the curtain being pulled back on an uncertain world
Ilustración por Ari Liloan
Medio Ambiente

¿Podemos tener esperanza en la década de 2020?

Es difícil evitar sentir pesimismo en un mundo aletargado, conmocionado y pospandémico, así que recurrí a la opinión de los expertos.
Hannah Ewens
London, GB
AL
ilustración de Ari Liloan
ÁG
traducido por Álvaro García

Artículo publicado originalmente por VICE en inglés.

La década comenzó con una amonestación. A la humanidad nos ordenaron irnos a nuestras habitaciones y quedarnos allí para pensar en lo que habíamos hecho: destruir el planeta con un consumo excesivo, impulsar el capitalismo más allá de cualquier conclusión lógica, respaldar gobiernos corruptos y aceptar con pasividad los pecados de los multimillonarios. Nuestra arrogancia colectiva fue demasiada de soportar por lo que sea o quien sea más grande que nosotros.

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No son exactamente mis palabras. Son una paráfrasis de varios podcasts y artículos sobre espiritualidad que metabolicé durante el último año. En particular, los astrólogos advirtieron lo que las estrellas tenían reservado para esos 12 meses cruciales: un ajuste de cuentas masivo, un levantamiento civil, el desmantelamiento de las estructuras básicas de nuestras vidas. Tal vez no crean en esta pseudociencia antigua y popular, pero de cualquier forma, estamos de acuerdo en que se ha levantado un velo a la forma en que vivíamos antes.

Aunque pasamos por el extraño comienzo de 2020 con una actitud de “todos estamos unidos”, nuestras experiencias, en particular las de los millennials y la Generación Z, fueron muy diferentes. La ira de la pandemia se sintió como el Antiguo Testamento. Si no tenías ciertos pilares de tu vida en su lugar antes de que llegara la plaga, podías quedar atrapado en el tiempo o acabar perdido. Aquellos con fortunas monógamas y de clase media lograron adaptarse, en algunos casos acelerando sus trayectorias de vida comprando nuevas casas, teniendo hijos o, en casos raros y afortunados, avanzando sus carreras. Lo que todos hemos “visto” detrás del velo es solo la confirmación de lo que era obvio en la década de 2010: que muchos no podrían adquirir una casa ni tendrían hijos debido a las barreras financieras, que la desigualdad de la riqueza era grotesca, que el racismo existe, que los trabajadores de servicios son infravalorados, que la salud del planeta mejoraría si disminuyéramos la velocidad. Incluso los resultados positivos de la gestión de la pandemia —considerar la cultura de oficina como algo retrógrada y degradante— se producen después de años de peticiones de trabajo flexible por parte de personas con enfermedades mentales y crónicas que sabían que mejoraría su productividad.

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En Reino Unido, parece que la mitad de la población está planificando su verano, tratando de organizar viajes locales y visitas para ver amigos y familiares; la otra mitad ha perdido el trabajo o ha perdido a sus seres queridos, o se siente conmocionada, cansada y desesperada. Hay un ambiente de confusión generalizada en el aire, resultado de la coexistencia de estos dos estados. Nos hemos quedado desorientados, con las alas cortadas. Entonces me pregunté qué pensarían los expertos en diversos campos culturales y sociológicos sobre el optimismo en la década de 2020. Estamos apenas al comienzo de una década extraña y exigente. ¿Debemos —podemos— tener esperanza? Esto es lo que respondieron.

Adam Curtis, director de documentales

Somos pasivos. Hemos renunciado a la idea de que los seres humanos pueden cambiar el mundo, cuando es bastante obvio que el mundo que tenemos a nuestro alrededor fue creado por seres humanos, tanto buenos como malos, y eso significa que podemos hacerlo. La metáfora de nuestra época es prepararse para una colisión inminente, atravesar la turbulencia, estar absolutamente aterrorizados, sin atrevernos a mirar por la ventanilla porque veremos el ala subiendo y bajando. Nos sentimos completamente indefensos. Pero tenemos albedrío, podemos cambiar las cosas.

No quiere decir que no sucedan cosas malas; estamos atravesando una serie de catástrofes realmente extrañas en este momento. Pero existe la idea de que no hay mucho que puedas hacer al respecto. Una vez hice un cortometraje para Charlie Brooker, que trataba sobre el hecho de que el problema de nuestra época es lo que yo llamo el efecto “oh por dios”. Abres el periódico por la mañana y lees cosas terribles y en lugar de pensar “esto es terrible, deberíamos hacer algo”, piensas “oh por dios” y sigues adelante. Vivimos en una época de gran individualismo. El fatalismo oscuro ha penetrado profundamente las mentes de muchas personas progresistas, de izquierda y liberales.

