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Cultură

​Estos son algunos de los lugares marcados por el suicidio en España

Te explicamos por qué en estos sitios de España se producen más suicidios de los habituales. Para ello hemos hablado con Héctor Puente, doctor en Sociología y especialista en Cambio Social.

El viaducto de Segovia, en Madrid. Fotografía de Riccardo Pareggiani.

No están todos los que son, pero son todos los que están. Hoy te explicamos por qué en estos sitios de España se producen más suicidios de los habituales. Para ello hemos hablado con Héctor Puente, doctor en Sociología y especialista en Cambio Social.

Metrosur, el azote de las clases medias

Solo ha pasado una semana y un día desde que la cuenta de Twitter de Leganews anunció el último intento de suicidio en una de sus paradas. Desde que se inauguró en el mes de abril de 2003, la línea 12 del metro de Madrid se ha convertido en uno de los puntos preferidos de los suicidas de extrarradio. Tanto es así que, allá por 2009, solo 6 años después de ponerse en funcionamiento, la Comunidad de Madrid decidió instalar unas mamparas de seguridad en los andenes de algunas de sus estaciones.

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Por aquel entonces nos vendieron que gracias a estas pantallas los usuarios podrían acercarse a la vía sin miedo a los traspiés, a introducir el pie entre coche y andén y, lo que es más importante, sin temor al típico usuario cabrón que te empuja y te hace el apaño. Alegaron que lo hacían en estas estaciones y no en otras (concretamente en San Nicasio, Hospital Severo Ochoa, Casa del Reloj y Leganés Central) porque eran las más usadas. Pero, ¿de verdad pensaron que éramos tan pardos? ¿San Nicasio o Casa del Reloj con más usuarios que Sol o Atocha? Los sociólogos tienen una interpretación más convincente. Según explican, en los albores de la crisis, las autoridades se olieron la tostada de que los suicidios aumentarían. Muy listos ellos, sabían que no se dispararían en los barrios donde la gente ya estaba acostumbrada a las calamidades. Vallecas, Carabanchel o (¿quién da más?) Pan Bendito, distritos emblema de la clase obrera más sufridora, no iban a notar demasiado la famosa recesión. Pero, ¿qué pasaría con aquellos barrios que llevaban ya un tiempecito disfrutando de pertenecer a una comodona clase media? Pues principalmente que las pasarían putas al tener que abandonar su estatus para probar las delicias de la pobreza. Héctor Puente lo explica mejor: "Cuando subimos en el ascensor social, todos nos acostumbramos muy rápido a vivir en mejores condiciones, pero bajar de clase supone adaptarse a una nueva realidad que no es nada fácil. Aquí es donde viene el drama social, que va ligado a un aumento de las probabilidades de suicidio. Cuando se eligieron estas estaciones no fue una decisión aleatoria: se hizo sabiendo que precisamente estos distritos serían los que peor tolerarían el azote de la crisis".

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Los acantilados gallegos, más románticos que una cena con velitas

Las cosas como son. ¿Puede existir una muerte más bonita que la que vayas a conseguir despeñando tu coche por un acantilado en una noche de perros? Permíteme que lo dude. A ver, que siempre puedes viajar hasta las cataratas del Niágara y pegarte un suicidio por encima de tus posibilidades, pero si efectivamente tus recursos son más bien limitados y tampoco te has planteado invertir tanto en tu muerte, los acantilados pueden ser una opción asequible. ¿Que estás hasta los huevos de todo? ¿Que vas a llegar otro día más a las tantas a casa después de haber currado como un cabrón 13 horas para cenarte la misma lasaña precocinada de cada puto lunes? No si Dios quiere. Para eso tienes la posibilidad de dar un buen volantazo en el momento adecuado o pegar un saltito de nada tras haber respirado un par de veces profundamente.

Así se las gastan los gallegos, que tradicionalmente han "utilizado" los acantilados de su salvaje costa para poner un punto y final a esta chapuza en la que a veces se puede convertir la vida. "Por una parte -cuenta Puente-, un acantilado tiene la altura suficiente como para asegurarte la muerte, pero por otra, desde el siglo XIX y sobre todo a partir de la literatura romántica, su figura va asociada al suicidio. Es el ideal del suicidio romántico. Es quitarse la vida frente a la naturaleza".

La última noticia que tenemos es de hace poco más de un mes, cuando un tipo en Arteixo murió tras acabar con su coche en el mar. Pero no es la única. Aquí tenemos a esta otra mujer que se decidió a hacerlo a cuerpo gentil desde los acantilados de O Seixo Braco. Por no hablar de las noticias que nos han dejado otros famosos acantilados de nuestra costa, como esta en el "acantilado de la muerte" en la carretera de Llucmajor en Mallorca, o esta que tuvo lugar en Tenerife.

