asumiendo que la canción funcionará con el paciente porque funciona conmigo, o porque creo que lleva un mensaje que es universal, intrínseco a la música misma?’”, explicó Kaelen.
No hay nada científico escrito al respecto; al menos por ahora.
“Si te soy sincero, cuando empecé a hacer esto, sentí la enorme responsabilidad que conlleva la creación de una lista así, porque va a influir increíblemente en las personas que participen en el estudio”, confesó.
Una de las conclusiones más importantes que Kaelen extrajo del estudio es que, si bien sigue creyendo que la música tiene carácter universal, es imposible elaborar una lista de reproducción apta para todo el mundo. Su sugerencia es que ,en futuras ocasiones, cada terapeuta debería, de algún modo, adaptar la música a las necesidades específicas de sus pacientes, algo en lo que Kaelen ya está trabajando.
Respecto a esto último, Kaelen recalcó la importancia de que haya buena comunicación entre el paciente y el terapeuta en los tratamientos con sustancias psicodélicas.
“Al fin y al cabo, la música solo está para ayudar en el proceso terapéutico, para servir de apoyo en el viaje tan personal que experimenta el paciente”, explicó.
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Traducción por Mario Abad.