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Tenemos que resolverlo de alguna manera, pero para lograrlo tienes que inspirarlos; tienes que proponer ideas y creo que tienes que interactuar con las personas que te provocan miedo.

Históricamente, los liberales y la izquierda están aterrorizados por las grandes historias. Las consideran peligrosas porque eso fue lo que hicieron Hitler y Stalin: hicieron que la gente se convirtiera en una fuerza frenética, obligándolos a perderse dentro de grandes historias. Eso condujo al horror. Lo que estamos esperando de la izquierda y los liberales es una historia poderosa; lo suficientemente poderosa como para desafiar ese nacionalismo nostálgico en el que se están deleitando los partidarios del Brexit y Trump y Boris Johnson en la actualidad. Necesitamos una historia mejor.

Ysabel Gerrard, profesora de Sociedad y Medios Digitales de la Universidad de Sheffield

A mediados de la década de 2000 fue la última vez que alguien se mostró optimista sobre las redes sociales: podemos crear nuestros propios videos e imágenes y compartirlos, ¡será genial para la democracia! Luego tuvimos una espiral descendente de contenido dañino —y la incapacidad absoluta de los gigantes de las redes sociales para moderarlo—, la apropiación de nuestra información y la creciente monopolización de las empresas tecnológicas. Ya existen investigaciones sobre el hecho de que las personas mayores tienen miedo a las nuevas tecnologías y los efectos que están teniendo en las generaciones más jóvenes; es el desarrollo de un pánico moral. Lo vimos con el primer automóvil, lo vimos con las videograbadoras, lo vimos con anuncios televisivos y videos musicales; con cada nueva tecnología. Me pregunto si eso podría cambiar ahora que más personas han tenido que aprender a usar tecnologías particulares solo para mantener la conexión social y los vínculos afectivos, y ese miedo tal vez haya disminuido. Todas las discusiones sobre pasar demasiado tiempo frente a la pantalla son inválidas ahora que todos estamos detrás de una pantalla todo el día. Hay más empatía y familiaridad que miedo, y podría ser interesante ver cómo resulta en los próximos años.

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De manera similar, la histeria en torno a cómo los robots y la inteligencia artificial tomarán nuestro lugar en el trabajo y las relaciones quizá nos ha hecho darnos cuenta de cuánto anhelamos la interacción física y que hay ciertas cosas que la tecnología no puede reemplazar. Si no van a tomar nuestro lugar ahora, ¿cuándo lo harán?

Rebecca Henderson, autora de Reimagining Capitalism in a World on Fire (Repensar el capitalismo en un mundo en llamas)

Una de las cosas que hizo la pandemia fue resaltar lo frágiles que son las cosas y que no podemos simplemente planificar la manera de operar las empresas y establecimientos como lo hemos hecho. El propietario de una empresa me dijo: “Siempre he entendido por qué tengo que administrar los costos, pero ahora sé que debo administrar los riesgos”. ¿Qué es el cambio climático sino un riesgo masivo? Estoy segura de que han visto los anuncios que dicen que las empresas alcanzarán la neutralidad de carbono para 2035 o 2050, pero ahora el tamaño de las compañías y la magnitud del dinero involucrado están aumentando drásticamente. El anuncio del gigante energético BP de que transformarán toda la empresa fue recibido con escepticismo; ya hemos visto esa historia antes, pero están invirtiendo en energía eólica y solar, y en hidrógeno. Luego revisé las otras grandes compañías petroleras y todas están comenzando a hacer inversiones multimillonarias. Al ver esto, pienso que incluso si se trata de una forma de limpiar su imagen, es realmente interesante.

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Randon Rosenbohm, astróloga en VICE

Estuve esperando el 12 de enero de 2020 y la conjunción Saturno y Plutón durante años. Recuerdo haber actualizado Twitter esperando ver qué pasaba. La astrología puede hacer que alguien se vuelva pesimista u optimista de manera equivocada. Es solo una forma de medir las expectativas, y el error humano siempre debe tenerse en cuenta.

Urano, el planeta de la revolución, estará en Tauro de 2019 a 2026. El signo zodiacal de Tauro corresponde al dinero, la comida y la moda. Ya hemos visto mucha actividad en las criptomonedas y grandes revueltas en la industria agrícola global. Idealmente esperaría una reforma importante en las prácticas agrícolas y que la situación se vuelva más sostenible, en particular para las vacas (Tauro es solo una vaca elegante). Urano en Géminis a partir de 2026 traerá tecnología revolucionaria en la forma en que nos comunicamos.

