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Cultură

Cobrar por consumir drogas de forma legal

En el Hospital del Mar de Barcelona se utilizan voluntarios para realizar ensayos clínicos con drogas a cambio de dinero. Un trabajo peligroso que muchas veces atrae a gente desesperada.

Pocas personas tienen conocimiento de que en el Estado español se pueden consumir drogas duras de forma legal y cobrar por ello. Dicho así, la frase puede provocar reacciones tan opuestamente radicales que transitan de la intención de conocer dónde acudir para probarlo hasta llamar a la policía y preguntarse cómo es posible que hechos así sigan sucediendo en pleno siglo XXI. Pero unos y otros tendrán que calmarse. Este tipo de consumo solo se realiza en el Hospital del Mar de Barcelona en forma de ensayos clínicos para conocer la reacción de estas sustancias en las personas voluntarias que se presentan a ellos.

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Barcelona ha capitalizado durante el periodo democrático español los ensayos clínicos sobre los efectos de las drogas en personas voluntarias. La unidad de farmacología del Instituto Municipal de Investigación Médica de Barcelona (IMIM) lleva realizando estos estudios desde 1981, cuando investigó los efectos del MDMA. Aunque anteriormente los hospitales que realizaban estos experimentos eran tres (el Clínico, el de Sant Pau y el del Mar), actualmente solo se realizan en el Hospital del Mar. Allí se experimenta en estos tiempos con cocaína, research chemicals (en este caso el estudio simplemente consiste en que los voluntarios rellenen una encuesta sobre sus experiencias), cannabis y MDMA-Éxtasis. "Estos estudios son muy importantes para conocer las reacciones de estas sustancias en el metabolismo de las personas. Y también para saber cómo reaccionan cuando se juntan con otras sustancias como el alcohol. Si no hacemos estos estudios, solo sabemos lo que nos cuentan las personas", nos explica Rafael de la Torre, director del programa de Neurociències del IMM (Institut Hospital del Mar d'Investigacions Mèdiques).

El consentimiento informado y voluntario de los propios sujetos experimentales es la norma ética de investigación más antigua y más universalmente aceptada, y así funciona con los voluntarios del Hospital del Mar. "Hasta en Estados Unidos hace mucho tiempo que los inspectores hacen la vista gorda ante la coerción y los malentendidos entre sujetos experimentales e investigadores", explica Sonia Shah en su libro Cazadores de cuerpos que trata sobre la experimentación farmacéutica con los pobres del mundo. Los ensayos clínicos con humanos han cometido a lo largo de la historia tremendos despropósitos, especialmente en países subdesarrollados en los que los supuestos voluntarios eran analfabetos incapaces de comprender lo que se les explicaba. Eso cuando los "voluntarios" tenían la opción de decidir si participar o no en los ensayos clínicos y no eran forzados a ello. Hablamos en pasado, pero también podemos hablar en presente. Ahora mismo puede estar sucediendo en algunas partes del mundo. Por esos motivos, "a lo largo de las últimas cinco décadas, en Estados Unidos ha echado raíces una maraña de principios éticos, códigos y normativas para regir las relaciones entre los sujetos experimentales y los investigadores, así como entre pacientes y profesionales sanitarios", explica Shah.

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A los ensayos clínicos con drogas del Hospital del Mar se accede a través de un formulario colgado en su página web. En algunos estudios este cuestionario es suficiente para decidir si eres apto o no para participar. Pero en otros se pueden realizar en persona breves entrevistas sobre antecedentes médicos, cuestionarios sobre salud mental o pruebas informatizadas sobre rendimiento cognitivo. Eso sí, explica que tu participación es "totalmente voluntaria, firmarás un consentimiento informado y serás libre de abandonar el estudio en cualquier momento. Además la confidencialidad de tus datos está totalmente asegurada. En todo momento estarás atendido e informado por los investigadores responsables del estudio". Por otro lado, la franja de edad para poder presentarte como voluntario suele ir de los 18 a los 45 años, aunque no siempre es así y a veces el baremo se reduce.

"Algunas personas han descubierto que pueden arreglárselas para llevar una vida un tanto precaria vendiendo su cuerpo a la industria científica, pululando de un centro a otro, inscribiéndose en un ensayotras otro durante varios años seguidos. La mayor parte de estos 'voluntarios profesionales' son estudiantes en busca de ingresos suplementarios, personas sin techo o trabajadores contratados informalmente", añade Shah en su libro.

