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Una dentista contra AMLO

Laurie_Ann Ximénez-Fyvie

“Vieja”, “gorda”, “inválida” son algunos de los ataques (“los más suaves”, aclara) que suele recibir en redes sociales la microbióloga mexicana Laurie Ann Ximénez- Fyvie. Pero el mote que más le irrita es cuando intentan descalificarla llamándola “cirujana dentista”, como se lee en su diploma de la UNAM. Su primer y reciente libro, Un daño irreparable. La criminal gestión de la pandemia en México, es uno de los más vendidos en lo que va de 2021. Allí, Ximénez-Fyvie confronta cada una de las afirmaciones que, en relación a la gestión del COVID-19, emitió el subsecretario de Prevención y Promoción de la Salud de México, Hugo López-Gatell, entre febrero y diciembre 2020. Aseveraciones que, en los “informes Covid” televisados que el funcionario dirige a los mexicanos, incluyen minimizar los riesgos del COVID-19 – “La influenza estacional es 10 veces más virulenta”–, dijo en 2020. Y asegurar ante las cámaras que el cubrebocas, un arma falible pero hasta el momento la única disponible para enfrentar al virus, “tiene una nula utilidad”.

Las manos de Fátima

Laurie Ximénez-Fyvie es odontóloga, pero nunca ejerció como tal, pues desde joven se dedicó a la ciencia básica. En los años 90, ganó una beca para ir a Harvard y se instaló cuatro años en Boston. “Nunca pensé que yo iba a poder ir a Harvard: fue uno de los períodos más felices y extraordinarios de mi vida”, cuenta ahora desde su casa, en la CDMX. Y menciona a su mentor, Barnet Levy, patólogo estadounidense que llegó a la UNAM como profesor invitado y quien la alentó a que se postulara a la beca que finalmente la llevaría a Massachusetts. “Junto con mi padre, Luis Ximénez, y mi director de tesis, Sigmund Socransky, Levy fue una de las tres personas clave en mi vida”, cuenta. Todos hombres, le digo, mientras hablamos por videollamada. “Es que no tuve una figura femenina así, desafortunadamente. Curiosamente, mis amistades más entrañables siempre fueron hombres. Nunca tuve ese ‘apoyo’ como de sororidad con otras mujeres, ni en lo profesional ni en lo personal”, se lamenta.

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Después de doctorarse en Ciencias Médicas en la Universidad de Harvard, regresó a México para fundar el laboratorio de Genética Molecular, que actualmente lidera en la UNAM. “Cazadora de microbios“, se define esta mujer de modos suaves y dicción perfecta –”Deben ser tantos años dando clase…”, me dice a través de Zoom-. Dueña de una sonrisa Colgate, (“nunca tuve una caries”, se ríe), tiene un humor ácido, y, sobre todo, valentía para aguantar las amenazas que recibe desde marzo de 2020, cuando decidió denunciar desde la ciencia “la indolencia de la actual administración ante la crisis del COVID-19”.

“Y sí, soy dentista, pero ¿te digo más? El zar de la pandemia en Taiwán, una isla que pese a estar frente a China al día de hoy solo registra 361 muertos por COVID-19, es … ¡dentista! Y a quienes atacan mi libro por ser odontóloga y me endilgan que ‘solo sé de caries y encías’, les digo que el tronco común de materias para ser cirujano dentista en la UNAM es el mismo que para ser médico. Y les recuerdo que el Sars-CoV-2 es un virus y ¿quién se ocupa de estudiar a los virus? Pues ¿quién va a ser? ¡Los microbiólogos!”.

Eligió la odontología por una razón cercana: “Mi media hermana Fátima, que es dentista. Durante mi infancia ella fue mi ídolo. Yo tenía una fijación con sus manos. La imaginaba atendiendo y cuidando a sus pacientes con esas manos tan bonitas y en lugar de querer ser ‘princesa’, soñaba con ser dentista como ella. Fue una decisión que tomé a los once años. Y me la tomé en serio. En la Facultad de Odontología de la UNAM fui una gran alumna, pero cuando encontré mi verdadera vocación, la microbiología, me enamoré para siempre”. Al final sí hubo una figura femenina importante en tu vida, le digo a Ximénez-Fyvie mientras hace una pausa para vapear. Sonríe con esa sonrisa que desarma a cualquiera y se queda callada. 

