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Música

Uji: viaja en el tiempo a través de sonidos ancestrales

"Ser tiempo" es el nuevo short film de Carlos Rivero sobre el mundo del artista argentino Luis Maurette, mejor conocido como Uji.

Un nómada recuerda a través de los sonidos. Deambula por el territorio latinoamericano en búsqueda de rituales, danzas, sustancias, ceremonias y fiestas. Su música, que es una ofrenda, nos hace entrar en trance. 

U-ji significa en japonés ser tiempo: “el tiempo que cada persona percibe dentro del universo entero”. 

Ser tiempo es también como se titula el nuevo short film sobre la búsqueda sonora de Luis Maurette, aka Uji. Dirigido por el venezolano Carlos Rivero, el documental es un retrato en profundidad del artista argentino, cuyo proyecto musical navega entre el ritualismo de las culturas indígenas y las complejidades de la música electrónica. 

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Con el apoyo del director de cine y documentales francés Vincent Moon, quien proporcionó gran parte del material de archivo, Carlos Rivero supo unir el recorrido musical de Uji con los procesos de escucha que hizo dentro de las distintas culturas y ciudades que conoció en los últimos años mientras viajaba por Latinoamérica. El short film es al final una celebración de algunas tradiciones de la región y de la diversidad de sonidos que la atraviesan.   

Hablamos con Carlos Rivero y Uji sobre esta pieza audiovisual, que puedes ver a continuación.

VICE: ¿Cómo surgió la idea de trabajar juntos?

Carlos Rivero: Lo conocí a Luis por redes, lo había visto tocar en Berlín. Me gustó su proyecto y me acerqué con la intención de hacer algo en conjunto. Para ese entonces yo ya trabajaba con músicos desde Barcelona y Luis en paralelo estaba creando su imagen, un concepto musical. Nos encontramos en el 2018 y decidimos hacer una propuesta audiovisual a ZZR Records en el marco de un showcase en París, esa pieza se llamó Ecos del sur. Sin embargo, al conocer a Luis en profundidad quise armar algo más grande, mostrar más de él, todo su recorrido en las selvas y en distintas comunidades. Sabía que había viajado con Lulacruza, [su proyecto musical junto a la colombiana Alejandra Ortiz], y que había estado en Colombia junto a Vincent Mood. Le pedí todo ese material y a partir de ahí fueron noches y noches de clips largos y cortos, de selección y visualización, hasta que logré entender que quería un shortfilm bajo un estilo de documental y que a su vez sea un viaje sonoro. En total tardamos casi un año en armarlo.

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El cortometraje se llama Ser tiempo. ¿Qué relación encuentran entre el tiempo, la música y los sitios a los que viajan?

Uji: La palabra Uji significa ser tiempo en japonés. Viene de creer que el tiempo no es lineal, sino que uno lo crea. Para mí la música es el arte del tiempo, es mi forma de plasmarlo. Cuando nos encontramos con Carlos, me di cuenta de que él es muy buen storyteller, veía cómo podía generar algo cautivante entre ese tiempo que manejo con mis procesos musicales. Todo este proceso de entendimiento también se relaciona con los lugares. Desde niño estoy marcado por cómo las ciudades tienen distintos tiempos, ritmos e identidades. Apenas tenía un año cuando mi familia se fue de Argentina. Luego vivimos en Chile, Ecuador, México, Estados Unidos, mi vida sigue siendo eso, mi cabeza y cuerpo están en muchos lugares a la vez, buscando entender mi propia historia a través de estas tres vertientes. 

¿Cómo se identifican las ciudades y las culturas a través de los sonidos o las imágenes?

Uji: Quizás hay sonidos que se identifican como más universales, el auto en una gran ciudad, por ejemplo. Pero luego hay algunos pájaros que solo te recuerdan a un sitio en particular. 

Carlos: A nivel visual creo que las culturas pueden representarse a través de ciertas referencias puntuales. Todas las ciudades tienen algo distintivo, algo particular y algo que podemos rescatar de cada una sin que cause rechazo a la hora de unirlas en una misma pieza audiovisual. Los colores en los paisajes, por ejemplo. 

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Uji, ¿Cómo encontraste la conexión entre la música electrónica y las culturas ancestrales?

Uji: Surgió cuando me fui a estudiar música a Boston. Recién ahí me di cuenta de mi herencia latinoamericana. En ese proceso de haberme ido a un país anglosajón, compararme con otros músicos y ver mi propio sabor musical y mis influencias. Ahí me di cuenta de cómo la música latinoamericana estaba más presente de lo que yo pensaba. También tuve la oportunidad de presenciar ciertos ritos con chamanes, probé la huachuma, la ayahuasca, y empecé a darme cuenta de la potencia que tenían los sonidos en esos estados alterados. A la vez, estaba estudiando música electrónica. Fue en ese entonces cuando entendí la conexión entre el estado tribal de una fiesta electrónica con las ceremonias, no me parecían disímiles. 

Ahí nació mi grupo Lulacruza con Alejandra Ortíz, una colombiana que estaba en la misma búsqueda que yo. Ambos empezamos a preguntarnos si existía la posibilidad de componer música electrónica bajo los sonidos de la tierra, si podíamos unir esos sonidos provocados por una máquina con algo más abstracto, que remitan a la raíz, a los pueblos originarios. 

¿Creen que este género ya explotó?

Uji: Creo que es un movimiento que está creciendo. Aunque solo toco en circuitos pequeños. Todavía la escena es reducida, pero la gente que está ahí presente es apasionada. Siento que es una ola que está llegando de manera global.

Carlos: Yo vengo de Venezuela, y cuando llegué a Europa percibí un gran interés por este estilo de música, cuando fui a París tenía que ver cómo los franceses bailaban ese estilo y me pareció brutal. Me gusta ver cómo los nichos explotan.