En el mismo sentido se expresaba Leonardo Faccio en el reportaje "El humanitario negocio de vender tu cuerpo para la ciencia", que publicó en 2008 en la revista Etiqueta Negra sobre los experimentos con drogas en la capital catalana en el que contaba su experiencia como voluntario para un ensayo clínico sobre el Tramadol: "Los ensayos clínicos –el primer paso de este negocio– son casi desconocidos en la mayor parte de Europa. A veces en Londres los laboratorios farmacéuticos publican anuncios para conseguir voluntarios en revistas gratuitas para mochileros como TNT Magazine, y en España aparecen en las páginas de avisos clasificados de algunos diarios. Pero casi siempre es un conejillo de indias veterano quien busca nuevos voluntarios corriendo la voz en las oficinas de asistencia a los desempleados e inmigrantes. Así ocurre en Barcelona. Y fue así como, a través de una compatriota argentina, llegué al hospital de la Santa Creu i Sant Pau, donde funciona el laboratorio de ensayos clínicos más grande de la ciudad."

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El doctor de la Torre rebate estos argumentos ante nosotros y explica que "los voluntarios obtienen una compensación económica, pero no un sueldo. Simplemente son para compensarles los gastos de tiempo y de transporte. Además, entre dos estudios a los que se apunten tienen que pasar como mínimo un intervalo de seis meses". Entonces, según él, ¿qué tipo de gente se apunta a estos ensayos clínicos? Responde que "son personas con una personalidad que les lleva a asumir riesgos, muy curiosas".

Pero Faccio en su reportaje sigue demostrando que puede no ser así: "No hay muchos motivos para convertirte en un conejillo de Indias. En esencia, se podría hablar de dos: porque eres un altruista y crees que tu aporte a la medicina mejorará el mundo -o tu país-, o porque estás desesperado por conseguir dinero para sobrevivir. No conozco en persona a nadie que entre en la primera categoría […]. A mi lado, ahora que estoy a punto de empezar el encefalograma previo a mi primera dosis de Tramadol, está el Uruguayo. Él no quiere dar su nombre. Dice que es para 'no preocupar a la familia', que lo imagina con una mejor vida en España […]. Para participar como voluntario en un ensayo clínico no necesitas 'tener papeles legales' ni mostrar un certificado de antecedentes penales. Una vez que firmas el contrato te vuelves un código que contiene los resultados de tus análisis y la relación entre tu estatura y tu peso: solo aquello que demuestra que eres una persona sana. En España, ser un conejillo de Indias es uno de los trabajos más requeridos por los inmigrantes ilegales. Algunos han convertido los hospitales en sus centros de trabajo, y el dinero que reciben por vender sus cuerpos en una especie de salario mínimo. El Uruguayo es uno de ellos. Ésta es la cuarta vez que participa en un ensayo clínico […]. Yo voy a probar ayahuasca, me dice".

El Uruguayo también explica que consiguió hacer trampas para participar en diferentes estudios a la vez. Todo esto contradice la afirmación del doctor de la Torre sobre que "los voluntarios siempre son personas que ya eran consumidores de drogas". Cuesta pensar que El Uruguayo del reportaje de Faccio, quien cobró quinientos euros por las ciento veinte horas que pasó allí, fuese consumidor habitual de todas las sustancias con las que han experimentado en su cuerpo. Este hecho le parece "peligroso" a la psiquiatra Gloria Cruceta, quien avisa que "existe un riesgo evidente de adicción después de probar drogas como la cocaína o la heroína. Aunque éste se reduce cuando se encuentra dentro de ensayos clínicos controlados".

Sonia Shah, por su parte, explica en su libro experiencias similares de sujetos estadounidenses. De hecho, existen empresas de captación de pacientes. En el año 2003, por ejemplo, estas empresas se embolsaron casi setenta mil millones de dólares anuales buscando cuerpos humanos para experimentos."Los investigadores médicos no suelen informar a sus sujetos experimentales de los generosos honorarios de captación y de las ventajosas ofertas de adquisición de acciones en condiciones preferentes que reciben ellos cuando consiguen que los pacientes firmen bajo la línea de puntos".

Por otro lado, quizá alguien se esté preguntando si los experimentos del Hospital del Mar sirven para estudiar los usos terapéuticos de estas drogas. En este sentido, el doctor De la Torre es muy contundente: "las industrias farmacéuticas no están dispuestas a patrocinar estudios relacionados con drogas terapéuticas. Esto provoca que los estudios de este tipo sean de casos concretos y poco trabajados". Así que estos ensayos se centran sobre todo en las consecuencias de las drogas en los cuerpos humanos durante su uso recreativo.

En forma de conclusión, Shah critica de forma abierta la forma de funcionar de la investigación médica sentenciando que "cuando los investigadores clínicos engañan a los pacientes, se aprovechan de su pobreza o desvían unos recursos escasos del sistema sanitario que los atiende, no se considera un mal de forma absoluta. La principal labor de la investigación médica -promover la salud, salvar vidas- lo eclipsa. La explotación y la violación de los derechos humanos son tan solo efectos colaterales".