“Primero los pobres”

Además del cubrebocas otra arma contra el virus es el confinamiento, pero, a pesar de lo que muchos creen, “no es una estrategia de salud pública, sino el último recurso ante una situación catastrófica”, explica Ximénez-Fyvie. Y un privilegio en un país en el que gran parte de sus 130 millones de habitantes carece de un empleo formal y en el que el famoso #quedateencasa es cosa de ricos, denuncia. Sin ir más lejos, en la capital mexicana, una de cada 100 personas murió a causa del virus. La mayoría de ellos, residentes en las alcaldías más pobres de la ciudad, en las que la mitad de la población presenta “necesidades básicas insatisfechas”.

A nuestro presidente le encanta decir “`Primero los pobres´, justamente el sector más golpeado por la pandemia” denuncia la autora. Porque es, precisamente a las personas empobrecidas a quienes no les queda otra que recurrir a hospitales públicos donde la probabilidad de salir vivo es una lotería: “Uno de cada dos pacientes internados por COVID-19 en el Instituto Mexicano del Seguro Social se muere”, asegura Ximénez-Fyvie, quien en plena pandemia fundó Salvemos con Ciencia, plataforma en línea de atención médica temprana, gratuita y a distancia para enfermos de COVID-19.

“A costa de la vida de la gente a la que tanto juró proteger, el mandatario prefirió invertir en una refinería [ se refiere a la refinería que el Gobierno compró a Shell en Deer Park, Texas], un tren [el tren Maya, que recorrerá cinco estados del sureste mexicano] y un nuevo aeropuerto en medio de la peor crisis sanitaria que el mundo ha visto en el último siglo. Así terminó por definir la suerte de los 229.100  mexicanos -cifra al 9 de junio de 2021– que hasta ahora han muerto por COVID-19”, denuncia Ximénez-Fyvie, mientras también fustiga al subsecretario de Salud, Hugo López-Gatell.

Se trata de un médico formado en la mejor escuela de epidemiología del mundo –John Hopkins Bloomberg School of Public Health, en Baltimore–, y nombrado por el Gobierno para el control de la pandemia en México. “Credenciales no le faltan y es inteligente. No es por ignorancia que López-Gatell haya tomado todas estas malas decisiones que nos llevaron a que hoy México figure entre los peores países en cuanto a la gestión de la crisis sanitaria, y tercero en número de muertes después de Estados Unidos, India y Brasil”, sostiene Ximénez-Fyvie, hoy el rostro más reconocible en la lucha contra el COVID-19, frente a un “Estado pusilánime que con la idea de no gastar un solo peso, ha sentenciado a muerte a millones de mexicanos”, denuncia en su libro, que con un lenguaje accesible y por momentos lleno de humor, explica todo lo que se hizo mal en México en la gestión de la pandemia. Empezando por “el falso dilema que instaló el Gobierno: “O controlamos la economía o controlamos la pandemia”. Pero basta mirar al sureste asiático para ver cómo sí era posible velar por la economía y la forma de hacerlo era controlar primero la pandemia”, indica la científica de la UNAM.

“Estado pusilánime que con la idea de no gastar un solo peso, ha sentenciado a muerte a millones de mexicanos”.

Casi quince meses después de que la Organización Mundial de la Salud declarara la pandemia, “en México asistimos a la misma situación criminal y de negligencia que vemos desde el inicio de la crisis sanitaria, con la ausencia de pruebas masivas suficientes, rastreo de contactos y estrategias de aislamiento”, denuncia la científica de la UNAM. [Al Gobierno] “se le hizo más fácil negar la ciencia, entregar gel y cloro y abrir las escuelas diciendo que con eso bastaba, más que implementar medidas que sí son útiles. Como ventilar, filtrar el aire y vigilar su calidad con monitores de CO2, que es la única forma de disminuir el riesgo en espacios cerrados”, explica Ximénez-Fyvie. Y califica de “ridículas e infantiles” las recomendaciones del Gobierno de la CDMX, que invitaba a usar alcohol en gel antes del reinicio de las clases escolares presenciales, que se hizo efectivo el pasado 7 de junio (desde marzo de 2020, los niños y adolescentes de México solo han tenido clases remotas). “Por si no les queda claro: el virus se transmite por el aire”, repite la microbióloga hasta el cansancio.