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El Viaducto de Segovia o Madrid te quiere en la sociedad

Ni una semana pasó desde su inauguración en 1875 hasta que tuvo lugar el primer suicidio en este emblemático puente de la ciudad de Madrid. Ocho días después, ¡zas! ¡Otro más! Ahora sí que quedaba inaugurado. Solo unos meses después se promovió la colocación de algunos farolillos más para iluminarlo mejor y para que, según explicaba uno de los periódicos satíricos de la época, "los suicidas fueran al otro mundo alumbrados".

Entre 4 y 6 personas al mes se suicidaban en este lugar en los años 90, algo que hizo que se tomase la resolución de no dar cifras para no alarmar a la ciudadanía ni contribuir a alimentar la fama del lugar. Según nos cuenta Héctor Puente: "El viaducto de Segovia se ha convertido en un templo para el suicidio. Como es lógico, la gente acude a los sitios que valen para una determinada función. De la misma forma que si estás buscando drogas sabes a donde tienes que acudir, si estás buscando suicidarte, eliges un lugar que esté asociado al suicidio. En Madrid, el viaducto es el sitio".

Para evitar que más peña se arrojase al vació desde sus 23 metros de altura, José María Álvarez del Manzano se decidió a colocar las antiestéticas mamparas que resisten en la actualidad. Feas de cojones, sí, pero parece que también efectivas, porque desde que se erigen a ambos lados de la calle Bailén, los suicidios han disminuido. La última noticia que tenemos es de 2013, cuando un cura, un seminarista, un distribuidor de propaganda y uno de Lepe (nah, este último no estaba) disuadieron a un hombre de lanzarse al vacío. Se trataba de un tipo que logró introducirse entre las mamparas y la valla (las cosas como son, poder se puede) porque, como explica Héctor Puente: "Como barrera física, las mamparas no cumplen ninguna función. Si te quieres lanzar, puedes. Lo que cumplen estas barreras es una función social disuasoria muy importante: a la persona las mamparas le recuerdan que la sociedad no quiere que se suicide".

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El Triángulo de la Muerte, tendencia en suicidios

Sus vértices se encuentran en Alcalá la Real (Jaén), Iznajar (Córdoba), y Priego de Córdoba (Córdoba), y lo que ocurre desde hace décadas en su interior es más escalofriante que una mano helada subiendo por la espalda en la oscuridad (modo Iker Jiménez off).

Magufadas aparte, la cosa es que el nombre no se lo han dado en un sorteo: se llama así porque dentro de este área se producen suicidios que superan cuatro veces la media nacional y que han conseguido que esta zona posea una de las tasas de suicidios más altas de toda Europa. Solo entre 1985 y 1998 aquí se quitaron la vida 135 personas, y si tenemos en cuenta que la población de la zona durante aquellos años era de 38.000 habitantes, obtenemos la bonita tasa de 25 suicidios por 100.000 habitantes (en comparación con la nacional de 7,54 por 100.000 habitantes).

Tradicionalmente los suicidios se daban entre las personas que habitaban los cortijos, pero desde hace años, este particular folclore ha avivado la fantasía de quienes hoy residen en los alrededores, convirtiendo a esta zona en uno de los enclaves predilectos para quitarse la vida: "La gente recorre decenas de kilómetros para llegar hasta los cortijos y suicidarse. Son el sitio de moda de la zona", explica Puente.

¿Moda? Pero, ¿qué dice este sociólogo? Pues al parecer sí. Según cuenta: "Estos cortijos empezaron a ganar popularidad hasta convertirse en el lugar de referencia para este asunto. El suicidio genera tendencia. Si alguien de tu alrededor se suicida, las probabilidades de que tú lo hagas se disparan. Básicamente se debe a que el ser humano es un ser social. De esta forma, cuando en el entorno de uno el suicidio se normaliza, en una situación crítica quitarse la vida puede parecer una opción natural".

Pero, ¿por qué recorrer kilómetros para llegar a un sitio en el que no vas a encontrar ninguna facilidad especial? "Aquí operan las estructuras más internas de nuestra identidad y subconsciente. Los puntos negros de suicidios tienen mucho que ver con el imaginario. Si tú decidieras suicidarte, ¿no se te pasaría por la cabeza hacerlo en el viaducto de Segovia? Es más que probable que sí." Pues la verdad es que no, pienso. Pero, ¿y tú?