Personalmente, estoy interesada en ver qué sucede cuando Neptuno, el planeta de las creencias, cambie de signo en 2026. Con Neptuno en Aries, me emociona que las personas tengan más confianza en sus creencias espirituales, pero también me preocupa que las organizaciones religiosas queden descentralizadas por completo a medida que las personas se vuelven más ensimismadas.

Estados Unidos está en medio de su regreso de Plutón y los próximos años son siniestros con respecto a un cambio de régimen y una reforma completa del poder. Cada democracia dura unos 300 años —la duración de un ciclo de Plutón— y es más o menos la edad de Estados Unidos. Los próximos años provocarán una transformación en el país.

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Emma Lawrance, catedrática de Innovaciones en Salud Mental en el Imperial College de Londres

Necesitamos asegurarnos de que, al crear conciencia, no usemos excesivamente los medicamentos para paliar la variedad de emociones y experiencias humanas, o que solo nos centremos en las versiones “agradables” de la salud mental que rehúyen la gama completa de experiencias. En muchos sentidos, lo digital aún no ha estado a la altura de las expectativas. Tenemos muchas herramientas que son realmente efectivas pero no son fáciles de usar, o son realmente atractivas desde el punto de vista comercial pero no brindan muchas mejoras verdaderas. Mi esperanza es que la salud mental digital ayude a facilitar la conexión, no que la reemplace. Como era de esperar, existe una creciente evidencia de que el cambio climático interactúa con nuestra salud mental. Las experiencias directas relacionadas con el cambio climático, incluidas las olas de calor o los fenómenos meteorológicos y climáticos extremos como una inundación o un incendio forestal, están relacionadas con un aumento de las tasas de suicidio, casos de angustia extrema y peores resultados para las personas con una enfermedad mental diagnosticable. Mientras lidiamos con la pandemia —y con la pérdida, el dolor y los cambios que la acompañan— necesitaremos sanar como individuos y comunidades. Con suerte, lo que aprendamos nos ayudará a enfrentar y procesar las implicaciones de un clima en constante cambio.

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Anab Jain, diseñadora futurista y cofundadora de Superflux Studio

Antes de buscar formas de tener esperanza, tal vez valga la pena preguntarse qué podría significar o lograr tener esperanza en la era de la crisis climática. En nuestro proyecto Mitigación del impacto, imaginamos cómo las personas podrían encontrar formas de vivir en medio de la inseguridad alimentaria, el clima extremo y la escasez de recursos. Nuestro deseo no era crear el peor de los escenarios para asustar a las personas y generar un cambio, sino resaltar una narrativa de resiliencia y perseverancia. Cuanto más encontremos nuevas relaciones con nuestro entorno, podremos tener más optimismo; queremos prevenir que la esperanza se convierta en una especie de opiáceo para nuestra condición y pretendemos pensar en ella como un catalizador para la esperanza activa en los demás.

Aaron Bastani, cofundador de Novara Media y autor de Fully Automated Luxury Communism (Comunismo de lujo totalmente automatizado)

Durante la década de 2020, lo que veremos es que, como especie, seremos completamente capaces de resolver todos los problemas a los que nos enfrentamos, ya sea el cambio climático, el envejecimiento de la población o el acceso a la vivienda. La gran pregunta para los próximos diez años es: las herramientas están ahí, las posibilidades están ahí. ¿Cómo se crea una política adecuada para la tarea? Por eso diría: el escepticismo es racional, es saludable. Así es como puedes identificar la verdad. Pero el pesimismo y el cinismo de ninguna manera te ayudan a descubrirla. Por eso consideraría un optimismo estratégico.

Para la mayoría de las personas, el cinismo proviene de la idea de que nada cambia y eso es categóricamente falso. Las cosas pueden empeorar y mejorar, pero las cosas cambian. Pienso en mi abuela. Tiene 95 años, nació en Irán; sigue viva. Nació antes de que Hitler se convirtiera en canciller, antes de la Segunda Guerra Mundial, antes de la Gran Depresión, antes de los antibióticos, la energía nuclear, la carrera espacial. Es solo una persona, una vida, y miren cuánto cambió. Esa comprensión me hace poner los pies en la tierra. Los seres humanos tenemos un par de millones de años existiendo, hemos tenido agricultura durante unos 12.000 años y en los últimos 90 la mayoría de nosotros hemos aprendido a leer y escribir. Es una historia realmente optimista.

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