“¿Y los muertos?”, pregunta en su libro. “Bien, gracias”. Al día de hoy (9 de junio de 2021), oficialmente son 229.100, pero científicos como el matemático mexicano Arturo Erdely calculan en 498.885 la cifra de fallecidos en México ( al 31 de mayo). “¡Casi medio millón!”, exclama Ximénez-Fyvie, mientras recuerda que las cifras de la Universidad de Washington, en Estados Unidos, son aún peores: “Según esa universidad, en México han fallecido 617,127 personas por COVID-19”. En ese caso, más de medio millón de muertos en un país emergente que, sin embargo, en 2020 era el más rico de Latinoamérica. Y definitivamente más poderoso que muchos países que sí supieron “darle pelea a la pandemia”. “Como Vietnam”, escribe la autora de este bestseller, que va por la quinta reimpresión. “Un país más pobre que México, con 95 millones de habitantes, bajo el yugo de China, superpotencia con la que comparte, además, una extensa frontera. Si a eso le sumamos que carece de infraestructura hospitalaria y científica, la probabilística indicaba que gran parte de este Estado comunista iba a infectarse en un santiamén”. Sin embargo, al día de hoy, Vietnam solo lamenta 55 muertes –sí, leyó bien: 55–, gracias a una férrea política de control de fronteras y testeos masivos. “Realizaron hasta 40.000 pruebas por cada infectado confirmado”, asegura Ximénez-Fyvie.

Del lado de México, solo hay lamentos. Porque “al igual que Estados Unidos cuando Donald Trump era presidente, junto con Brasil y Argentina, México no ha hecho nada por contener el avance del virus. Apenas ha recomendado medidas de mitigación”. Y responsabiliza por este “desastre sanitario” al encargado de la gestión de la pandemia, quien “no es un genocida ni un asesino. Simplemente eligió complacer a su jefe, que no, no es el Secretario de Salud fantasma [se refiere a Jorge Alcocer Varela, que ostenta el cargo], que no parece tener ningún rol en la pandemia, sino el presidente de la República, porque López Gatell tiene claras ambiciones políticas. Y obedece ciegamente (al presidente) a cambio de obtener favores y ascensos”, denuncia la científica. A raíz de su columna “El fiasco del siglo”, en el periódico Reforma, desde marzo de 2020 se ha convertido en la única experta que, desde entonces, y sistemáticamente, se ha dedicado a desnudar los gruesos errores de la gestión de la crisis sanitaria en su país.

“Al igual que Estados Unidos cuando Donald Trump era presidente, junto con Brasil y Argentina, México no ha hecho nada por contener el avance del virus. Apenas ha recomendado medidas de mitigación”.

Gestionar el contagio

Como para el presidente mexicano, la “honestidad” y dos “estampas de santos” eran suficientes para defenderse del COVID-19 –finalmente inútiles, pues se contagió en enero pasado–, a su subsecretario de Salud no le quedó otra que replicar esa diatriba supersticiosa y darle un tinte científico que la legitimara. Así fue cómo dijo que ‘en lugar de cerrar una escuela’, era preferible ‘que se infecten 100 niños que uno’”. En el video, registrado el 14 de marzo del año pasado, la exposición de López-Gatell se torna “confusa”, pues no hay nada científico en ello, escribe en su libro Ximénez-Fyvie. De hecho, contradijo “los principios básicos de la contención epidemiológica de enfermedades transmisibles”. Y evidenció “la estrategia que el Gobierno había emprendido para enfrentar la crisis sanitaria”. En síntesis, lo que el funcionario recomendaba era “gestionar el contagio, es decir, dejar que la gente se contagiara, algo que muchos entendieron de forma errónea como inmunidad de rebaño, asumiendo que todos los infectados se recuperarían de la enfermedad y quedarían inmunes. Dos cosas que desde hace tiempo sabemos que son falsas”, sostiene Ximénez-Fyvie, “cirujana dentista”, repite a quien le molesten sus títulos, que a juzgar por los trolls que la acosan en Twitter, son muchos.

La mesa está puesta

Mientras la CDMX comienza a vacunar a los residentes de entre 40 y 49 años, la microbióloga se muestra crítica. “El peligro no ha pasado: en México asistimos al momento de mayor incertidumbre de toda la pandemia. A la fecha se sigue sin tomar medidas de contención del virus. Y aquí han sido identificadas casi todas sus variantes: la P1 manaos, la B.1.351 sudafricana, la B.1.1.7 británica y la B.1.617 india… Sabemos cuántos casos se reportan, pero no cuántos contagios hay en la comunidad. Y a la dispersión asintomática no la vemos ni la registramos”.

Mientras López-Gatell asegura que los contagios se han reducido, Ximénez-Fyvie tiene otra versión: lo que el subsecretario “no dice es que disminuyen porque hubo un contagio rampante durante un año, que culminó con una infección desmedida en año nuevo, cuando en diciembre de 2020 López-Gatell manipuló las cifras para que la gente siguiera en las calles para las ventas prenavideñas. Bajaron los contagios porque mucha gente ya se enfermó. Y ni siquiera hemos vacunado al 10 % de la población con el esquema completo (dos dosis)”.

Hace unos días, Lopez-Gatell “tuvo el descaro de decir que afortunadamente el 50% de los mexicanos se ha infectado´”, recuerda la microbióloga. “La mesa está puesta para el peor escenario: la gente se ha relajado, no usa cubrebocas y la Ciudad de México pasó a ‘semáforo verde’”. Lo que equivale a que sus habitantes sigan con sus vidas como si no hubiera pandemia. Lo peor es que “se sabe que esta inmunidad natural que no proviene de la vacunación va durar muy poco”, agrega.

En 2018, votó a Andrés López Obrador. “En México, siempre se espera que los presidentes sean corruptos, pero AMLO llegó al poder prometiendo que eso iba a cambiar. Mira que hemos tenido presidentes rateros, corruptos y mentirosos, pero hacía mucho que no teníamos un presidente cruel, sin compasión. A AMLO no parece importarle que haya muerto medio millón de mexicanos”, dice Ximénez-Fyvie. Está sentada frente a su jardín de hierbas, en el que crecen salvia, romero y albahaca. Vapea mirando la ventana. Sueña con volver a Boston, donde estudió, y ver por última vez el río Charles. “También me falta conocer Italia”.

Mala pata

Desde 2012 carga con un diagnóstico de esclerosis múltiple, que “en un día regular” la obliga a manejarse en muletas. Así y todo sigue moviéndose sola en su camioneta, allí donde se le pida una entrevista que no pueda hacerse por videollamada. De hecho, ya no hay medio nacional o internacional que no la haya entrevistado por su libro y sus punzantes intervenciones en Twitter, donde defiende la evidencia científica de sus aserciones y hace recomendaciones a las autoridades sanitarias mexicanas, que han elegido ignorarla. “Lo peor de todo es que al día de hoy, con tantos muertos como los que tenemos, López-Gatell no rectificó su estrategia”.

Mientras, los “pejetrolls” la insultan y amenazan en redes sociales. Vivir así tiene un costo en su deteriorada salud. Y no la ayudó enfermarse de COVID-19, en octubre pasado. “Fue responsabilidad mía, yo tendría que haber dado el ejemplo”, relata. La habían invitado al programa televisivo de Adela Micha y la producción le pidió que se quitara el cubreboca. “Mal hecho”, se culpa. Micha la abrazó al final del programa y así ocurrió el contagio.“¡Qué mala pata!”, fue lo primero que pensó cuando la prueba dio positivo. “Tantos años luchando contra la esclerosis múltiple para venir ahora a morirme de COVID-19…” Finalmente la libró, cuenta en su libro. “Soy la prueba viviente de que la atención temprana es clave en el tratamiento del COVID. Justamente lo contrario de lo que ocurre en los hospitales públicos de México: solo aceptan pacientes COVID cuando ya están graves y no queda otra que ponerles un respirador”. Y rezar.

Se salvó del coronavirus, pero la enfermedad degenerativa que padece es una nube oscura que la acecha sin tregua. En días “no tan buenos”, Ximénez-Fyvie se moviliza en silla de ruedas y en “días malos”, se queda en cama, desde donde atiende llamados, lee y trabaja. Hace unas semanas sufrió una recaída. Tuvo espasmos en la garganta que le quitaron la voz unos cuantos días. Y perdió la visión en el ojo izquierdo. Cuando no llueve, en el verano de la CDMX hace un calor seco que supera los 30 grados. “Odio el calor, me desata recaídas”, murmura. Sabe que va a morir pronto, “pero no sé cuándo. Por eso mi apuro por dejarle un legado a mis hijos y a los miles de mexicanos que hoy están deprimidos, sin trabajo, huérfanos, y en duelo a causa de haber perdido a seres queridos. Pocos se han molestado en reflexionar sobre el costo emocional que esta pandemia, que estará con nosotros por bastante tiempo, tiene en la salud mental y el ánimo de las personas”.